Home > Archivo > 04 - 2008 > «La paciencia es la pequeña hija de la esperanza»
RUSIA
Sacado del n. 04 - 2008

KASPER. La relación entre la Iglesia de Roma y la Iglesia ortodoxa rusa

«La paciencia es la pequeña hija de la esperanza»


Entrevista con el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos: «La esperanza para los cristianos es el gran don pascual; por eso para los cristianos la esperanza no es ninguna utopía sino la consecuencia de la realidad de la Resurrección. En la Biblia la esperanza va siempre ligada a la paciencia. La paciencia es la pequeña hija de la esperanza»


Entrevista al cardenal Walter Kasper por Giovanni Cubeddu


El patriarca de Moscú, Alexis II, con el cardenal Walter Kasper, en la Catedral de la Asunción, Kremlin, Moscú

El patriarca de Moscú, Alexis II, con el cardenal Walter Kasper, en la Catedral de la Asunción, Kremlin, Moscú

Eminencia, ¿a qué altura estamos en el camino que une a Moscú con Roma?
WALTER KASPER: No se puede hablar de la relación actual entre el Patriarcado de Moscú y la Iglesia católica sin recordar nuestra larga historia común, porque en el fondo, aunque no exista la plena comunión, somos una única Iglesia. Compartimos los mismos sacramentos, el mismo episcopado y reconocemos también todos los sacramentos de los ortodoxos. Ya antes de la revolución, en Mogilev, Rusia, había un arzobispado y no se puede olvidar que la emperadora Catalina recibió a los jesuitas marginados por la Iglesia católica. La revolución de 1917 le causó una gran tragedia a la Iglesia, tanto a la ortodoxa como a la católica, pero nos regaló el valiente testimonio de tantos mártires. Se había confiando en que después de la caída del comunismo comenzara una nueva historia, pero la salida de las catacumbas de la Iglesia greco-católica en Ucrania, que había sufrido tanto, ha creado por desgracia nuevos malentendidos. El documento de la Pontificia Comisión “Pro Rusia” de 1992, sin embargo, aclaró que la Iglesia católica no quiere hacer proselitismo en Rusia sino sencillamente mantener el cuidado pastoral de los fieles locales en plena colaboración con el Patriarcado de Moscú. Todo ello también como consecuencia del documento de Balamand del 93, que considera justamente al uniatismo, entendido como método, un hecho del pasado, no útil ni hoy ni en el futuro para el acercamiento de las Iglesias. Algo muy importante.
Hasta ahora hemos superado muchos de los problemas que se han presentado en general, y, para discutir de cada uno de los obstáculos concretos que se van presentando hemos creado en Moscú una comisión mixta, que ha alcanzado buenos resultados. Así que mientras tanto hemos conseguido restablecer el diálogo con las Iglesias ortodoxas en su conjunto y estamos muy contentos de que la Iglesia ortodoxa rusa participe porque, según nuestra opinión, es un socio importante. Actualmente hay problemas intraortodoxos, entre Constantinopla y Moscú sobre el tema del reconocimiento de la Iglesia en Estonia, pero son cuestiones en las que preferimos no intervenir, aunque insistamos en que se encuentren compromisos que permitan seguir adelante en este diálogo tan importante para el futuro de la Iglesia ortodoxa y para la nuestra. En el mundo globalizado ya no se puede tolerar tener que asistir a polémicas entre las Iglesias. Por ello es necesario emprender –cosa que hemos comenzado a hacer– un camino de acercamiento allí donde el cisma entre Oriente y Occidente había provocado el largo proceso de alejamiento. Es fundamental que exista un diálogo teológico entre las dos Iglesias y tengo la impresión de que estamos en el buen camino. No me espero que ya mañana o pasado mañana se alcance la plena unidad entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas. Será un proceso largo, porque no es suficiente con un intercambio en las altas esferas, sino que es fundamental implicar también al pueblo, y esto lleva su tiempo.
En el coloquio con 30Días su santidad el patriarca Alexis II mencionó también un diálogo “desde abajo” que promete mucho y que hay que desarrollar.
KASPER: Desde luego, tiene que ver con la colaboración práctica en el campo de los valores éticos, de la justicia social, de los derechos humanos, de la confrontación con el laicismo y con el proceso de secularización en que está inmersa Europa. Sobre estos puntos las dos Iglesias tienen concepciones casi idénticas, y por consiguiente pueden y quieren colaborar. Los primeros pasos ya se han dado, y podremos acercarnos aún más y conocernos mejor, para poder superar algunos de los mayores obstáculos, existentes en ambos lados: los prejuicios, que se pueden superar solo gracias a encuentros personales. Por eso el Patriarcado de Moscú ha empezado con gran mérito a establecer relaciones con las Iglesias católicas locales de Milán, París, Viena y otras más. Todo ello ayuda a conocernos mejor y a apreciarnos más.
