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COLEGIOS ECLESIÁSTICOS DE...
Sacado del n. 04 - 2010

Historia

El sueño de “mosén Sol”



por Pina Baglioni


Manuel Domingo y Sol, fundador 
del Colegio Español

Manuel Domingo y Sol, fundador del Colegio Español

El primero que pensó en un colegio español en Roma había sido Pío IX, pontífice especialmente sensible a la presencia de seminaristas extranjeros que crecieran a la sombra de la Basílica de San Pedro. Durante su pontificado, en efecto, surgieron el Colegio Latino Americano y el Seminario Francés. Pero con los obispos españoles, por desgracia, el asunto no había tenido éxito.
León XIII, recién elegido papa, volvió sobre el tema. Porque, entre otras cosas, las noticias que le llegaban de Madrid no eran de lo más tranquilizadoras: «La decadencia creciente del clero en España es palpable... Un clero de dudosa conducta, negligencia e ignorancia... La solución no puede más que proceder de Roma, por medio de un colegio nacional bajo la vigilancia del Romano Pontífice»: palabras de Mariano Rampolla del Tíndaro, nuncio apostólico en Madrid, del 15 de junio de 1885.
En aquellos mismos años, el padre Manuel Domingo y Sol está trabajando en España con sus sacerdotes por el mismo objetivo. Tras fundar cierto número de seminarios en su país, todos dedicados a san José, el sacerdote nacido en Tortosa, en la diócesis de Tarragona, se va convenciendo cada vez más de la necesidad de implantar también uno en Roma. Solo estudiando en la Gregoriana podrán adquirir los candidatos al sacerdocio más prometedores una formación teológica de cierto nivel. Por desgracia, a pesar de cartas, llamamientos, peticiones de todo tipo a su obispado, Mosén Sol no recibe más que indiferencia. La historia cambia de repente cuando el sacerdote, por pura casualidad, conoce en Roma, junto a la plaza Navona, a un joven monseñor paisano suyo. Se trata de Rafael Merry del Val, perteneciente a una de las familias más blasonadas del continente. Políglota, hijo de embajador, que se codea con las familias más exclusivas de las capitales europeas, acaba de ser nombrado presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica de la plaza de la Minerva. Merry del Val, además, goza de la estima del Pontífice, que ya le ha puesto al frente de importantes misiones en Inglaterra, en Canadá y Estados Unidos. Y, para redondear la faena, es un habitué en la corte de España.
En fin, el encuentro justo en el momento justo. Merry del Val, enterado de los vanos intentos de Domingo y Sol, decide echarle una mano. Le abre una puerta tras otra y desbloquea, de una vez por todas, el asunto del Colegio de Roma. Con gran satisfacción de León XIII por cómo se habían resuelto las cosas, al “reverendo Sol” no le queda más que buscarse una sede. De este modo, el 1 de abril de 1892, considerada por los historiadores la fecha de nacimiento del San José, el tenaz sacerdote coloca a los primeros once seminaristas en la vía Giulia, en un local anejo a la iglesia nacional de España. Algunos meses después, los muchachos son ya cuarenta y dos, y, un año después, la colonia española se traslada a la primera planta del Palacio Altieri, en la plaza del Gesù, gracias al interés de León XIII, que se ofrece para pagar el alquiler.
Para Domingo y Sol, sin embargo, los problemas no han terminado todavía. Hay una parte del episcopado español que, cada vez que puede, intenta ponerle la zancadilla: prefieren dejar a los seminaristas en las universidades españolas, sobre todo en Salamanca. El temor principal es que los jóvenes españoles se “romanicen” demasiado. Además, los obispos muestran indiferencia también frente a la precisa petición del Papa de echarse la mano al bolsillo para apoyar económicamente a los chicos.
Mientras tanto, León XIII había encontrado una sede definitiva para el San José, concediendo en usufructo el Palacio Altemps, un antiguo y hermoso edificio en la plaza Sant’Apollinare, cerca de la plaza Navona. La concesión queda oficializada el 25 de octubre de 1893 con la carta Non mediocri cura, donde, entre otras cosas, se establece que la dirección del Colegio estará a cargo de los sacerdotes del padre Manuel Domingo y Sol.
Con el paso del tiempo las cosas comienzan a ir paulatinamente mejor. Mientras tanto, junto con los seminaristas de todas las diócesis de España habían llegado también las becas. Y con el papado de Pío X, gracias a los buenos oficios de Merry del Val, que mientras tanto se había convertido en secretario de Estado, el Colegio recibió también el título de “Pontificio”.
El Palacio Altemps, la primera sede del Colegio [© Colegio Pontificio Español]

El Palacio Altemps, la primera sede del Colegio [© Colegio Pontificio Español]

Algunos años más tarde los obispos empezaron a enviar no sólo seminaristas, sino también sacerdotes. Hasta el punto de que la situación en el palacio Altemps, por las salas tan estrechas, era cada vez más invivible. No hay más que pensar que en el bienio 1955-56, había 135 personas entre curas y seminaristas. Era una consecuencia también de lo que estaba ocurriendo en España, donde entre 1934 y 1952 el número de seminaristas había pasado de 7.516 a 18.536.
Había llegado, pues, el momento de cambiar, construyendo un Colegio completamente nuevo, esta vez de propiedad de los obispos españoles. Porque además, antes o después, el Palacio Altemps tenía que ser devuelto a la Santa Sede. «Si el primer Colegio fue un regalo del Papa a España, el segundo será un regalo de España al Papa», dijo el cardenal primado de España, el arzobispo de Toledo Enrique Pla y Deniel.
Para encontrar fondos para la compra del terreno y la edificación del Colegio, el 13 de mayo de 1656 se organizó en todas las diócesis de España una gigantesca colecta. Inmediatamente después se compró un terreno de 220.000 metros cuadrados en Villa Carpegna, una extensión de flora mediterránea no muy distante del Vaticano. Y el 12 de octubre del mismo año, fiesta de la Virgen del Pilar, se colocó la primera piedra, que precedentemente había bendecido Pío XII: un trozo de mármol sacado del monumento al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles de Getafe, cerca de Madrid.
El 13 de junio de 1961 el edificio estaba por fin listo: los primeros en entrar fueron los seminaristas. Los sacerdotes se quedaron en el Palacio Altemps hasta 1970.
La inauguración oficial tuvo lugar el 13 de noviembre de 1965, en presencia de Pablo VI. Un Papa que fue muy amado desde el principio por los habitantes del San José: había pasado que, nada más ser elegido, el papa Montini fue a ver al Palacio Altemps al anciano y enfermo cardenal Enrique Pla y Deniel. Aquella tarde se temió por la vida del Pontífice por el gentío que acudió a la plaza de Sant’Apollinare.
Juan Pablo II atravesará dos veces las puertas de la vía de Torre Rossa: el 29 de octubre de 1987 y el 28 de marzo de 1992. Será precisamente el papa Wojtyla quien beatificaría al padre Manuel Domingo y Sol.
Gracias a él, 3.400 jóvenes han gozado del privilegio de estudiar cerca del Papa. Entre ellos, 120 fueron nombrados obispos, y 8 fueron creados cardenales.


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