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CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA
Sacado del n. 10 - 2008

IGLESIA. El nuevo secretario general de la CEI

Desde Sicilia para servir


Entrevista a monseñor Mariano Crociata: «La tarea de la Iglesia es abrazar su misión y ponerse al servicio de nuestro país, con delicadeza y respeto, con claridad y convicción, para que todos tengan la posibilidad de encontrar y amar a nuestro Señor Jesucristo»


Entrevista a Mariano Crociata por Gianni Cardinale


El 20 de octubre el obispo Mariano Crociata tomó posesión de su cargo de secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI). Sucede a Giuseppe Betori, promovido a arzobispo de Florencia el 8 de septiembre. El nombramiento de Crociata –que desde julio 2007 era obispo de Noto– fue publicado por la Santa Sede el 25 de septiembre al final de los trabajos del Consejo permanente. El secretario general de la CEI, al contrario de lo que sucede normalmente en los otros episcopados del mundo, no es elegido por la asamblea de los obispos, sino que es nombrado por el Papa –que es el Primado de Italia– siguiendo la indicación de la Presidencia y tras haber escuchado la opinión del Consejo permanente. 30Días tiene la oportunidad de entrevistar a monseñor Crociata poco después de tomar posesión de su cargo en el edificio de la circunvalación Aurelia, donde tiene su sede el “cuartel general” de la CEI. El prelado siciliano, venciendo una timidez natural y cierto recato ante el círculo mediático, acepta responder a algunas preguntas.

Mariano Crociata [© Alessio Petrucci/Romano Siciliani]

Mariano Crociata [© Alessio Petrucci/Romano Siciliani]

