IGLESIAS ORIENTALES. Habla el arzobispo mayor de los greco-católicos
Nuestra “misión a plazo”
«Para restablecer la comunión todas las Iglesias orientales ortodoxas deben sólo abrirse a la plena comunión con el sucesor de Pedro. Todo lo demás debería permanecer intacto. Y en ese momento, las Iglesias católicas orientales concluiríamos nuestra función histórica». Entrevista al cardenal Lubomyr Husar, que dentro de poco se trasladará a Kiev
por Gianni Valente
La comunión de los apóstoles, mosaico de la iglesia de Santa Sofía de Kiev, Ucrania
No es difícil adivinar que al arzobispo mayor de los greco-católicos ucranianos no le gustó mucho la reciente entrevista que el metropolitano ortodoxo ruso Kiril de Smolensk concedió a 30Días. Entrevista en la que el responsable de las relaciones exteriores del patriarcado de Moscú arremetía contra los «planes expansionistas» de los greco-católicos en Ucrania y negaba todo fundamento histórico a su «pretensión» de ver reconocida a su Iglesia el rango de patriarcado. Y aún menos le gusta a Husar el epíteto de “aguafiestas” del diálogo ecuménico que se le suele dar a los católicos ucranianos de rito oriental. Él está convencido de lo contrario.
Eminencia, están ustedes construyendo en Kiev la nueva catedral de la Santa Resurrección. ¿Cuándo se traslada usted a la capital? ¿Tendrá lugar este “traslado” en vistas de su elevación a patriarca?
LUBOMYR HUSAR: No tiene nada que ver una cosa con la otra. Iré a Kyiv [Kiev en ucraniano, n de la r.] aunque no sea aún un “arzobispo mayor”, según la terminología eclesiástica, prescindiendo del hecho de que nuestro patriarcado sea reconocido o no lo sea, hoy, mañana o dentro de diez años. Kyiv será mi residencia principal desde diciembre. Para terminar la construcción de la catedral habrá que esperar aún muchos meses, mientras que para la construcción de residencias y oficinas quizá haya que esperar un par de años.
Juan Pablo II y el cardenal Lubomyr Husaren Kiev en junio de 2001
HUSAR: Ante todo, las razones pastorales e históricas. Es verdad que en la Ucrania oriental el Imperio zarista eliminó hace más de doscientos años la presencia de los católicos de rito oriental y también las estructuras de nuestra Iglesia, pero en el siglo pasado nuestros fieles volvieron a estas tierras, gracias nada menos que a Stalin, que con sus deportaciones fue un involuntario apóstol del catolicismo en varias partes de la Unión Soviética. Ahora, por razones pastorales, para nosotros es preferible establecer nuestra sede central en Kyiv, porque así estamos más cerca de las comunidades que ahora están diseminadas por todo el país. Además, estando en Kyiv se evita hacer largos viajes cada vez que el Consejo estatal de las Iglesias o las oficinas del Estado nos convocan por algún motivo. Todos los líderes de las Iglesias y de las confesiones religiosas reconocidas por el Estado residen en la capital.
De todos modos, los fieles de su Iglesia siguen estando en las regiones de la Ucrania occidental. ¿Cuáles son la “razones históricas” del traslado?
HUSAR: Nosotros fuimos expulsados de Kyiv. Lvov nunca ha sido, por así decir, nuestra patria, no ha estado nunca en el centro de la historia de nuestra Iglesia. También los hechos de la historia moderna en que ocho de los diez obispos del territorio ucraniano confirmaron su comunión con el obispo de Roma, en la Unión de Brest-Litovsk de 1596, tuvieron lugar en Kyiv. Paradójicamente los únicos obispos que en aquella ocasión no firmaron el acta de unión con Roma fueron el de Lvov y el de Przemysl, siempre en la parte occidental de la actual Ucrania. Cuando a comienzos del siglo XIX el zar puso fin a las estructuras de nuestra Iglesia en Kyiv, dichas estructuras se establecieron en Lvov con la aprobación de la Santa Sede. Y desde entonces la presencia de nuestros fieles se ha concentrado en la Ucrania occidental sólo porque estas tierras no estaban bajo el zar, sino bajo el Imperio austriaco o bajo Polonia. Pero como decía antes, ahora nuestras comunidades están floreciendo en todo el país. Así que prácticamente estamos volviendo a Kyiv.
