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VATICANO
Sacado del n. 08 - 2007

NOMBRAMIENTOS. Habla el nuevo presidente del Consejo pontificio para el diálogo interreligioso

Conocerse para no tener miedo


La importancia de establecer relaciones cordiales con el islam y las otras religiones y tradiciones espirituales del mundo. Entrevista al cardenal Jean-Louis Tauran, a quien Benedicto XVI ha puesto a la cabeza de un dicasterio que parecía destinado a desaparecer


Entrevista al cardenal Jean-Louis Tauran por Gianni Cardinale


En los últimos meses indiscreciones periodísticas afirmaron repetidamente que en vistas de una reforma más amplia de la Curia romana el Consejo pontifico para el diálogo interreligioso dejaría de existir como entidad autónoma para quedar englobado en otro dicasterio. Y efectivamente, cuando el 15 de febrero de 2006 el presidente de entonces, el arzobispo inglés Michael Louis Fitzgerald, fue nombrado nuncio en Egipto y sobre todo cuando el 11 de marzo sucesivo lo substituyó ad interim el presidente del Consejo pontificio para la cultura, el cardenal Paul Poupard, parecía decidida la suerte de este dicasterio especializado en el diálogo con los no cristianos. Pero no ha sido así. El 25 de junio fue anunciado el nombramiento del nuevo presidente, el cardenal francés Jean-Louis Tauran, durante 13 años “ministro de Exteriores” vaticano y desde 2003 archivero y bibliotecario de la santa Iglesia romana.
La entrevista que publicamos fue realizada antes del 1 de septiembre, día en que el cardenal Poupard dejó en manos del cardenal Tauran las riendas del dicasterio.

El cardenal Jean-Louis Tauran

El cardenal Jean-Louis Tauran

Eminencia, ¿cómo ha recibido el nombramiento de presidente del Consejo pontificio para el diálogo interreligioso?
JEAN-LOUIS TAURAN: Como un nuevo capítulo de mi servicio a la Santa Sede. Servir es mi única aspiración. Cuando fui creado cardenal, en el recordatorio del acontecimiento puse una frase de san Pablo sacada de la segunda Carta a lo Corintios: «Somos siervos por Jesús». Y luego, naturalmente, considero este nombramiento como un gesto de especial benevolencia del Santo Padre para conmigo. Al mismo tiempo, sin embargo, soy consciente de que se trata de una gran responsabilidad; me he dado cuenta por el gran número de felicitaciones que he recibido. Evidentemente se trata de una tarea a la que muchos dan gran importancia. Espero, con la ayuda de Dios, estar a la altura.
¿De dónde han llegado las felicitaciones?
TAURAN: Muchísimas del mundo árabe. Además, me ha causado enorme placer que un importante periódico de Arabia Saudí haya dedicado a mi nombramiento un artículo. Es una señal positiva que me ha encantado.
Usted tiene una formación diplomática. ¿Cómo enfocará su trabajo cuando tome posesión de su cargo?
TAURAN: Como se ha anunciado tomaré posesión de mi nuevo cargo el 1 de septiembre. Ese día estudiaré los informes y podré hablar con mis nuevos colaboradores; luego comenzaré mi trabajo teniendo como punto de referencia la declaración conciliar Nostra aetate: examinar todo lo que los hombres tienen en común, lo que les lleva a vivir juntos su destino común; luego descubrir ese aspecto arcano que está en el centro de las cosas y de los hechos de la vida humana; apreciar lo que de verdadero y santo hay en las demás religiones; descubrir ese rayo de verdad que ilumina a todos los hombres. Todo esto, naturalmente, sin tener miedo de anunciar a Jesucristo, que es camino, verdad y vida. En este sentido nuestra hoja de ruta es obviamente la declaración Dominus Iesus.
Usted trabajó durante mucho tiempo en la nunciatura de Líbano. ¿Qué recuerdos tiene de esa experiencia? ¿Qué piensa de la dramática situación actual del país de los cedros?
TAURAN: Líbano es muy importante en mi vida. En primer lugar, porque estuve allí durante el servicio militar, que en Francia es obligatorio también para los seminaristas y los sacerdotes, como cooperador cultural. Así que conocí Líbano en 1965, cuando aún era un paraíso. Luego volví como consejero de nunciatura y me quedé desde 1979 a 1983, en plena guerra. Puede decirse que aprendí a conocer Oriente Medio desde la ventana de Líbano. Ahora es muy difícil comprender, por lo menos para mí, lo que está sucediendo. Se nota un impasse en la vida política. Las comunidades están interiormente divididas. Hay una crisis social muy grave. Me parece que Líbano no ha terminado aún su reconciliación nacional. Para el próximo septiembre está prevista una cita política muy importante: la elección del presidente de la República. Creo que Líbano debe contar mucho con sus vecinos y con la comunidad internacional para poder sobrevivir. Y esto es siempre una señal de debilidad.
No cabe duda de que uno de los campos más importantes y delicados de su nuevo cargo es el que concierne a las relaciones con el islam, ¿Cómo piensa afrontar esta tarea?
TAURAN: En Occidente hablamos a menudo de islam como si fuera un único bloque. No existe un único islam, sino muchos. Con el islam que mata –que en mi opinión no es el islam auténtico, sino una perversión del islam– evidentemente no es posible ningún diálogo. Con el islam genuino –como el que conocí en Líbano, pero también en Siria o en los países del Golfo–, aunque no existe por hoy un diálogo teológico, se puede dar un diálogo de la cultura, de la caridad, de la paz. Lo importante es conocerse, conocerse y conocerse. Todos tenemos siempre algo que aprender de los demás. Por ejemplo nosotros podemos apreciar en los musulmanes la dimensión de la trascendencia de Dios, el valor de la oración y del ayuno, el valor de dar testimonio de la propia fe en la vida pública. Los musulmanes, en cambio, pueden aprender de nosotros el valor de una sana laicidad.
¿Qué ha cambiado en las relaciones entre islam e Iglesia católica después del 11 de septiembre?
TAURAN: Ahora en Occidente el islam da miedo. Bueno la verdad que ahora en Occidente lo que da miedo es la religión, cualquier religión. Para muchos jóvenes que no tienen una formación espiritual especial, la religión equivale al terror. Tanto es así, que hace pocos meses se publicó en Londres un libro con un título sintomático: Dios no es grande. Cómo la religión lo envenena todo [God is not great. How religion poisons everything, de Christopher Hitchens, n. de la r.]. Con el 11 de septiembre comprendimos qué es lo que puede inspirar el odio. Porque fue el odio lo que armó a aquellos terroristas suicidas. Un odio contra la civilización de inspiración judeo-cristiana. Con esta lógica todo es posible. ¿Qué se puede hacer contra un terrorista suicida? Mientras el mártir da la vida para salvar otras vidas, el terrorista mata por matar. El Papa, como es sabido, ha condenado el terrorismo y yo no conozco una condena del terrorismo tan fuerte y decidida como la que pronunció Benedicto XVI en su discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede el 9 de enero de 2006: «Ninguna circunstancia puede justificar esta actividad criminal, que llena de infamia a quien la realiza y que es mucho más deplorable cuando se apoya en una religión, rebajando así la pura verdad de Dios a la medida de la propia ceguera y perversión moral». Hemos de hacer todo lo posible para que las religiones difundan la fraternidad y no el odio.
Benedicto XVI durante la audiencia concedida a los embajadores de los países de mayoría islámica acreditados ante la Santa Sede y a algunos exponentes de las comunidades musulmanas presentes en Italia, el 25 de septiembre de 2006 en Castelgandolfo