Excelencia, ¿cómo nació su vocación al sacerdocio?
MARIANO CROCIATA: Era un chico de parroquia de finales de los años cincuenta, en Partanna, donde me crié después de que mi familia se trasladara allí desde mi pueblo natal, Castelvetrano. Una parroquia de pueblo con la vitalidad típica de aquellos años: participaba en la Acción católica y era monaguillo. El párroco tenía los ojos puestos en mí. Era un sacerdote bueno, no especialmente sobresaliente, pero que trabajaba con gran celo apostólico. Una figura típica, para la época, muy activo a la hora de acompañar los ritos y las celebraciones que caracterizaban la vida cristiana del pueblo. Entre el cuarto y quinto año de enseñanza primaria me hizo vivir una experiencia en el seminario de verano. Y luego, terminada la escuela primaria, me preguntó: «¿Por qué no vas al seminario?». Me pareció casi natural pasar de la parroquia al seminario. Después la vocación maduró poco a poco.
¿Qué recuerdos conserva del seminario menor?
CROCIATA: Se me quedó grabado un momento importante. En el curso 1968-69 el seminario de Mazara estaba lleno: algo notable, creo que había más de cien muchachos. Inmediatamente después, en el curso 1969-70, hubo una quiebra, treinta muchachos. En los últimos años éramos un grupo más reducido, más cuidado, con mayor participación por nuestra parte.
Era el influjo del 68…
CROCIATA: Sí, de todos modos el seminario mayor ya no estaba en Mazara, mejor dicho, ya no estaba en la ciudad, los seminaristas estudiaban fuera. Ahora tiene su sede en Palermo.
¿Cuáles son las figuras que le han acompañado en su camino hacia el sacerdocio?
CROCIATA: Como seminarista crecí en otra parroquia. En aquellos años ocurrió el terremoto de Belice [enero de 1968, n.d.r.] con todas las peripecias consiguientes. Mi familia vivió durante un tiempo en una barraca. Y también la parroquia tuvo que trasladarse a un local de emergencia. Me acuerdo de que todo el mundo compartió estas vicisitudes. De aquellos años recuerdo especialmente cercanos, como educadores, a los superiores del seminario.
Usted estudió en la Universidad Gregoriana como alumno del Almo Colegio Capránica…
CROCIATA: El entonces obispo de Mazara, Giuseppe Mancuso, ya había presentado otro seminarista al Capránica. Pero como yo iba bien con los estudios, y el rector se lo solicitó, me presentó también a mí. El Capránica y la Gregoriana me marcaron en el sentido de que allí maduraron mi vocación y mis intereses culturales.
Eran los años setenta, algo tumultuosos, fuera y dentro de la Iglesia…
CROCIATA: Efectivamente eran años revueltos, difíciles. Me he visto evolucionar mí mismo y el ambiente en que vivía desde aquel clima que todo lo caracterizaba, la llamada protesta, hasta una toma de conciencia del valor de la Iglesia, también como institución, y del valor de algunas ideas teológicas de fondo. Durante los años de colegio y de universidad me acompañaron y sostuvieron varias figuras significativas de educadores y colegas, con quienes compartí el camino de formación.
¿Con qué tesis se licenció en la Gregoriana?
CROCIATA: Presenté una tesis, dirigido por el profesor Peter Henrici, sobre un canónigo regular lateranense de la primera mitad del siglo XVI, natural de Gubbio, Agostino Steuco, un humanista que poseía una erudición inmensa para su época. Publicó entre otras cosas el De perenni philosophia, cuya idea básica era que existe una revelación originaria, atestiguada en los documentos más antiguos de las literaturas –era un periodo en que salía a la luz mucho de la literatura oriental antigua– que luego se perdió y de la que quedan fragmentos más o menos consistentes. En Cristo, se reconstituye íntegramente esta Revelación y es posible en la comparación ver cómo estos fragmentos de sabiduría originaria, la prisca sapientia, formaban parte de la revelación. Una visión más bien concordista, muy indulgente con las diferencias.
Usted es también conocido por sus estudios sobre el diálogo interreligioso. En Palermo fue director del Departamento de Teología de las religiones de la Pontificia Facultad teológica de Sicilia. ¿Cuándo nació su interés por esta disciplina?
CROCIATA: Más tarde. En 1984 el director de la Facultad teológica de Palermo me invitó a enseñar Teología fundamental, materia en la que había obtenido la licencia por la Gregoriana. Pero mi actividad académica ha sido paralela a mi trabajo pastoral. Primero como director de la Oficina catequística diocesana de Mazara, luego como párroco de CROCIATA: Trataba de distribuir el tiempo lo mejor que podía.
Le gustaba hacer las dos cosas …
CROCIATA: Sí. Me acuerdo que como muchacho de enseñanza media, cuando estaba en el seminario menor, se lo decía ya a mi educador. Es algo que he llevado siempre en mi corazón. Y luego las cosas han ido de tal manera que he podido desempeñar las dos actividades.
Hablábamos de su interés por la Teología de las religiones.
