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CHINA
Sacado del n. 06/07 - 2007

Ha terminado la confusión



por Petrus Feng Xinmao


El obispo Petrus Feng Xinmao administra un bautismo

El obispo Petrus Feng Xinmao administra un bautismo

Estamos todos contentísimos de haber leído la Carta de su santidad Benedicto XVI a los católicos chinos. Por su mirada sobre la historia reciente de la comunidad católica china se ve lo mucho que somos amados por el Papa y por toda la Iglesia universal. Y esto nos consuela.
En China la Carta está circulando libremente. En mi diócesis la hemos descargado de Internet, la hemos fotocopiado y distribuido a todos los sacerdotes y comunidades religiosas, que han comenzado a estudiarla juntos. La hemos leído juntos también en el último encuentro mensual que he mantenido con los sacerdotes de la diócesis. Y cada párroco ha hecho cientos de fotocopias para distribuirlas en la parroquia. Yo la leo y la comento en las homilías que celebro en las parroquias, durante las visitas pastorales.
Naturalmente los contenidos tocan varios aspectos. La parte más importante es la que presenta las directrices para la vida cristiana en China. Durante largos años ha habido confusión sobre la actitud que adoptar frente al Estado y frente a las decisiones de las llamadas comunidades clandestinas. En el pasado se concedieron facultades especiales a la Iglesia china, especialmente a las comunidades subterráneas. Ahora la nueva Carta las ha revocado. Ahora hemos de seguir este nuevo documento, que es de gran ayuda para la Iglesia china.
La Carta papal explica bien que la clandestinidad no es la condición ordinaria para la comunidad cristiana. Lo normal es que las comunidades cristianas sean reconocidas por el Estado y se les permita confesar y practicar libremente su fe.
Algunos cristianos clandestinos están confusos. Piensan que si eres reconocido o registrado en los organismos del Estado no estás en comunión con el Papa. La Carta del Papa ha aclarado realmente este punto. Los cristianos siguen las leyes. Si la ley del Estado les pide a los cristianos alguna forma de registro civil, nosotros nos registramos, y esto no va contra la fe o la doctrina. El Papa les ha dicho a esos cristianos que siguen algo confundidos que pueden ir a las misas que se celebran en las iglesias “abiertas”. Veremos si serán obedientes al Papa de palabra o con los hechos.
En mi diócesis, por ejemplo, los llamados clandestinos son muy pocos. Y en realidad no existe ya ninguna razón para elegir el camino “subterráneo” para vivir la fe. Podrían venir a misa tranquilamente a las iglesias abiertas: allí hay párrocos que yo he nombrado; y yo, a mi vez, fui elegido como obispo por el Papa. Ellos lo saben. Algunos líderes subterráneos también han asistido a mi ordenación sacerdotal. Pero están acostumbrados desde hace muchos años a actuar de este modo, y quizá no les apetece cambiar de actitud.
No sé si el gobierno estará contento de la Carta tal como lo estamos nosotros. Hay algunas cuestiones que afronta la Carta, como el papel de la Asociación patriótica, sobre las que el punto de vista del gobierno es distinto del expresado por el Papa. Según él, son los obispos quienes deben guiar a la Iglesia.
Quizá es posible encontrar una nueva función para la Asociación patriótica. Y de todos modos es necesario tener presente que ya ahora el papel y la influencia ejercidas por la Asociación patriótica varían de diócesis a diócesis. En la nuestra, hay solo un cristiano que recibe un sueldo como responsable local de la Asociación patriótica. Pero no se puede decir que se meta en las cosas de la Iglesia. Cuando la Asociación patriótica organiza los encuentros a nivel estatal o regional, él a veces ni siquiera va. De vez en cuando me llama por teléfono. Me da algunos consejos. Y todo termina ahí.





Petrus Feng Xinmao
Petrus Feng Xinmao, de 44 años, obispo coadjutor de Hengshui, en la provincia de Hebei, fue el primero del grupo de nuevos obispos en torno a los cuarenta años de edad reconocidos por el gobierno y ordenados solo después de que su nombramiento papal fuera hecho de público dominio. El 6 de enero de 2004, día de su ordenación episcopal, la liturgia comenzó en la pequeña iglesia de la pequeña ciudad, donde el cura más viejo de la diócesis leyó también los documentos que atestiguaban el nombramiento papal del nuevo obispo. Luego, para no decepcionar a los fieles que no habían conseguido asiento en la iglesia, el clero y los fieles atravesaron la plaza, y la liturgia de consagración continuó en la sala grande de la Casa del pueblo.


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