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EL PAPA EN AMÉRICA LATINA
Sacado del n. 04 - 2007

Los cuarenta años de la encíclica Populorum progressio

Una apología de la Tradición


La Populorum progressio subraya explícitamente la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre el destino universal de los bienes, que haya su fundamento en la primera página de la Biblia, y extiende su principio, recordado entre otros por santo Tomás y san Ambrosio, a las comunidades políticas. Son los párrafos en los que también el análisis de los problemas parece más lúcido. Entrevista con el cardenal Aloísio Lorscheider


Entrevista al cardenal Aloísio Lorscheider por Stefania Falasca


Una foto aérea de la favela de Paraisopolis, en los alrededores de São Paulo de Brasil

Una foto aérea de la favela de Paraisopolis, en los alrededores de São Paulo de Brasil

«Nos parece que este es el momento de dirigirle al mundo una humilde y cordial palabra nuestra de esperanza, no solo religiosa, sino también social, no solo espiritual, sino también terrenal, no solo para los creyentes en Cristo, sino igualmente para todos, y siempre dictada por la luz que nos llega de la fe. Nos publicaremos en estos próximos días una carta encíclica, que tendrá por tema el progreso de los pueblos, su desarrollo y las obligaciones que derivan de un programa, hoy irrenunciable, de suficiencia económica, de dignidad moral, de colaboración universal para todas las gentes». Con estas trepidantes palabras, el día de Pascua de hace cuarenta años, Pablo VI le anunciaba al mundo la encíclica Populorum progressio.
«Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos. La Iglesia sufre ante esta crisis de angustia», había dicho el Papa. Había dicho que la verdadera división era la que separaba a «los pueblos opulentos» de los «pueblos hambrientos». Una dramática y al mismo tiempo sencilla constatación, pero que en el clima inmovilista de la guerra fría rompía sin siquiera quererlo un viejo cliché muy querido por los tutores del equilibrio de poder de entonces: el del Papa aliado de Occidente. Así que la acusación de alta traición de la civilización cristiana occidental se le aplicó también a la Populorum progressio. Para estos tutores del orden que hubieran deseado que la Iglesia renegara de la neutralidad política clara y valientemente afirmada por Pío XII en el mensaje radiado de la Navidad de 1951, el hecho de hablar simplemente de capitalismo como «fuente de tantos sufrimientos», como había hecho Pablo VI en la encíclica, había equivalido a saltar la valla, a conchabarse con el enemigo rojo.
El cardenal brasileño Aloísio Lorscheider, hoy arzobispo emérito de Aparecida, era entonces uno de los muchos obispos de aquella parte del mundo que no pertenecía ni al Este ni al Oeste. En la época de la salida de la Populorum progressio acababa de llegar a la presidencia de la Conferencia Episcopal Brasileña; al cabo de poco accedería a la presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano, y tras ser creado cardenal por Pablo VI en 1976, presidió en Puebla en 1979 la tercera Conferencia General del CELAM. Dom Aloísio vuelve a hablar de la encíclica de Pablo VI…

Eminencia, ¿qué recuerdos conserva de la publicación de la encíclica Populorum progressio?
ALOÍSIO LORSCHEIDER: Lo recuerdo como si fuera ayer. Era el 26 de marzo de 1967. Fiesta de Pascua. En la solemnidad de la resurrección de Nuestro Señor, Pablo VI quiso anunciarle al mundo la inminente publicación de su carta encíclica en el mensaje radiado pascual. El Concilio Vaticano II –durante el que se habían tratado también los problemas de la vida económica, social y política, entre ellos la carrera de armamentos, la guerra, la edificación de una comunidad internacional– acababa de terminar, y Pablo VI ya estaba ahí con una encíclica sobre el desarrollo solidario de los pueblos cuyo pensamiento básico era la constitución pastoral Gaudium et spes.
¿Así pues, la encíclica montiniana no llegó de manera inesperada?
LORSCHEIDER: En realidad fue una sorpresa. En el clima de la guerra fría que entonces se respiraba, el Papa pretendía con esta encíclica dar testimonio de que la verdadera cortina de hierro no era la existente entre el Este y el Oeste, sino la que dividía al Norte del Sur del mundo, a «los pueblos opulentos» de los «pueblos hambrientos».
Usted era entonces obispo de Santo Ângelo, en el Estado de Rio Grande do Sul…
LORSCHEIDER: Sí. Recuerdo que escribí una carta pastoral en la que retomaba algunos puntos destacados de la encíclica. Tuve también la oportunidad de hablar de ello a un grupo escogido de militares. En Brasil eran los tiempos difíciles del régimen militar.
Pablo VI anuncia al mundo la encíclica Populorum progressio, el 26 de marzo de 1967, domingo de Pascua