CROCIATA: La materia que he enseñado ha sido siempre la Teología fundamental. También he dado clases en el ciclo de especialización sobre temas de eclesiología fundamental. Hacia mediados de los años noventa comenzaba a despuntar de manera significativa la teología de las religiones; despertó mi curiosidad y volví a retomar los intereses que había sentido durante los años de la universidad, donde había asistido a las clases de Pietro Rossano. Así que di un curso en el que analizaba, entre otras cosas, el discutido volumen de Jacques Dupuis, uno de los mayores expertos en la materia, sobre la teología cristiana del pluralismo religioso.
Sin entrar en cuestiones personales, ¿cuáles son según usted los aspectos críticos de la teología de las religiones?
CROCIATA: Existe el peligro de una teología pluralista de las religiones que comporta una destitución de la Iglesia, una relativización de Jesucristo o una alteración de la configuración trinitaria. Pero las variantes son muchas. El gran reto es mantener íntegro el cuadro teológico cristiano y llegar a comprender, a captar en el horizonte teológico de la Revelación cristiana la pluralidad de las religiones como fenómeno positivo –es decir, como un fenómeno que pertenece a un designio misterioso para nosotros en el que Dios conduce a todos a la salvación– sin reducir, ni mucho menos perder, la unicidad de Cristo y su mediación salvífica. Yo también pienso que el único camino es el que señaló el Concilio Vaticano II, según el cual el misterio de la Pascua de Cristo, y por él el Espíritu del Resucitado, actúa de un modo que Dios conoce, como reafirmará Juan Pablo II, también en las demás religiones, sin que estas sean equiparables al cristianismo.
Hay quien dice que la declaración Dominus Iesus es un volver atrás respecto al Concilio Vaticano II.
CROCIATA: Estas polémicas pueden llegar a alimentar posturas de ruptura, fruto de un pluralismo radical según el cual todas las religiones son iguales. La Dominus Iesus reafirma sustancialmente lo dicho por el Vaticano II, del que da un número considerable de citas y del que reafirma y actualiza la enseñanza sobre la Revelación, sobre la unicidad de Cristo, sobre la necesidad de la Iglesia.
Usted fue vicario general en Mazara del Vallo, una diócesis con fuerte presencia musulmana. ¿Pudo experimentar sus estudios sobre el terreno?
CROCIATA: No. Es verdad que mi residencia estaba en la zona de la llamada “casba”. He vivido en medio de los inmigrantes, personas cuyo índice de religiosidad es perfectamente análogo al de muchos de nuestros fieles que van a las procesiones y bautizan a sus hijos. El nivel es muy parecido. También hay entre ellos personas cultas, pero sobre todo se trata de personas que vienen a trabajar, que luego se establecen y viven su religiosidad como pueden. Estamos fuera de la posibilidad de un diálogo verdadero. La experiencia real es compartir la vida: se trabaja, se vive y se está juntos, se colabora, se adquiere estima recíproca, se experimenta la posibilidad de una convivencia serena. El problema allí –pero vale también en otras partes– son las nuevas generaciones, que a menudo ponen en evidencia fenómenos de fuerte malestar social.
¿Ha experimentado usted la posibilidad de conversiones del islam al cristianismo?
CROCIATA: No he tenido experiencias de conversión. He conocido a alguno que se ha acercado a la Iglesia, pero hay que tener cuidado. En las grandes ciudades puede ser diferente; es posible encontrar musulmanes sinceramente interesados en el cristianismo. En Mazara, como en otros centros del territorio, en cambio el fenómeno –en realidad raro– concierne a quien ya no tiene interés en regresar a su patria, y se acerca movido por exigencias de inserción en el nuevo ambiente de vida y de trabajo.
¿Cómo evalúa el fenómeno de los matrimonios mixtos a la luz de su experiencia pastorales?
CROCIATA: Los matrimonios mixtos con musulmanes, de los que se ha ocupado un documento de los obispos italianos, hay que desaconsejarlos, porque el paso de los años conduce a menudo a volver a las condiciones culturales y a las relaciones sociales, religiosas y jurídicas de origen, con consecuencias a veces dramáticas que pueden recaer en los hijos. Por tanto, la petición ha de ser acompañada con gran prudencia. Es difícil prever la evolución. Según los mayores expertos están naciendo proyectos de formación para las nuevas generaciones de musulmanes en Italia. Porque el reto es este: seguir siendo islámicos pero integrándose en una sociedad que no es de mayoría musulmana. Esto puede asegurar una posibilidad de convivencia.
Un tema que vuelve periódicamente es el de la construcción de las mezquitas. ¿Qué opinión se ha formado usted?
CROCIATA: Aquí se pasa de un exceso a otro: del rechazo inmotivado a una visibilidad, a una intromisión que desentonan. En el equilibrio, en las relaciones entre presencias numéricamente diferentes, creo que debemos garantizar que los musulmanes presentes en nuestro país puedan cultivar su religión de manera apropiada. El problema es otro.
Benedicto XVI con Mariano Crociata 
el 30 de marzo de 2007 [© Osservatore Romano]

