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IGLESIA ITALIANA
Sacado del n. 06/07 - 2008

ROMA. Encuentro con el nuevo cardenal vicario de Su Santidad

Puedo contar con la gracia del Señor y la oración de las monjas de clausura


El cardenal Agostino Vallini, nombrado por Benedicto XVI vicario general para la diócesis de Roma, habla de su relación con la Ciudad Eterna: la escuela, los estudios en la Lateranense, la época del Concilio, la experiencia como obispo y en la Curia. Entrevista


Entrevista al cardenal Agostino Vallini por Gianni Cardinale


El 27 de junio Benedicto XVI nombró al cardenal Agostino Vallini su vicario general para la diócesis de Roma. El purpurado, que desde 2004 era prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura apostólica, releva al cardenal Camillo Ruini, que estaba en el cargo desde enero de 1971. 30Días, que le había entrevistado con motivo del anuncio de su nombramiento cardenalicio en el número de enero/febrero de 2006, le ha hecho algunas preguntas al nuevo vicario del Papa.

El cardenal Agostino Vallini celebrando su primera misa como vicario del Papa para la diócesis de Roma el 13 de julio de 2008 en la parroquia de Santa María en Traspontina, donde se venera la Virgen del Carmen

El cardenal Agostino Vallini celebrando su primera misa como vicario del Papa para la diócesis de Roma el 13 de julio de 2008 en la parroquia de Santa María en Traspontina, donde se venera la Virgen del Carmen