Fieles ucranianos saludan al Papa a su llegada al aeropuerto de Chayka, en Kiev, donde presidió una celebración eucarística el 24 de junio de 2001
HUSAR: En nuestra tradición oriental el patriarcado es la meta natural del proceso de crecimiento de una Iglesia. Cuando una Iglesia local de tradición oriental alcanza en su desarrollo histórico un estadio de madurez en los varios aspectos de la vida eclesiástica –espiritualidad, liturgia, teología, disciplina canónica, estructura jerárquica, organización– el reconocimiento del patriarcado no representa un “salto”, un momento de discontinuidad, sino la simple constatación de que ha habido un desarrollo, que se ha hecho un camino. También en la reciente exhortación postsinodal Pastores gregis el Papa ha repetido que donde lo requieran las circunstancias se han de crear patriarcados. El año pasado todos los obispos greco-católicos ucranianos constatamos unánimemente que nuestra Iglesia es ya un patriarcado. Con este consenso interno y con el apoyo de nuestros fieles hemos pedido a la suprema autoridad de la Iglesia católica que reconozca y bendiga esta realidad.
¿Le corresponde al obispo de Roma instituir los patriarcados?
HUSAR: Las cosas han cambiado con el transcurso de la historia. Los primeros cinco patriarcados fueron reconocidos por los Concilios ecuménicos celebrados por la Iglesia indivisa. Los patriarcados cuya formación es más reciente fueron creados a menudo por poderes temporales, por los emperadores y reyes de las varias naciones, que luego fueron reconocidos progresivamente por las demás Iglesias. El mismo patriarcado de Moscú esperó un siglo y medio antes de que fuera unánimemente reconocido por todas las Iglesias ortodoxas. Ahora, en la época moderna se abren para nosotros varios caminos…
Se dice que también el Estado ucraniano podría apoyar la institución de su patriarcado…
HUSAR: No queremos que el Estado instituya el patriarcado, para no sufrir formas de sumisión a los poderes civiles. De ese modo el patriarcado acabaría por ser una institución estatal. Queremos seguir el proceso eclesiástico. El uso clásico prevé que el Concilio ecuménico reunido en sesión reconozca los nuevos patriarcados. Pero entre el Concilio Vaticano I y el Vaticano II pasaron casi cien años…
Una niña comulgando durante la misa presidida por el Papa en el aeropuerto de Chayka
HUSAR: Pues no, la verdad que no. Pero en la Iglesia católica tenemos otra posibilidad establecida por los Códigos de derecho canónico, y que por desgracia los ortodoxos no tienen. La institución de nuevos patriarcados puede ser confirmada por el papa.
El metropolitano ortodoxo Kirill de Smolensk, en una entrevista a 30Días, definió la posible creación de patriarcados por el papa como «un intento de reanimar la eclesiología de los tiempos de las Cruzadas, cuando, como es sabido, fueron instituidos en Oriente patriarcados católicos paralelos a los ortodoxos».
HUSAR: Pero no es el papa quien crea el patriarcado. Un patriarcado es una Iglesia del pueblo que ya existe, con su espiritualidad, su teología, su jerarquía, que sólo debe ser reconocida. El papa, dando su asentimiento, se limita a reconocerla. Y además, todos los patriarcados tanto católicos como ortodoxos surgieron en la historia de modo muy distinto, siguiendo cada uno su propio camino particular. No existe un modelo único obligatorio.
Lo que es un hecho es que la institución de su patriarcado, y además en Kiev, va a tener consecuencias en el diálogo con los ortodoxos, que se consideran los legítimos herederos del “bautismo de la Rus’” ocurrido en el 988. Se abriría un caso de herencia disputada.
HUSAR: Pero es que ahí están también las raíces de nuestro árbol. Somos una Iglesia autóctona: nuestra realidad no nace de un injerto “póstumo” en estas tierras. A diferencia por ejemplo de la Iglesia latina, que tanto en Rusia como en Ucrania no es una Iglesia del pueblo, y sigue siendo una realidad no indígena. También nosotros somos hijos del primer bautismo de la Rus’. Y después de la ruptura de la unidad, en 1054, nuestra Iglesia no ha tomado partido nunca por una o la otra parte…
Pero entonces los metropolitanos de Kiev los enviaba Constantinopla.