Otro paso es nuestro Comité para la colaboración con las Iglesias ortodoxas, mediante el cual concedemos becas a jóvenes curas –tras ser presentados por el patriarca o el obispo local– para que estudien en Roma o en otras universidades católicas durante algunos años y puedan conocer así nuestra Iglesia. Aquí los jóvenes aprenden una lengua occidental y, de regreso a su país, llegan a ocupar normalmente posiciones de relieve, por haber recibido una formación mejor. Este intercambio de estudiantes hay que mantenerlo sin lugar a dudas. Además nos ocupamos de la traducción de muchos textos teológicos al cirílico, y también esto ayuda a entenderse mejor.
Quisiera recordar también las hermosas amistades que ya se habían entablado en el pasado. Por ejemplo entre el patriarca de Moscú y el cardenal Etchegaray, nacida mucho antes de la caída de la Unión Soviética. Hay que añadir que las relaciones entre la KEK [Conferencia de las Iglesias Europeas, n. de la r.] y el CCEE [Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa, n. de la r.] se van consolidando cada vez más, y hoy tenemos relaciones cordiales también con el Departamento para las Relaciones Exteriores del Patriarcado ruso, regido por el metropolitano Kirill. Estos son los distintos afluentes que nosotros esperamos que un día puedan desembocar en el gran río del restablecimiento de la plena comunión entre las Iglesias.
¿Y cómo imagina usted ese momento?
KASPER: La plena unión no significa unidad uniformista. La tradición ortodoxa y la latina tienen en el fondo la misma fe pero distintas expresiones, y esta diversidad es también riqueza. Por lo tanto nadie piensa imponer el sistema latino a las Iglesias ortodoxas o viceversa. Será el Espíritu de Dios cuando quiera quien nos regale esta unidad, pero será una unidad en la pluriformidad, una pluriformidad en la unidad. Llegados a ese punto el paso siguiente será la cuestión del primado del obispo de Roma, un problema que no se puede superar de un día para otro. Se requerirán largas discusiones, ya emprendidas en nuestros encuentros en Belgrado y Ravenna, y veremos cómo termina…
No soy superficialmente optimista. Me sostiene la esperanza. Porque la unidad es para nosotros un mandamiento de Nuestro Señor, que prometió que toda oración en su nombre será oída. Por esto confiamos en la ayuda de Dios, en la ayuda del Espíritu Santo.
En relación con el diálogo con la ortodoxia, ¿cuáles son los resultados más evidentes conseguidos hasta ahora?
KASPER: Para mí, considerando las dos Iglesias, durante el siglo pasado tuvo lugar una renovación patrística en ambas partes. Nosotros conocemos mejor a los Padres latinos, mientras que los ortodoxos insisten mayormente en los Padres griegos, de los que bebe su tradición, tan rica como la nuestra. Por esto, podríamos aprender mucho de la patrología griega, así como ellos de la latina. La patrología oriental tiene una gran sensibilidad por el Misterio de Dios, mientras que la sensibilidad dría sernos útil también a nosotros. Claro que también nosotros conocemos el concepto de communio, pero en el pasado a veces nos hemos limitado a subrayar unilateralmente el aspecto del primado, fundamental para nosotros. Por otra parte, primado y koinonia, primado y colegialidad, no son contradictorios sino complementarios y mantienen cierta dialéctica entre sí. La Iglesia no es un sistema cerrado en sí mismo, sino abierto, por ello es importante la presencia en su interior de estos dos “polos”. Pienso que ya hemos aprendido mucho de su concepción de koinonia pero todavía hay mucho más que aprender. Otro aspecto ligado al que acabo de mencionar es la idea tan hermosa y viva de la eclesiología eucarística. Ya en los debates preparatorios del Concilio Vaticano II se cita a Afanasiev, considerado el padre de esta eclesiología. Durante el Concilio se sintió mucho su influencia, y esta teología, que se reforzó sobre todo después del Concilio, ahora es un punto de referencia y de encuentro entre nuestra Iglesia y la ortodoxa rusa. La eclesiología eucarística afirma que allí donde se celebra la Eucaristía está la Iglesia. No una parte de la Iglesia, sino la Iglesia de Jesucristo. Este es un punto muy importante, en el que ambas partes tienen que profundizar.
El Pantocrátor, Andrei Rublëv, 
de la Deesis de Zvenigorod, 
Galería Tret’jakov, Moscú

