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IGLESIA ORTODOXA RUSA
Sacado del n. 12 - 2007

ENTREVISTA EXCLUSIVA CON EL PATRIARCA DE MOSCÚ Y DE TODAS LAS RUSIAS

«Tu resurrección, oh Cristo, nos ha salvado»


30Días ha entrevistado en Moscú al patriarca Alexis II. Sus primeros pasos en la fe y en la vida sacerdotal, el renacimiento de la Iglesia ortodoxa rusa tras la época soviética, la amistad con el presidente Vladimir V. Putin y las relaciones con la Iglesia católica


Entrevista al patriarca Alexis II por Giovanni Cubeddu y Fabio Petito


Alexis II, cuyo nombre de pila es Alexei Mijailovich Ridiger, nacido en Tallin, Estonia, en 1929, subió al trono patriarcal de Moscú el 10 de junio de 1990, tres días después de su elección. En aquella época existía todavía la Unión Soviética, y lo que pasó luego lo sabemos todos. Pero el presente está devolviéndole a Rusia el sentido de su dignidad y un papel fuerte dentro de la comunidad internacional. Esto se refleja claramente en las palabras que el patriarca Alexis II nos ha dirigido. Además, en cada pasaje importante el Patriarca no ha dejado de recordar a 30Días la armonía existente actualmente en Rusia entre la Iglesia y el Estado, cosa que le agradece cordialmente al presidente Vladimir Vladimirovich Putin.
30Días se ha entrevistado con Alexis II en el pequeño monasterio de la Misericordia de las Santas Marta y María, un antiguo albergue para pobres a dos pasos del Kremlin, el día después de su visita a la lavra de la Santa Trinidad y de San Sergio de Radonezh, el espléndido monasterio antiguo, corazón espiritual de la Iglesia ortodoxa rusa.
Estas son las respuestas que nos ha entregado Alexis II en una entrevista exclusiva a 30Días, realizada en colaboración con el World Public Forum de Moscú, al que expresamos nuestro sincero agradecimiento.

El patriarca Alexis II en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, el 17 de mayo de 2007

El patriarca Alexis II en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, el 17 de mayo de 2007