Benedicto XVI con Mariano Crociata el 30 de marzo de 2007 [© Osservatore Romano]

¿Cuál?
CROCIATA: Normalmente nos encontramos con líderes religiosos cuya referencia es el Estado de procedencia, no es un islam religioso que posee un estatuto propio. No existe, en efecto, un islam único y ni siquiera independiente del Estado. Así que hacer que crezca un islam que tenga una referencia italiana se convierte en una exigencia para todos. Pero es necesario, aun en esta complejidad, que se cultiven las otras religiones para que sean condición de inserción, de integración, de estabilidad y también de desarrollo religioso que prepare un diálogo, una posibilidad de convivencia en el respeto recíproco. Por otra parte, hay una cuestión, cultural y religiosa al mismo tiempo: no es posible comprender al otro sin comprenderse uno a sí mismo. Esto es igualmente válido para nosotros como para ellos. No podemos pensar que se nos reconozca por lo que somos, aquí en una Italia de mayoría católica, pretendiendo el abandono de su punto de vista. Pero también vale lo contrario.
¿En qué sentido?
CROCIATA: No podemos pretender, como hacen algunos, que se niegue todo presupuesto, todo punto de partida cultural y religioso, para abrirse al otro. Porque conocer al otro es posible si somos nosotros mismos. Como dice el documento de los obispos sicilianos acerca del discernimiento cristiano sobre el islam, es necesario «conocerse y conocer». Esto es fundamental. El respeto de la propia dignidad, de la propia libertad, de la propia historia, de la propia presencia es respeto por el otro que viene, con su identidad, con su conciencia. No hay otros caminos.
¿Qué piensa de la idea de la aceptación, aunque solo parcial, de la sharía en nuestros ordenamientos jurídicos?
CROCIATA: Sinceramente no entiendo esta hipótesis, planteada por ejemplo en Gran Bretaña. Hay horizontes, en los que nos insertamos, que no pueden ser modificados arbitraria e improvisamente. No se puede perder un horizonte cultural e histórico sin perder también toda posibilidad de comunicación y de entendimiento real. El horizonte en el que nosotros vivimos está constituido por nuestra Constitución y por la cultura italiana y europea. Aquí debemos plantearnos si algunos valores conseguidos, algunas conquistas que forman parte de la conciencia cristiana y de la evolución civil de nuestro país y de nuestro continente –como por ejemplo los derechos humanos– son de verdad irreversibles o no, en nombre de una convivencia cualquiera y sobre todo inestable y mudable.
Como experto en la materia, ¿cómo ha vivido algunos momentos particulares de este pontificado, come la lección de Ratisbona o el bautismo de Magdi Allam?
CROCIATA: Benedicto XVI ha mostrado de manera inequívoca la plenitud de verdad de nuestra fe cristiana, que ha de ser propuesta, según la reafirmada tarea de evangelización constitutiva del cristiano, en su compatibilidad con la razón, por un lado, y con el diálogo, por el otro. Los dos binomios –fe y razón, fe y diálogo– no se contraponen, al contrario se exigen recíprocamente.
Se ha hablado de su amistad con el llorado monseñor Cataldo Naro. ¿Qué recuerdos conserva de él?
CROCIATA: Poco antes de tomar posesión de este cargo participé en el segundo Congreso de estudio organizado en Caltanissetta en memoria suya, y allí se habló del papel del estudio de la historia, de la sociología en función de la tarea pastoral de la Iglesia. En una breve intervención recordé que él trabajó mucho para unir estos ámbitos de investigación en función de la misión pastoral de la Iglesia. Aldo [monseñor Cataldo, n. de la r.] era una persona con una cultura realmente extraordinaria, pero también con una capacidad de síntesis profundamente equilibrada. Nosotros mismos, sus colegas y amigos, comenzamos a comprenderlo mejor con el tiempo. Un aspecto interesante es que era un hombre con un corazón generoso, libre, y una mente abierta. Un aspecto típico de quien posee estas características es que cuando encuentra cosas buenas y significativas, personas capaces, las reconoce y las promueve. Sin ninguna estrechez ni mezquindad. Esta capacidad de captar las potencialidades y de favorecer a los demás, la experimenté de persona. Intuyó que yo podía desarrollar ciertos intereses, que podía estudiar algunas cuestiones, que tenía algo que dar. Me animó, me aconsejó. Es algo que me conmueve cuando pienso en ello. Se interesó por mi crecimiento intelectual y espiritual, también pensando en la Iglesia, como si fuera algo que le atañía. Y lo hacía con todos.
¿Se esperaba usted el nombramiento como secretario general de la CEI?
CROCIATA: No. Este año ha sido para mí, además de muy gratificante, fatigoso al emprender el ministerio episcopal en la diócesis de Noto. Fui nombrado en julio de 2007 y ordenado en octubre. Me puse enseguida a trabajar y me fui organizando poco a poco. Cuando llegó el nombramiento, no había hecho todo lo que tenía que hacer, así que me quedan cosas que arreglar.
¿Cuándo lo supo usted?
CROCIATA: Pocos días antes de la fecha en que se publicó el nombramiento. Me sorprendió totalmente. Estaba fuera de mi horizonte. Para mí era algo inimaginable.
¿Conoce bien al cardenal Angelo Bagnasco, el presidente de la CEI de quien será su más estrecho colaborador?
CROCIATA: Empiezo ahora.
¿Y la estructura de la CEI?
CROCIATA: No mucho. Comencé a conocer de modo significativo la CEI como estructura cuando era administrador diocesano en Mazara del Vallo. Luego como obispo de Noto he comenzado a tener una relación más orgánica.
Musulmanes rezando al final del Ramadán, en el Foro Umberto I de Palermo [© Agenzia Sintesi]