El Pantocrátor, Andrei Rublëv, de la Deesis de Zvenigorod, Galería Tret’jakov, Moscú

Sigue siendo central en la confrontación fraternal con la Ortodoxia el canon 34 de los Cánones apostólicos.
KASPER: El canon 34 es importantísimo porque afirma que un protos un primado, ha de actuar y decidir siempre en comunión con los otros obispos, y viceversa. Aplicar este canon a nivel universal creo que es uno de los caminos posibles para conseguir una solución a la cuestión del primado del obispo de Roma. Porque para todas las Iglesias ortodoxas está claro que el obispo de Roma es el primero de los obispos, pero hay que ponerse de acuerdo sobre qué significa concretamente ser el primero a nivel universal. Estamos solo al comienzo de esta discusión. Conseguimos cierto fundamento en el último encuentro de Ravenna, en octubre de 2007, pero el tema sigue abierto. Como he dicho, nadie piensa imponer el sistema latino a las Iglesias ortodoxas, pero esperamos que con el ejemplo de este canon quizá un día, con la ayuda del Espíritu Santo, se pueda dar con una solución que respete los elementos esenciales de las dos Iglesias.
Usted habló una vez de «realismo de la esperanza».
KASPER: La esperanza es para los cristianos el gran don pascual; por ello para los cristianos la esperanza no es ninguna utopía, sino la consecuencia de la realidad de la Resurrección. En la Biblia la esperanza va siempre ligada también a la paciencia. La paciencia es la pequeña hija de la esperanza. Pero se necesita tiempo, las cosas han de madurar. Hemos de dar con valentía los pasos posibles ya hoy, pero hemos de seguir respetando a quienes, sobre todo en la Iglesia ortodoxa rusa, mantienen sus sospechas frente al “ecumenismo”, considerado una expresión negativa. Nos es suficiente avanzar con cautela y juntos con valor, porque la situación mundial exige que mantengamos constante el deseo de que la Iglesia tenga una voz común y el deseo de permitir que todos los cristianos participen en el mismo cáliz.
¿Cómo continuar el diálogo teológico?
KASPER: Hay que partir de un concepto exacto de diálogo, que no presupone ni indiferencia y relativismo ni imposición de las posiciones propias, sino mutuo respeto por la alteridad del otro. Sobre estas bases el diálogo no es solo intercambio de ideas sino de dones; ocasión para enriquecerse respectivamente y crecer en la fe. Los dogmas, que son vinculantes para nuestras Iglesias, dejan espacio a esta concepción de diálogo, porque, en el fondo, son una doxología hacia Dios. Ante todo, para las Iglesias ortodoxas el dogma no es solo una conceptualización del Evangelio. El Evangelio es también un misterio que no se puede conceptualizar totalmente. Santo Tomás de Aquino define dogma una perceptio de la verdad divina que muestra, más allá de sí, a Dios, y va dirigida hacia Dios. El dogma reconoce que Dios es siempre más grande que nuestros conceptos: por ello cantamos el Credo durante la misa. No se puede cantar un sistema conceptual, en cambio nosotros cantamos el Credo. Lo cual significa que no se trata de un sistema conceptual, sino de una oración, de una alabanza a Dios. Una alabanza que se abre al Misterio.


Italiano English Français Deutsch Português