Santidad, el Señor les ha pedido a los suyos que sean uno. ¿Cuál es la situación actual, en su opinión, por lo que concierne al camino histórico hacia la unidad, después de la nueva sesión del diálogo entre Iglesia católica y Ortodoxia celebrado en la ciudad italiana de Ravenna?
ALEXIS II: Indudablemente el mandamiento del Señor «que todos sean uno» (Jn 17, 21), sigue siendo actual también para nosotros. Sin embargo, no hay que olvidar que toda división en el ámbito eclesial es fruto de la voluntad humana pecadora, mientras que la unidad es don del Espíritu Santo. Como enseña la experiencia de la vida, el proceso de reconstrucción de la unidad requiere largo tiempo y un compromiso serio, y esto es así también para quienes comparten la misma fe, como en el caso de la Iglesia ortodoxa rusa en el exterior, que se ha vuelto a unir a nosotros después de más de ochenta años de separación. En el caso al que hacían ustedes referencia antes, se trata además de una división milenaria…
El testimonio vivo de los padres de la Iglesia une a Moscú y a Roma. ¿Hasta qué punto y de qué modo puede la Tradición, que está tanto en el corazón de Moscú como en el de Roma, encontrarse hoy con la modernidad?
ALEXIS II: Estoy profundamente convencido de que la fidelidad a la antigua tradición apostólica y a la herencia patrística puede convertirse en el fundamento de la colaboración entre la Iglesia romano-católica y la ortodoxa en el testimonio de ambas de los valores del Evangelio frente al mundo contemporáneo. Es evidente que esto es necesario, dado que la cultura del relativismo moral impuesta a la sociedad, el consumismo, la tendencia irrefrenable al bienestar y a los placeres no llegan a saciar la sed espiritual que siempre está presente en el hombre. Por desgracia, la perversa carrera tras este sistema de valores “avanzado” se manifiesta cada vez más a menudo también en algunas confesiones cristianas. Por ello la Iglesia ortodoxa y la católica, que tienen raíces comunes en el cristianismo apostólico, deberían unir sus fuerzas en el empeño de seguir sin medias tintas los mandamientos de Cristo, en vez de adaptarse continuamente al mundo seglar que está en continuo cambio.
En un encuentro del pasado mes de agosto con el cardenal Etchegaray, usted enumeró las numerosas iniciativas que desde hace ya tiempo ortodoxos y católicos vienen emprendiendo juntos en Rusia. ¿Hasta qué punto este ecumenismo práctico, “desde abajo”, ayuda a las Iglesias hermanas a quererse más y cuánto ayuda incluso a quienes a la Iglesia ni la conocen?
ALEXIS II: Considero que los contactos personales y las iniciativas comunes de los representantes de nuestras Iglesias significan mucho para la construcción de un diálogo auténtico y amplio, que no se quede solo en el ámbito oficial. Nosotros tendemos de todas maneras al desarrollo de los contactos más variados con la Iglesia católica. Por ahora he de constatar que el diálogo “desde abajo” se desarrolla más activamente entre nosotros y los católicos que viven en el exterior. A esto contribuyen en buena parte los intercambios de peregrinos y los proyectos culturales y editoriales comunes. Nosotros apreciamos muchísimo el enorme papel que la Iglesia católica reviste en el mundo occidental.
La naturaleza de los contactos ortodoxo-católicos en Rusia es algo distinta. Aquí los católicos representan una reducida minoría, en buena parte compuesta por extranjeros, sobre todo entre el clero. La Iglesia ortodoxa rusa, a la que pertenece la gran mayoría de la población, está muy atenta a la hora de respetar el derecho de los católicos a su propia vida eclesiástica en Rusia, y por ello tiende a la construcción de relaciones cordiales y de mutuo respeto con la comunidad católica rusa. En este sentido el diálogo “desde abajo” es sencillamente insustituible. Y si existe en ambas partes esta voluntad, entonces este diálogo ha de ayudar a eliminar en nuestras relaciones los rastros de las incomprensiones pasadas y a evitar que surjan otras nuevas.
Santidad, su padre Mijaíl le acompañaba cuando era usted pequeño al monasterio de Valaam, en el lago Ladoga. ¿Qué representaban aquellos viajes para aquel niño de entonces? ¿Puede revelarnos algunos recuerdos bonitos de su infancia? ¿Y qué recuerda de su padre espiritual, que luego fue obispo de Tallin, el padre Ioann Bogojavlenski?
ALEXIS II: A finales de los años treinta, fui con mis padres dos veces al monasterio de la Transfiguración de Valaam, en el lago Ladoga. Una experiencia que influyó mucho en mi vida espiritual. Estos viajes, como también mis visitas al monasterio femenino de la Dormición de Piuchtitsa y del monasterio masculino de la Dormición de las Cuevas de Pskov, dejaron en mí una enorme impresión. En mi alma de muchacho quedó una huella indeleble de los encuentros con los monjes de Valaam, hombres de una fe viva, que visiblemente testimoniaban la ascesis y que conservaban las tradiciones del monaquismo ruso. Yo le doy gracias a Dios por aquellos encuentros, cuyo recuerdo han mantenido cálido mi corazón durante toda mi vida.
1204716545217">Pasé mi juventud preparándome para servir a Dios en la dignidad sacerdotal. Este deseo había surgido dentro de mí ya desde la infancia. Tenía frente a mí los numerosos ejemplos de servicio generoso a Dios y a la Iglesia de los monjes de Valaam, de mis padres, de mi padre espiritual, y nació en mí la firme decisión de seguir este ejemplo. En el camino que elegí me apoyó mi padre espiritual, el protoierei [protosacerdote, cargo honorífico eclesiástico ortodoxo, correspondiente al monseñor occidental, n. de la r.] Ioann Bogojavlenski, luego primer rector de la resurgida Academia Teológica de Leningrado. Recuerdo con gratitud su diligente ministerio pastoral y precisamente el fuego de su fe ardiente en el Señor encendió mi alma. Al protoierei Ioann estoy ligado por muchas cosas. Enseñaba el catecismo en la escuela rusa donde yo estudiaba. El padre Ioann era párroco de la iglesia de San Aleksandr Nevski, en Tallinn, y precisamente alrededor de esta iglesia se reunía la comunidad rusa. Bajo la guía del padre Ioann yo servía en la iglesia como monaguillo, y tras su consagración episcopal yo fui su primer subdiácono. Todavía conservo hoy un gran recuerdo de este hombre extraordinario, a quien Dios le había dado el don de la caridad pastoral.
El patriarca Alexis II con el presidente 
Vladimir Putin en la Catedral de Cristo Salvador de Kaliningrado

