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DESPUÉS DEL CONSISTORIO
Sacado del n. 11 - 2003

VIETNAM. Encuentro con el arzobispo de Ciudad Ho Chi Minh

Elogio de la paciencia


«Lo que deseo es que la Iglesia tenga la posibilidad de contribuir al progreso del país. Para poner en práctica el diálogo, hay que encontrar factores y fórmulas compartidas para encontrarse y comprenderse». Habla el neocardenal vietnamita Jean-Baptiste Pham Minh Mân


por Gianni Valente


Juan Pablo II entrega la birreta cardenalicia a Jean-Baptiste Pham Minh Mân durante el consistorio del 21 de octubre de 2003

Juan Pablo II entrega la birreta cardenalicia a Jean-Baptiste Pham Minh Mân durante el consistorio del 21 de octubre de 2003

Si se busca en el mapa de Vietnam difícilmente se encontrará la pequeña aldea de Hoa Thanh, en el extremo sur, en la provincia de Ca Mau. En este remoto pueblo del sur nació Jean-Baptiste Pham Minh Mân, hoy arzobispo de Ciudad Ho Chi Minh, creado cardenal en el consistorio del pasado 21 de octubre, quinto vietnamita de la historia llamado a formar parte del Sagrado Colegio de la Iglesia de Roma, y primer titular de la sede de la antigua Saigón que recibe la púrpura.
Después de su formación comenzada en el seminario de Phnom Penh, en Camboya, y terminada en el seminario mayor de Saigón, y tras recibir la ordenación sacerdotal en 1965, el nuevo cardenal vietnamita ha dedicado buena parte de su vida a la formación de los seminaristas, en los años difíciles en que el régimen comunista, primero en el norte y luego también en el sur, después de la guerra, eliminó todos los seminarios, cerró las escuelas católicas y expropió los bienes de la Iglesia. Solamente en 1988 se convirtió oficialmente en el rector de uno de los ocho seminarios mayores que el gobierno había permitido volver a abrir.
El modus vivendi practicado entre la Santa Sede y el gobierno de Hanoi prevé la interferencia del poder político local en la elección de los obispos, lo que a menudo da lugar a negociaciones agotadoras. El nombramiento de Pham Minh Mân como arzobispo de Ciudad Ho Chi Minh, en marzo de 1998, fue en este sentido un acontecimiento para la Iglesia de Vietnam. Dicho nombramiento ponía fin a una larga vacatio en la archidiócesis de la antigua Saigón. Para esta sede estaba destinado el fallecido cardenal François-Xavier Nguyên Van Thuân, al que el Vaticano había nombrado arzobispo coadjutor con derecho de sucesión en 1975, cuando la capital del Vietnam del sur iba a ser conquistada por el ejército comunista norvietnamita. Pero el nombramiento de Nguyên Van Thuâ fue rechazado por el nuevo régimen, y el obispo coadjutor designado pasó trece años entre la cárcel y la residencia obligatoria, antes de ser expulsado de hecho del país, fue “llamado” a Roma y nombrado primero secretario y luego presidente del Consejo pontificio «Iustitia et Pax». Desde 1993 las autoridades del país se opusieron también a otros candidatos propuestos por la Santa Sede para la sucesión del anciano y enfermo arzobispo Nguyên Van Binh, incluido el mismo monseñor Mân. Aunque luego el gobierno cambió de idea y aprobó el nombramiento de este tímido sacerdote del profundo sur, al que le bastan pocas palabras para hacerse entender.
Una mujer vietnamita confesándose en el santuario de Nuestra Señora de La Vang, en la provincia de Quang Tri

Una mujer vietnamita confesándose en el santuario de Nuestra Señora de La Vang, en la provincia de Quang Tri


