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VATICANO
Sacado del n. 10 - 2007

MUJERES EN LA CURIA. Encuentro con sor Enrica Rosanna

La aportación del genio femenino


Entrevista con la subsecretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, la mujer que ocupa el cargo más alto en el Vaticano


Entrevista a sor Enrica Rosanna por Gianni Cardinale


Hace algunas semanas, el 27 de octubre, en el semanario católico inglés The Tablet se recordaban las palabras pronunciadas el pasado 18 de julio por el cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone, con las que el más estrecho colaborador de Benedicto XVI prefiguraba una presencia femenina mayor en puestos de responsabilidad de la Curia romana. El periódico hacía notar maliciosamente que a las palabras, sin embargo, no les habían seguido los hechos. En espera de ver qué pasa, 30Días ha podido mantener un coloquio con la mujer que actualmente ocupa el cargo formalmente más alto en los organismos centrales de la Santa Sede. Estamos hablando de sor Enrica Rosanna, de las Hijas de María Auxiliadora –la rama femenina de la familia salesiana–, a quien el 24 de abril de 2004 Juan PabloII nombró subsecretario, con “o” final, de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Se trató de un nombramiento revolucionario, visto que era la primera vez que una mujer era llamada a este cargo directivo en una Congregación (en el pasado, otra mujer, la laica australiana Rosemary Goldie, había ocupado de 1966 a 1976, el mismo cargo, pero en un Consejo Pontificio, el de los Laicos).
Lombarda de Busto Arsizio, provincia de Varese y archidiócesis de Milán, sor Rosanna abrazó la vida religiosa en 1964. Docente y luego decana, hasta 1998, de la única Facultad Pontificia “femenina”, la Auxilium, es socióloga de la religión y estudiosa de ciencias pedagógicas. Apreciada por su competencia ha participado en varios sínodos como experta y ha formado parte desde 1996 de la Comisión de sabios creada por el entonces ministro italiano de Instrucción Pública, Luigi Berlinguer.

Benedicto XVI con sor Enrica Rosanna y con el cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los religiosos

Benedicto XVI con sor Enrica Rosanna y con el cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los religiosos

