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CONGO
Sacado del n. 05 - 2008

La guerra incivil


Pese a los acuerdos de Goma, el área de Kivu Norte sigue representando una emergencia humanitaria «porque el caos ayuda a quienes quieren depredar los recursos naturales, que son la riqueza del país». Entrevista con monseñor Melchisédech Sikuli Paluku, obispo de Butembo-Beni


Entrevista a Melchisédech Sikuli Paluku por Roberto Rotondo


«Ni guerra ni paz», «abandonado por el gobierno de Kinshasa»: así define el periódico congoleño Le Potentiel la actual situación en la región de Kivu Norte (en el noreste de la República Democrática del Congo), el área más inestable del país, donde continuamente se violan los acuerdos, firmados en Goma el pasado 23 de enero, entre el gobierno y las milicias armadas irregulares, para el alto al fuego, que en un año han provocado más muertes y refugiados que la crisis de Darfur. Y sin embargo es aquí, en la frontera con Ruanda y Uganda, donde se decide el destino del ex Zaire, el gigante de África enfermo. Aquí se decide si el proceso de pacificación, que se puso en marcha tras las históricas elecciones políticas de 2006, continúa, si el país consigue dejar atrás los horrores de una guerra que en diez años ha causado más de cinco millones de muertos, si consigue volver a apropiarse de los inmensos recursos naturales saqueados por multinacionales y países vecinos, si los refugiados vuelven a casa, si va a haber un progreso económico y social tangible. Muchos “si” y preguntas que le hemos planteado a monseñor Melchisédech Sikuli Paluki, de 56 años, desde 1998 obispo de Butembo-Beni, diócesis de la región de Kivu Norte, que se extiende por 45.000 kilómetros cuadrados, y está habitada por un millón y medio de personas, de las que el 65 por ciento son católicas. En 2006 la diócesis, que hoy está dividida en treinta y seis parroquias, ha celebrado los cien años de la primera evangelización llevada por los misioneros del Sagrado Corazón de Jesús.

