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VATICANO
Sacado del n. 03 - 2009

FOCUS. La Pontificia Academia de las Ciencias

Los papas y el realismo de los científicos


«Siempre ha habido un ente científico dentro de la Santa Sede, desde los tiempos de Galileo. Pero los papas del siglo XX sintieron un interés especial por los resultados de las ciencias experimentales, porque eran el antídoto al idealismo de la filosofía». Entrevista a Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias


Entrevista a Marcelo Sánchez Sorondo por Roberto Rotondo


«Los científicos normalmente son realistas. Y es este realismo lo que les interesa a la Iglesia y a sus papas». Así resume monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, obispo, ordinario de Historia de la Filosofía, el motivo por el que desde hace más de cuatrocientos años existe en el Vaticano la Pontificia Academia de las Ciencias, una institución independiente en sus investigaciones, pero bajo la protección del papa reinante, con el objetivo de promover el progreso de las ciencias matemáticas, físicas y naturales y el estudio de sus problemas epistemológicos. Los científicos que forman parte de la Academia siempre fueron elegidos sin distinción de raza o religión, solo por méritos científicos y morales. Hoy la Academia, que tiene su sede en la Casina Pío IV de los Jardines vaticanos, reúne a unos ochenta científicos de fama mundial, entre ellos unos veinte premios Nobel, bajo la presidencia del profesor Nicola Cabibbo. Monseñor Sánchez Sorondo, de sesenta y seis años, es desde hace diez el canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias y de la pontifica Academia de las Ciencias Sociales. Lo entrevistamos con motivo de dos aniversarios que se van a celebrar en todo el mundo: el cuarto centenario de las primeras observaciones de Galileo Galilei con el telescopio y los ciento cincuenta años de la publicación del Origen de las especies de Charles Darwin.

La apertura de la sesión plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, Casina Pío IV, el 31 de octubre de 2008; en primer plano, monseñor Sánchez Sorondo [© Romano Siciliani]

La apertura de la sesión plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, Casina Pío IV, el 31 de octubre de 2008; en primer plano, monseñor Sánchez Sorondo [© Romano Siciliani]

