PÍO XII
Sacado del n. 09 - 2008

A LOS CINCUENTA AÑOS DE LA MUERTE DEL PAPA PÍO XII

Pro papa Pio


Publicamos la introducción que el secretario de Estado de Su Santidad ha escrito para el libro de sor Margherita Marchione, que recoge los estudios de la religiosa en defensa de la memoria del papa Pacelli. La obra del Pontifice para salvar a los judíos y los otros perseguidos por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial


por el cardenal Tarcisio Bertone


Pío XII

Pío XII

Desde hace más de diez años los volúmenes de sor Margherita Marchione sobre el papa Pío XII están disponibles tanto en inglés como en italiano. Este libro, La verità ti farà libero. Papa Pío XII a cinquant’anni dalla morte, reúne en un único volumen los frutos de su investigación hasta hoy.
En el pasado tuve la oportunidad de hablar de Pío XII, el sucesor número doscientos setenta y dos de san Pedro; también recientemente tuve la ocasión de expresar mi opinión sobre la controversia que rodea a este Papa del siglo veinte.
El 25 de enero de 2007 tuve el placer de presentar, en su lanzamiento en italiano, el volumen I giusti del historiador judío sir Martin Gilbert. Este autor demuestra que las acusaciones contra Pío XII durante la shoah son falsas, recordando las nobles acciones del Pontífice y de la Iglesia católica a la hora de ayudar a salvar vidas de judíos, al igual que los esfuerzos de otros socorredores. Un ejemplo entre los muchos citados en el libro es el testimonio de Emilio Viterbi, un judío refugiado en Asís, que confirma la participación de Pío XII en el socorro a judíos por parte de instituciones religiosas. Este se refirió a la acción pastoral del obispo Nicolini de Asís, «que con el amor más grande y el más grande celo siguió la voluntad filantrópica del Santo Padre».
Durante la presentación me opuse vigorosamente a los críticos que afirman que el Pontífice no prestó protección a los hebreos durante el Holocausto. Refiriéndome a la intervención de la Iglesia, afirmé: «Está claro que el papa Pacelli no era favorable al silencio sino que, por lo contrario, era de una palabra inteligente y estratégica, como demuestra el mensaje radiado de la Navidad de 1942 que puso furioso a Hitler. Las pruebas están en los archivos vaticanos… Investigaciones efectuadas por historiadores independientes confirman que el papa Pío XII dio pasos extraordinarios para salvar vidas de judíos».
También intervine sobre este tema el 17 de abril de 2007, recordando la carta circular de la Secretaría de Estado, fechada el 25 de octubre de 1943, con las iniciales de Pío XII, que daba órdenes a los institutos religiosos y a todas las instituciones católicas de salvar el mayor número posible de judíos. Esto fue noticia en Europa, pero no sorprendió a quienes habían leído uno cualquiera de los libros de sor Margherita Marchione. Ella ha entrevistado a decenas de testigos, que tuvieron conocimiento directo de ello y de otras instrucciones dadas por el Papa.
En mi discurso del 5 de junio de 2007 analicé atentamente la “Leyenda negra” y hablé del papa Pío XII como de un hombre de Dios, que con su personal santidad es un espléndido testigo del sacerdocio católico y del papado. Después de haber leído las publicaciones de Pierre Blet, de Margherita Marchione, de Andrea Tornielli y de otros innumerables autores, puedo solo repetir mi convicción de que mediante sus muchas encíclicas el papa Pío XII dictó importantes normas doctrinales, dio nuevo impulso a la actividad misionera y afirmó los derechos de la mujer en una infinidad de campos, incluidos el político y judicial.
Fue precisamente a través de una actitud prudente como Pío XII protegió a los judíos y refugiados. Además hay que recordar que muchas veces durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno fascista tomó iniciativas para asegurarse de que la Radio Vaticana «no tuviera la electricidad necesaria», para que la voz del Pontífice no pudiera ser oída; que muchas veces hubo «escasez de papel» para reproducir sus pensamientos y su incómoda enseñanza contra el nazismo y el fascismo; que en distintas ocasiones algunos “incidentes” hicieron que algunos números de L’Osservatore Romano que contenían aclaraciones, actualizaciones, notas políticas, etc., se perdieran o destruyeran.
Margherita Marchione, <I>La verità ti farà libero. Pio XII a cinquant’anni dalla morte</I>, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2008, 142 págs., 14,00 euros

Margherita Marchione, La verità ti farà libero. Pio XII a cinquant’anni dalla morte, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2008, 142 págs., 14,00 euros