El patriarca Alexis II con el presidente Vladimir Putin en la Catedral de Cristo Salvador de Kaliningrado

Cuando le nombran patriarca, en 1990, la URSS todavía existía. Hoy ya no. ¿Cómo veía usted entonces a Rusia y la Iglesia, y cómo las ve ahora?
ALEXIS II: La desaparición de la Unión Soviética abrió una nueva era en la vida de la Iglesia. Hasta entonces, la jerarquía y el laicado se preocupaban principalmente de evitar el definitivo alejamiento de nuestro pueblo de la Iglesia y la destrucción total de ésta. La época soviética para nosotros fue un período de lucha por la supervivencia. De todos modos, la URSS no fue una especie de “imperio del mal”. Con el sacrificio del trabajo de sus ciudadanos, la Unión Soviética alcanzó grandes resultados en algunos ámbitos de la economía popular y de la construcción de la sociedad. Además nuestro país desempeñó un papel importante en la política mundial. Sin embargo, lo inevitable del colapso de este régimen quedó claro ya desde su nacimiento, pues en sus fundamentos estaba el deseo de construir el “paraíso” en la tierra, contra la voluntad de Dios.
Cuando llegué a patriarca en época soviética, durante la perestroika, tuve claro que el futuro de nuestro pueblo sería imposible sin la Ortodoxia, que no puede quedar limitada artificiosamente a los confines eclesiásticos o entre las paredes de los museos, sino que determina la vida de la persona, del pueblo y del Estado. Esto era imposible con el sistema existente entonces. Por eso nos manifestamos a favor de reformas que llevaran al rechazo natural del dominio de una ideología funesta desde sus propias raíces. Pero el radicalismo antisoviético, incapaz de distinguir lo malo de lo bueno, ha provocado la destrucción insensata del Estado, y junto a esto también sufrimientos inútiles a nuestro pueblo.
Y lo que creía ayer lo sigo creyendo también hoy. Estoy igualmente convencido de que sin la Ortodoxia es impensable el bienestar de nuestro pueblo y su futuro crecimiento. En el período postsoviético la vida eclesial en Rusia se ha transformado, nosotros hemos sido testigos de un verdadero renacimiento espiritual. Ha aumentado el número de iglesias, de monasterios, de centros de formación eclesial. Esto se refleja positivamente en todos los aspectos de la vida de los hombres. El regreso a la cultura religiosa de nuestros abuelos ha mostrado hasta qué punto era efímera y sin fundamento en nuestro país la ideología que se oponía a Dios.
Por otra parte, todavía hoy sigue habiendo intentos de obstaculizar artificiosamente el camino de la colaboración entre Iglesia y Estado. Bajo la bandera del laicismo algunas fuerzas políticas tratan de despojar a la religión de su dimensión pública. Pienso que tal enfoque ha de quedar de una vez por todas como algo perteneciente a la época del ateísmo militante.
Es bien sabido que trabaja usted para construir entre el Estado y la Iglesia relaciones de mutua colaboración, manteniendo la separación. ¿Cómo se conjuga aquí el «dad al César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios»? Varias veces al año se reúne usted con el presidente Vladimir V. Putin. ¿Qué tipo de persona es el presidente y cómo se trabaja con él? En fin, usted, Santidad, no dejó de recordar a los fieles en sus últimos mensajes de Navidad y Pascua que el camino positivo de la reconstrucción de la Iglesia ortodoxa rusa sigue adelante.
ALEXIS II: El modelo actual de las relaciones entre Iglesia y Estado rusos se ha formado teniendo en cuenta la experiencia por un lado de cómo ha vivido la Iglesia rusa en el Estado soviético ateo, y por el otro la influencia de los cambios que han tenido lugar en Rusia a principios de los años noventa. En el período soviético ni siquiera se podía hablar de relaciones constructivas entre las autoridades eclesiásticas y las estatales. El Estado sometía a la Iglesia a su autoridad, y a los creyentes se les reservaba un lugar al margen de la vida pública. Se notó un ablandamiento de las posturas del Estado hacia la Iglesia durante las celebraciones del milenio del Bautismo de la Rus. Y tras la caída del poder ateo, a nuestra Iglesia se le dio la posibilidad de cumplir libremente su misión en la sociedad. Las pocas iglesias que en aquel tiempo existían se llenaban de personas que deseaban encontrar a Dios. Los sacerdotes comenzaron a ser invitados a los programas de radio y televisión. Para la Iglesia se abrieron las puertas de las escuelas, de los institutos superiores, de los hospitales, de las cárceles, de los cuarteles. Se reactivaron las obras misioneras y formativas de las parroquias y los monasterios de la Iglesia ortodoxa rusa. En las nuevas condiciones históricas se comenzó a formar un nuevo sistema de relaciones entre Iglesia y Estado, que se basa en el principio, arraigado en la tradición eclesial, de la sinfonía entre el poder eclesiástico y el temporal.
Hoy entre nuestra Iglesia y el Estado hay relaciones estables de colaboración constructiva y de mutuo apoyo social, respetándonos y sin injerencias en los asuntos del otro. Una aportación determinante al proceso de estabilización y al desarrollo de estas relaciones lo dio personalmente el presidente Vladimir V. Putin. Su atención a las necesidades actuales de la Iglesia y a las tareas de su misión en la sociedad atestigua la voluntad del jefe del Estado de reforzar en la vida pública los valores tradicionales, culturales y religiosos. Espero que nuestras buenas relaciones con el actual presidente se mantengan también en el futuro.
El monasterio de la Transfiguración de Valaam en el lago Ladoga, Carelia, Rusia