Melchisédech Sikuli Paluku

Melchisédech Sikuli Paluku

Monseñor Paluku, ¿cuál es la actual situación del área de Kivu Norte?
MELCHISÉDECH SIKULI PALUKU: Hay un sentimiento de inquietud muy extendido entre la población. Los obispos hemos saludado con énfasis el resultado de la Conferencia de Goma de enero, que llevó a la firma del acta con que los grupos armados se han comprometido al alto el fuego. Pero algunos grupos de milicias no deponen las armas o no aceptan entrar en las filas del ejército regular congoleño. Todavía hay enfrentamientos, muchas veces ligados a la lucha por el control de las minas ilegales, que se cobra muchas víctimas entre la población inocente. Los campesinos abandonan las cosechas para escapar, yendo a engrosar el número de desplazados sin futuro y haciendo que escasee aún más la producción de alimentos. Todavía hoy, pese a los acuerdos de Goma, cientos de miles de personas (entre 500.000 y 800.000, según la ONU) no se fían de volver a sus pueblos para reemprender una vida normal, por miedo a sufrir nuevas violencias. A pesar de que ha comenzado un proceso de pacificación real, con las históricas elecciones políticas de 2006, las primeras elecciones realmente libres y multipartidistas tras cincuenta años desde el final de la dominación colonial, acabamos de salir de un período larguísimo de guerra, devastaciones y rebeliones, primera causa de la extrema pobreza en que vive la población y de la que es difícil reponerse. El temor es que si el gobierno no da pronto respuestas concretas a las condiciones de miseria aumentará la desconfianza, y podrán producirse nuevas rebeliones.
¿Por qué no se consigue alcanzar la paz y la seguridad en el área de Kivu?
SIKULI PALUKU: Porque el caos ayuda a quienes quieren depredar las riquezas del país. Congo ha sufrido asaltos por todas partes en estos años. El estado de rebelión continua ha sido creado y alimentado porque en una situación de debilidad del poder constituido, en una situación de anarquía, de caos generalizado, es más fácil llevarse fuera las riquezas minerales sin tener que pagar impuestos o tener que respetar contratos. Como obispos, en nuestro último documento, Cambiemos nuestros corazones, planteamos la pregunta de si el futuro de nuestro país no ha sido puesto en peligro tanto por los intereses de grupos económicos internacionales como por la actitud de algunos países vecinos con intenciones expansionistas, apoyados por potencias extranjeras.
Trágica paradoja: cuando se descubren nuevas riquezas naturales (dos minerales como el coltán y el niobio, hasta hace poco tiempo sin ningún valor y hoy minerales preciosos) las condiciones de vida de la población congoleña empeoran en vez de mejorar, porque estallan nuevas guerras por la explotación de los recursos. ¿Es solo un problema de agresión externa o los congoleños tienen también su parte de culpa?
SIKULI PALUKU: Las responsabilidades hay que buscarlas en varias partes. Muchas veces ha habido falta de voluntad por parte de nuestros políticos a la hora de perseguir el bien común antes que buscar poder y riqueza. Y la prueba más obvia es que durante decenios no ha habido elecciones democráticas. Pero también es verdad que los políticos que estaban interesados en hacer el bien común han tenido poco espacio, y han sido obstaculizados por potencias extranjeras y multinacionales. Así que yo no puedo hacer una graduatoria de culpables. Por supuesto que no puedo acusar así de lleno a la comunidad internacional, pues también ha dado una ayuda decisiva para que se celebraran las elecciones de 2006, que han reforzado y estabilizado el país. Pero la explotación por parte de pequeños y poderosos lobbies sigue y el ciudadano congoleño ve, por ejemplo, que pese a que Congo posee gran parte de los recursos hídricos de África, para tener agua sus hospitales tienen necesidad de benefactores que vengan del extranjero a excavar pozos. Y ve también que de nuestras selvas se exporta madera preciosa a todo el mundo, mientras que sus hijos, en la escuela, no tienen ni un pupitre donde estudiar. La gente está cansada de guerra y miseria y no comprende por qué no tienen ventajas por vivir en un territorio tan rico en petróleo, oro, diamantes… Existe un malestar social que crea impaciencia y desconfianza, y si el Estado no se ocupa de ejercer sus prerrogativas (seguridad, fiscalidad, administración de la cosa pública, justicia) habrá huelgas, enfrentamientos, quizá nuevas rebeliones, que pueden ser la puerta para nuevas ingerencias devastadoras.
Un soldado congoleño controla a un grupo de personas que escapan de los enfrentamientos entre el ejército regular y las milicias rebeldes en el área de Kivu Norte. Pese a los acuerdos de Goma de enero, el área no está pacificada: según la ONU, se está produciendo una lucha entre milicias por la explotación de las minas ilegales

Un soldado congoleño controla a un grupo de personas que escapan de los enfrentamientos entre el ejército regular y las milicias rebeldes en el área de Kivu Norte. Pese a los acuerdos de Goma de enero, el área no está pacificada: según la ONU, se está produciendo una lucha entre milicias por la explotación de las minas ilegales

