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CHINA
Sacado del n. 10 - 2003

LA OPINIÓN DEL CARDENAL GODFRIED DANNEELS

«La Iglesia no es un “celeste imperio”»


"Si se presenta como una organización espiritual centralizada que envía sus agentes por el mundo, esta imagen puede suscitar resistencia en China quizá más que en otras partes". Entrevista al primado de Bélgica, que está preparando un viaje a la República Popular China


por Gianni Valente


El cardenal Godfried Danneels

El cardenal Godfried Danneels

Para el cardenal Godfried Danneels la realidad pasada y presente de la comunidad católica china no es una tierra exótica y desconocida donde aventurarse en compañía de algún cliché consumido. El primado de Bélgica se interesa desde siempre por el caso anormal de la Iglesia china. Porque los frutos del anuncio cristiano en el ex Celeste Imperio llamaron su atención desde que era un muchacho. Y quizá también porque ahora, para él que es obispo de la “capital” de la Comunidad europea, seguir aunque sea de lejos las historias de la pequeña y atribulada Iglesia de China es una ayuda para reconocer lo que es esencial y lo que es secundario en la vida cristiana. Todo ello en medio del remolino de palabras, opiniones y proyectos sobre la situación de la Iglesia en el mundo al comienzo del tercer milenio, como los que ha expresado el prolongado debate sobre las raíces cristianas de Europa.
En su intervención en el Coloquio celebrado en Lovaina, el cardenal Danneels, partiendo de la situación de la Iglesia china, ha propuesto la imagen de Iglesia como comunión de comunidad delineada por el Concilio ecuménico Vaticano II, y ha insistido en el hecho de que el sujeto de la vida cristiana es el bautizado, y no el militante o el delegado episcopal. Durante la homilía de la misa final aludió también a la experiencia de martirio que ha marcado muchos periodos de la misión apostólica en China. «El mártir cristiano no es un héroe», repite su eminencia al comenzar la entrevista con 30Días. «El héroe pagano al morir grita su acto de rebelión. En primer plano está su valor. El mártir cristiano no protesta contra nadie. Muchos mártires chinos eran pobrecillos, con sus miedos y fragilidades, que nunca hubieran pensado en tener que sacrificar su propia vida».

Eminencia, ¿a que se debe su interés por la Iglesia en China?
GODFRIED DANNEELS: Recuerdo que cuando era un muchacho había padres de la Congregación misionera de Scheut casi en todas las parroquias. Muchos de ellos iban misioneros a China. Me llamaba la atención cuando regresaban a casa, para pasar un periodo de vacaciones, todos con la barba larga, parecían chinos. No he visto nunca misioneros que con tanta profundidad se identificasen con un mundo tan distinto del suyo. Esto, por ejemplo, no les sucedía a los muchos que entonces iban a África, y seguían siendo belgas. Cuando comenzó la persecución en China, muchos de estos misioneros fueron expulsados. Volvían a las parroquias de sus ciudades, y durante toda la vida hablaban siempre de su nostalgia y de su deseo de volver a China. Cuando fui consagrado obispo conocí al padre Jeroom Heyndrickx que es un monumento vivo de la pasión por la Iglesia china y por China. Me asombra su capacidad de comprender desde dentro la mentalidad china, tan diferente para nosotros. Hace algunos años dejé pasar un proyecto de viaje en China porque en aquel momento él no podía acompañarme. Ahora está tomando forma un nuevo proyecto de viaje que quizás pueda hacer el año que viene.
En Bélgica siempre han seguido ustedes con atención la historia delicada y difícil de la Iglesia china.
DANNEELS: Ya en 1974, cuando, con la Revolución cultural, se interrumpieron todos los contactos, el grupo católico “Pro mundi vita” y la Federación luterana mundial organizaron en Lovaina una de las primeras conferencias sobre la Iglesia china. En 1985, la primera delegación católica china que recibió el permiso de salir de China vino precisamente a Bélgica, invitada por la Fundación Verbiest, para visitar la Universidad de Lovaina. Desde entonces, hablando con algunos obispos “oficiales”, reconocidos por el gobierno chino, se comprendió que había que aclarar y eliminar muchos equívocos y prejuicios. En 1995 vino a Bélgica Liu Shu-xiang, entonces director de la Oficina de asuntos religiosos.
La Iglesia china sigue sufriendo dolorosas divisiones. Usted, frente a esta situación, ha usado una comparación histórica interesante.
DANNEELS: La división en la Iglesia en China recuerda lo que sucedió en Europa en la época de la Revolución francesa, ante los cambios de poder de entonces. También en ese contexto se contrapusieron en la Iglesia comunidades “oficiales” encabezadas por sacerdotes que juraban lealtad al nuevo régimen, y comunidades “no oficiales” guiadas por los que no hacían dicho juramento. Cuando al final la Santa Sede hizo el Concordato con Napoleón, tuvieron que pasar varias generaciones para ver superado el trauma de la división y la vuelta a la unidad. Por tanto, ahora podemos comprender también las reservas de mucha gente de las comunidades llamadas “no oficiales” que viven fuera de los organismos de control del gobierno. Han sufrido y para ellos es difícil hacer como que no ha pasado nada. Pero la reconciliación ha de ser nuestro principal objetivo cuando la unidad está en peligro. Esto sucede constantemente, y no sólo en China.
Durante muchos años se ha temido en la comunidad católica china una ruptura con el obispo de Roma. Aún hay algunos que siguen hablando de “dos Iglesias chinas”, una fiel al Papa y la otra al gobierno…
DANNEELS: Quien como yo sigue desde lejos la vida de la Iglesia de China, ha sentido en los últimos años un gran alivio cuando se vio que el temor de un presunto cisma de una parte de la Iglesia china no tenía motivo de ser, y que la mayor parte de los obispos reconocidos por el gobierno y nombrados inicialmente sin la autorización de Roma pidieron y obtuvieron la aprobación de la Sede Apostólica.
Monseñor Han, obispo “no oficial” de Lanzhou, con una carta difundida en Occidente durante el coloquio de Lovaina, exhortó por primera vez a los obispos y sacerdotes de las dos “áreas” a manifestar su unidad incluso en la concelebración eucarística.
DANNEELS: No conozco a este obispo del Gansu. Se intuye que es joven, entre otras cosas por el valor con el que cree en la posibilidad de reconciliación. Cuando envejecemos, el lema es: «Nada nuevo bajo el sol»… De su carta me gusta sobre todo su llamamiento a rezar por la unidad y a mendigarla en la celebración eucarística. Porque la unidad en la fe no es obra de los hombres, sino del Espíritu Santo. En Emaús los discípulos se dieron cuenta de que el Señor estaba con ellos sólo en el momento de celebrar la eucaristía. No se trata de multiplicar estructuras u organismos que “se dediquen” a la reconciliación. Solo hace falta reconocer juntos los frutos que vienen del hecho de ser bautizados. El bautismo es el cimiento de la Iglesia.
Lecciones de catecismo en la iglesia de Namtang, Pekín

