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EDITORIAL
Sacado del n. 05 - 2006

Por un desarrollo verdadero


Ha pasado sin pena ni gloria el año del cincuentenario de la repentina muerte en el Senado del ministro Ezio Vanoni, cuyo nombre va ligado tanto a la modernización del sistema tributario como a la elaboración de un Esquema de desarrollo que superó muchos espejismos de programación económica, incluso obligatoria. Tanto entonces como, en términos mucho más tajantes, actualmente existen dudas sobre el eje fundamental sobre el que plantear el desarrollo


Giulio Andreotti


Vía de los Foros Imperiales,
en Roma

Vía de los Foros Imperiales, en Roma

Ha pasado sin pena ni gloria el año del cincuentenario de la repentina muerte en el Senado del ministro Ezio Vanoni, cuyo nombre va ligado tanto a la modernización del sistema tributario (con la declaración de la renta y los coeficientes progresivos) como a la elaboración de un Esquema de desarrollo que superó muchos espejismos de programación económica, incluso obligatoria. Tanto entonces como, en términos mucho más tajantes, actualmente existen dudas sobre el eje fundamental sobre el que plantear el desarrollo, en un mundo en el que cada vez aumentan más los costes de producción, tanto por los salarios como por la posesión de fuentes energéticas y de otros recursos.
Se impone, pues, un examen de lo que de específico tenemos. Planteé la cuestión en una reunión en Calabria en 1972, subrayando la existencia aquí, según los datos de la UNESCO, de más de la mitad de las obras de arte de relieve. Además, localmente, entre la comarca de la Sila y el mar existía potencialmente un turismo que hacía pensar en un futuro prometedor. Me trataron mal. Dominaba el mito de la industrialización, o mejor dicho, de la gran industria. El progreso –para imitar al Norte– se creía que iba por estos derroteros. Quizá también los sindicatos favorecían este concepto que les hacía importantes y les ofrecía la posibilidad de contar.
Las batallas por el Centro siderúrgico de Gioia Tauro son conocidas, con la destrucción de importantes áreas agrícolas y el posterior remedio parcial con las programaciones portuarias. Por otra parte hubo una iniciativa industrial química, proyectada y realizada “llave en mano”, que quedó bloqueada por la extraña interrogación presentada a las autoridades sanitarias sobre el posible carácter cancerígeno del producto (bioproteínas).
Sobre este tema, que no se limitaba sólo a la región calabresa, volví veinticinco años después pidiendo la intervención de un importante personaje de la cultura italiana, el profesor Federico Zeri. Transcribo mi carta y su decepcionante respuesta.

15 de mayo de 1997
Querido profesor:
Meditando sobre lo que puede ser el progreso económico italiano, estoy profundamente convencido de que en el futuro solo nos puede salvar la valoración íntegra de nuestro patrimonio artístico y nuestros recursos paisajístico-naturales. En lo demás la competitividad será cada vez más un elemento de penalización. Hasta hace algún tiempo era imposible sostener esto a causa de una cultura industrialista dominante.
Me gustaría poder publicar alguna consideración suya sobre el tema. Ponemos a su disposición todo el espacio que desee.
Reciba un cordial saludo.


Su respuesta fue solícita, pero decepcionante.

22 de mayo de 1997

Ilustre senador:
Federico Zeri

Federico Zeri

Le agradezco su carta, que leo con interés, aunque bajo los efectos de narcóticos por una operación a la que fui sometido hace algunos días.
Siempre he pensado que la valoración racional del inmenso patrimonio artístico y los recursos paisajístico-naturales de Italia podría convertirse en un importante recurso económico. Lo he pensado durante mucho tiempo; hoy creo que ya es demasiado tarde. El paisaje italiano está en su mayor parte devastado y destrozado irremediablemente: no hay más que ver la costa calabresa, la de Liguria, los alrededores de Roma, Rímini, etc. Cito solo algunos lugares que se me ocurren en este momento.
En cuanto al patrimonio artístico, soy muy escéptico en cuanto a su supervivencia. Italia camina hacia una especie de “antologización”, y muchísimas cosas (incluso de gran importancia) van a terminar desapareciendo, ya sea por ineptitud burocrática, como por mal uso (por ejemplo el Palacio Real de Turín), como también por ignorancia e indiferencia (por ejemplo las Villas de Roma). No creo que Italia sola pueda hacer nada: más bien me imagino una administración anglo-franco-alemana que se ocupe por lo menos de los casos más urgentes. Quizá soy pesimista, pero pienso que soy fríamente realista.
Sobre las consideraciones mías que publicaría en 30Días, podremos hablar cuando me ponga bien; por el momento, reciba un saludo.

Federico Zeri
Han pasado nueve años, pero no me resigno. Quizá en un clima de extensión política del regionalismo –mejor dicho, federalismo– podría partir desde abajo esta programación para una Italia Turística (con T mayúscula) que nos asegure un porvenir.
Publicando el carteo quisiera provocar una reflexión. Necesitaríamos a un Ezio Vanoni.
Por parte mía puedo solo pedir que se discuta el tema.


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