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REPORTAJE SOBRE EL...
Sacado del n. 01/02 - 2009

Entrevista con el cardenal Philippe Barbarin

Las luces de Lyon


«Los habitantes de Lyon, cuando quieren confiarle a María sus penas, sus esperanzas, sus familias, suelen subir a la colina de Fourvière. También suben los musulmanes cuando nace un niño, para presentárselo a Notre-Dame»


Entrevista al cardenal Philippe Barbarin por Gianni Valente


El actual primado de las Galias nació en Rabat, Marruecos, de una familia numerosa (seis hermanas, de las que dos son monjas, y cuatro hermanos) y durante cinco años fue sacerdote fidei donum en Madagascar. Un currículum vitae ecléctico como la ciudad de los dos ríos, donde se conservan las memorias de los primeros cristianos martirizados en tierra francesa, y que sabe que se ha convertido en una metrópolis moderna y dinámica, proyectada hacia un futuro “europeo” multiétnico y plural.

El cardenal Philippe Barbarin<BR> [© Romano Siciliani]

El cardenal Philippe Barbarin
[© Romano Siciliani]

Según el cardenal de París, André Vingt-Trois, cuando Benedicto XVI fue a Francia se vio que la imagen de una Iglesia francesa que no tenía futuro no corresponde a la realidad. ¿Excesivo optimismo?
PHILIPPE BARBARIN: En efecto, creo que en aquella ocasión, el pasado mes de septiembre, se vio algo nuevo. La belleza de la santa misa celebrada en la Esplanade des Invalides, fue de una belleza reconciliadora. El cardenal Tauran me dijo: creo que después del Concilio no he visto una misa tan hermosa. Silencio, espíritu de adoración, de interioridad. También los comentaristas de la televisión se quedaron sorprendidos por el silencio. Y tampoco los tradicionalistas pudieron dejar de admirar una misa celebrada en la forma ordinaria del rito romano, en latín y en francés, con el Papa, un centenar de obispos, dos mil curas, trescientos mil fieles, donde se veía una imagen de la Iglesia de Francia; muchas familias con sus hijos, gente de la región parisina, pero también de más lejos. Gente muy joven, ferviente, pacífica. Gente que había venido no para ver al Papa, sino para rezar y participar en una misa junto al Papa. Y también el día después, en Lourdes, se volvió a reunir un pueblo cristiano.
Hablando de su diócesis, si tuviera que describir el rostro de la Iglesia de Lyon, ¿qué imagen sugeriría?
BARBARIN: Quizá lo que sucede en los días de la gran fiesta ciudadana que se llama la Fête des Lumières. El 8 de diciembre todos los lyoneses colocan luces en sus ventanas, en honor de la Inmaculada. La primera vez que fue así era el año 1852. Aquel año en la iglesia que entonces había en Fourvière se debía inaugurar una nueva estatua de María. Por la mañana una violenta tormenta había causado la anulación de la fiesta, pero luego por la tarde el tiempo se había calmado, y la gente de la ciudad, que había esperado tanto la ceremonia, espontáneamente puso las luces en sus ventanas y salió a la calle, hasta bien entrada la noche, gritando “¡Viva María!”. Ahora, ya en los días precedentes a la fiesta de la Inmaculada, toda la ciudad participa en una gran fiesta cultural y popular. En esos días en una ciudad que habitualmente cuenta con 500.000 habitantes, llegan de tres a cuatro millones de franceses. Y ya desde el 5 de diciembre las iglesias están abiertas hasta la noche, hay más de mil misioneros, que se llaman precisamente “los misioneros del 8 de diciembre”, que reciben a todos los que quieren confesarse, recibir como don el Evangelio. Hay también cursillos de catecismo, para quienes quieren comenzar el catecumenado. Y el 8 de diciembre hay una procesión que sube de la Catedral hasta la iglesia de Notre-Dame de Fourvière, donde se celebra la misa.
¿Por qué es tan importante la iglesia de Fourvière?
BARBARIN: La Basílica de Notre-Dame de Fourvière fue construida hace un siglo y medio por los lyoneses, con fondos privados, en una posición dominante. Es visible desde toda la ciudad. Está muy presente en el sentir común de los lyoneses, más de lo que puede estar el Sacré-Coeur de Montmartre, en París, que está algo aislada y la visitan sobre todo los turistas. Los habitantes de Lyon, cuando quieren confiar a María sus penas, sus esperanzas, sus familias, normalmente suben a la colina y encuentran en su corazón inmaculado la dulzura y la paz. Cuando murió el Papa, los miles de lyoneses no se dirigieron a la Catedral, sino que subieron espontáneamente a Fourvière, pidieron que se abrieran las puertas, y a medianoche se pusieron a rezar el rosario. Pero también los musulmanes suben, cuando nace un niño, para presentárselo a Notre-Dame.
Y también suben los masones y los socialistas, como el actual alcalde, por lo menos una vez al año...