Benedicto XVI durante la audiencia concedida a los embajadores de los países de mayoría islámica acreditados ante la Santa Sede y a algunos exponentes de las comunidades musulmanas presentes en Italia, el 25 de septiembre de 2006 en Castelgandolfo

¿Piensa que el famoso discurso de Ratisbona comprometió de verdad el diálogo con el islam?
TAURAN: En un primer momento sí. Pero luego, sobre todo durante el viaje a Turquía, el Papa se explicó muy bien. Fue también muy importante el encuentro en Castelgandolfo del 25 de septiembre con los diplomáticos de los países de mayoría musulmana, en el que el Papa renovó sus palabras de aprecio y respeto hacia el islam. Aprecio y respeto que ya había manifestado el 20 de agosto de 2005 durante la Jornada mundial de la juventud celebrada en Colonia cuando, en un encuentro con los representantes de algunas comunidades musulmanas, dijo: «El diálogo interreligioso e intercultural entre cristianos y musulmanes no puede reducirse a una opción temporánea. En efecto, es una necesidad vital, de la cual depende en gran parte nuestro futuro». Esto explica por qué ha querido conservar la autonomía del Consejo pontificio para el diálogo interreligioso.
Efectivamente, parecía que el Consejo pontificio iba a ser englobado en otro dicasterio. En cambio no ha ocurrido nada de esto. ¿Culpa o mérito del discurso de Ratisbona?
TAURAN: Creo que los problemas que surgieron a raíz del discurso de Ratisbona y del viaje a Turquía hicieron considerar la importancia de disponer de un dicasterio para el diálogo con el islam y las demás religiones.
¿Piensa que la Iglesia debe dialogar sólo con los componentes islámicos más moderados o también es necesario hablar con los sectores fundamentalistas o integristas?
TAURAN: En línea de principio la Santa Sede habla con todos porque no tiene ni quiere tener enemigos. Ciertamente es difícil hablar con quien mata antes de abrir la boca. Claro que si con las palabras se pudiera hacer recobrar el juicio a los terroristas, sería algo estupendo. Pero dudo que sea posible. Debemos privilegiar el diálogo con el islam moderado y también con esos sectores islámicos que, aunque tienen una visión rígida de su fe, rechazan el uso de la violencia.
¿Qué valor le da al reciente establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y los Emiratos Árabes Unidos? Se lo pregunto también como ex diplomático.
TAURAN: Es la demostración patente de que existen comunidades islámicas que no están cerradas al diálogo. Y que las malas interpretaciones del discurso de Ratisbona no han detenido, gracias a Dios, el desarrollo de las relaciones, diplomáticas también, con los países islámicos.
Usted como “ministro de Exteriores” vaticano visitó muchos países musulmanes. ¿Qué encuentro recuerda de modo especial?
TAURAN: Recuerdo una visita a Marruecos donde pude conversar con el rey Hasán, padre del soberano actual, que tenía una gran visión espiritual de la realidad. Me he entrevistado también con el presidente egipcio Mubarak, el fallecido rey Husein de Jordania y el también fallecido presidente sirio Hafez Hasad. Todos personajes fuera de lo común.
¿Estuvo también en Irán?
TAURAN: Sí, y me acuerdo siempre de una hermosa conversación con el entonces presidente Jatamí, con quien hablé entre otras cosas de santo Tomás de Aquino, del que es un atento lector.
En el pasado, como “ministro de Exteriores” vaticano, expresó fuertes críticas a la intervención angloamericana contra el Irak de Sadam Husein. ¿Piensa usted que fue profético?
TAURAN: Los hechos hablan por sí mismos. El haber marginado a la comunidad internacional fue un error. Se usó un método no justo. ¿Qué vemos hoy? El poder en manos de los más fuertes, los shiíes, y el país se hunde en una guerra civil confesional de la que no se libran ni siquiera los cristianos, que paradójicamente estaban más protegidos con la dictadura. Por no hablar de las repercusiones negativas que ha producido en los equilibrios regionales. No me parece que la iniciativa angloamericana tenga un balance positivo. Me hubiera gustado ser un mal profeta. Pero por desgracia no ha sido así.
Benedicto XVI y el profesor Alí Bardakoglu, responsable de Asuntos religiosos de Turquía, Ankara, 
el 28 de noviembre de 2006

