«Un gran obispo, un gran teólogo»
por Stefania Falasca
El 23 del pasado mes de diciembre falleció en el
hospital de San Francisco, en Porto Alegre, el cardenal Aloísio
Lorscheider, arzobispo emérito de Aparecida. Tenía 83
años. En la solemne misa por sus exequias el cardenal Odilo Sherer,
arzobispo de São Paulo, lo recordó como «una referencia
preciosa por el servicio desarrollado en la Iglesia, admirado por su
inteligencia y santidad». «Un gran obispo, un gran
teólogo», lo definió luego, subrayando su piedad y
sencillez. Lorscheider ha sido una de las figuras históricas
más eminentes del episcopado latinoamericano. Franciscano, nacido de
padres de origen alemán, en Estrela, archidiócesis de Porto
Alegre, el 8 de octubre de 1924, fue ordenado sacerdote en 1948. Tras
licenciarse en Teología Dogmática en el Antonianum de Roma en
1952 enseñó esta disciplina en el seminario de
Divinópolis, en el Estado de Minas Gerais hasta 1958. Su consistente
producción científica llevó a los superiores de la
Orden a llamarlo a Roma como docente en el Pontificio Ateneo Antonianum. El
3 de febrero de 1962 fue nombrado obispo de Santo Ângelo y en la
diócesis brasileña se quedó durante más de once
años, dando prueba de capacidad organizativa y de compromiso
pastoral: impulsó el seminario y la misión, instauró
una viva relación con los sacerdotes y los fieles, emprendió
una constante visita a las parroquias en las que administraba personalmente
los sacramentos, incluida la confesión. Participó en el
Concilio Vaticano II. Fue nombrado arzobispo de Fortaleza en 1973, donde se
quedó durante nueve años. Fue creado cardenal por Pablo VI en
el consistorio del 24 de mayo de 1976. Desde 1995 a 2004 fue arzobispo de
Aparecida. Fue miembro de la Comisión teológica de la
Conferencia Episcopal brasileña, de la que fue posteriormente
elegido presidente, cargo en el que fue confirmado varias veces
(1971-1978). Siendo vicepresidente del Consejo Episcopal Latinoamericano,
fue su presidente en el período 1976-1979, sucediendo al arzobispo
Pironio. Fue presidente de la tercera Conferencia General del Celam en 1979
en Puebla. Participó en los dos cónclaves de 1978 que
llevaron a la elección de Juan Pablo I y de Juan Pablo II.