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UNIÓN EUROPEA
Sacado del n. 02 - 2007

ANIVERSARIOS. Los cincuenta años de los Tratados de Roma

Una paciencia activa


Entrevista con el ministro italiano de Economía y Finanzas Tommaso Padoa-Schioppa: se puede establecer una hoja de ruta para la Unión Europea solo si está claro adónde queremos llegar. Estamos en uno de esos momentos de nuestra historia en que el clima predispone a un nuevo impulso


Entrevista a Tommaso Padoa-Schioppa por Roberto Rotondo


La firma de los Tratados de Roma en la Sala de los Horacios y Curiacios del Campidoglio, Roma, 25 de marzo de 1957

La firma de los Tratados de Roma en la Sala de los Horacios y Curiacios del Campidoglio, Roma, 25 de marzo de 1957

La Europa de los Veintisiete vuelve a empezar a partir de Berlín. Los jefes de Estado y de gobierno de los países miembros de la UE han firmado una Declaración solemne, que debería relanzar el proceso de unión política e institucional que quedó congelado en 2005 después de que el electorado francés y holandés dijera “no” a la ratificación del Tratado de Constitución europea. La próxima etapa es una Constitución antes de las elecciones de 2009. Pero la Declaración solemne firmada con motivo de las celebraciones de los cincuenta años de los Tratados de Roma, acto de nacimiento de la Comunidad Europea y del EURATOM, es también una ocasión para reflexionar sobre el camino realizado hasta aquí, pero más que nada sobre lo que hay que hacer. Sobre el papel, las perspectivas y los problemas de la Unión Europea, que ha pasado de los seis países fundadores de 1957 a los veintisiete actuales.
El ministro de Economía y Finanzas italiano, Tommaso Padoa-Schioppa, convencido europeísta, fue miembro del Comité ejecutivo del Banco Central Europeo, y director general de la Comisión Europea. Sobre los problemas de la Unión ha escrito incluso dos hermosos libros: Europa, forza gentile y Europa, una pazienza attiva.

Según una famosa imagen atribuida a Delors, Europa es como la bicicleta: o pedaleas o te caes. ¿Según usted estamos pedaleando hoy?
TOMMASO PADOA-SCHIOPPA: La imagen es acertada. La particularidad de la Unión Europea, en efecto, es ser una institución en movimiento, in fieri, mientras que las instituciones en principio son estáticas hasta el punto de que su efectividad se mide también por su estabilidad. Los procesos de unión política del pasado, como la formación de los Estados Unidos de América o del Reino de Italia, fueron realizados rápidamente y tuvieron un solo momento constituyente, que marcó una discontinuidad clara con la situación institucional y política precedente. La unificación europea, en cambio, es un proceso de cambio institucional largo, con varios momentos de discontinuidad, en que las instituciones han de ser estables y al mismo tiempo dinámicas. La imagen de la bicicleta es por ello justa, pero añado que en bici no es necesario pedalear siempre. Hay momentos en los que se avanza por inercia, se vive de rentas, aprovechando pedaleos precedentes. El problema es que Europa hace demasiados años que vive de rentas.
Si la construcción europea consiste, como pienso yo, en crear gradualmente las estructuras de una unión política, la última vez que se dio un pedaleo fundamental fue la de Maastricht. Las dos cosas más importantes que ocurrieron después son la realización de la unión monetaria y la ampliación de doce a veintisiete países. Hoy se sufre porque hace demasiado tiempo que no hay impulsos institucionales paragonables al Tratado del Carbón y del Acero del 51, a los Tratados de Roma del 57, a la elección directa del Parlamento europeo del 79, al Acta Única, a la unión monetaria. El impulso se va agotando y a la bicicleta le cuesta trabajo mantenerse en equilibrio.
Tommaso Padoa-Schioppa

