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OBISPOS ITALIANOS
Sacado del n. 02 - 2007

ITALIA. Encuentro con el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Italiana

«Cuando el Papa llama, se responde...»


El arzobispo de Génova Angelo Bagnasco cuenta a los lectores de 30Días su historia de sacerdote que en el espacio de unos meses ha sido elegido pastor de la Iglesia de su ciudad y presidente del episcopado italiano. Entrevista


Entrevista con Angelo Bagnasco por Gianni Cardinale


El arzobispo Angelo Bagnasco

El arzobispo Angelo Bagnasco

El 7 de marzo Benedicto XVI nombró al nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI). Como sucesor del cardenal Camillo Ruini, que dirigió la CEI durante dieciséis años, el Papa eligió al arzobispo Angelo Bagnasco, que pocos meses antes había sustituido al nuevo secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, en el gobierno pastoral de la diócesis de Génova.
El nombramiento llegó dos semanas después de que Bagnasco difundiera su primera carta pastoral para la Cuaresma como arzobispo de Génova, titulada Perseverar en la oración. «Sin la oración», escribe Bagnasco en su carta, «nos agitamos, pero ¿con qué eficacia? Es como si quisiéramos hacer las cosas solos, sin contar con Él, que hace crecer lo que sembramos».
Y desde luego no puede decirse que monseñor Bagnasco se haya “agitado” por ser el sucesor –en Génova y en la CEI– de dos grandes personalidades de la Iglesia italiana. Pero el Papa lo eligió, y, como él mismo ha repetido varias veces, «cuando el Papa llama, se responde…».
30Días le ha solicitado al arzobispo Bagnasco un coloquio para presentarles a nuestros lectores su historia de sacerdote genovés que en el espacio de unos meses ha sido elegido pastor de la Iglesia de su ciudad y presidente del episcopado italiano.

Excelencia, usted es un genovés genuino, pero no nació a la sombra de la Lanterna, el antiguo faro símbolo de la ciudad…
ANGELO BAGNASCO: Efectivamente nací en 1947 cuando mi familia estaba desplazada en el pueblo de mi madre, donde estaban mis abuelos, Robecco d’Oglio, en la provincia de Cremona. Pero mi madre Rosa me trajo al mundo en Pontevico, donde estaba el hospital más cercano, que se encuentra solo a dos kilómetros de distancia, pero que ya es provincia y diócesis de Brescia, allí fui bautizado. Inmediatamente después me trajeron a Génova con mi hermana Anna, que es tres años mayor que yo.
¿Cuándo sintió la vocación al sacerdocio?
BAGNASCO: Comencé siendo el monaguillo de mi parroquia en el centro histórico de Génova, en la plaza Sarzano, cuando tenía seis años. Mi anciano párroco era el abad Giovanni Battista Gazzolo, primero, y luego monseñor Carlo Viacava, mientras que su substituto era el joven cura don Gianni Zamiti –estos últimos aún viven y están muy contentos de que su pequeño monaguillo se haya convertido en su arzobispo–, que pasaba las tardes con nosotros en el círculo parroquial donde íbamos a jugar. El deseo de hacerme sacerdote nació precisamente cuando iba a la escuela. Pero no se lo confesé a nadie. Después hice la secundaria en un instituto mixto, llevando siempre en mi corazón ese deseo...
El arzobispo Angelo Bagnasco con Benedicto XVI

