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EL CÓNCLAVE DEL PAPA LUCIANI
Sacado del n. 09 - 2003

25 aniversario del cónclave que eligió al papa Luciani

«Estaban todos muy contentos»


El cardenal Bernardin Gantin, decano emérito del Sagrado Colegio, recuerda la alegría de los cardenales tras la elección del papa Luciani


por Gianni Cardinale


El cardenal Bernardin Gantin con el cardenal Basil Hume, en agosto de 1978

El cardenal Bernardin Gantin con el cardenal Basil Hume, en agosto de 1978

«Lo he dicho ya muchas veces y nunca serán suficientes: Pablo VI llena mi recuerdo y mi corazón de obispo y de africano. Con mucho respeto y cariño le llamábamos “papa Pablo VI, el africano”: fue el primer sucesor de Pedro que pisó nuestro continente. Lo hizo en el verano de 1969 confiándonos un gran mensaje: ha llegado la hora de que podáis y debáis hacer un cristianismo africano, la responsabilidad es vuestra. Para nosotros, los africanos, su muerte fue una herida inmensa». El cardenal Bernardin Gantin, de 81 años, se conmueve siempre que recuerda la figura de Pablo VI. Y también cuando recuerda la de Juan Pablo I. En 1978 era cardenal desde hacía un año y desempeñaba cargos en la Curia romana desde hacía siete, tras ser auxiliar desde 1956 y arzobispo de Cotonou desde 1960, en su Benin nativo. Sucesivamente, desde 1984 a 1998 fue prefecto de la Congregación para los obispos; y desde 1993 hasta noviembre de 2002 fue el decano del Sagrado Colegio. Actualmente es el decano emérito y ha regresado a vivir en su África. Para recordar aquel verano de 1978 30Días le ha entrevistado telefónicamente en París, donde se encuentra pasando un breve periodo de convalecencia.
¿Qué recuerda del 6 de agosto de hace veinticinco años, cuando murió el papa Montini?
BERNARDIN GANTIN: Estaba de viaje por Nueva Caledonia donde tenía que celebrar la solemnidad de la Asunción, el 15 de agosto. Estaba en Wellington, Nueva Zelanda, cuando el nuncio Angelo Acerbi me dio la terrible noticia por la mañana. Ni que decir tiene que se me partió el corazón. Se sabía que estaba fatigado, pero no hasta ese punto… Anulé en seguida mi viaje. Con el nuncio y el entonces cardenal Reginald J. Delargey fui a ver al primer ministro para comunicarle oficialmente la muerte del Papa. No olvidaré nunca las palabras de ese hombre, un no católico, que no hacía mucho había sido recibido en audiencia por Montini: «Pablo VI ha muerto pero no olvidaré nunca mi última visita al Vaticano, siento aún en mis manos el calor del corazón del Papa». ¡Qué bonito!
¿Regresó usted a Roma?
GANTIN: Inmediatamente. Recuerdo que en el aeropuerto de Fiumicino una nube de periodistas esperaba a los cardenales que llegaban de todo el mundo. Uno de ellos tomó mi maleta y me acosó a preguntas, preguntándome también por quién votaría en el cónclave. Naturalmente respondí que no lo sabía y que si lo supiera no se lo iba a decir a ellos.
Luego participó en el funeral de Montini…
GANTIN: Para mi fue un momento palpitante, de gran oración, conmovedor, de comunión con mi pueblo africano. Pablo VI me había hecho el honor en 1971 de llamarme a colaborar con él en el gobierno de la Iglesia universal.
¿Qué nos puede decir del primer cónclave de 1978?
ýANTIN: Hacía mucho calor. Sobre todo en las habitaciones del Palacio Apostólico. Entonces no existía la estupenda Domus Sanctae Marthae preparada expresamente para estas ocasiones. Nos reunimos con temor y temblor. Pero el Espíritu Santo no quiso tardar en darnos un sucesor de Pablo VI, en donarnos este santo Pontífice que venía de Venecia, que le había dicho a su chófer antes de entrar en el cónclave: «El coche no funciona bien, llévalo a arreglar, de modo que cuando se termine nos vayamos enseguida a casa». En cambio, no volvería nunca. Duerme todavía en la Basílica de San Pedro.
¿Había conocido a Luciani como patriarca de Venecia?