Tommaso Padoa-Schioppa

¿Qué opinión le merece la solemne Declaración firmada el pasado 25 de marzo en Berlín por los jefes de gobierno?
PADOA-SCHIOPPA: Es la señal de que estamos en uno de esos momentos en los que se crean las condiciones para dar un nuevo impulso. El momento más bajo se tocó en 2005, con el rechazo del Tratado constitucional en Francia y Holanda. En aquel momento, si alguien hubiera querido, no digo ya dar el golpe de gracia, sino bloquear realmente la Unión, hubiera podido hacerlo. Por suerte no ocurrió: no lo hizo Gran Bretaña ni tampoco Francia, donde la mayoría que había rechazado el Tratado tenía motivaciones tan heterogéneas como para ser incapaz de presentar cualquier propuesta. Ahora las condiciones para un relanzamiento comienzan a ser un hecho y la Declaración de Berlín podría ser el paso para crear una nueva posibilidad. Es importante, porque es difícil tomar iniciativas políticas valientes en un clima negativo como el que se creó en el momento de los referendos francés y holandés.
Pese a que venimos de años de estancamiento en la construcción política e institucional, Europa es cada vez más un punto de referencia en nuestra vida social, económica, cultural. La Unión, pues, ¿es un proceso que sigue adelante incluso faltando un proyecto claro y de plazos fijos?
PADOA-SCHIOPPA: En cierto sentido, sí. Yo he subrayado la parte institucional porque es en las instituciones donde se comprueba si la Unión es solo un hecho ocasional o una construcción histórica duradera. En 1914 parecía que Europa estaba unida: había una sociedad cosmopolita, se viajaba sin pasaporte, había gran libertad de intercambios. Pero en poco tiempo la situación política degeneró y bastó un disparo, el que mató al heredero al trono de Austria, para destruirlo todo. La ilusión de haber construido Europa, sin que ésta esté realmente hecha o completada, es peligrosa. Que la Europa de los hechos concretos siga adelante es muy positivo, siempre que este proceso no se perciba como algo que sustituye a la coronación de un diseño institucional que está incompleto. Hay que vivirlo solo como condición propicia para superar vacilaciones y contrariedades. El proyecto Erasmus, los intercambios culturales y comerciales, la realización del “espacio Schengen”, son todas ellas cosas positivas que le dan al ciudadano la idea de que el espacio común es el europeo. Pero el peligro es que lleven a pensar que la unificación es cosa hecha.
Se habla mucho de fijar una hoja de ruta para Europa. ¿Cuáles son, según usted, las etapas urgentes y necesarias?
PADOA-SCHIOPPA: Para disponer de una hoja de ruta hay que saber adónde se quiere ir. Uno de los errores que estamos pagando hoy es no haber afrontado con suficiente claridad en los años pasados el problema del punto de llegada. El recorrido puede ser tortuoso, sinuoso, pero tiene sentido solo si se tiene clara cuál es la meta.
A mi modo de ver la meta está representada por dos cosas: el abandono del principio de unanimidad y la disponibilidad de recursos presupuestarios para poner en práctica las decisiones tomadas. Mientras se requiera la unanimidad, será cada vez más difícil –si no imposible, en una Europa de veintisiete– tomar decisiones importantes. E incluso admitiendo que se tomen, mientras falten los recursos no se conseguirá ponerlas en práctica; mientras no haya recursos, además, no se actuará ni siquiera en esos casos excepcionales en los que se consigue decidir. Desde este punto de vista también el Tratado constitucional presenta sus carencias, porque no supera de manera decidida los obstáculos de la unanimidad y la falta de recursos. Se limita a disponer y reordenar lo existente. Ahora bien, vistos esos dos objetivos, la primera pregunta que hemos de hacernos es: el Tratado constitucional, pese a no alcanzarlos directamente, ¿es un trámite útil hacia ellos o no? Pese a todo, considero que sí. Si el Tratado fuera rechazado definitivamente, sería aún más difícil seguir adelante. Además, se consagraría el hecho de que dos “noes” valen más que dieciocho “síes”. Y esto es inaceptable.
El que Angela Merkel haya reivindicado el derecho a no arrinconar el Tratado constitucional por efecto de los “noes” francés y holandés es muy importante, porque ha bloqueado la necrosis que se estaba desarrollando. Pienso que la declaración de Berlín del 25 de marzo y el compromiso a decidir antes de 2009 refuerzan a los dieciocho países (una larga mayoría de los miembros de la Unión) que ya han dicho “sí” al Tratado. La reunión celebrada en España de los países que han ratificado el Tratado, aun sin la participación de los franceses –que lo han sentido– y de los ingleses –que ni siquiera dicen si tienen intención de ratificar elTratado– es una señal de que se quieren valorizar las actitudes favorables al Tratado y que existe una clara voluntad de reanudar el camino.
La firma del Tratado de Maastricht, el 7 de febrero de 1992