El arzobispo Angelo Bagnasco con Benedicto XVI

... que siguió sin confesarlo a nadie. ¿Hasta cuándo?
BAGNASCO: Terminada la secundaria llegó el momento de elegir la enseñanza media superior. Mi familia quería que estudiara contabilidad, entre otras cosas porque el director del instituto había garantizado una ayuda para comprar los libros, visto que mi familia no era acomodada. Mi padre Alfredo era obrero pastelero y trabajó en fábrica hasta los 78 años, mi madre era ama de casa. Mis padres estaban muy contentos con la idea de tener un hijo contable, pero después de las vacaciones de verano me armé de valor y le hablé a mi madre de mi deseo, que ya se había convertido en decisión, de ir al seminario.
¿Cómo reaccionaron?
BAGNASCO: Se quedaron sorprendidos y algo perplejos. Temían que no pudiera soportar la vida del seminario, que entonces parecía muy dura. Pero luego con la ayuda de mi párroco y del vicepárroco se tranquilizaron y entré en el seminario menor de Génova, en el Chiappeto. Tras dar los exámenes de enseñanza media superior entré en el viejo seminario mayor de la calle Porta d’Archi, en el centro de Génova, donde hice los tres años de bachillerato clásico. Eran años muy duros, pero al mismo tiempo muy hermosos. Llenos de alegría, entusiasmo, confianza. Tras aprobar el examen final en el que tuve que presentar el programa de todas las materias de los tres años, comencé a asistir a las clases de Teología. Luego, el 29 de junio de 1966, el cardenal Giuseppe Siri me ordenó sacerdote.
¿Qué recuerda de sus profesores de este periodo?
BAGNASCO: En el bachillerato había profesores especialmente severos, pero que nuestra picardía estudiantil lograba suavizar, como el de ciencias naturales, monseñor Rebora, o el de latín, monseñor Gazzo. En los años de Teología tuvimos profesores muy preparados que dejaron huella, como el profesor de Dogmática –monseñor Giulio Adamini, maestro excepcional aún en vida– y el de Sagrada Escritura –monseñor Alessandro Piazza, que luego fue durante veinticinco años obispo de Albenga-Imperia–, y también monseñor Pesce, uno de los secretarios de Siri, que nos daba clases de Historia del arte. Son solamente algunos nombres de los muchos que podría recordar.
¿Quién era el rector?
BAGNASCO: Era monseñor Luigi Roba, que con su sencillez y hondura sacerdotal marcó de manera especial nuestra formación. Un hombre muy obediente a la Iglesia, con una fe grandísima, que fue de verdad un buen ejemplo.
¿Qué recuerda del cardenal Siri?
BAGNASCO: El cardenal Siri acompañó mi formación y la de todos, porque constantemente, todas las semanas, iba al seminario para participar en el llamado “círculo”. Llegaba, se reunía con los seminaristas y contestaba a sus preguntas. No había un tema preparado. Esto sucedía todos los miércoles. El cardenal participaba también en todas las grandes fiestas del seminario. Y de la importancia que tuvo su presencia constante en nuestra formación me doy cuenta yo y también todos mis compañeros de seminario.
El arzobispo Bagnasco con el cardenal Tarcisio Bertone en Génova