El monasterio de la Transfiguración de Valaam en el lago Ladoga, Carelia, Rusia

¿Cuál es el marco social actual en el que la Iglesia ortodoxa rusa contempla la necesaria caridad exigida hacia los pobres? En una anterior entrevista a 30Días explicó usted que en Rusia los fieles saben bien que «al Paraíso se llega con la santa limosna».
ALEXIS II: La Iglesia ortodoxa no propone métodos concretos de redistribución de los recursos materiales en excedencia. La parte del fruto del trabajo que hay que dedicar al desarrollo de la producción y al pago de los sueldos, y la dedicada a los ciudadanos necesitados y a los programas de impacto social es una cuestión de conciencia de cada hombre, y es materia de regulación de los procesos sociales. Sin embargo no es posible considerar normal la situación que ha venido creándose en la esfera social, pese a los cambios positivos de los últimos tiempos conseguidos gracias a la actividad del presidente Vladimir V. Putin. El estancamiento en ámbito social, que todavía podemos constatar, corre el riesgo de acarrear consecuencias seriamente negativas tanto para la estructura de la sociedad como para la estabilidad política. La enorme diferencia entre las rentas de los ricos y las de los pobres es una consecuencia directa de la situación de dominio existente en el sistema económico del sector de las materias primas, y de la injusta distribución de las entradas procedentes de la venta de los recursos naturales. Es urgente darse cuenta de que entre ricos y pobres, en los últimos quince años, se ha creado en Rusia un abismo, y que por distintos motivos no ha nacido todavía una clase media. Un Estado así no puede conservar la estabilidad durante mucho tiempo. Es necesario que el Estado adopte una actitud responsable, así como también el mundo de los negocios, frente a las categorías de la población que, por la edad o la situación social, no participan en las actividades económicas. Para resolver el problema, de todos modos, no es suficiente solo la beneficencia por parte de los empresarios. Es urgente reformar estructuralmente la economía según la tecnología moderna y apoyar a nivel estatal las iniciativas de interés estratégico prioritarias para el país. Es necesario un progreso industrial que ofrezca nuevos puestos de trabajo, y si ello se realiza podremos darles a las personas la posibilidad de trabajar de manera creativa, según sus competencias, y las pondremos en condiciones de asegurarse una vida digna a sí mismos y a sus seres queridos.
Fue especialmente importante y feliz la vuelta a la unidad en 2007 entre la Iglesia guiada por usted y la “Iglesia ortodoxa rusa en el exterior”. El presidente Vladimir V. Putin se congratuló públicamente con usted, que a su vez agradeció públicamente al presidente los esfuerzos que había hecho. En el acta de comunión canónica está escrito que «el humilde Alexis» y «el humilde Lavr», el metropolitano de la Iglesia ortodoxa rusa en el exterior, pusieron fin a esta histórica división. ¿Puede decirnos cómo y por qué se llegó a aquella hermosa conclusión? ¿Qué significado tenía para la Iglesia y para Rusia?
ALEXIS II: Le agradezco su pregunta. Efectivamente el regreso a la unidad eclesial que tuvo lugar el 17 de mayo de 2007 representó un acontecimiento de importancia histórica en la vida de nuestra Iglesia y en la del pueblo ruso en general. La división, que duraba ya desde hacía ochenta años, se debía a los cataclismos históricos de los que Rusia fue teatro a principios del siglo XX. A muchos les tocó beber del amargo cáliz del exilio, mientras que todos quienes se quedaron en la patria tuvieron que asistir a la aún más terrible persecución de la Iglesia. La guerra civil era ya un recuerdo del pasado, la Iglesia por fin y nuevamente había recobrado la libertad, pero permanecían los efectos de la catástrofe que nos había asolado: faltaba una comunión eclesial entre