Eminencia, se suele decir que la vietnamita es una Iglesia “joven”. ¿Usted como se hizo cristiano?
JEAN BAPTISTE PHAM MINH MÂN: Nací y crecí en una familia católica. Lo que me llevó al cristianismo es el testimonio de la fe y de la caridad cristiana. Fui educado en una familia que no sólo trataba de vivir, sino también compartir la fe y el amor cristiano con los demás.
Usted estudiaba en los Estados Unidos cuando los soldados americanos combatían en su país.
PHAM MINH MÂN: Desde 1968 a 1971 estudié Ciencias de la educación y Administración en la Loyola University de Los Ángeles. Por los medios de comunicación veía el rostro inhumano de la guerra en mi país. La guerra ha sembrado dolor y destrucción, sufrimientos y muerte. Por esto entre mi gente no hay nadie que crea que existe una guerra deseable, de ningún tipo y por ningún motivo.
Usted estudió en una universidad que lleva el nombre del santo fundador de la Compañía de Jesús, ¿hay santos que siente más cercanos?
PHAM MINH MÂN: Trato de imitar la humildad de santa Teresa del Niño Jesús, el equilibrio y el valor de san Juan Bautista, la generosidad y el sacrificio de san Pablo por el Evangelio.
Después de la guerra el nuevo régimen cerró los seminarios y confiscó las propiedades de la Iglesia también en el sur. En aquellos años estaba usted encargado de la formación de los jóvenes sacerdotes. ¿Cómo se las arreglaba en un país sin seminarios?
PHAM MINH MÂN: Desde 1976 a 1981 llevé adelante el trabajo de formación de los futuros sacerdotes en la diócesis de Cân Tho. En los años que van desde 1981 a 1998 enviamos a los seminaristas a las parroquias para que completasen su formación con la ayuda de los párrocos y de los laicos, por lo menos desde el punto de vista pastoral. Hasta que, en 1998, el gobierno concedió la reapertura de ocho seminarios mayores en el país. Entonces fui nombrado rector del seminario de Cai Rang.
Imagen de la celebración del consistorio en la plaza de San Pedro el 21 de octubre de 2003

Imagen de la celebración del consistorio en la plaza de San Pedro el 21 de octubre de 2003

Últimamente, en algunas intervenciones suyas dirigidas a las autoridades civiles, ha recurrido usted a categorías marxistas como la de “alienación”. Y en los debates sobre la reforma de la legislación religiosa ha sugerido que se vuelva a las antiguas reglas inspiradas en 1956 por Ho Chi Minh. ¿Por qué ha decidido usar estas argumentaciones para dar fuerza a sus intervenciones?
PHAM MINH MÂN: El Santo Padre nos enseña a remar mar adentro mediante el diálogo. Para poner en práctica el diálogo, hay que encontrar factores y fórmulas compartidas por todos para encontrarse y entenderse.
¿Puede el método vietnamita en las relaciones entre Iglesia y Estado sugerir modelos y soluciones para la atormentada situación china?
PHAM MINH MÂN: La Iglesia necesita la unidad como fuerza para existir y crecer, para vivir y anunciar el Evangelio.
¿Qué es lo que ha conservado la fe de la comunidad católica vietnamita, incluso en tiempos difíciles?
PHAM MINH MÂN: Se crece en la fe escuchando la Palabra de Dios y por la gracia de poder asistir a los sacramentos e imitar a los santos en el espíritu de amor y de servicio, ante todo para con los pobres. Creo que las dificultades y las pruebas pueden convertirse en abono que alimenta y hace crecer la fe. Sin embargo, las situaciones actuales que se desarrollan en la economía de mercado y el hedonismo son un desafío, un soplo de viento que puede apagar la llama de la fe si no se reza y se trabaja para que se conserve.
Una procesión pascual en Ha Long Bay, Vietnam

Una procesión pascual en Ha Long Bay, Vietnam

¿Cuáles son sus expectativas y esperanzas para su vida y la vida de su gente en su nueva experiencia de cardenal?
PHAM MINH MÂN: Lo que deseo es que la Iglesia tenga la posibilidad de contribuir al progreso del país y a la promoción de los hombres, para testimoniar que Dios es el Padre que ama a todos los hombres y, por tanto, también al pueblo vietnamita.
Ahora es usted miembro del Sagrado Colegio. ¿Cuáles son los cardenales que conoce mejor?
PHAM MINH MÂN: No he tenido ocasión de conocer a muchos miembros del Colegio cardenalicio. Espero tener en futuro muchas ocasiones para conocerlos mejor.
Se habla mucho de quién será el próximo papa. ¿Se ha hecho usted una idea? ¿Será italiano o puede haber llegado el momento de un sucesor de Pedro procedente de Asia?
PHAM MINH MÂN: El trabajo pastoral en la archidiócesis de Ciudad Ho Chi Minh es complejo y multiforme. Hasta ahora no he tenido tiempo para pensar en las cuestiones comunes de la Iglesia o en las del Vaticano.


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