El corazón y la gracia en san Agustín. Distinción y correspondencia
por Vincenzo Milanesi

El simposio “El corazón y la gracia” que se celebró en el aula magna del Palacio del Bo, Padua, el 27 de noviembre de 2007; de izquierda a derecha: don Giacomo Tantardini, el cardenal Angelo Scola, Vicenzo Milanesi y Pietro Calogero
autoridades,
señores y señoras:
Me alegra de modo particular darles la bienvenida a nuestra histórica aula magna, el aula donde hace cuatrocientos años enseñaba Galileo, para este encuentro extraordinario con motivo de los diez años de los Congresos sobre la actualidad de san Agustín. Llegar a una década de actividad es una meta no común para una iniciativa nacida de los estudiantes. Espero, sin embargo, que quieran perdonarme si renuncio al tono celebrativo que el aniversario se merece para tratar de razonar con ustedes sobre la naturaleza de estas lecciones que son ya tan familiares. Son cuatro las características originales sobre las que deseo detenerme rápidamente: la aportación de los estudiantes, el enfoque interpretativo elegido por el relator, la participación de los profesores y la presencia de la ciudadanía. Los Congresos sobre la actualidad de san Agustín son ante todo un testimonio de la madurez de conjunto de los estudiantes de nuestra Universidad. No es una casualidad que desde 1998 hasta hoy los organizadores hayan sabido asociar otras organizaciones estudiantiles, colegios universitarios, asociaciones, instituciones educativas y culturales como el Instituto filosófico Aloisianum, incluso editoriales como Città Nuova o realidades diversas respecto a las universitarias en sentido propio, como la Pastoral universitaria ciudadana. Creo que esto es un síntoma positivo. En estos años, la realidad estudiantil –y la consideración puede extenderse también a las principales organizaciones estudiantiles que no participan directamente en la organización de estos Congresos– ha crecido en capacidad de diálogo, de colaboración y de aportación constructiva a la vida de la Universidad, que no está hecha sólo de lecciones y de investigación.
En segundo lugar, una de las razones, quizás la mayor, del éxito de estos cursos, se debe al enfoque interpretativo adoptado por don Giacomo Tantardini, al que saludo afectuosamente una vez más por su presencia aquí. Me explico con un cita quizá poco académica. Uno de los grandes revolucionarios de la historia de la música del siglo XX, el jazzista Charlie Parker, repetía a menudo que para tocar bien hay que aprender todo de la música y del propio instrumento y luego olvidarlo todo para poder expresar algo realmente personal. Es lo que se decía con una antigua ocurrencia, según la cual la cultura es lo que se sabe cuando se cree que se ha olvidado todo. Análogamente yo creo que estas lecciones serían impensables sin la sólida cultura, la intimidad con el texto agustiniano y el amplio conocimiento de la literatura secundaria que posee don Giacomo. Con todo, creo que don Giacomo ha sentido la necesidad, si no de olvidar, por lo menos en parte de dejar a un lado las profundizaciones específicas en favor de un enfoque lo más posible directo de la pura página de Agustín, un cara a cara que nos devuelve la voz viva de este gran clásico del pensamiento, además de doctor y padre de la Iglesia, que habla a nuestro tiempo sin necesidad de otras mediaciones. Es una decisión que varias veces hemos definido lectio, lectura más que lección, y que sería interesante repetir también en otras ocasiones y con otros autores, porque enriquece e integra, sin sustituirlo, el enfoque más analítico de las lecciones universitarias tradicionales.
Respecto a los profesores, el cardenal Scola probablemente sabe que en estos años cada congreso ha sido introducido por profesores, elegidos por los organizadores –con una intuición, para mí, acertada– entre expertos de las materias más variadas. Hemos oído confrontarse con Agustín a representantes de todas las disciplinas: estadistas, ingenieros, médicos, politólogos, juristas, psicoanalistas, además de historiadores y filósofos. Por eso hoy nos alegramos justamente de la publicación del volumen de don Giacomo Tantardini Il cuore e la grazia, que recoge los textos de tres años académicos de Congresos. Sería interesante también recordar de manera análoga todas las intervenciones de los profesores desde 1998 hasta hoy. Creo que sería un testimonio interesante del hecho de que muchos profesores de nuestra Universidad, siguiendo el ejemplo de Tantardini, se hayan dejado interrogar por la personalidad de Agustín de modo directo, sincero y a menudo sorprendente, abriendo brechas probablemente inesperadas sobre sus respectivas disciplinas.
El último aspecto sobre el que quisiera llamar su atención es la participación de la ciudad en este momento que nació en la Universidad para un público universitario. Los Congresos comenzaron en los primeros meses de 1998 como clases extraordinarias dadas por don Giacomo Tantardini dentro del curso de Historia de la Iglesia en la edad moderna y contemporánea del profesor Giuseppe Butturini, del Departamento de Historia. Poco a poco, sin embargo, las lecciones comenzaron, por así decir, a vivir con vida propia, atrayendo a varios estudiantes de otras facultades y también a oyentes externos, incluidas personalidades de la vida civil: el ejemplo más significativo desde este punto de vista es el fiscal Pietro Calogero, aquí sentado a mi lado –lo saludamos con especial simpatía y afecto–, que nos ha ido revelando los frutos de su larga relación con el pensamiento de Agustín. Son muchos los exponentes de la vida civil y eclesial, los empresarios y las personas de cultura, pero también los simples apasionados que participan constantemente en estos encuentros: es un momento importante de apertura de la Universidad hacia la ciudad. Creo que esto depende de que nuestro Ateneo acoge con mucho gusto, en nombre de la patavina libertas, el diálogo que caracteriza la cultura contemporánea. Y la voz de san Agustín, que don Giacomo nos transmite, tiene derecho de ciudadanía en este diálogo, en esta sinfonía, como demuestra la hospitalidad en esta aula magna.
Quisiera que me permitiesen la última anotación. No es frecuente asistir a la conferencia de un cardenal en el aula magna de la Universidad patavina, me alegra que suceda. Definir el concepto de laicidad es difícil y no me aventuro. Para mí laicidad no significa laicismo, sino apertura al diálogo, disponibilidad a escuchar, conciencia de la necesidad, para un hombre que quiera ser hombre, de una búsqueda que es también una continua petición de sentido, que puede y quizá debe durar toda la vida y que no sabe hasta el final cuál será la respuesta. Pues bien, si es así, entonces podemos también esta tarde decir de verdad que la Universidad de Padua es tan profundamente laica que no teme, al contrario, se alegra y se honra, escuchar al cardenal Scola, a quien recibimos con respeto y sincera cordialidad.