quienes vivían en Rusia y una parte de quienes se habían ido al exterior y sus descendientes. ¿Qué se necesitaba para superar esta división? Era necesario que todos comprendieran a fondo lo que había pasado en el siglo XX y sacaran una lección bien precisa de todo lo que la Iglesia había tenido que sufrir. Para el Patriarcado de Moscú tuvo en este sentido una importancia fundamental el documento “Fundamentos de la doctrina social de la Iglesia ortodoxa rusa”, aprobado por el Sínodo de los obispos en 2000. En aquella ocasión se glorificaron numerosos confesores de la fe del siglo XX que en Rusia recibieron el martirio por su fe en Cristo. Estas actas del Sínodo tuvieron una buena acogida en la Iglesia ortodoxa rusa en el exterior y se comenzaron a ver las primeras señales de un acercamiento. Los hermanos del exterior comenzaron a interesarse cada vez más por la vida en la patria. Venían cada vez más a menudo a Rusia y aquí han asistido al espectáculo del efectivo renacimiento de la vida religiosa, no solo fuera de la Iglesia, sino también en su interior, con su despertar espiritual y el crecimiento de la actividad misionera y doctrinal. Y el hielo de la desconfianza comenzó a derretirse.
Además, para la Iglesia ortodoxa en el exterior fue determinante constatar la calidad actual de las relaciones entre la Iglesia ortodoxa rusa y la autoridad estatal en Rusia. En su estatuto, en efecto, estaba escrito que la Iglesia rusa en el exterior se separaba de la Iglesia del interior solo temporalmente, «hasta la desaparición en Rusia del régimen enemigo de Dios». En este sentido para los altos cargos de la Iglesia rusa en el exterior fue de fundamental importancia el primer encuentro personal con Vladimir V. Putin. Nuestros hermanos tuvieron de este modo la posibilidad de convencerse en persona de no tener delante de sí a un representante del «régimen enemigo de Dios», sino a un devoto ruso ortodoxo. Esta impresión salió reforzada aún más durante los últimos contactos. Por eso quería darle las gracias de manera especial al presidente de nuestro país el día de la firma del Acta de comunión canónica en la Catedral de Cristo Salvador.
Como es obvio, para que la unidad fuera realidad tras una división tan larga, fue necesario recorrer un largo camino. Las comisiones encargadas de sacar adelante el diálogo, que duró tres años, desarrollaron un trabajo notable para alcanzar la plena unidad de la Iglesia ortodoxa rusa, eliminando paso a paso todos los obstáculos más enmarañados. Todos, sin embargo, están convencidos, creo yo, de que el elemento decisivo fue no tanto la preparación de los documentos, que no dejan de ser importantes, como el paulatino conocimiento recíproco a través de la experiencia de la oración y de la vida cristiana. Fue el Espíritu de Dios quien nos condujo a la unidad, esto fue lo que advirtieron quienes tomaron parte en los coloquios. Y donde actúa el Espíritu Santo desaparecen las ofensas humanas pasajeras, las incomprensiones y las parcialidades que durante largos años hicieron más grande la separación. El amor y el gozo en el Señor vencen.
La Ascensión del Señor, por lo mismo, se ha convertido para nosotros en el día del triunfo del amor, del perdón, de la recuperación de los vínculos rotos, la renovación de la sucesión entre la vieja y la nueva Rusia, de las celebraciones de la unidad de los rusos, “en la patria y en la diáspora”. La Iglesia rusa se ha mostrado a toda la comunidad rusa, y a los hombres de todo el mundo, como ejemplo edificante de unión, en cuya base está Cristo, y que está testimoniada por los mártires por Cristo.
El patriarca de Moscú, Alexis II, y el metropolitano Lavr, jefe de la Iglesia ortodoxa rusa en el exterior, en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, el 17 de mayo de 2007, durante la ceremonia que puso fin a la división entre las dos Iglesias que duraba desde hacía ochenta años