El arzobispo Bagnasco con el cardenal Tarcisio Bertone en Génova

Tras ser ordenado sacerdote recibió cargos pastorales, pero también de otro tipo…
BAGNASCO: Siempre he hecho lo uno y lo otro, y más… El cardenal me mandó como vicepárroco a San Pedro y Santa Teresa del Niño Jesús, una parroquia de ciudad, y al mismo tiempo a estudiar Filosofía en la Universidad estatal de Génova. Después del doctorado, comencé a enseñar. En la Facultad teológica de Italia septentrional durante veinticinco años, en el bachillerato del seminario durante siete. Por supuesto continuaba con el trabajo en la parroquia.
¿Qué enseñaba?
BAGNASCO: A los seminaristas, italiano. En la Facultad teológica di clases de Metafísica y Ateísmo contemporáneo desde 1980 a 1998. Este largo periodo de docencia me ha ayudado mucho para afrontar las temáticas culturales de candente actualidad. Por no hablar del hecho positivo y estimulante de estar siempre en contacto con los jóvenes.
Además trabajó con la Federación de los Universitarios Católicos Italianos (FUCI) y los Scouts.
BAGNASCO: Sí, al mismo tiempo que realizaba mis otros cometidos, fui durante quince años asistente de la FUCI: desde 1980, por nombramiento del cardenal Siri. Y durante veinticinco años me he ocupado de los Scouts de mi parroquia. Una experiencia muy importante, porque el scout es un método educativo –para mayores y pequeños– muy hermoso, muy agudo.
¿Es un método que aconseja también hoy?
BAGNASCO: Por supuesto, poniendo atención en la formación cristiana, que hay que tener siempre. Pero globalmente es un método que aconsejo a los chicos de hoy.
¿Siguió luego manteniendo contactos con la FUCI?
BAGNASCO: No, porque fui ordenado obispo. Pero ahora que he vuelto a Génova me he encontrado con los muchos universitarios de entonces que hoy tienen casi todos familia e hijos.
En 1985 el cardenal Siri le nombró también director de la Oficina catequística diocesana. ¿Cambió algo en su misión con la llegada del nuevo arzobispo Giovanni Canestri en 1987?
BAGNASCO: En 1985 Siri me dio la tarea de fundar ab imis –en colaboración con la Santa Sede– el Instituto superior de ciencias religiosas, estructura que nació como consecuencia de la revisión del Concordato de 1984 para formar adecuadamente a los profesores de religión de las escuelas. Canestri me confirmó en todos los cargos que me había asignado Siri y además añadió, desde 1990, el de responsable de la Oficina de formación permanente de los profesores de religión católica y, en los últimos tres años de su permanencia en Génova, también el de director del Apostolado litúrgico. Una gloria, este último, de la Iglesia de Génova, una Iglesia que ha visto florecer grandes personalidades –como monseñor Moglia, monseñor Cavalleri, el cardenal Giacomo Lercaro, el mismo cardenal Siri– que de algún modo ya antes del Concilio Vaticano II habían sentido la exigencia de una renovación litúrgica.
Aunque con enfoques distintos.
BAGNASCO: Es verdad, pero todos pensaban que era necesaria mayor conciencia y mejor participación del pueblo de Dios en la sagrada liturgia.
En 1995 toma las riendas de la archidiócesis de Génova el arzobispo Dionigi Tettamanzi.
BAGNASCO: Poco después de su llegada me nombró vicario episcopal y padre espiritual del seminario, eximiéndome de los demás cargos. Así que dejé la parroquia, las oficinas de la curia y la FUCI y me fui a vivir establemente al seminario, conservando las clases que daba. Hasta 1998.
Monseñor Bagnasco, ordinario militar, administra la confirmación a un soldado en Nassiriya, Irak, durante la misa de Navidad del 2005

Monseñor Bagnasco, ordinario militar, administra la confirmación a un soldado en Nassiriya, Irak, durante la misa de Navidad del 2005

Efectivamente, el 3 de enero de ese año fue usted nombrado obispo de Pésaro, que en marzo de 2000 se convierte en archidiócesis. De este periodo las crónicas recuerdan algunas intervenciones suyas a contracorriente. Como, por ejemplo, cuando en noviembre de 2001 criticó abiertamente el hecho de que un padre no pueda tener voz en la decisión de abortar de la madre…
BAGNASCO: Sí, hubo alguna que otra intervención que los medios de comunicación de masa subrayaron; por lo demás, lo exigían las contingencias. Sobre la cuestión del aborto la Iglesia, los católicos y no solamente ellos, no pueden absolutamente callar. La vida concebida tiene todos los derechos de la vida humana y por tanto no podemos acostumbrarnos de ningún modo a la idea de que puede ser anulada. El Concilio Vaticano II, en el número 51 de la Gaudium et spes, nos recuerda que «abortus necnon infanticidium nefanda sunt crimina».
Luego, en noviembre de 2002, pronunció palabras muy duras contra la moda de Halloween…
BAGNASCO: Comenzaba entonces esta moda en concomitancia con la fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de los difuntos. Era y es una moda claramente nórdica, pagana, mítica, que no forma parte de nuestra cultura y ni falta que hace. Es verdad que no debemos ni queremos cerrarnos a nuevas aportaciones, pero han de ser aportaciones que deben enriquecer nuestra sociedad, no empobrecerla. En el caso de Halloween no me parece que se pueda hablar de una apertura, sino de sumisión ante modas que son más comerciales que propiamente culturales. Por esto es preciso decir unas palabras de advertencia, pero sin emprender cruzadas. No cabe duda de que hoy el problema de nuestra identidad cultural, que para nosotros tiene raíces religiosas y cristianas, es una cuestión muy importante. Y lo vemos cada vez más.
Mientras tanto, en 2001, es nombrado también presidente del Consejo de administración del diario Avvenire.
BAGNASCO: Sí, la presidencia de la CEI señaló mi nombre. No cabe duda de que fue y sigue siendo una experiencia buena, interesante y enriquecedora, porque me ha introducido de una manera más directa en el mundo de la prensa, de la buena prensa. Y además, el Consejo de administración está formado por personas de altísimo nivel.
El 20 de junio de 2003 es nombrado ordinario militar.
BAGNASCO: Fue un nombramiento imprevisto. Todo sucedió en pocos días. Y para mí fue un nombramiento completamente inesperado, que recibí con sorpresa y algo de temor. En primer lugar, porque el mundo militar era para mí una realidad completamente desconocida y también porque se trataba de una diócesis extensa, que comprende todo el territorio nacional y fuera de él, con nuestros soldados que están en misión en el extranjero. Sin contar además que el ordinariato cuenta con más de doscientos sacerdotes en Italia y en el mundo.
¿Tuvo también dudas o reservas de carácter pacifista?
BAGNASCO: No. No soy un belicista y creo que en Italia no lo es nadie. Y además porque los militares son los primeros que no desean la guerra.
Su nombramiento tuvo lugar poco antes de la matanza de soldados italianos en el sur de Irak.
BAGNASCO: Comencé en junio, y en noviembre ocurrió la tragedia de Nassiriya que me puso de manera directa, cruda y dramática ante la realidad del terrorismo, que golpea a traición y vilmente a todo el mundo, sin distinciones, como hemos visto en estos últimos años.
El arzobispo Bagnasco frente a la Catedral de San Lorenzo de Génova

