El apóstol de los sordomudos
San Felipe Smaldone dedicó toda su vida a los sordomudos. Una misión que continúa gracias a las Hermanas salesianas de los Sagrados Corazones. En todo el mundo. Y de rodillas
por Davide Malacaria
Una orden religiosa dedicada
a la asistencia a los sordomudos, según el deseo de san Felipe
Smaldone, sacerdote napolitano que vivió en el siglo pasado
(1848-1923), cuando esta minusvalía era sinónimo de
marginación, y no solo social. Los sordomudos, a quienes a menudo se
consideraba locos, eran generalmente considerados paganos por estar
imposibilitados a recibir los rudimentos del catecismo. La vocación
de Smaldone nació por casualidad, después de asistir en la
iglesia al llanto desconsolado de un niño en brazos de su madre,
incapaz de calmarlo. Una conmoción que el Señor transforma en
caridad activa, y que pronto se propaga para abrazar una multitud de
enfermos y, en particular, a “sus” sordomudos. El amor de
Smaldone por el Señor es ardiente, tiene su corazón en la
adoración eucarística, tanto que llega a fundar la Liga
eucarística de los sacerdotes adoradores y, posteriormente, las
Damas adoradoras. Pero su nombre se asocia al nacimiento de una orden
religiosa femenina que él deseaba con fuerza: las Hermanas
salesianas de los Sagrados Corazones. «Nadie puede dar lo que no
tiene», explica sor Ines De Giorgi, vicaria general de la Orden:
«la atención a los pobres, a quien no tiene voz, no se puede
concebir sin una gran sensibilidad hacia el hermano que sufre, sin la
visión clara de una humanidad en la que el rostro de Cristo se hace
visible. El itinerario de san Smaldone es un viaje de caridad, de
inteligente premura y de confiada esperanza, que ahora prosigue gracias a
esas hermanas que él quiso crear para que siguieran su obra».
La Congregación, con sus escuelas y sus internados para sordomudos, está presente en toda Italia, pero sobre todo en el Sur, donde se ha extendido la vida y la obra de don Smaldone. Obra que todavía hoy sigue atrayendo a muchas personas, especialmente a los jóvenes, que ayudan y dan su apoyo. Recientemente ha nacido Missione Effatà (www.missioneeffata.it), una onlus que tiene por «objetivo de ofrecer a estas obras ayuda profesional y favorecer la recogida del ocho por mil», explica Giancarlo Fedele, que es su promotor.
En 1972 la Congregación comienza su primera misión en el extranjero, en Brasil. Pocas hermanas al principio, pero enseguida florecen los institutos, las vocaciones, las obras, que van a abrazar las selvas amazónicas y las ciudades más desarrolladas y problemáticas del Estado.
En 1987 las salesianas de los Sagrados Corazones llegan a África. Aquí, entre los últimos del mundo, los sordomudos, marginados y poco equipados para la supervivencia cotidiana, son los últimos de los últimos. En Ruanda nace con mucho trabajo una presencia que atraviesa, inerme, los horrores del genocidio africano más terrible. Hoy son tres las comunidades activas en el pequeño Estado africano, donde, junto a la acostumbrada asistencia a los niños sordos, se está desarrollando un itinerario posescolar, con cursos de formación, para ayudar a los chicos en su inserción en el mundo del trabajo. También en África han surgido institutos en Benin (2007) y más recientemente en Tanzania.
Aparentemente menos significativa es la presencia en Europa del Este, precisamente en Moldavia, donde las salesianas de los Sagrados Corazones colaboran con el Regina Pacis, una institución creada por el arzobispo de Lecce, monseñor Cosmo Ruppi, para ayudar a los chicos de la calle. Aquí las religiosas, explica una publicación propia, experimentan un nuevo horizonte porque, «sin vínculos de naturaleza estructural y de gestión», están llamadas a vivir la «radicalidad evangélica». Una condición en la que, añaden, «se aprende, pasito a pasito, a descubrirnos Iglesia itinerante, Iglesia pobre, Iglesia de rodillas, abierta a recibir y presentar el rostro misericordioso de Dios».
Gusta especialmente esta imagen de Iglesia de rodillas. Que hay que custodiar.
La Congregación, con sus escuelas y sus internados para sordomudos, está presente en toda Italia, pero sobre todo en el Sur, donde se ha extendido la vida y la obra de don Smaldone. Obra que todavía hoy sigue atrayendo a muchas personas, especialmente a los jóvenes, que ayudan y dan su apoyo. Recientemente ha nacido Missione Effatà (www.missioneeffata.it), una onlus que tiene por «objetivo de ofrecer a estas obras ayuda profesional y favorecer la recogida del ocho por mil», explica Giancarlo Fedele, que es su promotor.
En 1972 la Congregación comienza su primera misión en el extranjero, en Brasil. Pocas hermanas al principio, pero enseguida florecen los institutos, las vocaciones, las obras, que van a abrazar las selvas amazónicas y las ciudades más desarrolladas y problemáticas del Estado.
En 1987 las salesianas de los Sagrados Corazones llegan a África. Aquí, entre los últimos del mundo, los sordomudos, marginados y poco equipados para la supervivencia cotidiana, son los últimos de los últimos. En Ruanda nace con mucho trabajo una presencia que atraviesa, inerme, los horrores del genocidio africano más terrible. Hoy son tres las comunidades activas en el pequeño Estado africano, donde, junto a la acostumbrada asistencia a los niños sordos, se está desarrollando un itinerario posescolar, con cursos de formación, para ayudar a los chicos en su inserción en el mundo del trabajo. También en África han surgido institutos en Benin (2007) y más recientemente en Tanzania.
Aparentemente menos significativa es la presencia en Europa del Este, precisamente en Moldavia, donde las salesianas de los Sagrados Corazones colaboran con el Regina Pacis, una institución creada por el arzobispo de Lecce, monseñor Cosmo Ruppi, para ayudar a los chicos de la calle. Aquí las religiosas, explica una publicación propia, experimentan un nuevo horizonte porque, «sin vínculos de naturaleza estructural y de gestión», están llamadas a vivir la «radicalidad evangélica». Una condición en la que, añaden, «se aprende, pasito a pasito, a descubrirnos Iglesia itinerante, Iglesia pobre, Iglesia de rodillas, abierta a recibir y presentar el rostro misericordioso de Dios».
Gusta especialmente esta imagen de Iglesia de rodillas. Que hay que custodiar.