La firma del Tratado de Maastricht, el 7 de febrero de 1992

La actitud de Gran Bretaña de tener un pie fuera y otro dentro de la Unión Europea no es nuevo. Pero Francia, que es una de las fundadoras de la Unión, ¿cómo puede haber perdido su impulso europeísta?
PADOA-SCHIOPPA: Francia siempre ha tenido el pedal del freno y del acelerador en el proceso europeo. Durante cincuenta años hubo tanta unión como quería Francia. La grandeza de Francia, que salió vencedora de la Segunda Guerra Mundial, consistió en reconciliarse con Alemania y convertirse en promotora de la Europa unida. Francia ha dado a grandes constructores de la Europa unida como Monnet, Schumann, Marjolin, Delors. Pero también es el país donde más fuerte es el mito del Estado nacional absoluto, intangible, autosuficiente. En los otros grandes países de la Europa continental (con excepción de Polonia) predomina la posición proeuropea: la ciudadanía está en gran parte a favor, ninguno de los grandes partidos cuenta con una plataforma programática hostil a la supranacionalidad. En Francia, por el contrario, es equivalente el número de los están en contra y los que están a favor, y están distribuidos por todos los partidos. El problema es que sin Francia Europa no camina. El que se aclaren interiormente las cosas en Francia es el verdadero problema de hoy.
¿Por qué países tan orgullosos de su propia soberanía nacional deberían ceder parte de sus poderes a favor de una institución supranacional? Para los padres fundadores de Europa estaba claro: evitar otra guerra mundial. ¿Pero hoy?
PADOA-SCHIOPPA: La razón primera es que la soberanía que los países creen tener, en realidad ya la han perdido. Quedan los símbolos, los pendones, los ritos, incluido el rito democrático de elegir gobiernos convencidos de poder resolver problemas fundamentales que escapan a su poder de solución, y sin embargo, son objeto del debate político como si aún lo fueran. Gran parte de ese poder se ha perdido por la economía, donde existe un mercado mundial; se ha perdido para hacer frente a las amenazas ecológicas que afectan a todo el planeta; se ha perdido para gobernar el fenómeno de la inmigración. Ya no existe en lo que concierte a la seguridad interior, porque el terrorismo no conoce fronteras, y tampoco existe para la paz, porque el problema ya no es la guerra en Europa, sino la guerra fuera de nuestras fronteras. Gran parte de las guerras de los últimos decenios se han dado inmediatamente fuera de nuestras fronteras: en Oriente Próximo, en África, en los Balcanes, en Irak, en Afganistán. La soberanía que se quiere conservar es en gran parte ilusoria. El problema real no es abandonarla, sino reconquistarla.
En Polonia han digerido mal la apertura de la Merkel a la Rusia de Putin. La cancillera alemana ha sido paragonada nada menos que a Hitler por algunos periódicos polacos. ¿Pero es posible concebir una Europa sin una relación privilegiada con Rusia?
PADOA-SCHIOPPA: Creo que no. Cuando se formaron los Estados Unidos de América, los padres fundadores como Washington y Jefferson tenían conciencia de que las fronteras naturales de la joven nación eran los dos océanos, que América era potencialmente un Estado continental, autosuficiente, definido por el océano. Para Europa esto no es posible; siempre nos faltarán fronteras naturales por el este y también por el sureste. Para los europeos la política de fronteras es mucho más ardua de definir que para América. Hasta ahora esta política se ha hecho haciendo entrar en la Unión a quien estaba inmediatamente al otro lado de la frontera. Pero por fuerza de cosas esta política se va agotando. Es natural que los Balcanes estén abocados a entrar en la Unión, pero no será así por lo que concierne a Rusia o los países de África del Norte. Así que se requiere una política de seguridad común con estos países, una política de partnership, que les dé garantías sobre las consecuencias que tendrá una Europa unida que llegue hasta sus fronteras. No podemos reproducir la contigüidad hostil que hubo entre Francia y Alemania en la segunda mitad del siglo XIX y a principios del XX. Comprendo que a veces Polonia pueda sentirse apretada en medio de dos gigantes que en el pasado fueron sus enemigos. Además, en este momento en Polonia hay una vuelta al nacionalismo; pero no pienso que las actitudes que ha recordado usted reflejen el sentimiento de la mayoría de los polacos.
Celebraciones con motivo de la deliberación para el ingreso de Eslovenia, que con Rumanía es uno de los últimos países en entrar en la UE

Celebraciones con motivo de la deliberación para el ingreso de Eslovenia, que con Rumanía es uno de los últimos países en entrar en la UE