Eminencia, ¿cómo ha recibido el nombramiento de cardenal vicario?
AGOSTINO VALLINI: Con trepidación y con cierto sentimiento de no estar a la altura. Pero con total confianza en la Providencia divina. Sé que puedo contar con la gracia del Señor, con la cercanía del Santo Padre y con la oración de muchos, especialmente la de los monasterios de vida contemplativa de los que silenciosa y eficazmente está repleta nuestra hermosa ciudad de Roma.
De todos modos, las voces que predecían su nombramiento ya habían empezado a circular hacía meses. ¿Cuándo se enteró usted de su “destino”?
VALLINI: Es cierto, las voces, especialmente periodísticas, empezaron ya hace algún tiempo. Mi nombre se daba junto al de otros. Puedo decir que supe con certeza de este nombramiento el pasado 21 de junio cuando fui recibido por el Santo Padre Benedicto XVI con motivo de una audiencia que me concedió por otro motivo, muy importante. Fui llamado, en efecto, porque el Santo Padre ha aprobado la nueva Lex propria de la Signatura apostólica, reformada a la luz del nuevo Código de Derecho Canónico, de la constitución apostólica Pastor bonus y del nuevo Reglamento general de la Curia romana. Esta nueva ley, que disciplina el procedimiento del Tribunal Supremo, había sido aprobada definitivamente por la reunión plenaria de nuestro dicasterio el pasado noviembre y yo se la había entregado al Santo Padre para que, después de un atento examen, diera su aprobación para que se promulgara. Cosa que ocurrió el 21 de junio. En esta circunstancia el Papa me comunicó que había decidido nombrarme su vicario para la diócesis de Roma.
También se supo por los medios de comunicación la indiscreción de que iba usted a plantearse si aceptar o no el cargo…
VALLINI: Me dejé guiar por un criterio de fe. La preocupación por un puesto tan comprometedor existía en mí, desde luego. Porque las voces periodísticas, que normalmente me llegaban por boca de otros, también me hacían pensar a mí. Pero dentro de mí siempre he tenido una disponibilidad positiva, porque para los sacerdotes la obediencia es ante todo un hecho de fe y de corazón. Y yo soy un obispo que le ha prometido fidelidad al Papa y un cardenal que ha jurado obediencia usque ad effusionem sanguinis. Así que enseguida me dije que aceptaría la propuesta si me la hacía quien me la tenía que hacer.
Usted nació en Poli, un pequeño pueblo de la provincia de Roma, pero ya de pequeño se fue a vivir a Corchiano, luego a Caserta, y después a Nápoles, donde se hizo sacerdote en 1964. ¿Cuál fue su primer contacto con la ciudad de Roma?
VALLINI: Mi primer contacto con Roma se remonta al período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. En aquella época yo vivía en el pueblo de mi madre, Corchiano, en la provincia de Viterbo, porque mi padre, brigada de carabineros, estaba encarcelado en Alemania. Mi madre envió con grandes sacrificios a mi hermana mayor a estudiar la enseñanza media a las escuelas de Roma, con las hermanas Maestre Pie Venerini, que estaban en la via Gioachino Belli, 31. Yo entonces iba con frecuencia a verla. Me acuerdo en especial del Año Santo de 1950, cuando fuimos a Roma en peregrinación a una audiencia con Pío XII, en la plaza de San Pedro. Recuerdo que llovía mucho, pero el gozo de encontrar al Papa nos hizo superar todas las dificultades.
Su primera permanencia estable en Roma se remonta al período 1964-69. Después de ser ordenado sacerdote el arzobispo de Nápoles Alfonso Castaldo le envió a estudiar a la Pontificia Universidad Lateranense. ¿Qué recuerdos conserva de aquel período?
VALLINI: Era la época del Concilio Vaticano II. Se vivía con entusiasmo aquella atmósfera. Lo recuerdo como un momento muy hermoso y rico de mi vida. Viví el Concilio con gran pasión. Lo seguí, estudié todas sus actas. En definitiva, el Concilio Vaticano II fue el gran guía de mi sacerdocio.
En aquel período entra usted también en contacto con el grupo de laicado “Sígueme”.
VALLINI: Se trata de una realidad eclesial prometedora, aunque a decir verdad poco conocida. Entré en contacto con esta asociación de fieles porque su cofundador era profesor mío, el claretiano español Anastasio Gutiérrez, gran jurista y gran sacerdote. “Sígueme” era y sigue siendo una realidad nacida para ayudar a todos los fieles, laicos aunque también sacerdotes, a desarrollar su propia vocación. Y yo entré en ella con objeto de recibir ayuda espiritual para vivir plenamente mi vocación de sacerdote diocesano.
También en aquel período tiene usted otros maestros, además del padre Gutiérrez, como los laicos Guido Gonella y Gabrio Lombardi.
VALLINI: Lombardi enseñaba Instituciones de Derecho Romano y Gonella Filosofía del Derecho. Era un período de gran fervor eclesial y cultural y era apasionante asistir a las clases de estas dos figuras de quienes guardo un gran recuerdo, como profesores pero también como hombres y como cristianos.
Pero Gonella y Lombardi también estaban comprometidos políticamente. De usted, en cambio, se dice que es “apolítico”.
VALLINI: No es exacto. Ante todo soy un ciudadano y como tal estoy presente en la vida social y, por tanto, política, pero dándole a la política el significado que le daba ico en general?
VALLINI: Mi “guía” no podrá ser otra más que la doctrina del Concilio Vaticano II sobre las relaciones entre la Iglesia y la comunidad política. Más precisamente, el parágrafo 76 de la Constitución pastoral Gaudium et spes, donde el Concilio establece los caminos por los que han de ir esas relaciones, que son de colaboración leal, sincera y de compromiso por el bien común.
¿Existe un aspecto del bien común que para usted tiene mayor importancia?
VALLINI: Lo vemos incluso andando por la calle: hay mucha gente que sufre. En este sentido, la dimensión de la caritas –que para los cristianos no es sencillamente la limosna o la ayuda concreta, sino que es una expresión del amor de Jesús, paciente en la vida de las personas, de los hermanos que sufren– será un punto sobre el que seguiremos colaborando con las autoridades, como siempre se ha hecho en Roma, de una manera muy digna de encomio.
Pablo VI en el Concilio Vaticano II