El patriarca de Moscú, Alexis II, y el metropolitano Lavr, jefe de la Iglesia ortodoxa rusa en el exterior, en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, el 17 de mayo de 2007, durante la ceremonia que puso fin a la división entre las dos Iglesias que duraba desde hacía ochenta años

En la primera gran reunión interreligiosa celebrada en San Petersburgo en 2006 quisieron ustedes introducir en el documento final frases como: «Rechazamos los dos pesos y dos medidas en las relaciones internacionales», o bien: «Lo que hace que la economía sea realmente eficiente es que dé beneficios al pueblo». ¿A qué se referían ustedes en concreto? ¿Y cómo contempla y juzga su Iglesia estos últimos años, desde el 11 de septiembre de 2001, vividos por la política internacional?
ALEXIS II: La cumbre mundial de los líderes religiosos fue una manifestación del deseo unitario de los líderes religiosos de contrarrestar los intentos de usar la religión como factor de contraposición y conflicto, y también se expresó sobre muchas cuestiones problemáticas actuales. En especial, los líderes religiosos se pusieron de acuerdo unánimemente sobre el hecho de que los dos pesos y las dos medidas en las relaciones internacionales contemporáneas se han convertido en sinónimos de injusticia, ya que permite que algunos Estados juzguen arbitrariamente a los otros y dicten reglas de comportamiento que ellos mismos son los primeros en no respetar. En el mensaje de la cumbre también se identificó el criterio de eficacia de la economía, compartido por la mayoría de las realidades religiosas mundiales: la eficacia de la economía no estriba en su capacidad de producir ganancias, sino en llevar el bienestar a las personas. Si no, toda la actividad económica pierde su significado.
El documento final de la cumbre se convirtió de alguna manera en una respuesta a los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, ya que contiene el rechazo del terrorismo y el extremismo, detrás de los cuales hay una motivación pseudorreligiosa. Considero que la lucha contra el terrorismo ha de consistir en privarle del terreno en el que crece; hoy este terreno es la ignorancia religiosa, que se manifiesta en la carencia de comprensión de la tradición religiosa propia y de la moral que conlleva. El resultado es la ofensa a los sentimientos religiosos, la profanación de las cosas sagradas, la propaganda del egoísmo y del arbitrio generalizado. Todo ello en su conjunto provoca el fanatismo. Después del 11 de septiembre se emprendieron numerosas acciones de fuerza contra los terroristas, pero hay que preguntarse si al mismo tiempo ha aumentado la atención por las convicciones religiosas de las personas, y si a la hora de tomar decisiones globales se han tenido en consideración preponderante y respetuosamente las tradiciones religiosas. Estas son las preguntas que nos hacemos valorando la política mundial de los últimos años.
Al mismo tiempo, sin embargo, no podemos dejar de subrayar que una idea muy prometedora de la cumbre quedó plasmada en la propuesta, lanzada por Rusia en la 62 Asamblea General de la ONU, para que se cree en las Naciones Unidas un consejo consultor sobre la religión. Creo que esta iniciativa, si tiene éxito, podrá favorecer que se lleve a cabo un diálogo efectivo entre las distintas visiones del mundo y llevará a la aprobación de decisiones importantes para todo el planeta.
Sigamos con el tema de la preocupación de la Iglesia por la justicia social en el mundo y los desheredados: la encíclica de Pablo VI Populorum progressio tiene ya más de cuarenta años. ¿Cómo la recuerda usted? En muchas de sus partes parece que realmente ha sido escrita hoy.