GANTIN: No íntimamente. Lo había visto en Venecia durante una reunión de carácter ecuménico. Era un hombre muy afable, sencillo, humilde. Recuerdo que se empeñó en invitarnos a comer a todos los participantes, y éramos muchos, así que nos tuvimos que apretar en la mesa… En esta ocasión supe que había estado en África, había visitado Burundi.
¿Habló usted con él inmediatamente después de la elección?
GANTIN: Hubo una cena con todos los cardenales y él pasó por todas las mesas a saludarnos. No me acuerdo de quiénes eran los tres o cuatro que compartían mesa conmigo, pero recuerdo que estaban todos muy contentos.
Usted es el único que recibió un nombramiento curial de Juan Pablo I en su breve pontificado. El 4 de septiembre el papa Luciani le promovió de propresidente a presidente del Consejo pontificio «Cor Unum». Además, Juan Pablo I le recibió en audiencia el último día de su pontificado, el 28 de septiembre.
GANTIN: Sí, fue la última audiencia que concedió a un jefe de dicasterio. Éramos cuatro: el Papa, el secretario de «Iustitia et Pax», el jesuita Roger Heckel, el secretario de «Cor Unum», el dominico Henri de Riedmatten, y yo. Los otros tres han fallecido, sólo quedo yo de aquella audiencia. Recuerdo que Luciani me dijo que antes de ir a Roma para el cónclave había prometido ir a Piombino Dese, un pueblo de la diócesis de Treviso, a visitar la parroquia del sacerdote Aldo Roma. Al no poder mantener su promesa, me pidió que fuera yo en su lugar. Lo hice y de ahí nació una relación muy fuerte entre Piombino Dese y yo, pueblo del que soy ciudadano honorario. Un vínculo en memoria del Papa que hizo que nos conociéramos.
¿Cómo supo de la muerte de Juan Pablo I?
El Señor es el que dispone todo. Los hombres proponen y la Providencia dispone. Por supuesto ha tenido un sentido para el presente y el futuro. La brevedad no impide la fecundidad. Esta es para mí una gran lección: dejarse guiar por el Espíritu Santo, y no por nuestras ideas y sentimientos personales
GANTIN: Lo supe de una manera algo paradójica. Aunque era un eclesiástico del Vaticano la noticia me llegó desde fuera de Italia. Eran más o menos las seis y media de la mañana del 29 de septiembre, estaba preparándome para ir a celebrar misa, cuando un amigo mío me llamó desde Suiza para decirme que el Papa había muerto. Me quedé sin palabras. Pero cómo, ha muerto el Papa que me recibió ayer por la mañana…
¿Cómo lo encontró usted en aquella audiencia?
GANTIN: Muy bien. Él mismo movió las sillas para que todos los presentes pudiéramos salir en la foto. Conservo aún esa foto como una de las cosas más preciosas. Nadie podía imaginar que pocas horas después iría a la Eternidad, ante el Señor.
Participó, por tanto, en el segundo cónclave de 1978. Los libros que hablan de ello citan una frase que pronunció usted en esta ocasión: «Los cardenales están turbados y buscan lo que hay que hacer en la oscuridad»…
GANTIN: La muerte de Juan Pablo I nos había desconcertado. Eran momentos de gran desconsuelo, nos sentíamos huérfanos, llenos de dolor. Pero no sin esperanza. El Espíritu Santo que nos había asistido no podía abandonarnos.
La Congregación para las causas de los santos ha dado su aprobación al proceso de beatificación del papa Luciani…
GANTIN: Ya no vivo en Roma. No puedo decir nada, porque además fui miembro de esta venerable Congregación. El proceso en estos casos es muy lento y prudente. Pero si tuviera que expresar mi pensamiento recordaría que Luciani fue un hombre que merece ser propuesto como modelo y ejemplo de adhesión total a la voluntad de Dios. Aunque esta obediencia al Señor causa dolor, y un sentido de pequeñez y debilidad frente a las grandes responsabilidades a las que podemos ser llamados.
¿Cuál puede ser el significado de un pontificado breve como el de Juan Pablo I?
GANTIN: El Señor es el que dispone todo. Los hombres proponen y la Providencia dispone. Por supuesto ha tenido un sentido para el presente y el futuro. La brevedad no impide la fecundidad. Esta es para mí una gran lección: dejarse guiar por el Espíritu Santo, y no por nuestras ideas y sentimientos personales.



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