Sor Rosanna, ¿cómo recibió el nombramiento como subsecretario de la Congregación para los Religiosos?
SOR ENRICA ROSANNA: Con fe y disponibilidad para servir poniendo a disposición lo que soy y lo que sé hacer. Y además también con algo de “temblor”, pero siempre disponible a aprender.
¿Se lo esperaba?
ROSANNA: No. He participado activamente en el sínodo romano y, como experta, en tres sínodos generales: sobre la vida consagrada, de 1994, sobre Europa, de 1999, y sobre los obispos, de 2001. En estas ocasiones pude acercarme varias veces a Juan Pablo II. Recibí a este Papa cuando vino de visita a la Auxilium. Pero francamente nunca me hubiera esperado esta llamada.
¿Cómo explica la elección de una monja como subsecretario de la Congregación?
ROSANNA: El Anuario estadístico de la Iglesia en 2002 ofrece los siguientes datos: los sacerdotes religiosos son 137.724; los religiosos no sacerdotes, 54.828; las religiosas 782.932. Numéricamente las religiosas son casi el doble del número total de sacerdotes religiosos y diocesanos. Al número de religiosas tenemos además que añadir las más de 47.000 monjas contemplativas, las consagradas de los Institutos seglares, las vírgenes consagradas, las consagradas que abrazan las nuevas formas de vida evangélica y las religiosas que pertenecen a los Institutos de Derecho diocesano. Estos números creo que explican bien la decisión de nombrar a una religiosa como subsecretario…
¿Cuáles son sus funciones?
ROSANNA: Desarrollo una función de colaboración y las tareas que he de desarrollar son muy diversas: van del examen del papeleo a las reuniones de trabajo, tanto en el dicasterio como con motivo de capítulos generales, asambleas, congresos y convenios. Trato también de estar cerca de todos quienes tienen necesidad y piden ayuda.
¿Le atemorizaba ser la primera monja llamada para desempeñar un cargo de ese nivel?
ROSANNA: De ningún modo. Estoy bastante acostumbrada, por decir así, a romper el hielo. En 1972 fui la primera mujer que consiguió el doctorado por la Pontificia Universidad Gregoriana con una tesis sobre la secularización. Y además fui la primera mujer, gracias también al flamante cardenal salesiano don Raffaele Farina, que enseñó en una Universidad Pontificia.
¿Qué acogida le reservaron en el dicasterio?
ROSANNA: Hubo un comprensible período de “estudio”. Ahora respiro un clima de confianza y respeto. Todavía tengo mucho que aprender y cuento con la ayuda y la colaboración de los superiores y los colegas. Algunos de los colegas más ancianos son para mí auténticos “maestros” y se lo agradezco de corazón.
Y más en general, ¿cómo la han recibido en la Curia romana?
ROSANNA: Recibí miles de tarjetas de congratulaciones. Recuerdo en especial la que me envió el cardenal vicario Camillo Ruini, que me conoció mucho durante los trabajos del sínodo romano.
¿Qué fue lo primero que hizo cuando entró en su nuevo despacho?
ROSANNA: Quise dar un toque femenino a las salas y al estilo de recepción, y he de decir que se ha apreciado mucho.
¿Ha encontrado apoyo en las demás hermanas y en las otras mujeres que trabajan en la Curia?
ROSANNA: Sí, con las que trabajan conmigo. Con las otras, por desgracia, hay escasas relaciones. Sería bonito celebrar un encuentro para conocernos.
agradas o como laicas.
La mujer del ex primer ministro inglés, Cherie Blair, católica, dijo hace tiempo: «No hay muchas razones por las que la mitad de los puestos de la Curia romana no puedan ser ocupados por mujeres». ¿Qué piensa sobre ello?
ROSANNA: No me gusta el reparto por sexos. Ni en la Iglesia ni en ningún lado. Las mujeres han de poder ser protagonistas según sus capacidades y la aprobación que consigan en torno a sí. No necesitamos reservas indias, que pueden ser contraproducentes.
El Secretario de Estado vaticano, que es salesiano como usted, ha anunciado mayor presencia femenina en el Vaticano también en puestos de responsabilidad. ¿Qué podemos esperarnos? ¿Una mujer al frente o secretaria de un discasterio?
ROSANNA: Espero que mi nombramiento como subsecretario sea un primer paso para que las mujeres puedan cada vez más ofrecer como aportación su propio “genio” con generosidad y sin reservas, al servicio de la Santa Sede. Las modalidades las decidirá el Papa.
En el mundo eclesial no faltan quienes desean que un día también la Iglesia católica, tras las comunidades protestantes y la Comunión anglicana, pueda admitir a las mujeres al sacerdocio. ¿Considera que esto podría ocurrir en un futuro, aunque sea lejano?
ROSANNA: Sobre este tema me remito total y confiadamente al juicio de la Iglesia.
Recordaba usted antes que fue Juan Pablo II quien la llamó para el cargo que ahora desempeña. Según usted, ¿cuál es la lección más importante que dejó Juan Pablo II?
ROSANNA: Ante todo la atención por la persona y el respeto de su dignidad desde que es concebida hasta su muerte; la atención a la persona de cualquier religión, nacionalidad, raza. Esta atención está expresada en todas sus encíclicas y en los discursos dirigidos tanto a los jefes de Estado como a los simples fieles. Además siempre he admirado su fe granítica, su pasión por la unidad y la paz, el compromiso por la vida y la confianza en los jóvenes, a los que él llamaba muy oportunamente “centinelas de la mañana”.
Juan Pablo II con sor Enrica Rosanna