ALEXIS II: Conocemos como es obvio los documentos de la Iglesia romano-católica en los que se afronta el tema de la justicia social, se habla de la lucha contra la pobreza y de los otros problemas de la sociedad contemporánea. Sobre muchos puntos estos pensamientos están en sintonía con los nuestros. Muchos comprenden que el mundo no está volviéndose más justo, y los cristianos de hoy, incluso más que hace cuarenta años, deben defender con la palabra y las acciones a quienes sufren, a los oprimidos, los pobres. La Iglesia ortodoxa rusa estudia y comparte la preciosa experiencia del servicio social de los cristianos de Occidente, tan necesaria también para nuestra actividad en este ámbito. En efecto, en los largos años de persecución por parte del poder ateo, nuestra Iglesia no pudo llevar a cabo esta obra: todas las actividades sociales que emprendía eran prohibidas por el Estado. Solo hace algunos años tuvo nuestra Iglesia la posibilidad de hacer que renaciera su rica tradición de servicio social y caritativo, y desarrollarla en formas nuevas, utilizando de manera provechosa la experiencia de otros. Entre otras cosas, los resultados de este renacimiento son impresionantes: en casi todo el espacio postsoviético la Iglesia ortodoxa se ha convertido en uno de los principales sujetos en la organización y participación en el trabajo social, es el primer defensor de los desheredados y los marginados, y ha conquistado su confianza. Lo considero una clara señal de la acción en el mundo de la gracia de Dios, que no se agota nunca y viene en ayuda de todos.
«Nuestra Iglesia comparte la convicción de que podría evitarse el conflicto global y solucionarse los conflictos locales si las naciones crecieran libremente y si todas las civilizaciones históricas pudieran influir sin restricciones en los destinos del mundo. Nuestra Iglesia desea seguir desarrollando el diálogo con los líderes religiosos iraníes». Santidad, son palabras suyas en la última sesión de diálogo entre Ortodoxia rusa e Islam, en Teherán, hace ya dos años. Podría parecer su respuesta a la tesis del conflicto de civilizaciones, pero es también algo más. ¿Puede explicárnoslo? A su modo de ver, ¿qué aportación podría hacer la gran tradición religiosa y cultural rusa al progreso del diálogo entre las civilizaciones para la construcción de un orden mundial más a medida del hombre? Y por lo que respecta al islam que vive en las tierras ortodoxas rusas, ¿cómo funciona la coexistencia hoy?
ALEXIS II: Rusia es un lugar único en el mundo, donde el islam y el cristianismo conviven pacíficamente desde hace mil años. Aquí no ha habido nunca ninguna guerra confesional, mientras que la historia de otros países de la tierra ha conocido numerosas y sangrientas guerras de religión. De ello se comprende que las gentes de Rusia han aprendido a vivir juntos, a tener respeto recíproco, a tenerse en cuenta, a no ofenderse. Hoy es más que evidente el extraordinario potencial de conciliación presente en las religiones, sobre todo en lo que atañe a las relaciones interétnicas. Estoy convencido de que los representantes de las religiones tradicionales, todos juntos pueden y deben responder al gran número de retos y problemas candentes, invitando a sus fieles a la paz y la concordia. La postura de conciliación de los jefes religiosos puede servir para evitar muchos conflictos, para impedir que los conflictos internacionales se conviertan en conflictos interreligiosos, para limitar la difusión de peligrosos movimientos pseudorreligiosos.
La Iglesia ortodoxa rusa siempre ha invitado e invita a cultivar un diálogo paritario y respetuoso entre religiones, culturas y civilizaciones a nivel nacional, regional e internacional. Es especialmente importante unir los esfuerzos para ayudar al desarrollo del derecho internacional, la participación para solucionar las situaciones conflictivas, la comprensión sin prejuicios de los distintos modelos de interacción entre religión, Estado y sociedad.
Una procesión alrededor de la Catedral de la Dormición, en el monasterio de la Santa Trinidad y de San Sergio de Radonezh, en Serguiev Posad, en la región de Moscú