Pablo VI anuncia al mundo la encíclica Populorum progressio, el 26 de marzo de 1967, domingo de Pascua

¿Y qué repercusiones tuvo en el contexto político de su país el documento del Papa?
LORSCHEIDER: La acogida de la encíclica fue muy buena. Tuvo gran resonancia. Fue un hecho significativo que toda la prensa brasileña presentara la Populorum progressio con grandes titulares en primera página. Se destacaba la importancia que daba la encíclica a los daños del colonialismo y el capitalismo desenfrenado en el Tercer Mundo. El presidente de Brasil de entonces, un general, le envió incluso un telegrama especial a Pablo VI con el deseo de que las enseñanzas del Santo Padre se utilizaran para el perfeccionamiento de la humanidad y afirmando que la política exterior de Brasil se orientaría según lo indicado por la encíclica.
No se le hicieron críticas…
LORSCHEIDER: Está claro que siempre hay algunas críticas. Había gente para la cual la encíclica montiniana era la demostración de que una vez más la Iglesia quería hacer política en vez de preocuparse por los problemas espirituales de su competencia. Otros consideraron que la encíclica estaba llena de equívocos, ya que la Iglesia, según ellos, no puede disponer de la capacidad de analizar y diagnosticar los fenómenos económicos. Otros dijeron que se trataba de “marxismo recalentado”. Fueron voces aisladas.
En conjunto, pues, tanto por parte del gobierno militar de derechas como por parte del episcopado la acogida fue positiva…
LORSCHEIDER: Todavía recuerdo las palabras llenas de gratitud con las que dom Hélder Câmara telegrafiaba a Pablo VI tras la publicación de la encíclica: «Gracias, Padre Santo, en nombre del Tercer Mundo». Los obispos de Brasil saludaron la Populorum progressio como un nuevo testimonio de la presencia de la Iglesia en el mundo actual y estudiaron el texto en la asamblea de la Conferencia episcopal que del 6 al 8 de mayo se reunió en Aparecida. Subrayaron que en la Populorum progressio se repetía y actualizaba la doctrina social presente en la Rerum novarum, en la Mater et magistra, en la Pacem in terris, en la constitución pastoral Gaudium et spes y en el discurso que el propio Pablo VI pronunció en 1965 en la sede de las Naciones Unidas. También la reunión del Celam, que se celebró del 11 al 16 de octubre de 1967 en Mar de la Plata, Argentina, tuvo como te ma la encíclica de Pablo VI.
Pablo VI hacía referencia a las grandes encíclicas sociales de sus predecesores en la introducción de la Populorum progressio. Pero ¿qué aportación original supuso este documento a la doctrina social de la Iglesia?
LORSCHEIDER: Pablo VI definía claramente la problemática afrontada por su encíclica: «Hoy el hecho más importante del que todos deben tomar conciencia es el de que la cuestión social ha tomado una dimensión mundial. […] Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos. La Iglesia sufre ante esta crisis de angustia, y llama a todos, para que respondan con amor al llamamiento de sus hermanos […]. Por esto hoy dirigimos a todos este solemne llamamiento para una acción concreta en favor del desarrollo integral del hombre y del desarrollo solidario de la humanidad».
La necesidad de una acción concreta para el desarrollo integral del hombre y el desarrollo solidario de la humanidad es el pensamiento fundamental y el aspecto más sentido de toda la encíclica. El pensamiento dominante es que el desarrollo no puede quedarse en simple crecimiento económico. Desde luego, se podría haber criticado la palabra desarrollo, es una palabra capitalista. Pero Pablo VI aclaraba: el desarrollo para ser auténtico ha de ser integral, es decir, su objetivo ha de ser la promoción de todos los hombres y de todo el hombre.
Esta fue pues la aportación original de la encíclica a la doctrina social de la Iglesia…
LORSCHEIDER: Por primera vez Pablo VI extendía la enseñanza social de la Iglesia a escala mundial y proponía, como deber grave y urgente, establecer la justicia social. Así como León XIII en 1891 había tomado en su mano la causa de los débiles y los pobres, de la situación obrera frente a las injusticias del capitalismo liberal, del mismo modo Pablo VI, en 1967, tomaba partido a favor de los perdedores de la humanidad, de todos los pueblos débiles y marginados. Pedía un esfuerzo concordado para que cada cual tuviera su lugar, sus derechos y sus deberes, su plena responsabilidad para incrementar la colaboración universal entre las naciones, la justicia social internacional (Iustitia est fundamentum regnorum) como base fundamental para el auténtico desarrollo.
