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IRÁN
Sacado del n. 12 - 2010

Lo esencial es la oración


«Si la misión de la Iglesia no tiene sus raíces en la oración, y no se alimenta de ella, nunca dará frutos, y, como un árbol al que le falta el agua, se agostará». Habla Ramzi Garmou, arzobispo de Teherán de los Caldeos y presidente de la Conferencia episcopal de Irán


por Ramzi Garmou, arzobispo de Teherán de los Caldeos


Monseñor Ramzi Garmou en la Catedral de San José, Teherán [© Getty Images]

Monseñor Ramzi Garmou en la Catedral de San José, Teherán [© Getty Images]

¿Qué cuestiones son relevantes para el porvenir de nuestras Iglesias en Oriente Medio? Durante el reciente Sínodo de los obispos subrayé especialmente dos, que ahora quisiera repetir.
Ante todo había llamado la atención sobre el riesgo de que nuestras Iglesias se vuelvan étnicas y nacionalistas, se miren a sí mismas para conservar su cultura, su lengua y sus costumbres propias y que pierdan de ese modo su significado misionero.
El segundo punto afecta a la vida contemplativa y monástica. Es sabido que esta forma de vida cristiana nació en Oriente, en Egipto, en Mesopotamia, en Persia, y que posteriormente pasó a Occidente. En Irán hemos tenido períodos en los que había centenares de monasterios. Si entre los siglos IV y XIII la Iglesia de Oriente, que hoy llamamos Asirio-Caldea, pudo anunciar el Evangelio hasta China, en Mongolia, en India y en otros países, fue gracias a la presencia de monasterios donde la vida de oración era muy ferviente y profunda. Si la misión de la Iglesia no tiene sus raíces en la oración, y no se alimenta de ella, nunca dará frutos, y, como un árbol al que le falta el agua, se agostará. Hoy en nuestros países de Oriente por desgracia asistimos a la desaparición de esta forma de oración y de vida cristiana.
En mi opinión, la razón principal de esta dolorosa situación es el debilitamiento de nuestra fe y la preferencia que se da a las otras actividades, en detrimento de la oración. El peligro del activismo amenaza a quienes desarrollan el trabajo pastoral y hace que olvidemos lo esencial de nuestra misión y consagremos mucho tiempo a lo secundario. Recordemos el episodio evangélico de Marta y María. Fue el mismo Jesús quien dijo que María, sentada a sus pies mientras escucha sus palabras, eligió la parte mejor, eligió lo esencial.
El Evangelio destaca el tiempo que Jesús le reserva a la oración. Despedía a la muchedumbre que venía a verlo para ir a rezar en soledad, pasaba las noches rezando... Jesús no nos pide que hagamos muchas cosas, sino que hagamos lo esencial. El trabajo pastoral y la oración son complementarios. Ambos son necesarios para que la misión dé sus frutos, frutos que permanezcan. Espero que con la ayuda del Espíritu Santo podamos restablecer esta forma de vida cristiana y eclesial en nuestras Iglesias y responder a esta necesidad tan concreta y urgente.
Los cuatro obispos que forman la Conferencia episcopal de Irán participaron en el Sínodo. En nuestra próxima reunión deberemos intentar poner en práctica las decisiones y las orientaciones sinodales, para que la semilla sembrada en el Vaticano pueda crecer y dar fruto para la Iglesia de Cristo en Irán.
La Constitución de la República de Irán reconoce oficialmente tres minorías religiosas: cristianos, zoroastrianos y judíos. Nosotros tenemos la libertad de celebrar actividades religiosas dentro de nuestros lugares de culto, sin poder dar testimonio de nuestra fe cristiana públicamente. Dado que gozamos de una libertad limitada, es necesario hacer de todo para que esta libertad sirva para animar y profundizar la fe de los fieles y concienciarles de la misión que tienen en el país.
La emigración de los cristianos no ha comenzado hoy, no comenzó con la llegado del régimen islámico, tiene un siglo de historia y ha venido aumentando en los últimos años. A mi modo de ver las razones son numerosas. Hay una de tipo económico, como en otros muchos países: el índice de desempleo es en Irán muy alto, muchos no tienen trabajo, no tienen un sueldo y no pueden hacer frente a los gastos cotidianos. La segunda es de tipo político, va ligada a la situación de conflicto e inseguridad que reina en los países de esta región, que se ha agravado después de la injusta ocupación de Irak por parte de los Estados Unidos y las amenazas de estos últimos contra Irán. La tercera tiene que ver con una agencia hebrea ubicada en Estados Unidos, llamada Hias, que desde hace unos diez años se encarga de facilitar las salidas de los cristianos iraníes hacia Estados Unidos, vía Austria. Por este método hay ya un gran número de fieles que han abandonado Irán, y otros están a punto de hacerlo. No sé por qué actúa de este modo esta agencia, sé solo que es una de las causas del aumento de la emigración.
En cuanto al diálogo interreligioso, existe un diálogo oficial entre la Santa Sede e Irán. Varias veces he tenido la oportunidad de participar, tanto en Teherán como en el Vaticano, en los encuentros del Pontificio Consejo para el Diálogo interreligioso. La importancia de estas reuniones quedó puesta de relieve en las proposiciones del Sínodo. Creo que mantener este diálogo es un gesto de sabiduría, porque favorece el conocimiento recíproco y la consolidación de amistades fundadas en un espíritu de confianza. Como cristianos, creemos en la acción del Espíritu Santo, que actúa en el corazón de cada hombre y lo conduce a la verdad revelada en Jesucristo. Un diálogo vivido en la fe y en la sinceridad puede encender la luz de la fe en los corazones de quienes en él participan. Sin embargo, quisiera insistir en la necesidad y eficacia del diálogo en la vida cotidiana. En un país como Irán –donde somos una pequeña grey cristiana en medio de una mayoría absoluta islámica– solo a través de estos intercambios tan sencillos y naturales podemos dar testimonio de nuestra fe en Jesucristo. Cada día, en el puesto de trabajo, en la escuela, en el autobús o en el barrio, convivimos con nuestros hermanos musulmanes, y nos corresponde a nosotros hacer que estos sean momentos gratuitos para anunciar el Evangelio, cosa posible cuando nuestra vida está cada día animada del amor por nuestro prójimo.
El Sínodo, por desgracia, en dos semanas de trabajos, no le dio la suficiente importancia a la difícil y crítica situación de los catecúmenos y los neófitos en Medio Oriente. A menudo se les aleja de sus familias, están perseguidos por los regímenes y, lo que es peor, se sienten excluidos de la Iglesia, que no quiere correr ningún riesgo. El Evangelio nos recuerda que la persecución y el martirio forman parte de la vida cristiana y de la misión de la Iglesia. Recemos al Espíritu Santo, Espíritu de valor y fuerza, para que nos haga capaces de acoger a nuestros hermanos y nuestras hermanas, que gracias a su testimonio de vida consolidan a la Iglesia, cuerpo místico de Cristo.


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