Juan Pablo II con sor Enrica Rosanna

¿Cuál fue el pensamiento de Juan Pablo II sobre la relación entre Cristo y las mujeres consagradas que más le impresionó?
ROSANNA: La respuesta merecería una larga reflexión. Me limito a pocas palabras. Juan Pablo II nos pidió repetidamente que viviéramos con fe y gozo nuestra vocación, porque la vida religiosa vale ante todo por lo que es, más que por lo que realiza mediante las obras; que no tuviéramos miedo y nos identificáramos con Cristo… hasta la cruz. Él mismo nos dio el ejemplo de esta identificación hasta el final. Nos pidió que “hiciéramos ver a Cristo”, que “Siguiéramos sus huellas”, que fuéramos lámparas sobre el celemín y no solo levadura. En un encuentro con la Unión Internacional de Superioras Generales, el 3 de mayo de 2001, habló maravillosamente de la sequela Christi, en especial de los votos, indicándonos el camino para vivirlos con fidelidad creativa. Dijo palabras espléndidas, que a menudo me vuelven a la mente, medito largamente y me dan empuje.
¿Y cuáles son las palabras de Benedicto XVI sobre este tema que recuerda con especial atención?
ROSANNA: Recuerdo con especial gratitud el discurso a los superiores y las superioras generales del 26 de mayo del año pasado. En aquella ocasión, el actual Pontífice, casi continuando y profundizando las indicaciones de su predecesor, nos pidió que hiciéramos un viaje hacia la interioridad: el Señor mira lo que somos antes que lo que hacemos. Una invitación que va realmente al corazón de nuestra vocación.
La elección del papa Benedicto XVI fue vista por muchos como una señal de continuidad con Juan Pablo II, otros no están de acuerdo. ¿Cómo vivió usted esta transición?
ROSANNA: A mi modo de ver existe una indiscutible continuidad entre el pontificado del papa Juan Pablo II y el del papa Benedicto. La misma pasión por Cristo y por la humanidad, el mismo empuje ecuménico, la misma cercanía al mundo juvenil… Podríamos decir que la “mano no ha cambiado”, aunque el papa Benedicto lleva adelante su servicio valorizando al máximo sus recursos personales y los de su preparación cultural y de su procedencia, que son distintos de los de Juan Pablo II. Ambos son hombres de gran fe y confianza en la Providencia, conscientes de que es el Señor el que guía a su Iglesia. Y que sin Él, el Señor, nosotros no podemos hacer nada.
¿Cuál es el papel de las religiosas en la Iglesia de hoy?
ROSANNA: La presencia de las religiosas es muy importante; tienen un peso notable en la evangelización, aunque muchas veces desarrollan una misión escondida, es decir, son levadura de la masa. Pero también son lámpara sobre el celemín porque la gente ve y reconoce en ellas “personas siempre disponibles a acoger” para resolver problemas, dar consejos, apoyar, guiar, confortar, formar. Ponen a disposición de la gente no solo su genio femenino, sino los distintos carismas que han recibido como don de Dios: el carisma de la compasión, el carisma de la educación, el carisma de la evangelización, el carisma del servicio a los pobres. Pensemos en las grandes santas en las que se inspiran para su servicio: Teresa de Calcuta, María Dominica Mazzarello, Angela Merici, Clara de Asís, Magdalena de Canosa, Teresa de Ávila, Catalina de Siena… y en otras muchas. Estas santas nos enseñan a las religiosas no solo a servir, valorizando nuestros carismas, sino a aprender de las personas a las que tenemos el honor de servir. De los pobres y los necesitados se aprende siempre. No hemos de olvidar la palabra del Señor: «Hay más gozo en dar que en recibir».
El número de religiosas ha disminuido en los últimos decenios drásticamente…
ROSANNA: Por desgracia es así, especialmente en los países industrializados. Sobre este punto, un autor ha escrito que en estos momentos de prueba, las consagradas hemos de vivir esa “espiritualidad del crepúsculo”, que nos lleva a ser más fervorosas, más comprometidas, más evangelizadoras y por lo mismo doblemente testigos. Precisamente porque somos pocas, el Señor nos llama a ser lámparas más relucientes sobre el celemín.
¿Es posible que se invierta la tendencia en las vocaciones?
