Las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la ANP
Se requiere tiempo y buena voluntad
por Giovanni Cubeddu
Shawqi Jabriel Armali en audiencia con Benedicto XVI, el 10 de diciembre de 2007
Las relaciones diplomáticas entre la OLP y la Santa Sede existen desde 1994, y llevaron en 2000 a la firma de un Basic Agreement (acuerdo de base) cuyo éxito político para Yasir Arafat residió sobre todo en que en el acuerdo se condenaban las decisiones unilaterales israelíes que «alteran el carácter específico y el status de Jerusalén». En el Acuerdo se reafirma la libertad religiosa de todos los ciudadanos y su igualdad frente a la ley, independientemente de la religión a que pertenezcan. Garantías que se dan también a los cristianos, por consiguiente.
El Ministerio de Exteriores israelí consideró entonces que el acuerdo era una interferencia en las negociaciones de paz israelo-palestina, pero a propósito del borrador de Constitución del futuro Estado palestino el propio patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabbah, tuvo que recordarles posteriormente a los legisladores de Ramala que no podía aceptarse sic et simpliciter la afirmación contenida en ella de que el Islam es la religión oficial de Estado. El tiempo y la buena voluntad deberán resolver el problema.
Hoy el recrudecimiento del terrorismo en Israel oscurece los deseos de la Conferencia de Annapolis, exactamente lo que no necesitan los palestinos, especialmente los que no aprueban el extremismo de ambas partes y que llevan decenios, y no por su culpa, en los campos de prófugos y ahora en la prisión al aire libre de Gaza. Una tragedia humanitaria. Y cada vez que existe extremismo los que pagan las consecuencias son los fieles sencillos, cristianos o musulmanes.
Todo esto ocupa el primer lugar en la agenda del embajador Armali. Y una comprensible y continua petición a la Secretaría de Estado vaticana de mayor legitimación política para la Autoridad Nacional Palestina.