Una procesión alrededor de la Catedral de la Dormición, en el monasterio de la Santa Trinidad y de San Sergio de Radonezh, en Serguiev Posad, en la región de Moscú

¿Qué ha significado para usted el reciente texto del papa Benedicto sobre el latín en la liturgia? ¿También su Iglesia ha de afrontar hoy delicadas cuestiones litúrgicas? Además, ¿ha leído usted la reciente carta del Papa a los católicos chinos? Con motivo de los ochenta años del Papa escribía usted, entre otras cosas, que «lo que hace que su posición sea convincente es que usted como teólogo no es meramente un estudioso del pensamiento teórico, sino sobre todo un cristiano sincero y profundamente devoto que habla de la abundancia de su corazón (cfr. Mt 12, 34)». ¿En qué advierte usted hoy más sintonía con el papa Benedicto?
ALEXIS II: Pienso que la cuestión de la lengua litúrgica y las relaciones entre los distintos componentes de la Iglesia romano-católica son cuestiones internas. Para nosotros, que somos una Iglesia para la cual el concepto de tradición tiene un gran significado, es bien comprensible y familiar la tendencia a dar con formas eficaces de armonización entre la experiencia multisecular y las realidades y exigencias objetivas contemporáneas. Veo en ello uno de los aspectos más válidos de la obra del actual papa de Roma Benedicto XVI.
El papa Benedicto ha afirmado que considera labor personal trabajar para terminar la aún inacabada realización del Concilio Vaticano II, sin seguir la lógica de la “ruptura” sino la de la “continuidad”. ¿Qué opinión le merece desde Moscú esta afirmación?
ALEXIS II: Sin duda alguna recibimos con favor todo intento dirigido a superar en lo posible las divisiones. Cosa distinta es lo que concierne a la naturaleza de una y otra división. Cada situación merece una atención especial y escrupulosa. Y comprender las causas ayuda a encontrar soluciones. Con todo el respeto y la salvaguardia de las diferencias, la búsqueda de lo que une, y no de lo que divide, resulta eficaz en la mayoría de los casos. Sin caer en un optimismo excesivo, quisiera decir que precisamente en ello veo una perspectiva especial para las relaciones entre ortodoxos y católicos.
Santidad, han sido publicados recientemente en Italia varios libros que tocan de nuevo el tema del llamado “misterio de Fátima”: dado que en parte este misterio tiene que ver con la fe cristiana en Rusia, ¿qué opinión le merece todo este asunto?
ALEXIS II: Digo enseguida que me resulta difícil valorar estas apariciones. Nosotros prestamos atención a todo lo que se ha dicho y se dice en Occidente sobre Rusia, y mucho más en un contexto de fe cristiana. Sin embargo, sobre este tema, es necesario destacar que muchas realidades de la vida espiritual de los cristianos occidentales forman parte solo de su propia experiencia, que presenta claras diferencias con respecto a la tradición ortodoxa. Nosotros respetamos la devoción en la Iglesia católica sobre las apariciones de Fátima, pero por nuestra parte es difícil pronunciar cualquier tipo de opinión sobre el tema. Se trata de una experiencia espiritual especial de la Iglesia católica.
Gracias, Santidad.


(Fabio Petito es docente en la Universidad de Sussex, Gran Bretaña, y en la Universidad de Nápoles “L’Orientale”)


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