Hoy es fácil reconocer los tonos proféticos contenidos en la encíclica del 67. No hay más que leer las cifras del hambre, las crónicas de las guerras, los sufrimientos que han pagado o siguen pagando los países en vías de desarrollo, en la época de la globalización, al triunfo planetario del mercado libre, libre sobre todo para el tráfico de armas y droga
Hoy, a cuarenta años de distancia, no es nada difícil reconocer los desequilibrios entre el Norte y el Sur del mundo y los efectos que han provocado…
LORSCHEIDER: Hoy es fácil reconocer los tonos proféticos contenidos en la encíclica del 67. No hay más que leer las cifras del hambre, las crónicas de las guerras, los sufrimientos que han pagado o siguen pagando los países en vías de desarrollo, en la época de la globalización, al triunfo planetario del mercado libre, libre sobre todo para el tráfico de armas y de droga. Tampoco es difícil reconocer cómo las enseñanzas contenidas en ella conservan todavía su fuerza de atracción. Hoy es imposible hablar de la Populorum progressio sin referirse también a la encíclica Sollicitudo rei socialis con la que Juan Pablo II recordaba en 1987 de manera bastante solemne los primeros veinte años de la Populorum progressio. Juan Pablo II volvía a subrayar la novedad de la encíclica de Pablo VI, ofreciéndonos una panorámica del mundo contemporáneo y del desarrollo auténtico para hacer luego una lectura teológica de los problemas en la que destacaba la conclusión que la obra de la solidaridad es la paz: Opus solidarietatis pax. La paz es el nuevo nombre del desarrollo.
Subrayaba usted también otra consideración sobre la Sollicitudo rei socialis: que la enseñanza social de la Iglesia no es estática sino dinámica…
LORSCHEIDER: La enseñanza social de la Iglesia no es estática sino dinámica porque se alimenta en las sólidas raíces de la Tradición. En la preparación del texto de su encíclica el papa Montini vertió toda su moderna sensibilidad cultural. En su análisis está presente la huella cultural francesa y de los economistas llamados “humanistas”, a lo que agrega los contenidos y enseñanzas de la Tradición de la Iglesia, aplicándolos a la nueva situación. La Populorum progressio recuerda explícitamente la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre la destinación universal de los bienes, que encuentra su fundamento en la primera página de la Biblia, y extiende su principio, recordado entre otros por santo Tomás y san Ambrosio, a las comunidades políticas. Son los párrafos en los que también el análisis de los problemas parece más lúcido.
¿Por ejemplo?
LORSCHEIDER: A la hora de indicar los factores estructurales de la miseria del Tercer Mundo, Pablo VI cita el De Nabuthae de san Ambrosio: «Sabido es con qué firmeza los Padres de la Iglesia han precisado cuál debe ser la actitud de los que poseen respecto a los que se encuentran en necesidad: “No es parte de tus bienes”, dice san Ambrosio, “lo que tú das al pobre; lo que le das le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos”. Es decir, que la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicionado y absoluto». Con san Ambrosio él subvierte el concepto de propiedad privada inviolable y deduce de ello la legitimidad de determinadas decisiones operativas. Y, bebiendo igualmente del tesoro de la Tradición, Pablo VI retoma también la fórmula más directa de la encíclica Quadragesimo anno para condenar «el liberalismo sin freno» que conduce «a la dictadura, justamente denunciado por Pío XI como generador del imperialismo internacional del dinero». Igualmente con el lenguaje de la Tradición Pablo VI afronta con realismo la posibilidad histórica de que la injusticia y la explotación puedan provocar la insurrección violenta de los pueblos oprimidos: «Es cierto que hay situaciones cuya injusticiaclama al cielo. Cuando poblaciones enteras, carentes de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, es grande la tentación de rechazar con la violencia tan grandestes injurias contra la dignidad humana». Nada nuevo. Esa misma posibilidad había sido ya reconocida y justificada por santo Tomás en la Summa theologica. La Populorum progressio, pues, ha de ser leída también como apología de la Tradición.
Pero la defensa de la Tradición, ¿no coincide con una determinada visión cultural y política?
LORSCHEIDER: Estos esquematismos son categorías de un pensamiento cultural de los tiempos modernos extraño a Pablo VI y a la Populorum progressio.
Pablo VI con los campesinos colombianos en Bogotá, el 23 de agosto de 1968