BARBARIN: Es una tradición, parecida a la de otras muchas ciudades, y no solo en Francia. Pienso en la fiesta de santa Lucía, en Palermo. También los acontecimientos de los que surge son parecidos a los de otros lugares: en 1643 en el sur de Francia había peste, y Lyon se puso bajo la protección de María. Los notables hicieron voto a la Virgen de rendirle homenaje cada año si pasaba la epidemia. Desde entonces, cada año, el 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de María, un desfile municipal sube a Fourvière, el alcalde ofrece durante la misa a la Virgen como homenaje una medalla de oro de la ciudad, mientras que las parroquias donan un cirio. Luego, después de la misa, se pronuncian discursos. El del arzobispo, el del presidente de la Fundación Fourvière –que es el profesor Jean-Dominique Durand– y el del alcalde, que es siempre muy afectuoso. Recientemente ha escrito que Fourvière es un «tesoro de humanidad que queremos hacer vivir juntos». Luego el arzobispo bendice la ciudad desde la colina.
Las cosas de las que ha hablado hasta ahora se refieren a circunstancias excepcionales. Pero en la vida ordinaria, ¿cuál es la imagen de la Iglesia en Lyon?
BARBARIN: Como en muchas otras partes de Francia algunas situaciones dan la sensación, por así decir, de un muro que se derrumba. El Carmelo, los jesuitas, muchas congregaciones y comunidades religiosas que han dejado de tener vocaciones. También en la colina de Fourvière se ven muchas casas religiosas con el cartel de “se vende”... Es algo que duele. Al mismo tiempo hay cosas nuevas, nuevas comunidades. Pero sobre todo en el campo ocurre que las iglesias están vacías, los jóvenes y las familias católicas van a misa a lugares muy “protegidos”, a las nuevas comunidades, donde la liturgia es más charmante. Es una pena, se pueden llegar a crear situaciones encerradas en sí mismas.
Así que usted no ve que se esté volviendo a crear una situación parroquial en la normalidad.
BARBARIN: Hay muchas parroquias mías en Lyon que son tristes. Pero hay por lo menos diez que están muy vivas. En algunas están presentes las nuevas comunidades, en muchas otras hay sobre todo un párroco contento, y esto se ve.
Lyon es también la ciudad de san Ireneo, de santa Blandina, la joven esclava, y de los otros mártires lyoneses. Pero si se visita su Basílica, se tiene la impresión de que se ha perdido su memoria. La iglesia está cerrada, para visitarla hay que pedir que la abran.
BARBARIN: No es cierto. Blandina y los mártires de Lyon son importantes. Ireneo, además, es capital. Cuando el metropolitano Kirill, que ahora es el nuevo patriarca de Moscú, vino a Lyon, vino a la Catedral, y luego lo único que pidió hacer juntos fue una visita a la tumba de san Ireneo. Aquella visita era para él lo más importante que tenía que hacer en Lyon, más importante que las conferencias y los encuentros con los eclesiásticos de hoy. Cuando yo fui a Echmiadzin, en 2004, el catholicós Karekin II me pidió que diera allí tres conferencias sobre san Ireneo. Es un doctor ecuménico. Es un santo común a todas las Iglesias cristianas, antes de la división. Todas sienten admiración profunda, y conocen Lyon por este santo. Nosotros celebramos en la Basílica de San Ireneo las ordenaciones, como en Roma se hace en San Pedro. Este año, en la reunión de todos los curas que celebraremos el Miércoles Santo, el tema será san Pablo comentado por san Ireneo. En las cosas de nuestra Iglesia san Ireneo lo metemos siempre en medio. Es normal. Sus restos se conservan en un osario junto a los de los mártires de todos los siglos, donde se recogieron después de haber quedado dispersos durante las guerras de religión entre católicos y protestantes.
Los capuchinos lefebvrianos de Morgon me han dicho que usted, que es un obispo abierto y “ecuménico”, los ha tratado mejor que algunos otros obispos que siempre se presentan como “rigurosos”.
BARBARIN: Yo los he recibido a menudo en el arzobispado. Desde Roma les mandé a principios de febrero una postal para decirles que había ido a rezar ante la tumba de Pedro por ellos, por la unidad. La mandé a Fellay, a los capuchinos de Morgon, y a los hermanos de mi comunidad integrista en Lyon. «He rezado ante la tumba de Pedro para que respondáis a la mano que os tiende el Papa», les escribí. No sé qué está pasando por sus cabezas y sus corazones. Habrá luchas entre ellos. He hablado por teléfono con el superior de mi comunidad integrista de Lyon, que en cada misa repite mi nombre, cuando reza pro episcopo nostro Philippo. Me dijo: eminencia, estoy leyendo ahora con más atención la Gaudium et spes. Espero poder volver a la plena obediencia al Papa. Esto para decir que es un momento en el que muchos de ellos están viviendo una zozobra interior, dentro de sus conciencias.


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