Pablo VI en el Concilio Vaticano II

Por eso su primera visita, no oficial, como cardenal vicario la hizo a una casa-familia de la Caritas diocesana que aloja a mujeres víctimas de la “trata de blancas” para reinsertarlas socialmente…
VALLINI: La Iglesia de Roma, según la hermosa expresión de san Ignacio de Antioquía, es la que «preside la caridad». Por ello también la Iglesia de Roma y, si es posible, también la ciudad de Roma han de brillar a la hora de ayudar a los últimos de la sociedad. Así que me pareció natural visitar inmediatamente una de las tantas iniciativas de la benemérita Caritas de nuestra diócesis.
Volvamos a sus precedentes experiencias romanas. En 1971, tras dos años pasados en Nápoles, vuelve usted a Roma, llamado por el entonces monseñor Pietro Pavan, luego cardenal, para enseñar Derecho Público Eclesiástico en la Lateranense, donde se quedó hasta 1978. Fueron años tórridos, tanto política como eclesialmente.
VALLINI: En efecto, eran tiempos difíciles. Recuerdo todavía con conmoción el día del secuestro de Aldo Moro y del asesinato de los hombres de su escolta. Aquella mañana en la Lateranense yo estaba participando en un seminario de estudio sobre el “Derecho a la libertad religiosa y el artículo 7 de la Declaración de Helsinki”. Entre los ponentes estaba también el entonces monseñor Achille Silvestrini, hoy cardenal. Durante la pausa nos enteramos de la dramática noticia. Eran años con acontecimientos que hacían sufrir mucho.
Eran también los años turbulentos posteriores al Concilio.
VALLINI: Como ya dije hace algunos años en una entrevista a 30Días, en aquel período, que tampoco fue sereno a nivel eclesiástico, mi punto de referencia fue constantemente Pablo VI y su magisterio. Mi visión del Concilio era la del papa Montini, una visión, para usar la terminología utilizada por el papa Benedicto XVI en su discurso a la Curia romana del 22 de diciembre de 2005, basada en la «hermenéutica de la reforma» y no en la «de la discontinuidad y la ruptura».
En otoño de 1976 se celebró en Roma el congreso eclesial titulado “Evangelización y promoción humana”. ¿Qué recuerdos conserva?
VALLINI: Participé de buena gana. En conjunto conservo un buen recuerdo. Fue un momento de gran fervor eclesial, muy interesante. Aunque, es justo recordarlo, tuvo aspectos que con el paso del tiempo han debido ser remodelados.
Su tercera permanencia en Roma se remonta a 2004, cuando –después de haber sido auxiliar de Nápoles desde 1989 hasta 1999, año en que pasó a ser obispo de Albano–, fue nombrado prefecto de la Signatura apostólica. ¿Qué imagen tiene de la ciudad y la diócesis de Roma en estos últimos años?
VALLINI: En realidad conozco muy poco Roma, porque mi cargo me ha obligado hasta hoy a llevar una vida casi de cartujo enfrascado en el trabajo y el estudio, lo cual, de alguna manera, me ha mantenido alejado de mi propio contexto. Me dedicaré a conocer cuanto antes la realidad de la diócesis. Ya he comenzado con la inestimable ayuda del vicegerente, de los obispos auxiliares y los colaboradores de las oficinas del Vicariato.
Su primera visita a una parroquia romana tuvo lugar el 13 de julio en la iglesia de Santa María en Traspontina. ¿Por qué precisamente allí?
VALLINI: Porque en aquella parroquia se celebran los tradicionales festejos en honor de la Virgen del Carmen, que la Iglesia recuerda cada 16 de julio. Fue una ocasión providencial para poner mi nueva misión bajo la protección amorosa de la Virgen María.
¿Hay alguna figura del clero romano en el que se inspira especialmente?
VALLINI: Poseo un recuerdo muy bonito de monseñor Roberto Masi, rector del Colegio San Apolinar, en el que me alojé cuando vine a Roma en 1964. Era un teólogo, pero sobre todo un gran sacerdote, que nos guiaba con el testimonio de su vida antes que con sus oportunas enseñanzas.
¿Tiene proyectos para este nuevo cargo?
VALLINI: Ni tengo ni puedo tener proyectos personales. La de Roma es una diócesis especial. El obispo es el Papa y yo solo soy su vicario. Así que aceptaré la voluntad y las indicaciones del Santo Padre y, junto al vicegerente, los obispos auxiliares, los párrocos y todos los agentes pastorales, trataré de contribuir a que se puedan realizar. Con la esperanza de que Jesús, el Señor, sea cada vez más conocido y amado por los romanos. Por todo ello, en mi primer mensaje a la diócesis, cité las palabras de Benedicto XVI en la reciente Asamblea eclesial diocesana, cuando hablaba de la «emergencia educativa» y trazaba los objetivos para el próximo año pastoral en la óptica de la esperanza teologal, que Charles Péguy define con una hermosa imagen como la «virtud niña».
Eminencia, una pregunta personal. Come ya ha dicho usted, es hijo de un carabinero. ¿Qué recuerda de su padre y qué influencias ha tenido sobre usted?
VALLINI: Fue un gran ejemplo de vida y, por lo mismo, un gran educador. Era de orígenes humildes, tenía gran sentido de la justicia y por eso, como se suele decir, para él todo el mundo era igual; pero tenía un gran corazón y fue una persona que dedicó muchos años de su vida, después del servicio, a ayudar a los pobres de Nápoles, en el barrio en el que vivíamos. Debo confesar que cada vez que tengo que tomar una decisión la primera pregunta que me hago es: ¿qué haría mi padre en mi lugar? Por eso a los padres de familia que encuentro les recomiendo siempre que sean un punto de referencia humano y cristiano para sus hijos. Los niños, aunque no nos demos cuenta, miran siempre a sus padres y siguen más sus ejemplos que sus palabras. Esto vale tanto en las pequeñas como en las grandes cosas de la vida.
El cardenal Agostino Vallini en el pórtico de la Basílica de San Pablo Extramuros