¿Qué recuerdos y reflexiones conserva de las celebraciones de los cien años de la primera evangelización del área que comprende su diócesis?
SIKULI PALUKU: Me sorprendió que, pese a la difícil situación y nuestros límites humanos, la Iglesia esté tan viva y siga creciendo. Durante el año del centenario estuve casi todo el tiempo de viaje. Pasaba tres o cuatro días en cada una de nuestras treinta y seis parroquias, que son verdaderas misiones, colocadas en territorios de gran extensión, y algunas difícilmente accesibles. Sería urgente abrir otras diez parroquias para responder a la necesidad de vida cristiana de nuestro pueblo, y las abriríamos si tuviéramos más personal. Pero lo que más me ha asombrado, viviendo tan en contacto con la gente, es lo importante que es la fe católica para ellos. Hasta qué punto la gente, pese a las dificultades y sufrimientos, encuentra consuelo en la fe, que vive de manera muy sencilla pero también profunda. He oído decir a varias personas la frase «si después de tantos años de guerra todavía estamos aquí es solo por gracia de Dios»: me ha conmovido la pureza de corazón con que pronuncian estas palabras. Pero el e volver a prácticas religiosas de los padres que no van muy de acuerdo con la fe católica. Pero esto me preocupa menos que la confusión que, en un mundo como el nuestro totalmente carente de desarrollo, sobre todo cultural, está naciendo con la irrupción en la vida de todos los días de fragmentos de la modernidad más avanzada. Me explico: nosotros necesitamos estructuras de base: escuelas, universidades, una sanidad mejor, productividad, tenemos la necesidad de crear, en definitiva, un desarrollo progresivo e íntegro del hombre. En cambio, nos vemos bombardeados por mensajes y productos que, gracias a la globalización, llegan de zonas mucho más avanzadas que nosotros. He estado en pueblos, en medio de la selva, donde no se sabe qué comer, donde no hay ni rastro de asistencia médica, pero entre los árboles hay gigantescas antenas para la telefonía móvil. Recibimos imágenes del otro lado del mundo que promocionan modelos de riqueza y bienestar que trastocan los valores de nuestra gente. Y puede ser más fácil llamar a Italia con un teléfono satelitar que encontrar el antibiótico que te salva la vida si estás mal. Esto, especialmente entre los jóvenes, hace imposible establecer una escala de valores entre lo que es necesario inmediatamente y lo que puede esperar.
Butembo: monseñor Sikuli Paluku con el cardenal Fiorenzo Angelini, que lo consagró obispo en 1998, y sor Maurizia Biancucci, madre general de las hermanas benedictinas Reparadoras de la Santa Faz

Butembo: monseñor Sikuli Paluku con el cardenal Fiorenzo Angelini, que lo consagró obispo en 1998, y sor Maurizia Biancucci, madre general de las hermanas benedictinas Reparadoras de la Santa Faz

Y sin embargo, su diócesis, que está a dos mil kilómetros de la capital, ha conseguido crear una universidad católica que prepara a médicos, veterinarios, agrónomos…
SIKULI PALUKU: Yo siempre he sensibilizado a la gente a concienciarse de nuestras potencialidades. Podemos también nosotros aportar algo pese a tener que seguir contando con la ayuda de los demás. La Universidad de Graben fue comenzada por mi predecesor, monseñor Emmanuel Kataliko, un gran obispo. Es él quien decía: si quieres que te ayuden, comienza a trabajar sin esperar siempre con las manos tendidas, porque quien te ve actuar estará más propenso a ayudarte. Aquí el Estado está lejos, y su presencia se siente poco. Pero la Iglesia siempre ha tratado de empujar a la gente a moverse por su propio bien y lo que hoy puede verse es fruto de todo ello.
En 2008 celebra usted diez años de obispado. Fue consagrado obispo precisamente durante los dramáticos días en que estallaba la guerra civil en Congo, debido a la oleada de refugiados que llegaban de la vecina Ruanda, donde se había llevado a cabo un genocidio. ¿Qué recuerda de aquel oscuro período?
SIKULI PALUKU: Pensaba en qué habría hecho y dicho mi predecesor, Kataliko, que supo en los momentos más difíciles del país ser el portavoz de las instancias de la gente y denunciar las situaciones que no funcionaban. Estuvo claro desde un primer momento que esta guerra civil injusta había sido importada. Aquí en Congo durante siglos han convivido cuatrocientas etnias distintas. ¿Cómo era posible que de repente el odio étnico y tribal diera al traste con todo? Era evidentemente una tapadera. Gracias a Dios, de alguna manera he seguido la misma línea de mi predecesor y, en los momentos difíciles, he conseguido hacer oír la voz de la Iglesia sobre las violaciones de los derechos humanos que vivíamos cada día. Todo esto ha ayudado a despertar la atención de la comunidad internacional y ha obligado a los violentos a tenerlo en cuenta. No sé qué habría pasado si hubiera faltado la voz de la Iglesia: ha sido un gran arma, porque quienes traían la rebelión necesitaban el silencio para realizar sus planes. Yo solo traté de tener confianza antes que nada en Aquél que me ha elegido como pastor de este pueblo y espero poder seguir en esta línea, en comunión con todo el episcopado de Congo, que nunca ha flaqueado en su misión.


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