Lecciones de catecismo en la iglesia de Namtang, Pekín

El obispo Han invita en su carta a eliminar algunos factores de tipo jurídico-canónico que obstaculizan el camino de la reconciliación.
DANNEELS: Tiene razón. Hay que superar las normas promulgadas hace unos años para desanimar las celebraciones eucarísticas comunes entre miembros de las comunidades reconocidas por el gobierno y de las comunidades no registradas o underground. No se trata de sancionar en bloque la legitimidad de los organismos y de las estructuras “patrióticas” con que el gobierno controla la Iglesia. Y pueden permanecer dudas sobre la sinceridad de algunos individuos en la Iglesia. Pero tales dudas no pueden justificar la prohibición de celebraciones eucarísticas comunes entre católicos chinos. Si el sacerdote celebrante confiesa su fidelidad a la fe católica y la unidad con el Santo Padre y la Iglesia universal, nadie puede permitirse poner en tela de juicio la validez y la eficacia del sacramento que administra.
También en otros casos se ve en la Iglesia esta tendencia a resolver los problemas de modo jurídico.
DANNEELS: Refleja la tentación moderna de depositar toda la confianza en las reglas, de querer que todo esté siempre garantizado por la ley. Incluso respecto a los grandes valores humanos, como el derecho a la vida. En mi opinión, cuando falta una evidencia fundamental, que antes era compartida, el intento de volverla a introducir e imponerla con la ley no funcionará jamás. Siempre se encontrarán escapatorias y tretas para superar las nuevas prescripciones. Sin darnos cuenta nos estamos transformando en un mundo de jueces y abogados.
La atormentada historia del catolicismo en China tiene también implicaciones delicadas sobre la naturaleza y la forma de la Iglesia. ¿Qué imagen de Iglesia podría contribuir a quitar gravedad a malentendidos y cuestiones pendientes en el anuncio cristiano al mundo chino?
DANNEELS: El criterio es favorecer lo que ayuda a dar testimonio de Jesucristo. Si la Iglesia se presenta como una organización espiritual centralizada que envía sus agentes por el mundo, una especie de cuartel general que todo lo decide, esta imagen puede suscitar objeciones y resistencias en China quizá más que en cualquier otra parte el mundo.
Pintura de la última cena de Jesús en la iglesia de Xi Zhi men, conocida como Xitang, Pekín

Pintura de la última cena de Jesús en la iglesia de Xi Zhi men, conocida como Xitang, Pekín