El cardenal Agostino Vallini en el pórtico de la Basílica de San Pablo Extramuros

En el mismo mensaje que usted envió tras su nombramiento existe la constatación de que en la Urbe «son muchos» los que «tienen necesidad de quienes les manifiesten el misterio de Jesucristo»…
VALLINI: Es una realidad, que sin embargo no nos tiene que desanimar sino alentar a rezar más para que podamos ser capaces de enseñar, con el testimonio de la vida y el fervor apostólico, el rostro hermoso de la Esposa de Cristo. Para que la Iglesia de Roma, cada parroquia suya, pueda ser un lugar de esperanza cristiana donde todos puedan descubrir el gozo de la fe cristiana. Porque nuestra diócesis es la diócesis del Papa y por eso tiene una tarea de “ejemplaridad” que no puede desatender.
En el mismo mensaje escribe usted que para llevar a cabo una acción pastoral eficaz hoy «no son suficientes las citas tradicionales de la vida cristiana»…
VALLINI: Eso no quiere decir que haya que abandonar estas citas tradicionales, que conservan toda su validez y actualidad. Lo que pasa es que ya no son suficientes para llegar hasta todos, especialmente a quienes ya no tienen ningún contacto con la Iglesia. Además ya no es suficiente, como quizá lo era antiguamente, cuidar a quienes siguen manteniendo estos contactos, presuponiendo siempre en ellos la fe. El mundo de hoy es más difícil. Y por eso es necesario que la “buena nueva”, el Evangelio, se anuncie nuevamente y se reciba como razón de vida, capaz de dar luz y fuerza de salvación al hombre de nuestro tiempo. Es necesario que el corazón de este hombre sea alcanzado por la gracia del Señor, y que se sienta acogido por su misericordia.
Desde 1985 hasta el año pasado el cargo de vicario del papa en Roma estaba asociado al de presidente de la CEI, antes en la persona del cardenal Ugo Poletti y luego en la del cardenal Ruini. Después de un largo período, pues, será usted el primer cardenal vicario no presidente de la CEI.
VALLINI: Me encanta que sea así, porque me preocuparía mucho tener que ocuparme de una realidad aún más grande. Creo que la diócesis de Roma merece que me dedique a tiempo completo a ella sin otras preocupaciones.


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