Monseñor Sorondo, ya han pasado más de cuatro siglos desde que, en 1603, se fundara la Academia de los Linceos (de la que en 1936 surgió la Pontificia Academia de las Ciencias) con el patrocinio del papa Clemente VIII. Desde entonces los papas siempre han querido que hubiera un ente científicamente válido e independiente dentro de la Santa Sede. ¿Por qué?
MARCELO SÁNCHEZ SORONDO: Respondo citando una alabanza hecha por Nietzsche, un autor para nada sospechoso de adulador de la Iglesia, en La gaya ciencia. Escribe Nietzsche: «Los papas han comprendido que existe también la razón para comprender al hombre, no solo la razón filosófica, sino también la razón científica». Y Benedicto XVI, como ya hicieron sus antepasados, lo ha reafirmado varias veces: la naturaleza es el primer libro de Dios escrito a los hombres.
Sin embargo, los científicos, a veces, ven a la Iglesia como un obstáculo para el progreso científico.
SÁNCHEZ SORONDO: El enfrentamiento verdadero no es entre ciencia y fe católica. El verdadero problema de la época moderna, de Descartes en adelante, es entre una visión idealista, que sigue a la filosofía, y la visión científica. Para el científico, las tesis de Kant, por ejemplo, para quien el espacio y el tiempo son aprioris de la subjetividad, carecen de significado. Para el científico, la realidad del espacio y del tiempo es un hecho. Por eso los papas, sobre todo los papas de comienzos del siglo pasado, pienso en Pío XI y en Pío XII, estaban muy interesados en las ciencias experimentales: comprendían que la ciencia estaba dando origen a un nuevo realismo en su investigación de la naturaleza, que se oponía al idealismo de las filosofías subjetivas. Claro que la Iglesia siempre ha intentado integrar, moderar la posición de la ciencia, que a veces siente la tentación de creer que la única verdad es la científica.
¿De qué manera ha llevado a cabo la Iglesia esta moderación de la posición científica?
SÁNCHEZ SORONDO: Básicamente advirtiendo que los resultados de la ciencia no son toda la verdad. Está la interpretación filosófica y está además la fe, para quienes la han recibido como un don, que son algo distinto. Se trata de armonizar, no de confundir las cosas. En general los científicos comprenden esta diferencia de niveles. Si, por ejemplo, le decimos a un científico que la primera célula fecundada es un ser humano en potencia que se está desarrollando, el científico desde su punto de vista dirá que “el ser en potencia” es un concepto filosófico que experimentalmente a él no le dice nada. Sin embargo sabe que indica algo real. Lo mismo puede decirse cuando se afronta el problema de la creación, que no es solo el problema de la evolución sino también el del comienzo del ser. Los científicos están bastante abiertos a estos temas, aun reconociendo que no forman parte de su investigación. Y hoy el papa Benedicto XVI le pide al mundo científico solo que no restrinja los espacios de la razón.
Pero el científico no le reconoce el valor de ciencia a la teología ni a la filosofía...
SÁNCHEZ SORONDO: Si es por eso, ni siquiera Aristóteles llama propiamente ciencia a la filosofía ni a la teología. Pero la genialidad de los papas ha sido precisamente tener a su lado a los científicos sin subordinarlos a una visión teológica o filosófica. En la historia de la Academia nadie ha intentado nunca imponer algo a los científicos que participaban en ella.
El padre José Funes, el director del ObservatorioAstronómico Vaticano, en un artículo publicado por L’Osservatore Romano el pasado mes de noviembre, titulado Grazie, Galileo, observaba: «No hubiera existido Galileo sin la Iglesia católica, y quizá no hubiera existido una Specola Vaticana sin Galileo»...
SÁNCHEZ SORONDO: Es algo evidente. Y el hecho de que tantos científicos de fama se adhieran y trabajen con nuestra Academia lo confirma: la ciencia como tal nació aquí, nació en Italia. Nació con Galileo, en un clima y en un ambiente cristiano.
¿Ha pagado la Iglesia todas sus deudas con el caso Galileo o bien durante este centenario tiene todavía algo por lo que pedir perdón?
SÁNCHEZ SORONDO: Benedicto XVI ha citado ya varias veces a Galileo elogiándolo. La última vez fue durante la Epifanía, en un discurso hermosísimo en el que recordó que también los Magos eran astrónomos. Todos los papas han considerado siempre a Galileo un genio: aquí fuera hay una lápida, que fue colocada por Pío XII, que recuerda que Galileo fue un líder de la Academia. Y, en el fondo, es sabido que el propio papa Urbano VIII Barberini, bajo el cual se llevó a cabo el proceso contra Galileo, no firmó la condena del científico.
La Casina Pío IV, sede de la Pontificia Academia de las Ciencias, en el Vaticano [© Romano Siciliani]

La Casina Pío IV, sede de la Pontificia Academia de las Ciencias, en el Vaticano [© Romano Siciliani]

