Habla el cardenal Emmanuel Wamala, arzobispo de Kampala
Una fuerza de paz internacional para Uganda
Habla el cardenal Emmanuel Wamala
por Davide Malacaria
¿Cómo vive la Iglesia ugandesa la tragedia del norte del país?
EMMANUEL WAMALA: A todos nos entristece esta situación, no sabemos muy bien lo que está pasando, ni logramos explicarnos cómo es posible que no se consiga poner fin a todo esto. Hace más de 17 años que esta guerra continúa y cada día que pasa la situación se vuelve peor.
¿Qué testimonios de fe le han llamado más la atención en este momento tan dramático?
WAMALA: El hecho de que los obispos del norte, junto con los líderes anglicanos y musulmanes, hayan decidio dormir en la calle con los niños que por la noche van a buscar un poco de seguridad cerca de las iglesias y los hospitales. Creo que es un testimonio estupendo.
¿Está haciendo el gobierno, según usted, todo lo posible para acabar con esta guerra?
WAMALA: Antes de Navidad el presidente fue al norte del país y estuvo allí mucho tiempo. Habló con los obispos de la zona, escuchó sus sugerencias. Además Museveni trató de comprender por qué el ejército ugandés no conseguía proteger a la población civil, y pidió la destitución de los comandantes que habían cometido errores. Creo que no faltaba la voluntad política de poner fin a esta guerra. Y que existía la voluntad de buscar un diálogo con los rebeldes para resolver la situación, como pedía también la Iglesia católica, mediante una negociación. Pero los rebeldes no dieron ninguna respuesta en este sentido.
Ahora la situación ha empeorado…
WAMALA: Sí. Ahora todas las zonas rurales del norte están infestadas de rebeldes, que avanzan en provincias donde antes no estaban. La situación es tan mala que no creo que haya manera de salir de ella sin la intervención internacional, análogamente a lo que pasó en el Congo.
¿Lo aceptaría el presidente Museveni?
WAMALA: No creo que esté de acuerdo con la idea de una intervención internacional. Pero yo constato que durante 17 años Uganda por sí sola no ha conseguido resolver la situación. El mismo presidente, el año pasado, declaró que antes de marzo pondría fin a la rebelión. No ha pasado nada.
Una comisión de estudio ha elaborado una modificación de la Constitución que, si se aprobara, le permitiría al actual presidente presentarse como candidato a las próximas elecciones. Usted ha manifestado públicamente su desacuerdo. ¿Por qué?
WAMALA: No he dicho que la Constitución no puede cambiarse. He dicho que no se puede cambiar la Constitución sólo en el interés de una persona. Además, creo y espero que se pueda realizar en Uganda un pluralismo político. Creo que es más conforme al derecho natural.
El pasado mes de octubre el Vaticano reconoció el martirio de dos jóvenes catequistas ugandeses, Daudi y Jildo. ¿Qué significó para ustedes?
WAMALA: Una gran alegría y también un gran honor. Además, Daudi y Jildo fueron martirizados en el norte, en la misma zona donde hoy tanta gente está sufriendo. Tratamos de señalarlos a nuestra gente como testigos de Cristo que sufre por ellos y con ellos, pero, al mismo tiempo, pedimos su ayuda, su intercesión para que nuestro país encuentre paz. El pasado 3 de junio, las reliquias de los dos catequistas estuvieron presentes durante las celebraciones de los Mártires ugandeses (asesinados a finales del siglos XIX y proclamados mártires durante el pontificado de Pablo VI). Fue una gran fiesta en la que participaron fieles procedentes de muchos países africanos, y también personas que venían de América y Europa.
¿Se acuerda de la visita de Pablo VI a Uganda?
WAMALA: Me acuerdo muy bien. Para África fue un honor y también el testimonio de que la fe había crecido en nuestro continente, por lo que éramos dignos de recibir al Santo Padre. La doctrina que nos dejó en aquella ocasión ha sido, y sigue siendo, una fuente de inspiración. Recuerdo que me llamó mucho la atención el acento que puso el Papa sobre el carácter misionero de la Iglesia africana. Carácter misionero que se manifiesta ante todo hacia África, pero que va más allá de nuestro continente. Los muchos jóvenes que van en misión a otros países africanos, pero también a Europa y América, ponen en práctica lo que Pablo VI deseó en aquella ocasión.