Pablo VI con los campesinos colombianos en Bogotá, el 23 de agosto de 1968

Pero de algún modo todo el compromiso social de la Iglesia era tachado entonces de marxismo; todavía hoy en América Latina, cuando se oye hablar de “opción preferencial por los pobres” se piensa inmediatamente en cierta tendencia de tipo marxista en la Iglesia…
LORSCHEIDER: La opción preferencial por los pobres no tiene relación con las categorías sociopolíticas, no es el fruto de sociologismos. La preferencia por los pobres es una opción de Dios, inscrita en el misterio de su predilección. Tiene que ver con el corazón mismo de la Tradición de la Iglesia que desde siempre considera tesoros suyos la fe transmitida por los apóstoles y los pobres, los cuales son los primeros llamados a su disfrute. Esta es la razón más profunda de la Populorum progressio. La publicación de la encíclica fue precedida por dos significativos momentos que iluminan esta razón.
¿Cuáles?
LORSCHEIDER: Un mes antes de dar a conocer al mundo la Populorum progressio, el 22 de febrero, fiesta de la Cátedra de san Pedro, con la exhortación apostólica Petrum et Paulum apostolos Pablo VI manifiesta la intención de declarar el Año de la fe, que terminará el 30 de junio de 1968 con la proclamación del Credo del pueblo de Dios. Los discursos de aquellos meses son una llamada ininterrumpida a la «estupenda herencia de los apóstoles», al «don que ellos han hecho con la palabra y la sangre, el testimonio a Cristo, el cual engendra en nosotros la fe». También el viaje a Estambul y Turquía, a finales de julio, tiene lugar para «honrar en este alba del Año de la fe, entre las distintas ciudades ilustres de historia de aquellas regiones orientales, las memorias de los importantes Concilios Ecuménicos celebrados allá, y también (en Éfeso) el devoto recuerdo de la Virgen Santísima que allí se venera». En el mundo en ebullición de entonces, Pablo VI había querido detener su mirada en los tesoros de la Iglesia. Por eso la encíclica Populorum progressio y el Credo del pueblo de Dios han de ser leídos juntos. De Pablo VI me asombraba su atención y su extremo realismo. Un realismo en el juicio del mundo y de la Iglesia muy sufrido que marcó su pontificado ya desde los años inmediatamente anteriores al Concilio Vaticano II.
¿Recuerda algún encuentro suyo personal con Pablo VI tras la publicación de la encíclica?
LORSCHEIDER: Tengo grabada en la memoria la última vez que lo vi. Era hacia finales de su pontificado, durante una visita al Vaticano de los presidentes de algunas conferencias episcopales. En aquella ocasión recuerdo que Pablo VI se acercó y me abrazó, luego dijo: «Los obispos brasileños sois los que hoy lavan los pies de los pobres». Lo dijo con aquel tono especial que tenía su voz. Una voz ronca, vibrante. Y luego añadió despacio: «Cómo me gustaría poder lavar yo los pies de los pobres…». Nunca olvidaré la voz de Pablo VI pronunciando estas palabras, nunca olvidaré aquel momento y aquella mirada en el gesto de los brazos prolongando el movimiento de su cuerpo hacia delante. Es la imagen que yo conservo del Papa de la Populorum progressio.





Una vida por Latinoamérica
El cardenal Aloísio Lorscheider

El cardenal Aloísio Lorscheider


El cardenal Aloísio Lorscheider, franciscano, arzobispo emérito de Aparecida, es una de las figuras históricas del episcopado latinoamericano. Nació de padres de origen alemán, en Estrela, la archidiócesis de Porto Alegre, el 8 de octubre de 1924; fue ordenado sacerdote en 1948. Se licenció en Teología Dogmática por el Antonianum de Roma en 1952, enseñó esa disciplina en el seminario de Divinopolis, en el Estado de Minas Gerais, hasta 1958. Su consistente producción científica llevó a los superiores de la Orden a llamarlo a Roma como profesor del Pontificio Ateneo Antonianum. El 3 de febrero de 1962 fue nombrado obispo de Santo Ângelo y en la diócesis brasileña se quedó durante más de once años, dando prueba de capacidades organizativas y compromiso social: impulsó el seminario y la misión, instauró una viva relación con los sacerdotes y los fieles, emprendió una constante visita a las parroquias, en las cuales administraba personalmente los sacramentos, incluida la confesión. Fue nombrado arzobispo de Fortaleza en 1973, por casi nueve años, y luego, de 1995 a 2004, fue arzobispo de Aparecida. Ha sido miembro de la Comisión Teológica de la Conferencia Episcopal Brasileña, de la que luego fue elegido presidente, cargo en el que fue reconfirmado varias veces (1971-1978). Fue presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, y se convirtió en su presidente en el período de 1976-1979, sucediendo al arzobispo Pironio. Ha sido presidente de la tercera Conferencia General del Celam que se celebró en 1979 en Puebla, México.


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