El arzobispo Bagnasco frente a la Catedral de San Lorenzo de Génova

La de Nassiriya no fue la única tragedia que tuvo que afrontar.
BAGNASCO: Es verdad, por desgracia también después de Nassiriya tuve que celebrar no pocos funerales. He de decir que pese al sufrimiento, al dolor de los familiares, colegas y amigos, he descubierto una realidad, la del mundo de las fuerzas armadas, de gran humanidad y bondad, de gran generosidad y espíritu de sacrificio a la hora de hacer su propio deber con humildad y discreción. Es un mundo con un gran sentido religioso y una fe muy grande. Debo decirlo: nuestros soldados italianos, que en un 97% son jóvenes del Centro-Sur, poseen un gran sentido de la familia y un gran sentido religioso. A veces quizá no se practica y vive plenamente, pero esto forma parte de la naturaleza humana.
Así que, por suerte, no ha tenido que celebrar sólo funerales.
BAGNASCO: Gracias a Dios no. Decía el cardenal Tettamanzi que nadie administraba tantas confirmaciones como yo, ni siquiera él, que gobierna la archidiócesis más grande de Europa. Y las he administrado en Italia y en el extranjero: Nassiriya, Kabul, Sarajevo, Kosovo, Albania. Ha sido una gracia especial. Porque estos jóvenes en contacto con su capellán castrense y en un contexto comunitario que es el cuartel, la base o la nave, sienten renacer la fe y solicitan recibir el sacramento de la confirmación. Estas celebraciones son un momento muy importante para ellos mismos y para toda la comunidad militar. Son una gran ocasión de evangelización. En tres años he celebrado también 45 bautismos de jóvenes adultos de entre veinte y treinta años.
El 29 de agosto de 2005 llegó el nombramiento como arzobispo de Génova. En este caso quizá no se trató de un nombramiento inesperado como el de ordinario militar.
BAGNASCO: Los periódicos escriben muchas cosas y no quiere decir que sean verdaderas siempre. De todos modos, recibí la carta de la nunciatura apostólica en Italia el 22 de agosto, siete días antes del anuncio oficial. Y, dejando a un lado, las voces, las periodísticas y las otras, que corrían, volver a mi Génova como arzobispo fue para mí un hecho totalmente inesperado.
Génova vuelve a tener con usted un arzobispo genovés desde la renuncia del cardenal Siri.
BAGNASCO: Así es.
Otro motivo de la acogida positiva que tuvo. Aunque no faltaron problemas. El 24 de septiembre tomó posesión de su diócesis y pocas semanas después, hacia mediados de octubre, tuvo que afrontar la cuestión de la mezquita…
BAGNASCO: La hipótesis de construir una mezquita en el centro del barrio popular de Cornigliano nació con mi predecesor, pero no se llegó a nada. Luego los frailes capuchinos de la “Sonrisa franciscana” propusieron a la comunidad musulmana una permuta con un terreno más descentrado. Parecía una solución aceptable para todos, pero luego se supo que detrás de la comunidad musulmana que quería construir la mezquita estaba la UCOII [Unión de las Comunidades y Organizaciones Islámicas en Italia, n. de la r.], notoriamente acusada de tendencias fundamentalistas y duras. Así que no se hizo nada.
Luego, a finales de octubre, con motivo del Festival de la ciencia, los medios de comunicación hablaron de su negativa a participar en esta iniciativa porque tenía un planteamiento demasiado laicista y cientifista.
BAGNASCO: No fui porque mis compromisos no me lo permitieron. Y mi ausencia fue interpretada como un rechazo ideológico, polémico. Es verdad que manifesté mi deseo de que el Festival de la ciencia, que es un acontecimiento cultural muy interesante, tuviera un enfoque más abierto, que incluyera también una relación dialógica con el pensamiento religioso, cristiano, católico. Posteriormente me entrevisté con los organizadores y he de decir que estaban de acuerdo con mis observaciones.
Después, por sorpresa, a mediados de enero de este año un exponente de la curia entró en el Consejo de administración de la importante Caja de Ahorros de Génova. Un hecho inusual…
BAGNASCO: La Fundación de la Carige, la Caja de Ahorros, debía renovar el Consejo de administración, y todos los miembros del Consejo de orientación –que es nombrado por varias entidades locales de Génova y del Poniente ligur– me pidieron que entrara en el Consejo de administración como persona super partes y como señal de gratitud hacia la Iglesia genovesa. Consideré atentamente la propuesta y, visto que la petición venía de todas las partes políticas y sociales, acepté. De todos modos, como obviamente no podía ser yo quien entrara en el Consejo, nombré en mi lugar a monseñor Giorgio Noli, vicario episcopal para el servicio y el testimonio en la caridad.
Bagnasco con los obreros del Ilva de Génova

