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QATAR
Sacado del n. 01 - 2007

Encuentro con el embajador Sultán Saad al-Moraikhi

La paz es una inversión


Qatar se ha estado en el candelero por el papel desarrollado en la crisis libanesa. Pero su diplomacia actúa a nivel global. La relación con la comunidad cristiana, que este año contará con su primera gran iglesia


por Giovanni Cubeddu


El emir de Qatar, el jeque Hamad bin Jalifa al Thani, con el primer ministro libanés Fuad Siniora, visita los barrios de Beirut destruidos por los bombardeos israelíes, el 21 de agosto de 2006

El emir de Qatar, el jeque Hamad bin Jalifa al Thani, con el primer ministro libanés Fuad Siniora, visita los barrios de Beirut destruidos por los bombardeos israelíes, el 21 de agosto de 2006

En el Palacio de Cristal de la ONU, en Nueva York, durante las convulsas jornadas de la última guerra de Líbano, no pasaron inobservados los tenaces esfuerzos de los diplomáticos de Qatar para buscar una alternativa a los cohetes y los bombardeos. Y no sólo porque en Alyazira –celebérrima televisión con sede central en Duhá, capital del emirato– este conflicto, tan sentido por el mundo árabe, era seguido minuto a minuto, sino también por la convergencia, entonces como hoy, de distintos factores: la presencia de Qatar en el Consejo de Seguridad como miembro no permanente de turno, una política exterior de amplio alcance, que acredita al pequeño emirato ante las cancillerías de los países occidentales y orientales, y en fin, las amplias miras del emir, el jeque Hamad bin Jalifa al Thani, que ha comprendido a tiempo que la riqueza de petróleo y gas de que dispone le facilita las cosas a la hora de promover una sólida democracia dentro de su pequeña península y le otorga una mayor capacidad de comprender las dinámicas políticas mundiales. Para Qatar, la paz es una inversión. Claro que no todo va siempre viento en popa, porque entre otras cosas dentro del Consejo de Cooperación del Golfo –foro privilegiado en el que los países de la región encuentran sus convergencias y cuyo secretario general es además qatarí– la dialéctica no falta, en especial con los saudíes. Como tampoco falta dentro de la Liga de Estados Árabes. Pero esto es cosa de cada día.
Soltan Saad al-Moraikhi acaba de conseguir algo positivo: la visita al Golfo (Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos) del ministro de Exteriores italiano, D’Alema, en enero, fue un paso más en la tradicional atención de la diplomacia italiana hacia Oriente Medio. Al-Moraikhi es embajador de Qatar en Italia, y antes de venir a Roma trabajó en el Palacio real para la oficina del jeque Tamim bin Hamad al Thani, hijo del emir y heredero designado, y anteriormente en Washington y Houston. Esto explica bien cuáles son los pilares sobre los que descansa la diplomacia moderna qatarí.
«Son “principios de base” racionales bien sólidos, que toman en consideración las instancias y los problemas de las dos comunidades a las que pertenecemos, la árabe y la islámica», comienza diciendo al-Moraikhi. «Nosotros partimos siempre de la consolidación del camino realizado por el Consejo de Cooperación de los países del Golfo Arábico y de la unidad de las posiciones tomadas por la Liga de Estados Árabes». Sobre todo es la importancia dada a la cooperación árabe e islámica lo que, según al-Moraikhi, implica para Qatar «la necesidad de realizar todos los esfuerzos posibles para consolidar la estabilidad y la seguridad, especialmente de nuestra región, que padece tantos problemas crónicos: como por ejemplo la crisis de Irak, Líbano, Palestina y Darfur. Estabilidad y seguridad son los factores de la paz, pero lo es también el trabajo por el desarrollo sostenible de la sociedad y de la economía».
Fue noticia que Qatar fuera el primer Estado árabe en enviar un contingente de trescientos soldados a la misión Unifil 2 (United Nations Interim Force in Lebanon, Fuerza provisional de naciones Unidas en Líbano), yendo a los hechos tras su constante compromiso diplomático. También en este gesto se advierte, según al-Moraikhi, una clara línea de principio: «La diplomacia qatarí ha trabajado siempre para reforzar nuestros vínculos con todos los países “hermanos” de la región como también con los del resto del mundo, intentando realizar la paz y las aspiraciones del hombre, en la justicia y la estabilidad. Ello naturalmente implica la necesidad de respetar la legalidad internacional y de buscar una solución por vías pacíficas para todas las controversias, independientemente de donde surjan. Nosotros seguimos este método, tanto dentro de la ONU –ahora en el Consejo de Seguridad– como en nuestras acciones diplomáticas diarias con el resto de los países del mundo».
Para nuestro interlocutor la legalidad internacional ha de ser salvaguardada principalmente en una cuestión: la palestina. Para la diplomacia qatarí esta última representa un inteligente arquitrabe, un atout por el que hay que apostar en todas las mesas de negociaciones. Así pues, en Duhá son bien recibidos tanto Al Fatah de Mahmud Abás (Abu Mazen) como Hamás, de Jaled Meshal e Ismael Haniya. Pero en la respuesta de al-Moraikhi las lacerantes divisiones internas entre facciones palestinas no autorizan a distracciones sobre la única verdad histórica, es decir, que «este problema persiste desde hace más de sesenta años, y nadie aún ha conseguido encontrar una solución con la varita mágica. El continuo sufrimiento del pueblo palestino, la insistencia en la opción militar no ayudarán a la hora de dar con la manera justa de dirimir la cuestión. La inexistencia de una solución justa ha provocado todo el sufrimiento que el pueblo palestino está viviendo y que, podemos decir, es un sufrimiento inimaginable. Existen muchas soluciones internacionales, proyectos y planes de paz, tanto antes como después de los acuerdos de Oslo. Existe una variedad de posturas… pero no hemos de olvidar el continuo sufrimiento del pueblo palestino, que ha llevado naturalmente al empeoramiento y la multiplicación de los conflictos en Oriente Medio». Así pues, desde 2001 en especial, el tiempo se ha vuelto trágicamente breve, la región medio-oriental está en una grave situación, y para al-Moraikhi «no es aceptable, en ningún caso, seguir creyendo en soluciones provisionales ni en compromisos parciales, porque no son suficientes. El deber de la sociedad internacional es dar prioridad a una solución justa del problema palestino según la legalidad internacional».
El ministro de Exteriores de Qatar, Hamad bin Yassin bin Yabr al Thani, con el primer ministro de la Autoridad palestina, Ismael Haniya, en Gaza, el 9 de octubre de 2006