Pero el proceso se produjo...
SÁNCHEZ SORONDO: Yo creo que no hubiera existido El año 2009 será también el año de Darwin. ¿Vale también para él lo dicho sobre Galileo?
SÁNCHEZ SORONDO: Si distinguimos lo que es ciencia de lo que es ideología no habrá ni polémicas ni mea culpa. Y además también el padre del evolucionismo creía en Dios.
¿Cuáles han sido los momentos más altos en la actividad de la Academia, desde que Pío XI la fundara allá por el año 1936?
SÁNCHEZ SORONDO: Pienso que el período más fecundo fue cuando Max Planck, padre de la física cuántica, fue el líder de la Academia. Los mensajes de Pío XII contra la bomba atómica, por ejemplo, fueron inspirados por Max Planck. Y durante la guerra fría, los estudios y los documentos de la Academia sobre las nefastas consecuencias de una guerra atómica fueron, por deseo de Pío XII, presentados a los poderosos de la tierra. Este trabajo por la paz es en realidad un compromiso constante de la Academia. Pero pasemos por un momento de la física teórica a la medicina: hoy nos interrogamos sobre cuándo puede decirse que una persona está muerta y si la muerte coincide con la muerte cerebral o no. Quisiera recordar que durante el pontificado de Pío XII esta investigación conoció un impulso excepcional. Y en sus discursos a los médicos, todavía hoy de gran actualidad, Pío XII reafirma que son los médicos quienes han de investigar y decir cuál es la señal de la muerte.
¿Pero cómo va a creer un científico católico en “Dios Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra” y luego pensar que el universo y su evolución son fruto de la casualidad, de un cálculo cuántico?
SÁNCHEZ SORONDO: Planck demostró a lo largo de su vida que es posible creer en un Dios creador e investigar la naturaleza, porque son ámbitos distintos. O mejor, la física contemporánea es mucho más abierta que la física de Aristóteles y Platón o la física medieval. Porque para los antiguos el mundo, el tiempo, el movimiento, eran eternos. Tomás de Aquino afirma que nosotros sabemos por fe que el tiempo tuvo un comienzo. Esto es mucho más conciliable con una teoría como la del Big Bang, que es un comienzo físico, desde luego no metafísico, que con la concepción del universo que tenía la filosofía antigua. Nos une a la física moderna el que concordamos sobre el hecho de que hubo un inicio.
¿Y la evolución?
SÁNCHEZ SORONDO: Si la creación es el hecho en el que Dios participa el ser, en este ser está concentrado también el devenir. Dios da el ser y dando el ser da el devenir. El único punto delicado es el alma humana, porque ahí hay la necesidad, según la Iglesia, de una nueva intervención de Dios en cada ser humano. Así pues, bienvenido sea que los científicos muestren cómo ha evolucionado el universo. Nosotros solo mantenemos que el comienzo es de Dios, y que hay una nueva intervención de Dios cuando se trata del ser humano. Por lo que concierne a la casualidad: ya los antiguos hablaban de esto y la casualidad es un problema para los racionalistas, no para nosotros.
Todo parece conciliable, pero también el presidente de la Academia, el profesor Cabibbo, afirma que la Iglesia siente empacho cada vez que se produce un nuevo descubrimiento científico.
SÁNCHEZ SORONDO: Yo no veo empacho ni en los papas ni en los eclesiásticos que actúan o saben relacionarse con los científicos, porque los datos de la ciencia forman parte de la verdad. El problema es que a veces los científicos no se dan cuenta de que algunas afirmaciones suyas no son propiamente científicas sino que pertenecen más a la ideología, a la filosofía. Por ejemplo, durante un reciente convenio en Venecia, el astrofísico Stephen Hawking, ateo, aunque forma parte de nuestra Academia, dijo que no se podía demostrar la existencia de Dios. Entonces yo le pregunté: «Profesor, ¿dice usted esto como científico o basándose en una experiencia suya personal?». Él tuvo que reconocer que su afirmación no tenía nada que ver con la ciencia porque ésta no puede dar un juicio definitivo sobre una realidad que no forma parte de su naturaleza directamente. Si no se hacen todos los reparos del caso, entonces existe en general una actitud de miedo frente a la ciencia. Por eso en la Academia tratamos también de aclarar lo que concierne a los distintos ámbitos, de armonizarlos. Y afrontamos y estudiamos sin sentirnos cohibidos y sin censuras todos los problemas más complicados: el de la evolución, pero también los problemas planteados por los descubrimientos sobre el cerebro humano en los últimos cincuenta años, o el problema de las células estaminales.
Benedicto XVI con el astrofísico Stephen Hawking con motivo de la audiencia a los participantes en 
la plenaria de la Pontificia Académica de las Ciencias, el 31 de octubre de 2008 en la Sala Clementina [© Associated Press/LaPresse]

Benedicto XVI con el astrofísico Stephen Hawking con motivo de la audiencia a los participantes en la plenaria de la Pontificia Académica de las Ciencias, el 31 de octubre de 2008 en la Sala Clementina [© Associated Press/LaPresse]

¿A qué tema estará dedicado el próximo congreso?
SÁNCHEZ SORONDO: Al transgenismo en la alimentación y se celebrará en primavera. Es la cuarta vez que la Academia se reúne para afrontar este problema. Nuestros científicos llevan años afirmando que no existe ninguna contraindicación en el uso de los alimentos transgénicos pero ahora se trata de llevar a la práctica todo lo que hemos estudiado.
¿El tema de los convenios se decide autónomamente?
SÁNCHEZ SORONDO: Lo decide el Consejo directivo a propuesta de la Asamblea. A veces, excepcionalmente, lo sugiere el Papa.
¿Ayuda el que incluso el mismo Benedicto XVI fuera un académico?
SÁNCHEZ SORONDO: Ya lo creo. El papa Ratzinger se muestra muy receptivo con la Academia y sigue sus actividades. Es un gran teólogo y el encuentro celebrado en octubre con los científicos durante los días del congreso sobre la evolución del universo fue especialmente significativo.
Usted es desde hace diez años el canciller de la Academia. ¿Cómo se encuentra un filósofo trabajando con los científicos?
SÁNCHEZ SORONDO: Bien. Por lo general quieren compartir los descubrimientos que hacen. Es una categoría con la que es más fácil trabajar que con la de los filósofos, a la que yo pertenezco: son más abiertos, más comunicativos, menos egocéntricos que nosotros. Sobre todo son más realistas.


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