El Taller de Arte espiritual del Centro de Estudios e Investigaciones “Ezio Aletti”
Una realidad pequeñísima
por Paolo Mattei
Las losas de piedras de color que descansan en grandes
tarimas están protegidas por lonas de plástico transparente:
en el Taller de Arte Espiritual del Centro de Estudios e Investigaciones
“Ezio Aletti”, dirigido desde 1995 por el padre Rupnik, llueven
colores de todo el mundo. Ocupan sitio durante un tiempo a lo largo de las
paredes del pórtico de madera que rodea el patio central: amarillo y
verde de ónix afgano, rojo y blanco de travertinos griegos y turcos.
Luego, poco a poco, las losas se trasladan a los talleres donde algo
más de diez personas, con martellinas, tajadores, tenazas y alicates
en la mano, están trabajando para que estas piedras y sus colores
puedan regresar al mundo en forma de mosaico. El Taller se encuentra en
Roma, junto a la Basílica de Santa María la Mayor, cofre de
obras musivas de la tardía antigüedad y medievales.
«Este es un taller comunitario permanente», explica el padre Rupnik, «en el que un grupo de cristianos procedentes de varias naciones y de distintas Iglesias vive, reza, estudia y trabaja juntos». Aquí se acude a la memoria de la tradición iconográfica de las Iglesias de Oriente y de Occidente, se saca inspiración del primer bizantino, del prerrománico y del románico. Aquí, explica el jesuita esloveno, «se tiene bien presente la concepción contemporánea de la materia y del color como lenguaje autónomo… No hay yuxtaposición entre antiguo y moderno: más bien diría que lo antiguo y lo moderno están fundidos en un lenguaje nuevo».
Se trabaja en el silencio de la luz que penetra en las grandes salas por las puertas abiertas que dan al patio. El intento del padre Rupnik es privilegiar el encuentro con las personas más que los grandes proyectos, o los sermones, o las lecciones sobre el arte: «Encuentro gran soledad en los artistas y un gran empacho de la Iglesia a la hora de acercarse a ellos. Se quedan encerrados en sus estudios, hacen exposiciones muy autorreferenciales en las que no participa casi nadie. Muchos tienen realmente miedo de la Iglesia. Esto es tristísimo, porque significa que es como si no saliera a flote el rostro maternal y paternal, amigo y fraternal de la Iglesia».
Por lo demás, el Taller es una porción del Centro Aletti –fundado en 1992 para apoyar la misión desarrollada por la Compañía de Jesús en el Pontificio Instituto Oriental–, que promueve el encuentro entre cristianos de distinta procedencia social y cultural. El objetivo principal del Centro –que posee también una editorial, la Lipa– es «la convivencia de ortodoxos, católicos de rito oriental y latino en la óptica del crecimiento de cada cual en su propia Iglesia, en la caridad del único Cristo»: el Taller se plantea el mismo objetivo en el mundo del arte. «Nosotros somos una realidad pequeñísima», dice el padre Rupnik. Pero los mosaicos que pueblan las capillas e iglesias de todo el mundo, creados por él y por sus amigos, cuentan silenciosamente que una realidad pequeñísima puede ofrecer un gran testimonio de la belleza cristiana.
«Este es un taller comunitario permanente», explica el padre Rupnik, «en el que un grupo de cristianos procedentes de varias naciones y de distintas Iglesias vive, reza, estudia y trabaja juntos». Aquí se acude a la memoria de la tradición iconográfica de las Iglesias de Oriente y de Occidente, se saca inspiración del primer bizantino, del prerrománico y del románico. Aquí, explica el jesuita esloveno, «se tiene bien presente la concepción contemporánea de la materia y del color como lenguaje autónomo… No hay yuxtaposición entre antiguo y moderno: más bien diría que lo antiguo y lo moderno están fundidos en un lenguaje nuevo».
Se trabaja en el silencio de la luz que penetra en las grandes salas por las puertas abiertas que dan al patio. El intento del padre Rupnik es privilegiar el encuentro con las personas más que los grandes proyectos, o los sermones, o las lecciones sobre el arte: «Encuentro gran soledad en los artistas y un gran empacho de la Iglesia a la hora de acercarse a ellos. Se quedan encerrados en sus estudios, hacen exposiciones muy autorreferenciales en las que no participa casi nadie. Muchos tienen realmente miedo de la Iglesia. Esto es tristísimo, porque significa que es como si no saliera a flote el rostro maternal y paternal, amigo y fraternal de la Iglesia».
Por lo demás, el Taller es una porción del Centro Aletti –fundado en 1992 para apoyar la misión desarrollada por la Compañía de Jesús en el Pontificio Instituto Oriental–, que promueve el encuentro entre cristianos de distinta procedencia social y cultural. El objetivo principal del Centro –que posee también una editorial, la Lipa– es «la convivencia de ortodoxos, católicos de rito oriental y latino en la óptica del crecimiento de cada cual en su propia Iglesia, en la caridad del único Cristo»: el Taller se plantea el mismo objetivo en el mundo del arte. «Nosotros somos una realidad pequeñísima», dice el padre Rupnik. Pero los mosaicos que pueblan las capillas e iglesias de todo el mundo, creados por él y por sus amigos, cuentan silenciosamente que una realidad pequeñísima puede ofrecer un gran testimonio de la belleza cristiana.