HUSAR: Durante algunos siglos, sí. De todos modos, nuestros obispos iban a los Concilios que se celebraban en Occidente, como el de Lyon o el de Florencia, donde nuestro metropolitano Isidoro de Kyiv fue uno de los protagonistas de la momentánea reunificación de las Iglesias de Oriente con la Iglesia de Roma. A finales del siglo XVI nuestros obispos reconocieron que nuestra Iglesia debía confesar claramente su comunión con el obispo de Roma, esa comunión que nosotros no habíamos negado nunca oficialmente. Entonces, este paso fue solamente el punto de llegada de un proceso que había comenzado en el Concilio de Florencia. En cualquier caso, todos nuestros problemas nacen porque somos una Iglesia indígena…
¿Qué quiere decir?
HUSAR: Bajo el zar y también en los momentos más duros de la época soviética, una presencia de la Iglesia latina, aunque mínima, fue tolerada, en cuanto presencia “extranjera”. Pero nosotros, siendo ucranianos y de tradición bizantina, reconociendo al obispo de Roma quebrantábamos los rígidos códigos de identificación entre sumisión nacional y confesión religiosa. Nuestra comunión con el papa era castigada como una forma de traición a la nación, más que por motivos religiosos.
Dicen los ortodoxos que en los últimos quince años se ha dado al traste con la teología de las Iglesias hermanas expresada por el Concilio Vaticano II. La “emersión” de su Iglesia después de los años de la persecución se usa, dicen, como instrumento para la inclusión de todas las Iglesias de Oriente bajo el único “imperio” católico romano de inspiración latina…
HUSAR: También nuestra Iglesia, respecto a la Iglesia de Roma, es una “Iglesia hermana”. La Iglesia universal no existe de modo amorfo, como una idea platónica. Existe en determinadas circunstancias concretas, condicionadas por la cultura local. Nosotros somos una Iglesia sui iuris, es decir, que se expresa y crece en formas y tradiciones que son de origen humano, no divino. Pero somos una Iglesia en el pleno sentido de la palabra, al igual que la Iglesia latina. En ese sentido formamos una comunión de Iglesias hermanas, que a nivel eclesiológico tienen la misma dignidad y valor, sin tener en cuenta las dimensiones. No es que exista más “Iglesia universal” en las reuniones de cien mil personas en el Vaticano respecto a la que hay en cualquiera de nuestras parroquias donde se celebra la eucaristía.
Bendición de los alimentos para la comida de Pascua en una parroquia greco-católica de Lvov
HUSAR: A veces aflora aún en la Iglesia de rito latino este complejo de superioridad, por el hecho de tener dimensiones mayores, hasta considerar a las Iglesias católicas orientales como apéndices o piezas de museo. Esto está cambiando, gracias también al ecumenismo, así que en Occidente se comienza a comprender que no existe sólo la Iglesia de tradición latina.
Volvamos a la relación con los ortodoxos. Un posible patriarcado greco-católico en Kiev, que afirme su continuidad con la sede más antigua del cristianismo en las tierras a oriente de Dnieper, sería visto por la jerarquía ortodoxa rusa como una descalificación de su autoridad canónica y una pérdida de prestigio del patriarcado de Moscú.
HUSAR: Nosotros no reivindicamos nuestra herencia de forma exclusiva. Reconocemos que también la Iglesia ortodoxa rusa planta las raíces de su válida sucesión apostólica en la primera plantatio Ecclesiae que tuvo lugar en la Rus’ de Kyiv. No somos nosotros los que fomentamos la división. Todo lo contrario. Gran parte de nuestra forma de ser y actuar tiende a favorecer el regreso de la unidad originaria.
¿Qué idea tiene usted de esta unidad?
HUSAR: Para restablecer la comunión, todas las Iglesias orientales ortodoxas que siguen fielmente su tradición apostólica no tienen que cambiar nada de su patrimonio, deben solamente abrirse a la plena comunión con el sucesor de Pedro. Todo lo demás debería permanecer intacto. No debemos pedir nada más que esto. Como está escrito en los Hechos de los Apóstoles: «¿Por qué ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar?». Entonces, cuando volvamos a caminar juntos, las Iglesias católicas orientales habremos completado nuestra función histórica y podremos volver a la plena familiaridad con las Iglesias hermanas ortodoxas, como era antes de las divisiones.
¿De verdad reconocen ustedes que tienen una “misión a plazo” que puede terminar de un momento al otro?
HUSAR: Después de siglos de divisiones y hostilidades, muchos usos se han diversificado. A nivel práctico tal vez se necesite una adaptación gradual, quizá manteniendo mientras tanto cierto paralelismo de las instituciones eclesiales. Un tiempo para acostumbrarse recíprocamente, dos o tres generaciones, antes de la unificación completa.
