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LITURGIA
Sacado del n. 11 - 2003

Una pequeña e importante contrarreforma

Santidad, las Avemarías



30Días


Juan Pablo II rezando en la gruta de la Anunciación, Nazaret, el 25 de marzo de 2000

Juan Pablo II rezando en la gruta de la Anunciación, Nazaret, el 25 de marzo de 2000

Las celebraciones de los veinticinco años de pontificado de Juan Pablo II han gozado de una intensidad extraordinaria en todas partes y a todos los niveles. Como prueba de que ya se han superado definitivamente las controversias que siguieron a la unificación del Estado italiano, tuvo gran significado la participación del presidente de la República, quien estuvo presente en la solemne ceremonia de la plaza de San Pedro, habiendo además pronunciado un mensaje de felicitación la noche anterior transmitido contemporáneamente por todos los canales de televisión.
Por lo demás, cuando después de ser nombrado presidente Ciampi visitó oficialmente el Vaticano, pronunció un discurso de grandísima importancia: «Italia, cuya aportación a la edificación de la Europa del espíritu ha subrayado Su Santidad, sabe muy bien que los valores cristianos están indisolublemente entrelazados con el crecimiento de Europa, con la fundación misma de la Unión Europea y con el nuevo e importante cometido de reforzar su identidad y autoridad».
En los días pasados se han recordado los viajes, los gestos, las audiencias, los documentos, los sufrimientos, las aperturas del Papa: una serie ininterrumpida de hechos y acontecimientos extraordinariamente incisivos. También en el terreno estrictamente religioso ha aportado novedades –desde las innovaciones en las ceremonias del Año Santo al ministerio de las confesiones el Viernes Santo en la Basílica vaticana–. Pero quizá el momento culminante emotivamente se dio con motivo de la proclamación del año 2003 como año del Rosario, subrayada con la introducción de los Misterios de la luz y con la peregrinación a Pompeya el 7 de octubre, en la que el Papa rezó el Rosario junto a la muchedumbre, de la que extraordinariamente formaban parte también un grupo de presos.
Por lo demás, el Papa puso su pontificado ya desde sus comienzos bajo la protección de la Virgen, con el signo mariano en el escudo y el lema “Totus tuus”.
Santidad, dé un paso más. Vuelva a instituir las tres Avemarías al final de la misa. La reforma litúrgica, en un deseo de simplificar que puede llevar a la aridez, las abolió. Nadie tendrá que criticar al Papa del Rosario por esta pequeña, aunque importante, contrarreforma.


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