El ministro de Exteriores de Qatar, Hamad bin Yassin bin Yabr al Thani, con el primer ministro de la Autoridad palestina, Ismael Haniya, en Gaza, el 9 de octubre de 2006

Del intento bipartisan llevado a cabo por el americano Iraq Study Group de James Baker y Lee Hamilton –evitar una política centrada solo en la fuerza militar y comenzar negociaciones con Irán y Siria– el presidente Bush ha “preferido” poner en práctica solo la parte en la que se pronostica un refuerzo militar estadounidense temporal en Irak. Le preguntamos a al-Moraikhi cuál es la distancia que separa hoy a Duhá de Bagdad, y qué ayuda puede y quiere dar Qatar a un país sobre el que algunos afirman que ha llegado el momento de dividir en tres, para dar satisfacción a las distintas facciones étnicas y religiosas en guerra. «Nunca hemos dejado de trabajar para ayudar al “hermano” Irak, tanto antes como después de la guerra», subraya al-Moraikhi. «Este país vive una situación trágica en el pleno sentido de la palabra: se debate entre acciones violentas que siegan a diario la vida de decenas de sus hijos. Nosotros no escatimamos esfuerzos para apoyar cualquier intento sincero para que Irak salga de la tragedia en la que vive, y que al mismo tiempo salvaguarde su seguridad, su unidad y su integridad territorial». En los años ochenta Qatar apoyaba a Irak en la guerra contra Irán, pero en 1991 se opuso a la invasión de Kuwait. Y en el último conflicto iraquí, aun ateniéndose a la decisión de los países del Golfo de no utilizar las armas, Qatar decidió cooperar con Washington, concediendo el traslado desde Arabia Saudí a su territorio del mando central americano para las operaciones bélicas en Afganistán e Irak. Ahora en Qatar hay dos bases americanas, con un total de 40.000 militares.
Por ello, en Duhá saben bien qué riesgos puede aceptar Teherán por su presencia activa en Irak, y que esto se añade peligrosamente a la disputa sobre el derecho iraní a la energía nuclear. Además de las sanciones de la ONU, las retorsiones estadounidenses directas y las presiones de Washington para que Europa elija la línea dura, también por parte israelí han llegado a Irán amenazas de posibles acciones militares fuertes contra las instalaciones nucleares. Y como Qatar tiene también relaciones con Israel (oficialmente sólo comerciales, lo cual no le impidió a Simón Peres visitar Duhá en enero), al-Moraikhi intenta describir cómo piensan gestionar los suyos una situación tan literalmente explosiva. «Como los demás países del Golfo, nosotros estamos geográficamente muy cerca de Irán, por eso, para nosotros este problema presenta el mayor interés. La cuestión de la producción nuclear va ligada a la seguridad regional en su conjunto y de todos los países individualmente. En el Consejo de Cooperación de los países del Golfo discutimos sobre el tema nuclear iraní y adoptamos posturas políticas muy claras sobre el tema. Es decir, repito, nosotros en Qatar tenemos excelentes relaciones con todos los países, sobre todo con los “hermanos” y los vecinos. A mi modo de ver, para resolver el problema nuclear iraní se deberían utilizar medios pacíficos y recurrir a un diálogo internacional con Teherán. Las líneas principales de nuestra política convergen en el papel de las Naciones Unidas para la solución de los problemas y las divergencias de alcance mundial, incluidos los problemas nucleares: existe una agencia internacional de la ONU creada para este propósito, cuya tarea principal es resolver los problemas nucleares a nivel planetario».
No es casualidad que ante los poderosos del mundo, en el forum de Davos de finales de enero, el director general del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), y premio Nobel de la paz, Mohamed el Baradei, pusiera en evidencia que «un ataque preventivo a Irán sería catastrófico. Serviría solo para reforzar la postura de quienes tienen la intención de fabricar un arma nuclear».
Quienes circulan por la capital Duhá se quedan atónitos por la cantidad de obras que se están haciendo y por los muchos rascacielos. Por las calles hierve de vida un pueblo que no llega a las novecientas mil almas, en su mayor parte compuesto por inmigrantes que esperan haber encontrado en Qatar un puerto definitivo. El ritmo de crecimiento económico del país es altísimo, gracias al petróleo, al gas natural (podría ser el primer productor mundial en 2010) y las inversiones extranjeras, atraídas además por centros financieros locales que no temen comparaciones.
País suní que tiene a la sharía [la ley islámica, n. de la r.] como una de las fuentes principales del derecho –pero una jurisdicción civil igual para todos–, Qatar tiene elecciones municipales por sufragio universal, un Consejo consultivo nacional, que un día podría convertirse en un Parlamento verdadero, y una Constitución en vigor desde 2005. Todo es mérito del actual emir, del que muchos esperan que vengan otras concesiones en tema de libertades civiles y religiosas; aunque ya existe una libertad total de culto y, por ejemplo, el emir ha donado a los cristianos terrenos para la construcción de nuevas iglesias.
El emir de Qatar con el presidente palestino Mahmud Abás en Duhá, el 27 de septiembre de 2006