Benedicto XVI y el profesor Alí Bardakoglu, responsable de Asuntos religiosos de Turquía, Ankara, el 28 de noviembre de 2006

El Consejo pontificio no se ocupa sólo del islam, sino también de las tradiciones espirituales de grandes países emergentes como China e India. ¿Cómo ve las perspectivas de diálogo con estos mundos?
TAURAN: Hace bien en recordarlo. Efectivamente hemos de dialogar con el islam, pero somos conscientes de la importancia que cada vez más asumen –también en Occidente– estas grandes religiones y experiencias espirituales que son el hinduismo, el budismo, la tradición confuciana, el sintoísmo. He leído que la tercera religión en Europa –después del cristianismo y el islam– es el budismo. También en este caso es importante conocerse y cada uno puede aprender algo del otro. Los cristianos, que quizás han dado la impresión de dedicarse demasiado a la dimensión social de su fe, pueden recuperar de ellos una tensión espiritual más profunda. Por otra parte, estas tradiciones religiosas orientales, que a menudo parecen indiferentes a los destinos materiales de los individuos y de los pueblos, pueden descubrir de nuevo en nosotros el gusto y la pasión por el compromiso social y político en favor del prójimo. Visité recientemente un gran monasterio budista que se halla en el sur de Taiwán y me impresionó favorablemente su gran sentido de acogida y su gran espíritu de oración. Este diálogo, sin embargo, no debe hacer pensar que todas las religiones son iguales, sino que todos los que buscan a Dios han de ser respetados porque tienen la misma dignidad. Es oportuno recordarlo siempre.
Respecto a los países de Extremo Oriente. ¿Qué impresión le causó la reciente carta del Papa a los católicos de la República Popular China?
TAURAN: Me ha parecido casi una pequeña encíclica. Es un texto profundo, meditado, sustancioso. Presenta un cuadro articulado del status quaestionis, y ofrece también indicaciones autorizadas y valiosas para sanar las divisiones que existen dentro de la comunidad católica y para un diálogo respetuoso con las autoridades gubernamentales.
¿Cómo ve el futuro de las relaciones entre Roma y Pekín?
TAURAN: Personalmente creo que por el momento la normalización de las relaciones entre la República Popular y la Santa Sede no es una prioridad de las autoridades de gobierno. Pero me gustaría equivocarme.
Como cardenal francés, ¿qué piensa del motu proprio Summorum pontificum que liberaliza el uso del misal denominado de san Pío V?
TAURAN: Me impresionó mucho la carta del Santo Padre, es muy diáfana. Explica muy bien el porqué de su decisión. Lamento que en los últimos meses muchos se dedicaran a anticipar juicios, por lo demás negativos, sobre un texto que no conocían. Este motu propio testimonia el deseo de comunión que anima esta fase del pontificado. El Papa lo ha hecho también para resolver la separación de los llamados lefebvrianos, para readmitirlos a la plena comunión con Roma. Algo así como ha hecho con la carta a los fieles chinos, para que vivan íntegramente la comunión entre ellos y con la Santa Sede.


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