Según usted, para restablecer la unidad sería suficiente que los ortodoxos se abrieran a la comunión con el papa. Pero en el transcurso de los siglos las formas de ejercicio del primado petrino han cambiado.
HUSAR: En su contenido esencial, el primado petrino es ante todo un servicio a la unidad. En la comunión entre las Iglesias necesitamos un centro. Algo parecido a cuando en la batalla se levanta la bandera, y todos los soldados que pertenecen a un ejército tienen un punto visible alrededor del cual se reúnen. La Iglesia no la hace el papa. La cabeza de la Iglesia es Cristo. El obispo de Roma es el sucesor del apóstol elegido por Cristo para ser el centro visible en torno al cual reconocemos que estamos en comunión. La comunión se manifiesta en torno a estas dos realidades, la divina Eucaristía y el papa.
Según usted, ¿pueden las Iglesias ortodoxas aceptar la actual configuración del papado?
HUSAR: Hay que reconocer que, por voluntad de Cristo que lo instituyó, el primado de Pedro y de sus sucesores tiene caracteres y cualidades objetivos. Porque si no la unidad en torno a Pedro se vuelve genérica y se desvanece en el tiempo. Además el papa, en el ejercicio de su ministerio, necesita también instrumentos prácticos concretos. Ahora hay una Curia, hay muchos cardenales que antes estaban concentrados en Roma y que ahora están en todo el mundo… Estos instrumentos, como todo lo que es humano, pueden desarrollarse mucho o muy poco. Esto cambia en el transcurso de la historia. A veces estos instrumentos del ejercicio del primado petrino son de estorbo, y es necesario corregir algo.
También en el pasado las Iglesias orientales católicas sufrieron estos excesos…
HUSAR: Cuando la Iglesia católica romana ha querido cambiar algo de la tradición genuina de las Iglesias orientales, y en el pasado esto ha sucedido a veces, ha hecho imposible la reintegración de la comunión.
Sobre algunos puntos hay todavía tensión. Uno es el nombramiento de los obispos. En la tradición oriental es de competencia del Sínodo de cada Iglesia, mientras que en la Iglesia católica latina, con pocas excepciones, la praxis reserva esta incumbencia al papa, con un papel preponderante de la Curia romana.
HUSAR: El obispo es obispo no por el nombramiento que recibe del papa, sino por el sacramento. Lo esencial, que hay que conservar, es que el obispo declare su comunión con el obispo de Roma. Luego el procedimiento es secundario, y puede variar según los tiempos y las circunstancias. Por ejemplo, en el Imperio austro-húngaro la opinión del emperador era muy importante, ahora ya no es así.
Recientemente han surgido problemas también para sus sacerdotes casados que desempeñan su labor pastoral en Europa occidental. La doctrina del “territorio canónico”, que se les echa en cara a los ortodoxos, se entrevé en las peticiones de algunos episcopados europeos…
HUSAR: Los obispos españoles y también los italianos nos han escrito pidiendo que no enviemos a sus países sacerdotes casados para el cuidado pastoral de nuestras comunidades. Pero no disponemos de bastantes sacerdotes célibes para enviarlos en servicio pastoral, ahora que los fieles de nuestra Iglesia están diseminados por todo el mundo. Comprendo las razones de nuestros hermanos obispos en Occidente. Tienen miedo de lo que según ellos puede ser un mal ejemplo, visto que en sus Iglesias se debate sobre este tema. Hay que tener en cuenta el apego a las formas culturales, pero no hay que darles un valor absoluto. Se puede explicar con serenidad que no sólo hay hombres casados que son ordenados sacerdotes en la Iglesia ortodoxa, sino también en la Iglesia católica. Mi abuelo era sacerdote, muchos familiares míos estaban casados y eran sacerdotes. Algunos muy buenos, otros algo menos. Igualmente conozco sacerdotes célibes ejemplares, y otros que no lo son para nada. La calidad del sacerdote no depende de que esté o no esté casado. En algunos casos, para alguien que trata de vivir la vocación, tener una familia puede ser una ventaja. Pero no quiero ser descortés con mis hermanos latinos. Solamente me gustaría que nuestros sacerdotes en Occidente fueran tratados con el mismo respeto con que son tratados nuestros hermanos sacerdotes ortodoxos.