A lo largo del último decenio, sor Margherita Marchione ha recogido documentos que prueban que el papa Pío XII no calló ni fue antisemita: fue prudente. Si hubiera realizado una intervención pública, habría puesto en peligro la vida de miles de judíos que, por disposición suya, habían sido escondidos, solo en Roma, en 155 conventos y monasterios. ¿Cómo no recordar, en este contexto, la carta pastoral de 1942 de los obispos holandeses, que condenaba «el inhumano e injusto trato contra los judíos desencadenado por la potencia ocupante en este país»? A causa precisamente de aquella denuncia –anota Pinchas Lapide– Holanda fue víctima del mayor número de judíos deportados, en comparación con los otros países europeos: es decir, unos 110.000, que era el 79% de su población judía total.
En este libro, Marchione nos recuerda que fue Pío XII quien autorizó incluso que se hicieran falsos certificados de bautismo para salvar la vida a los judíos, ordenando, además, la distribución de visados para que los judíos pudieran entrar en otros países y dando consignas a los superiores de conventos y monasterios para que abrieran las puertas y escondieran a judíos y otras víctimas de los nazis y fascistas. A Angelo Roncalli (el futuro papa Juan XXIII) se le pidió que distribuyera certificados, como él mismo confirmó cuando afirmó que todo ello fue hecho por órdenes del Papa. Mientras era delegado apostólico en Estambul, escribió en su diario de una audiencia con el papa Pío XII el 10 de octubre de 1941 que las declaraciones del Papa eran «prudentes».
La neutralidad de Pío XII no salvó solo a los judíos, sino también a otros prisioneros, bien consciente como era de que el destino de millones de personas dependía de una palabra suya. Robert Kempner, un abogado judío y oficial público en el tribunal de Nuremberg, escribió en 1964: «Toda postura propagandística que hubiera tomado la Iglesia contra el gobierno de Hitler no solo habría sido un paso suicida, sino que hubiera apresurado la ejecución de un número aún mayor de judíos y sacerdotes».
La historiografía acreditada en sentido científico, consideradas distintas fuentes no solo de tipo histórico, sino de manera especial documentales y testimoniales, da por seguro ahora que la acusación de presunto “silencio” de Pío XII era simplemente el fruto de especulación ideológica. Desafortunadamente se sigue repitiendo acríticamente hoy en ciertos círculos, donde existe poco sentido de la Iglesia y, para adoptar una expresión más caritativa, cierta dificultad en comprender cómo actúa.
Se pretende hacer del papa Pacelli un contra los errores de los tiempos presentes puede aplazarse, si es necesario, a otro momento menos afectado por las desgracias de los acontecimientos externos; ahora nos limitamos a algunas observaciones fundamentales… El primero de estos perniciosos errores, hoy ampliamente difundido, es el olvido de esa ley de solidaridad y caridad humanas dictada e impuesta por tener un mismo origen y por la igualdad de la naturaleza racional en todos los hombres, pertenezcan al pueblo que pertenezcan».
Jóvenes judíos escondidos por los Hermanos Maristas en la escuela San León Magno de Roma

Jóvenes judíos escondidos por los Hermanos Maristas en la escuela San León Magno de Roma

Y algo más adelante advertía: «Fuente de gravísimos males para la convivencia pacífica de los pueblos, no menos dañino para el bienestar de las naciones y la prosperidad de la gran sociedad humana, que recoge y abarca dentro de sus confines a todas las gentes, es el error contenido en esas concepciones, las cuales no dudan en desligar la autoridad civil de toda dependencia del Ente supremo, causa primera y señor absoluto tanto del hombre como de la sociedad, y de todo vínculo de ley trascendente, que deriva de Dios como de fuente primaria, y les conceden una facultad ilimitada de acción, abandonada a la ola cambiante del arbitrio o a los dictámenes de exigencias históricas contingentes y de intereses relativos… El mundo y todos los afectados por la calamidad de la guerra han de saber que el deber del amor cristiano, eje fundamental del Reino de Cristo, no es una palabra vacía, sino viva realidad. Un amplísimo campo se abre a la caridad cristiana en todas sus formas. Tenemos total confianza en que todos nuestros hijos, especialmente quienes no viven el azote de la guerra, recuerden, imitando al divino Samaritano, a todos aquellos que, siendo víctimas de la guerra, tienen derecho a la piedad y al socorro».
Para que la discusión sobre Pío XII, a los cincuenta años de su muerte, pueda llegar a un genuino entendimiento de su posición y sus acciones, no se puede prescindir de un estudio de sus escritos proféticos, relativos a la vida íntima de la Iglesia, como a la dimensión teológica, litúrgica, escriturística, disciplinaria, pastoral, canónica, espiritual, producidos en los 19 años de su pontificado. Tendrá un significado el que, después de la Sagrada Escritura, las palabras de Pío XII estén entre las más citadas por las fuentes del Concilio Ecuménico Vaticano II.
En conclusión, quisiera darles las gracias a todos aquellos que, como sor Margherita Marchione, han contribuido a que se comprenda mejor la acción apostólica y ejemplar del siervo de Dios Pío XII. Es profundamente injusto tender un velo de prejuicios sobre la obra de Pío XII durante la guerra, olvidando no solo el contexto histórico sino también la inmensa obra caritativa que promovió, abriendo las puertas de los seminarios y de los institutos religiosos, acogiendo a refugiados y perseguidos, ayudando a todos cuantos estaban necesitados. Las directivas dadas por Pío XII por radio, a través de la prensa y por los canales diplomáticos, eran claras. En aquel trágico 1942 dijo a todos: «Acción, no lamento, es el precepto del momento».


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