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EDITORIAL
Sacado del n. 03 - 2006

No tener miedo


El aniversario de la muerte de Juan Pablo II se vivió, por una singular coincidencia, en un clima de gran conmoción por el anuncio –tras muchos días de trepidante búsqueda– del asesinato en la región Emilia del pequeño Tommaso Onofri. El Papa de los jóvenes lo ha recibido en el Paraíso […] Otra coincidencia en el aniversario: el anuncio de la muerte de Giorgio Rumi, que escribió páginas muy hermosas sobre los veintisiete años de pontificado


Giulio Andreotti


Juan Pablo II saluda a las numerosas parejas y familias presentes en la plaza de San Pedro con motivo del Jubileo
de las familias, el 15 de octubre de 2000

Juan Pablo II saluda a las numerosas parejas y familias presentes en la plaza de San Pedro con motivo del Jubileo de las familias, el 15 de octubre de 2000

El aniversario de la muerte de Juan Pablo II se vivió, por una singular coincidencia, en un clima de gran conmoción por el anuncio –tras muchos días de trepidante búsqueda– del asesinato en la región Emilia del pequeño Tommaso Onofri. El Papa de los jóvenes lo ha recibido en el Paraíso.
Fueron muchos los jóvenes que se reunieron en Roma –muchos llegados de Polonia– para revivir las inolvidables horas del regreso del papa Wojtyla a la Casa del Padre. Pero desde entonces cada día hay filas enormes de fieles que se acercan a rezar en su tumba.
El jueves pasado, en presencia de Benedicto XVI, se presentó en el Vaticano la nueva película para la televisión dedicada al Papa polaco. Me pareció incluso más eficaz que la anterior, porque está dedicada solamente –con gran maestría– a los años del pontificado, mientras que la otra reconstruía su infancia, juventud y todo el cursus honorum eclesiástico, con el atormentado decurso político de aquella nación como fondo.
Otra coincidencia en el aniversario: el anuncio de la muerte de Giorgio Rumi, que escribió páginas muy hermosas sobre los veintisiete años de pontificado.
En la historia, no solo en la historia de la Iglesia, se le reconocerá a Juan Pablo II un papel decisivo en el ocaso y la derrota del dominio bolchevique en el Este. No por nada Moscú intentó que los gobernantes de Varsovia prohibieran el viaje del nuevo Papa, que no podía sino tener un gran impacto popular. Pero era un consejo más que veleidoso, con solo pensar en la masiva participación incluso de los líderes en Roma en el momento de la inesperada subida al trono de Pedro de su compatriota.
Uno de los documentos personales míos para mí más importantes es la carta que conservo –fechada el 5 de enero de 2005– en la que Juan PabloII respondió de manera halagadora para mí a mis felicitaciones de Navidad: «… Le renuevo mi aprecio por su constante compromiso en la promoción de la convivencia pacífica entre los pueblos, siguiendo en ello las líneas del Magisterio de la Iglesia»
Las invitaciones al valor y la admonición de no tener nunca miedo fueron sin duda determinantes en el desarrollo del movimiento de solidaridad popular promovido por Lech Walesa. Así fue como desde entonces se dejó de considerar ilegítimo el interclasismo, más o menos confundido, antes, con el capitalismo. También sabemos algo de esto los italianos, y, permítaseme, especialmente los democristianos.
Cuando en Polonia dio el golpe de timón autoritario el general Jaruzelski y como reacción se aisló internacionalmente a Polonia, el Papa siguió personalmente los acontecimientos con gran intensidad.
Uno de los documentos personales míos para mí más importantes es la carta que conservo –fechada el 5 de enero de 2005– en la que Juan Pablo II respondió de manera halagadora para mí a mis felicitaciones de Navidad: «… Le renuevo mi aprecio por su constante compromiso en la promoción de la convivencia pacífica entre los pueblos, siguiendo en ello las líneas del Magisterio de la Iglesia».
En medio de las muchas expresiones polémicas usuales hoy sobre las relaciones entre el Estado y la Iglesia en Italia, subrayar las frecuentes fases de coincidencia creo que es muy importante. En especial pienso retrospectivamente en el apoyo dado por Pío XII a la Alianza Atlántica, invitando a superar las instintivas contrariedades de los católicos frente a los pactos militares. Pienso en la convergencia entre Pablo VI y Moro a la hora de asociar a la Santa Sede en primera persona a la política de seguridad y cooperación europea. Pero pienso también en la crisis de 1984 a la que antes aludía.
El ministro de Exteriores alemán, Genscher, había manifestado su disponibilidad a romper el aislamiento de Polonia, pero pedía que en el programa de la visita se introdujera un homenaje a la tumba de Popieluszko, el sacerdote cuyo asesinato la vox populi achacaba a la policía comunista. La respuesta fue negativa y el viaje no se realizó. Yo volví a introducir (era entonces ministro de Exteriores) la misma cláusula, con el añadido, aún más comprometedor, de entrevistarme también con los dirigentes de Solidaridad.
La respuesta polaca fue positiva y este trato privilegiado al gobierno italiano, frente a los alemanes, se debió naturalmente a la voluntad de que le llegaran aclaraciones y mensajes al Santo Padre (Jaruzelski me lo dijo explícitamente).
El homenaje al pobre sacerdote asesinado pude hacerlo con una misa para la ocasión, en presencia de muchos fieles, en una fiesta de flores y velas.
Inmediatamente después en la embajada de Italia me entrevisté con los dirigentes clandestinos de Solidaridad, que vieron en el acontecimiento una señal gubernamental de distensión.
El presidente Jaruzelski me recibió durante varias horas. Muchos años después, en circunstancias muy distintas, pude (como también puedo ahora) verme con él en las reuniones del Forum ideado por Gorbachov y pudimos constatar lo exacto de la información de entonces. Con el “estado de emergencia” había bloqueado la invasión soviética que ya había sido decidida; reivindicaba esto a mérito patriótico como polaco. Pero había más. Estaba haciendo limpieza dentro del Partido Comunista, esperando que el polvo que le había quitado al Partido no fuera recogido por los hombres de Walesa, contaminando el Movimiento.
En cuanto al asesinato de Popieluszko, las responsabilidades fueron apuradas y se celebraría rápidamente el proceso con las consecuencias de castigo obvias.
Nuestro embajador me explicó el significado de una alusión del presidente a lo absurdo de considerarlo un filosoviético, después de lo que se le había hecho a su familia (parece ser que fue mandada a Siberia).
Inmediatamente antes e inmediatamente después del viaje a Varsovia tuve el privilegio de ser enviado a cenar con el Santo Padre para poder hablar sin los límites de las audiencias protocolarias.
En un acontecimiento internacional, en cambio, la postura italiana no coincidió con la vaticana. Firmemente contrario a todas las guerras, el Papa no aprobó la Guerra del Golfo con la que se le devolvió a Kuwait la soberanía sobre su territorio, invadido por los iraquíes. En realidad el Evangelio amonesta al rey que no pacta con un invasor más fuerte que él, pero no contempla la prohibición de defender el territorio. Pienso que el Papa consideraba que seguía siendo necesario seguir insistiendo ante Sadam Hussein. De todos modos se mostró muy contento cuando supo que se habían rechazado las propuestas de castigo. Pude asegurarle con precisión que no aceptábamos las tesis de quienes proyectaban invasiones de castigo en territorio iraquí.
Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia

Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia

Por mor de la exactitud traigo aquí la expresión del entonces jefe de Estado Mayor de EE UU, el general Colin Powell: «Mis hombres no pondrán pie en territorio iraquí. Sería una trampa. Teníamos que liberar Kuwait y punto».
Merece por lo menos una alusión otro capítulo del pontificado de Juan Pablo II: la gran apertura hacia los judíos en el marco de un deseado diálogo entre las religiones.
En este contexto hay que encuadrar la modificación del Concordato de 1929, que eliminó también la rígida interpretación según la cual en Roma había fuertes limitaciones al pluralismo religioso. De ahí las delicadas cuestiones con los protestantes, incluso personalmente con el secretario de Estado Norteamericano, Forster Dulles, fautor de la presencia romana de la Church of Christ.
Formidable fue la expansión diplomática de la Santa Sede tras el año 1978, con la instauración de relaciones que tenían su parte delicada (Estado de Israel, Libia, Autoridad Palestina).
Sigue habiendo dos lagunas: China y Arabia Saudí, pero ambos países, en la muerte de Juan Pablo II, “participaron” en el luto universal. El camino –que sigue siendo difícil– no ha sido abandonado, de todos modos.
En un mundo que cambia (no hay más que pensar en las emigraciones de islámicos a áreas no islámicas) muchos problemas se complican y se agrandan. La firmeza en los principios ha de ir acompañada de una gran disponibilidad para el diálogo. Allí donde existían gruesos bloques históricos de incomprensión, incluso conflictiva, el papa Wojtyla abrió valientemente brechas para el entendimiento, sin miedo tampoco de volver a escribir páginas de historia temporal de la Iglesia.
No tener nunca miedo. Esta es la gran herencia que nos ha dejado.


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