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EL PAPA EN LA SINAGOGA DE ROMA
Sacado del n. 01 - 2010

El encuentro en el Templo mayor de los judíos de Roma, 17 de enero de 2010

«El Señor nos ha reunido aquí con su Hèsed, el amor misericordioso»


Algunos fragmentos del discurso del papa
Benedicto XVI


pasajes del discurso del papa Benedicto XVI


Benedicto XVI con el rabino jefe 
de la comunidad judía de Roma, Riccardo Di Segni [© Alessandra Benedetti/Corbis]

Benedicto XVI con el rabino jefe de la comunidad judía de Roma, Riccardo Di Segni [© Alessandra Benedetti/Corbis]

«Al inicio del encuentro en el Templo mayor de los judíos de Roma, los Salmos que hemos escuchado nos sugieren la actitud espiritual más auténtica para vivir este particular y feliz momento de gracia: la alabanza al Señor, que ha estado grande con nosotros, nos ha reunido aquí con su Hèsed, el amor misericordioso, y el agradecimiento por habernos dado el don de encontrarnos juntos para hacer más firmes los vínculos que nos unen y seguir recorriendo el camino de la reconciliación y de la fraternidad»





«En este lugar, ¿cómo no recordar a los judíos romanos que fueron arrancados de estas casas, ante estas paredes, y con horrenda saña fueron asesinados en Auschwitz? ¿Cómo es posible olvidar sus rostros, sus nombres, las lágrimas, la desesperación de hombres, mujeres y niños? El exterminio del pueblo de la Alianza de Moisés, primero anunciado y después sistemáticamente programado y realizado en la Europa dominada por los nazis, aquel día también alcanzó trágicamente a Roma. Por desgracia, muchos permanecieron indiferentes; pero muchos, también entre los católicos italianos, sostenidos por la fe y por la enseñanza cristiana, reaccionaron con valor, abriendo sus brazos para socorrer a los judíos perseguidos y fugitivos, a menudo arriesgando su propia vida, y merecen una gratitud perenne. También la Sede Apostólica llevó a cabo una acción de socorro, a menudo oculta y discreta»





«Como enseña Moisés en el Shemá (cf. Dt 6, 5; Lv 19, 34), y como afirma Jesús en el Evangelio (cf. Mc 12, 29-31), todos los mandamientos se resumen en el amor a Dios y en la misericordia hacia el prójimo. Esta regla compromete a judíos y cristianos a practicar en nuestro tiempo una generosidad especial con los pobres, las mujeres, los niños, los extranjeros, los enfermos, los débiles, los necesitados. En la tradición judía hay un admirable dicho de los padres de Israel: “Simón el Justo solía decir: “El mundo se funda en tres cosas: la Torá, el culto y los actos de misericordia”” (Aboth 1, 2). Con la práctica de la justicia y de la misericordia, judíos y cristianos están llamados a anunciar y a dar testimonio del reino del Altísimo que viene, y por el que rezamos y trabajamos cada día en la esperanza»


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