ROSANNA: Valiéndome de mi experiencia pasada creo que puedo decir –y lo digo con extrema prudencia y quizá con un poco de perplejidad– que existe una pastoral vocacional que se dirige a las jóvenes, pero no está claro si tiene en cuenta lo específico femenino, es decir, el estrecho vínculo que existe entre la llamada al servicio del Reino y el “genio femenino”, ese genio que connota a cada mujer que Dios regala a este mundo. Quizá es urgente dar un salto de calidad en esta dirección descubriendo que para hacer una pastoral vocacional en femenino no se puede prescindir de una referencia al “genio de la mujer”, según lo que acabo de decir. No podemos olvidar, además, que una pastoral vocacional no puede prescindir sobre todo de una constatación primordial: también hoy es mucha la mies, y ¿cómo íbamos a dudarlo, visto que creemos en Jesús y que el Evangelio es actual?
¿Así que confía en el futuro?
ROSANNA: Las vocaciones para la vida consagrada existen, y hay jóvenes, yo lo creo firmemente, que están dispuestas a dejarse guiar para comprender lo hermoso que es seguir al Señor Jesús con corazón entero. Esta constatación me alimenta el corazón de esperanza: esperanza de que el corazón de las jóvenes siga siendo todavía tierra fértil y que, por ello, valga la pena sembrar, aunque una parte de las semillas caiga en la zarza, otra en las piedras…; esperanza de que las consagradas tengamos la fuerza de crear esa cultura vocacional que lleva a las jóvenes generaciones a descubrir a Cristo, a encontrarlo, a creer en Él, a seguirlo como Pedro, Juan, Andrés, Simón.., como Teresa de Ávila, Clara de Asís, Teresa del Niño Jesús, Teresa de Calcuta, María Dominica Mazzarello…; esperanza de que el “genio femenino” con sus recursos tenga algo que decirle a la vida consagrada; esperanza de que vengan tiempos mejores también para la vida consagrada y la mies siga siendo abundante. Porque si es cierto que muchos Institutos padecen una profunda crisis vocacional, y que los abandonos son significativos, también es verdad que los Institutos de antigua fundación están siempre valientemente en primera línea (pienso por ejemplo en la misión en África de la familia salesiana), sobre todo para ser bálsamo para las antiguas y nuevas pobrezas; es cierto que nacen nuevas formas de vida evangélica, que las vocaciones florecen en las jóvenes Iglesias. Y que el testimonio de muchas consagradas valientes hasta el martirio es una realidad también de hoy: pensemos en sor Annalena Tonelli y en sor Leonella Sgorbati…
Antes aludía a la necesidad de dar, por así decir, “calidad femenina” a la pastoral vocacional. ¿En qué sentido?
ROSANNA: Un primer paso podría ser ayudar a las jóvenes a redescubrirse a sí mismas como mujeres, a estar contentas de ser mujeres, “a llamarse y pensarse en femenino” para otorgarle un rostro peculiar a su elección vocacional. Quizá valga la pena recordar que en el Sínodo sobre la vida consagrada las consagradas presentes expresaron con claridad lo que es el centro de la vida consagrada femenina, poniendo el acento no tanto en los papeles que ésta puede jugar en la Iglesia, sino más bien en su valor de testimonio: el amor por Cristo con corazón entero y el testimonio luminoso de su misericordia y ternura por todos, con una predilección por los más pobres y débiles. Otro paso podría ser la valorización de un concepto y una experiencia de maternidad “más allá del estereotipo”, una maternidad afectiva, cultural, espiritual, una maternidad que se expresa principalmente en la “capacidad de cuidar”. Los carismas de los Institutos de vida consagrada femenina, de los que es rica la Iglesia, nos dicen lo amplio que es este “cuidar”, en el que hay espacio para muchas aspiraciones juveniles: cuidar a los niños y los jóvenes (pensemos en el carisma de los Institutos educativos), cuidar de los pobres, de las nuevas pobrezas (pensemos en el carisma de los Institutos caritativos), cuidar de la verdad (pensemos en todas las religiosas que trabajan en las escuelas de todo tipo y grado), cuidar de la paz (pensemos en las religiosas en los países en guerra), cuidar del amor (pensemos en los monasterios de clausura…).
Sor Enrica, ¿está usted contenta de la elección de vida?
ROSANNA: Soy una feliz hija de María Auxiliadora. Pero no soy un caso aislado: muchas religiosas que yo conozco, de todas las edades, son felices de su vocación y la viven con mucho amor y gratuidad.


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