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REPORTAJE DESDE SIRIA
Sacado del n. 02 - 2007

Entrevista a Antoine Audo, obispo caldeo de Aleppo

«Escapan sabiendo que no van a volver»



Entrevista a Antoine Audo por Gianni Valente


El jesuita Antoine Audo, de 61 años, obispo caldeo de Aleppo desde 1992, se ve obligado de manera inesperada a enfrentarse con la asistencia y el cuidado pastoral de los cuarenta mil caldeos iraquíes refugiados en Siria. Una emergencia afrontada con buena voluntad, pero con pocos medios.

El obispo Antoine Audo. Al fondo, 
el panorama de iglesias y mezquitas que se disfruta desde las terrazas de la Catedral caldea de Aleppo

El obispo Antoine Audo. Al fondo, el panorama de iglesias y mezquitas que se disfruta desde las terrazas de la Catedral caldea de Aleppo

¿Qué le cuentan los cristianos que escapan de Irak?
ANTOINE AUDO: El primer objetivo de quienes les atacan es casi siempre robarles el dinero y quizá obligarles a escapar para quedarse con sus casas. Luego están los secuestros. Toman a sacerdotes, muchachos y muchachas. Un solo secuestro es suficiente para desencadenar el pánico en el barrio y obligar a escapar a cincuenta, cien familias… A todo ello se añade la expansión desenfrenada del fanatismo musulmán. Amenazan a las muchachas obligándoles a ponerse el velo en la escuela o en la universidad. Hacen llamadas de amenaza o escriben cartas intimidatorias: si no os vais todos –dicen– os matamos…
¿Se ataca más a los cristianos que a otros?
AUDO: Los episodios de violencia afectan a todos. Pero en las sociedades tribales, cuando hay problemas cada cual trata de defender a su grupo. Y los cristianos carecen de este tipo de protección. Ahora que allí no existe un poder estatal que pueda garantizar la seguridad de las calles, de los mercados, de la noche, ellos son los más expuestos.
¿Qué es lo que más le impresiona en la situación de los refugiados?
AUDO: Me dan pena sobre todo las mujeres. Aquí, sobre todo en las clases más pobres, los hombres generalmente no muestran gran sentido de responsabilidad. En nuestras familias a menudo son las mujeres quienes llevan todo el peso. Y me doy cuenta ahora de lo cansadas, agobiadas, desorientadas que están por todo lo que ha pasado. Envejecen de prisa sofocadas por un montón de dolores, enfermedades, pobreza. Vivían en una sociedad tradicional, dentro de un sistema tribal donde se ayudaban unos a otros. Ahora este tejido se ha desintegrado, todos han escapado, en pocos meses lo han perdido todo: casas, seguridad, cariño. A Damasco llegan así: y en las grandes ciudades es fácil perderse.
Alude al fenómeno de la prostitución.
AUDO: En las grandes aglomeraciones urbanas también pasa esto, por la pobreza y la desorientación. Como también la explotación del trabajo infantil. Fenómenos a los que aquí nadie estaba acostumbrado.
¿Qué opinión se tiene sobre la guerra que ha causado todo esto?
AUDO: La administración USA ha usado para vender su guerra la terminología de la democracia y la libertad. Han atacado a Irak como eslabón débil, pero su objetivo era toda el área, y había quienes buscaban victorias a niveles distintos, internos e internacionales. He visto a cristianos echarse a llorar mientras recordaban los tiempos de Sadam. Se ha llegado a esto. Él era un dictador, pero lo que ahora dicen todos es: si la libertad y la democracia es esto, no lo queremos.
¿Hay diferencias entre la actual situación de los prófugos y lo que pasó en el 91?
AUDO: Entonces los que escapaban eran sobre todo desertores del ejército. Era menos fuerte la percepción de ser atacados por ser cristianos. Y además esta vez está claro que casi todos escapan sabiendo que no van a volver.
¿Ha organizado ayudas la Iglesia caldea?
AUDO: En el 91 no estábamos preparados. Esta vez, antes incluso de que empezara la guerra, yo les propuse a los patriarcas y obispos que pidieran a Caritas que socorriera a los prófugos iraquíes que iban a llegar. Pero el flujo consistente comenzó sólo un año después de la guerra. Entonces recibimos colaboración de Ayuda a la Iglesia Necesitada, de Missio, de la Asociación de Amigos de Raoul Follerau. Cada 2 ó 3 meses distribuimos géneros de primera necesidad a las familias más pobres. Tratamos de ofrecer 200 dólares a quienes tienen que afrontar gastos sanitarios por operaciones y terapias. Es poco, pero todos lo buscan, a veces por una especie de alivio psicológico, para tener la seguridad de que no han sido abandonados. Ahora cada viernes el Patriarcado greco-católico de Damasco pone a nuestra disposición locales para dar el catecismo a más de mil muchachos escapados de Irak. Y las iglesias están siempre llenas. Misas, maitines, vísperas... Es asombroso ver todos los domingos por la mañana a los diáconos ancianos llegar con los libros de oraciones y empezar a cantar los laudes. Es algo extraordinario, hermoso de ver, dentro de tantas dificultades y preocupaciones.


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