Entonces, ¿a qué se debe aspirar?
DANNEELS: En China, como en cualquier sitio, la vida cristiana puede florecer por la gracia común del bautismo. La justificación mediante el bautismo, este es el núcleo de la solución. Cristo confía a cada cristiano en virtud de su bautismo la misión de anunciar el Evangelio, en las situaciones ordinarias de su vida cotidiana. No es un “mandato” que puede conceder o no conceder el Papa o el obispo a los bautizados, como si fueran sus emisarios. Es la simple doctrina reafirmada en el Concilio Vaticano II, pero no se tiene mucho en cuenta…
En China, documentos gubernamentales incluso recientes, siguen queriendo imponer a la Iglesia local la independencia de todo vínculo jurídico con la Santa Sede y la Iglesia universal. Pero también en ámbito católico muchos sostienen las prerrogativas de las Iglesias locales y critican el centralismo. ¿Puede ofrecer este debate ideas para la situación china?
DANNEELS: La Iglesia es un cuerpo. Y este cuerpo tiene una cabeza. Necesitamos al sucesor de Pedro como centro de unidad. No podemos prescindir de él. Pero este centro no es una especie de central de donde salen todas las órdenes a las sedes periféricas. Más bien se parece al centro de un campo magnético, donde la unidad es el fruto de una fuerza de atracción, más que de imposiciones y vínculos jurídicos. En estos decenios, por ejemplo, los católicos chinos vivían su afecto por el sucesor de Pedro de una manera conmovedora, como un dato inextinguible de su fe, incluso cuando las relaciones jurídicas estaban interrumpidas.
El gobierno chino rechaza como «interferencia en las cuestiones nacionales» la práctica que reserva al Papa el nombramiento de los obispos. Una descentralización del procedimiento para los nombramientos episcopales, planteada por muchos en la Iglesia, ¿podría sugerir soluciones elásticas para superar las dificultades chinas?
DANNEELS: Los dominicos conservan desde la Edad Media cierto criterio democrático en la elección de su superior. Quizá esto sería posible también para los obispos. Claro que hay que ver cómo se puede hacer. Hay que encontrar procedimientos para garantizar que la Iglesia no sea víctima de tensiones. Evitando en lo posible que el nombramiento del obispo tenga lugar bajo presiones de grupos de interés, lobbies ideológicos o económicos. Pero de alguna manera hay que recuperar la aportación efectiva de la Iglesia local en la elección de su propio obispo. Por lo demás, al principio funcionaba así.
En su relación subrayaba usted que en lo relativo a las instituciones civiles el enfoque más adecuado y útil es el indicado en la Gaudium et spes.
DANNEELS: La vocación de cada Iglesia local es irradiar gozos y esperanzas –gaudium et spes– en la sociedad en que vive. Y el número 31 de la Gaudium et spes cita tres veces el servicio de caridad al mundo como la tarea específica de los laicos. La Iglesia no quiere ser una estructura por encima de la vida real. No se trata de competir ni mucho menos de abrir las hostilidades con la ciudad terrena, sino de contribuir a su construcción, animados por la fe en Jesús. En la concepción cristiana de la sociedad hay una fuerza de humanización que no se encuentra en otras partes, y que todos pueden apreciar como algo bueno. Pero puede ofrecerse esta contribución solamente viviendo en solidaridad y simpatía con la ciudad de los hombres. No es posible querer “humanizar” la sociedad negando o recriminando a los hombres que viven en ella, tal y como son.
¿Vale también para la complicada situación china el enfoque sugerido en la Gaudium et spes?
DANNEELS: Creo que con el tiempo el diálogo y la comunicación con las autoridades civiles favorecerá una vida más tranquila para la Iglesia también en China, donde muchos siguen con sus prejuicios y errores, como el de considerar a la Iglesia como una especie de “potencia extranjera”. Es esencial que mediante el diálogo los obispos chinos sean reconocidos no sólo como obispos de su propia diócesis, sino también como miembros de todo el Colegio episcopal presidido por el Papa. Como sucedió en 1946 cuando la constitución de una jerarquía local china reconocida por las autoridades civiles de entonces abrió un periodo de grandes esperanzas para la Iglesia de China.
En Occidente, para contrarrestar la secularización y frente al surgimiento de nuevos sujetos religiosos, varios ambientes católicos piensan que la Iglesia debe contar más a nivel político y cultural. Reivindican espacios y cuotas de liderazgo cultural en la sociedad civil. Algunos bosquejan reconquistas de hegemonía cultural…
DANNEELS: No me parece que por el momento la Iglesia de China tenga esta tentación. Claro está que en la Iglesia existe siempre esta tentación. La tentación de concebirse un poco como un… Celeste Imperio. Precisamente nosotros en Occidente, donde vemos que la fe ya no se transmite por herencia y que ya no se le garantiza de manera automática un puesto en la sociedad, deberíamos tener presente muchos ejemplos, incluso recientes, que muestran que se trata de una perspectiva estéril.
Al respecto, se habla desde hace meses de la necesidad de recordar las raíces cristianas de Europa en la futura Constitución de la Unión. ¿Qué piensa de este debate?
DANNEELS: Reconocer la importancia del cristianismo para el nacimiento y el desarrollo de Europa es una cuestión de verdad histórica. Se trata de una simple constatación, y no de un título de derecho para reivindicar posiciones de fuerza. Con todo, no haría sobre esto ninguna guerra de religión, que tiene el efecto de suscitar una reacción más fuerte en los que se oponen por motivos ideológicos. Más que pedir una cita en la introducción hay que mirar los contenidos. En el texto constitucional, los capítulos sobre la relación entre instituciones civiles e Iglesias me parece que están bien planteados. De todos modos, personalmente me interesa saber si la fe cristiana está viva en la realidad, más que reivindicar que se cite en algún artículo de la ley.



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