La presencia significativa de la OTAN en el Este europeo, además de no tranquilizar a los países que están al otro lado de las fronteras de la Unión Europea, ¿no ralentiza la asunción de responsabilidades por parte de Europa sobre el problema de la seguridad?
PADOA-SCHIOPPA: Para los países del Centro y Este europeos la seguridad es el primer problema, de ella depende su supervivencia como países independientes. Por ello, en la medida en que tienen un problema de seguridad militar, ven en la OTAN –mucho más que en la Unión Europea– el factor de seguridad. Si en 1954 el tratado sobre la Comunidad Europea de Defensa no hubiera sido rechazado por los franceses, tendríamos una defensa común; y hoy, cuando un país del ex Pacto de Varsovia entra en la Unión, se adheriría a la CED (Comunidad Europea de Defensa) en vez de a la OTAN.
¿Cuánto ha repercutido en Europa el haberse dividido sobre la intervención armada en Irak?
PADOA-SCHIOPPA: Dramáticamente, sobre todo en el mismo Irak y Oriente Próximo. Si Irak y Oriente Próximo están en una situación trágica se debe también a que Europa no supo actuar en una zona con la que históricamente está muy ligada y que está cerca geográficamente. No supo actuar porque está dividida, porque no existe como sujeto histórico unitario de la política exterior. Nuestra división les ha hecho un daño inmenso a los iraquíes; pero les ha creado también muchos problemas a los israelíes y a los palestinos, dejando el campo libre para una política cuyos catastróficos resultados tenemos hoy frente a los ojos. Las divisiones además le han hecho daño a Europa, porque tener conflictos y caos a dos horas de vuelo de aquí es dramático.
¿La crisis con Irán podría tener una solución distinta?
PADOA-SCHIOPPA: No sé hacer previsiones. Pensar en positivo lleva a esperar que la experiencia pueda haber enseñado algo. Pero sigue estando ahí el problema fundamental: ¿cuáles son las razones que impiden tener una política exterior común? No hay que olvidar que Europa estaba dividida sobre Irak, pero no más de lo que lo estaba la opinión pública dentro de muchos de los países europeos. Quizá sólo la mitad de los británicos eran favorables al ataque militar a Irak –iniciativa aprobada, por lo demás, con el voto determinante de los conservadores– así como no todos los franceses eran contrarios. La diferencia con respecto a la Unión Europea es que en cada uno de los países existe un sistema institucional gracias al cual, incluso cuando la opinión pública y los partidos políticos tienen opiniones distintas sobre qué hacer, se toma una decisión clara. En cambio Europa no posee un sistema así y, hemos de decirlo, no lo tendría ni siquiera si el Tratado constitucional estuviera en vigor. Nunca seremos una unión real hasta que haya instituciones que puedan hacernos actuar incluso cuando no estemos todos de acuerdo.
La cancillera alemana Angela Merkel con el presidente ruso Vladímir Putin en Sochi, 21 de enero de 2007

La cancillera alemana Angela Merkel con el presidente ruso Vladímir Putin en Sochi, 21 de enero de 2007

Se sigue discutiendo sobre el que no se hayan citado las raíces cristianas en la Constitución. ¿Qué piensa usted sobre ello?
PADOA-SCHIOPPA: Que las raíces cristianas son la espina dorsal de este corpus europeo es una verdad histórica inconfutable, reconocida por todos; la democracia misma renació en las órdenes monásticas. Cuestión distinta es decidir si esto ha de ser escrito en una Constitución. Algunas constituciones de los Estados europeos lo mencionan, la Constitución irlandesa y la alemana, por ejemplo. En la redacción de la Constitución europea predominó el planteamiento laico de Francia, el país que más luchó contra este reconocimiento. Y sin embargo un gran constitucionalista como Joseph Weiler, un judío practicante, ha sostenido con argumentos fuertes que la Constitución europea debería contemplar una llamada explícita a las raíces cristianas: se ve que la cuestión sigue abierta y que no le interesa solo al catolicismo militante. Comprendo el valor que tendría esa llamada explícita, pero no comparto el temor que de su presencia o ausencia dependan el destino y la salvación de Europa.
¿La construcción europea sigue siendo hoy, según usted, el proceso de globalización más interesante?
PADOA-SCHIOPPA: Sí. El que la Unión Europea haya atravesado, en estos últimos años, uno de sus momentos recurrentes de desconfianza y melancolía, no cambia mi convicción. No olvidemos que la economía está recuperándose vigorosamente. En España, en Italia, en Alemania hay en estos momentos gobiernos más explícitamente proeuropeos de los que había hace tres o cuatro años. Sobre todo las razones fundamentales por las que la Unión es necesaria siguen estando todavía presentes.
Puede que al final la Unión no llegue a su objetivo, como tampoco nadie nos asegura que nuestra civilización no vaya a desaparecer. No olvidemos qué pasó en la Isla de Pascua, donde la población se autodestruyó agotando todos sus recursos para realizar monumentos colosales. La autodestrucción por una política equivocada es siempre posible para una civilización. Si me pregunta usted si estoy seguro de que Europa no va a seguir un destino tan trágico, he de responderle que no, que no estoy para nada seguro. Pero trato, en lo que puedo, de hacer algo para evitarlo. Luego se verá, las cuentas se echan al final.


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