Musulmanes rezando al final del Ramadán, en el Foro Umberto I de Palermo [© Agenzia Sintesi]

¿Llegó de manera menos imprevista el nombramiento como obispo de Noto?
CROCIATA: Quizá sí, en el sentido de que se toma en consideración a personas con mi mismo historial. Luego, he tenido reparos y temor. Me he fiado de la confianza de los demás, del hecho de que otros han creído que podía ser un buen obispo.
¿Con qué espíritu emprende esta nueva aventura?
CROCIATA: Con las capacidades que poseo de comprender, profundizar, dedicarme. Con la ayuda de Dios estoy dispuesto a dejarme involucrar en esta aventura. Es lo que estoy haciendo en estos primeros días. Me he sentido enseguida acogido, cooperando con lo que había que hacer; dejo que me digan lo que hay que hacer.
¿Teme la visibilidad mediática que le espera?
CROCIATA: Me siento y considero como un hombre más bien esquivo. Aprendí a hablar en público poco a poco, entre la parroquia y la enseñanza, hasta hacerlo a veces incluso con pasión; pero queda siempre una cierta preocupación natural.
¿Qué piensa del clima político y cultural que se respira en Italia? ¿Lo teme?
CROCIATA: No, temerlo no. Lo que me llama un poco la atención es la confusión, cierta desorientación, la pérdida de algunas evidencias importantes. Hay como una gran agitación en el aire, pero nadie que sepa decir realmente adónde ir. Es una sensación general. Gente que se agita y hace ruido. En este contexto la tarea de la Iglesia es abrazar su misión y ponerse al servicio de nuestro país, con delicadeza y respeto, con claridad y convicción, para que todos tengan la posibilidad de encontrar y amar a nuestro Señor Jesucristo.
Si bien hasta ahora ningún presidente de la CEI había nacido más al sur de Génova, la prensa ha señalado ampliamente que usted es el primer obispo del sur que desempeña el cargo de secretario general...
CROCIATA: Ya lo he dicho en otras entrevistas: no hay que exagerar con estas consideraciones. Me doy cuenta de que un siciliano no tiene las características y la historia de quien viene, por ejemplo, de Lombardía. Con todo, mi nombramiento es la demostración, por si hiciera falta, de que la nuestra es la Iglesia de todos los italianos.


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