Bagnasco con los obreros del Ilva de Génova

¿Ha de admitir que se trata de un hecho desacostumbrado?
BAGNASCO: No demasiado. La Fundación es un organismo que a través de providencias conspicuas promueve obras de bien en ámbito cultural, social, asistencial. Y en este terreno la Iglesia ha tenido siempre un papel de primer plano y lo sigue teniendo.
Desde el 29 de enero al 3 de febrero estuvo en Roma para la visita ad limina de la Conferencia episcopal de Liguria. ¿Presintió que se estaba preparando su nombramiento como presidente de la CEI?
BAGNASCO: No. Las voces periodísticas, y no sólo éstas, hablaban de otras soluciones.
Y, sin embargo, ya el 19 de febrero en ambientes periodísticos se consideraba decidido su nombramiento. Y el periódico de Génova Il Secolo XIX del 21 de febrero refería que usted el 13 de febrero había cancelado todos sus encuentros y visitas previstos para los dos días siguientes a causa de un viaje imprevisto a Roma…
BAGNASCO: Evidentemente en esos días sucedió algo. Y, como he dicho, cuando el Papa llama, se responde…
El 7 de marzo la Oficina de prensa vaticana dio por fin la noticia de su nombramiento como presidente de la CEI para el próximo quinquenio.
BAGNASCO: Y al fin se acabó la presión de los medios de comunicación.
Pero no demasiado. Su nombramiento llegó en un momento delicado del debate político-cultural en Italia: el anteproyecto de ley conocido por las siglas DICO, sobre los derechos y deberes de quienes conviven, la hipótesis de una Nota sobre el compromiso de los políticos católicos, el “Family Day”…
BAGNASCO: Como he dicho varias veces, no se sentía la necesidad de una ley como esta del DICO: los problemas que pretende afrontar pueden resolverse muy bien en el ámbito del derecho privado. Presentarla además como una modalidad cristiana de legislar suena algo ridículo. Respecto a la anunciada Nota sobre el compromiso de los políticos católicos, se hablará de ello en el próximo Consejo permanente de la CEI [la entrevista fue realizada antes del Consejo episcopal permanente del 26-29 de marzo de 2007, n. de la r.]. Por lo que concierne al denominado “Family Day”, si los laicos católicos de acuerdo y unitariamente deciden promoverlo y organizarlo, y se preocupan por hacerlo de manera respetuosa y propositiva, no serían desde luego los obispos quienes los paren. Tienen todo nuestro consenso y apoyo.


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