El emir de Qatar con el presidente palestino Mahmud Abás en Duhá, el 27 de septiembre de 2006

¿Hasta dónde llegará el emir en esta carrera a la libertad, embajador al-Moraikhi? «Hemos recorrido muchos pasos en el camino de la democracia. Hemos comenzado con el voto sobre la nueva Constitución, luego hemos pasado a un trabajo continuo en el Consejo de la shura, es decir, el Consejo consultivo, que desarrolla con regularidad sus sesiones. Pronto daremos un salto cualitativo en lo referido a la participación popular en la actividad pública, según lo ya designado por su alteza el emir, jeque Hamad bin Jalifa al Thani. El cual, el año pasado, en el Parlamento europeo ofreció una descripción precisa de la democracia en Qatar… En los últimos diez años hemos apoyado a su alteza en la consolidación de un principio básico de nuestro país: el respeto hacia el hombre, hacia su voluntad, sus aspiraciones, su papel y su identidad. Nosotros somos un país árabe-islámico, fundado en una cultura tolerante y en una antigua civilización, un país que garantiza las libertades fundamentales para todos. Prueba de ello es la presencia de cientos de miles de ciudadanos que pertenecen a 130 distintas nacionalidades, que son acogidos en un Estado demográficamente minúsculo y que viven tranquilamente, incluso perteneciendo a etnias y religiones muy distintas… Con ellos nunca hemos tenido problemas, ni en el pasado ni en tiempos recientes, precisamente gracias a nuestros valores tradicionales, que honramos y mantenemos, como sobre todo el respeto del otro y la acogida, porque todos nosotros, juntos, somos miembros de la gran familia humana».
Los antiguos poetas árabes cantaban a los caballos, a los camellos y los indumentos que procedían de la pequeña península de Qatar, cuyos tejidos adornaban al profeta Mahoma, a su mujer Aisha y a su compañero Omar ben el Jatab. Pescadores de perlas y navegantes, los qataríes fueron también armadores de la primera flota militar islámica en los tiempos del Profeta. Pero en Duhá, tierra de islam, los cristianos poseen hoy más de treinta lugares de oración y, antes de la próxima Navidad, si las obras continúan como es de esperar, se inaugurará la primera gran iglesia católica. Gracias al emir.


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