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LUIGI GIUSSANI
Sacado del n. 11 - 2008

«La salvación es un gesto sencillo como una mirada»



Una selección de fragmentos sacados de libros y entrevistas


Jesús, José y María, <BR>detalle del <I>Descanso en la huída a Egipto</I>, 
Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682), Museo Pushkin, Moscú

Jesús, José y María,
detalle del Descanso en la huída a Egipto, Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682), Museo Pushkin, Moscú

«San José es la figura humana más bella que se pueda concebir y que el cristianismo haya realizado. San José era un hombre como todos los demás, tenía el pecado original como yo. […] San José vivió como todos, no ha quedado ni una palabra suya, no hay nada, nada: no puede haber una figura más pobre que ésta».

El atractivo de Jesucristo, Ediciones Encuentro, Madrid, 2000, p. 113


«Por eso, sobre todo, tenemos que desear que esta memoria se acreciente cada vez más: “Todo el que tiene esta esperanza en Él se purifica a sí mismo, como Él es puro”. Desear esto. Y el de Pedro, que es genérico, general, afecta a la persona en toda su expresión, incluso cuando su manera de comportarse parezca contradictoria. Puedes equivocarte siempre: san Pedro podía equivocarse siempre y, sin embargo, decir con verdad: “Sí, te quiero”. Hasta el punto de poder decir, como hemos comentado: “Yo no sé cómo, pero te amo”. Entonces surge la objeción: “Pero te has equivocado tantas veces, te equivocarás de nuevo”. “Yo no sé nada. Sólo sé que te quiero”. Nuestra vida tiene que situarse en este nivel, en algo tan aparentemente genérico como es, en la realidad, la relación con el Dios hecho hombre, con este hombre-Dios, mientras se le ve en la barca adentrarse en el lago de noche; mientras se le ve detenerse ante el árbol donde se había encaramado Zaqueo; mientras se le ve mirando fijamente a la mujer y decirle: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más”».

Si può (veramente?!) vivere così?, Rizzoli, Milán, 1996, p. 431; Huellas n.2, febrero 1999, pp. 46-52.


«“Sí, Señor, tú sabes que eres el objeto último de mi simpatía, de mi estima suprema”: así nace la moralidad. Y sin embargo, la expresión es genérica: “Sí, te amo”; pero es tan genérica como generadora del cambio de vida perseguido. “Quien tiene esta esperanza en Él, se purifica asimismo como Él es puro”».

«Simón, ¿me amas?», en Huellas, n. 10, noviembre 1998


«Por eso, di “Te lo ofrezco” y no te preocupes de nada más. No obstante, tu sabes qué quiere decir Te; sabes quién es el Tú que hay dentro del Te. San Pedro sabía quién era, pero el modo que tenía de percibir su amor era genérico: el modo en que afirmaba que le amaba era genérico. Hay un “genérico” que lo incluye todo como un horizonte en el que todo está implicado, pero hay otro “genérico” que supone todo lo que lleva dentro porque no lo sabe, pero lo afirma (como una madre le dice a su niño: “Jaimito, ¿me quieres?”; y él responde “Sí, mamá” y le estampa un beso en la cara)».

El atractivo de Jesucristo, cit., p. 150


«Es el de Simón. El de Simón es el aspecto más totalizante: no tiene límites. Sólo tiene un horizonte donde siempre surge, donde siempre está por surgir el sol. Y es la expresión más tierna que un hombre pueda concebir. Es la forma más fuerte en que se impone y se confiesa la necesidad que tenemos de reconocer el amor que nos alcanza. Yo os desearía que pudieseis meditar sobre esto, acordándoos de la situación en que están todas las existencias que conocéis: todas las existencias que conocéis ceden a decir “sí” exclusivamente ante la ternura que suscita una fuerza amorosa que se propone al corazón del yo. Es realmente “casi nada” la condición para empezar a entenderlo todo».

El atractivo de Jesucristo, cit., p. 133


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