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EDITORIAL
Sacado del n. 11 - 2008

Scripta manent


Sentí una gran emoción cuando el Santo Padre –de visita a la embajada de Italia, en el Palacio Borromeo– me dijo que lee 30Días, mostrando su agradecimiento por el artículo que se le dedicaba. Scripta manent. Cuando monseñor Montini y Aldo Moro me pusieron al frente de la redacción de Azione Fucina, la revista quincenal de la Federación Universitaria Católica, además de la comprensible emoción sentí una gran alegría


Giulio Andreotti


Benedicto XVI visita la embajada de Italia ante la Santa Sede, Palacio Borromeo, Roma, 13 de diciembre de 2008<BR>[© Osservatore Romano]

Benedicto XVI visita la embajada de Italia ante la Santa Sede, Palacio Borromeo, Roma, 13 de diciembre de 2008
[© Osservatore Romano]

Sentí una gran emoción cuando el Santo Padre –de visita a la embajada de Italia, en el Palacio Borromeo– me dijo que lee 30Días, mostrando su agradecimiento por el artículo que se le dedicaba.
Scripta manent. Cuando monseñor Montini y Aldo Moro me pusieron al frente de la redacción de Azione Fucina, la revista quincenal de la Federación Universitaria Católica, además de la comprensible emoción sentí una gran alegría. Recuerdo la emoción creativa que sentía cada vez que redactaba la empaginación. No teníamos una gran tirada, pero para nosotros era de gran interés el estar con frecuencia en el punto de mira de Roma Fascista, el órgano de los universitarios. En un caso incluso se llegó a “suspendernos”. Por pura casualidad salimos con un editorial sobre la posibilidad de ser buenos italianos sin odiar a los enemigos el mismo día en que Mussolini dijo que había que odiar a los ingleses durante tres generaciones (por qué precisamente tres no quedaba claro). Secuestraron y cerraron nuestra revista, aunque luego se nos ablandó en cierta medida el castigo gracias al buen hacer de la Secretaría de Estado.
Algunos años después, cuando era subsecretario de la Presidencia, me llevaron el expediente de aquel caso: me sorprendió muchísimo ver que la decisión de cerrarnos la revista la había tomado –con lápiz azul– el propio Mussolini en persona.
Políticamente en la Federación Universitaria y en el Movimiento de Licenciados podíamos definirnos a-fascistas, habiendo construido un espacio autónomo respecto a la oficialidad monocolor.
Sobre el período fascista creo que es justo evitar tanto los panegíricos como las satanizaciones absolutas. Desde luego el carnet del Partido era necesario para entrar en las administraciones públicas, para conseguir el pasaporte, etc. Con una frase aguda el cardenal Pizzardo se dirigió a los jóvenes católicos definiendo la inscripción al partido como la «cartilla del pan». Más tarde, en los años críticos, llegó la verdadera cartilla del pan, con carnet de fascita o sin él.


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