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EDITORIAL
Sacado del n. 12 - 2003

Casi paz casi guerras



Giulio Andreotti


La escalinata del Vittoriano repleta de flores colocadas por los romanos en honor de los caídos en el atentado  de Nassiriya

La escalinata del Vittoriano repleta de flores colocadas por los romanos en honor de los caídos en el atentado de Nassiriya

Mientras toda la nación expresaba su solidaridad en el dolor con las familias afectadas por la trágica masacre de Nassiriya callaron las polémicas políticas, las delcaraciones sobre la oportunidad, las invectivas contra quienes frenan y obstaculizan la efectiva supervisión mundial de la ONU.
En especial la pietas del espíritu sensible de los italianos expresó su cariño hacia los carabineros, cuya presencia es a la vez garantía y señal de legalidad, es decir, de las reglas que permiten la convivencia como hombres.
Los viejos romanos de 1943 nos sentimos perdidos tras la fuga del gobierno y de la casa real, pero lo que nos dio la verdadera dimensión del desastre fue la decisión alemana de capturar a los carabineros y trasladarlos a la fuerza al norte. Los que consiguieron escapar del éxodo –salvo un grupo que fue obligado a seguir en servicio en Roma– recibieron amparo y asistencia, en la medida de lo posible, de manos de una población que ya no tenía ningún punto cívico de referencia. Recuerdo muy bien el comedor clandestino del sacerdote Sergio Pignedoli en la villa que el senador Isaia Levi había regalado a la Santa Sede en señal de agradecimiento (que hoy es sede de la nunciatura Apostólica).
Por lo demás, tampoco los que prestaron servicio en el norte actuaban en muchos casos en sintonía con los ocupantes y la policía de la República de Salò. Yo mismo lo experimenté en la zona de Vallo Torinese (había ido a recabar noticias de prisioneros ingleses escondidos por aquel párroco) exhibiendo a la patrulla de carabineros que me había parado una tarjeta vaticana que, desde luego, no era reconocida como salvoconducto por la República. Pude continuar sin ningún obstáculo y volví con una buena carga de correo que luego transmitiría la oficina especial de la Santa Sede.
Por lo demás, dicho con palabras de hoy, quien tiene miedo de los carabineros no es hombre de ideas y vida correctas. Los abusos que puedan cometer, o mejor, que les obliguen a cometer, son desviaciones que, como se suele decir, confirman la regla.
A parte del significativo éxito televisivo del “mariscal Rocca-Proietti”, hace unos meses saltó también a la fama televisiva una película sobre el heroico sacrificio del carabinero Salvo D’Acquisto, que se ofreció voluntario a los invasores alemanes y fue fusilado el 23 de septiembre de 1943 en lugar de los ciudadanos de Palidoro considerados responsables de los explosivos encontrados en el lugar.
Además de D’Acquisto, queremos recordar también las otras Medallas de Oro de aquella terrible época de la Italia dividida:
Un vehículo de los carabineros en Nassiriya, Irak, después del atentado del 12 de noviembre

Un vehículo de los carabineros en Nassiriya, Irak, después del atentado del 12 de noviembre

-Teniente Alfredo Sandulli Mercuro, de Nápoles, fusilado en Cefalonia.
-Mayor Livio Duce, de Ventimiglia, fusilado en Grecia.
-Sargento mayor Alberto Araldi, de Ziano Piacentino, fusilado en el cementerio de Piacenza.
-Capitán Rafael Aversa, de Labico (Roma), fusilado en las Fosas ardeatinas.
-Teniente Romeo Rodríguez Pereira, de Nápoles, fusilado en las Fosas ardeatinas.
-Capitán Genserico Fontana, de Roma, fusilado en las Fosas ardeatinas.
-Sargento mayor Candido Manca, de Dolianova (Cagliari), fusilado en las Fosas ardeatinas.
-Sargento mayor Gerardo Sergi, de Portoscuso (Cagliari), fusilado en las Fosas ardeatinas.
-Carabinero Augusto Renzini, de Nocera Umbra, fusilado en las Fosas ardeatinas.
-Carabinero Calcedonio Giordano, de Palermo, fusilado en las Fosas ardeatinas.
-Brigada Franco Pepicelli, de Sant’Angelo a Cupolo (Benevento), fusilado en las Fosas ardeatinas.
aTeniente coronel Manfredi Talamo, de Castellammare di Stabia, fusilado en las Fosas ardeatinas.
-Brigada Francesco Gallo, de Catania, obligado a morir de hambre y privaciones en Dalmacia.
-Carabinero Fortunato Caccamo, de Gallina (Reggio Calabria), fusilado en las Fosas ardeatinas.
-Sargento mayor Enrico Zuddas, de Dolianova (Cagliari), caído mientras escoltaba al jefe de Estado Mayor del frente de la Resistencia.
-Sargento mayor Angelo Joppi, de Viterbo, torturado hasta la muerte en la calle Tasso, Roma.
Un soldado italiano frente a los escombros del cuartel general de los carabineros en Nassiriya

Un soldado italiano frente a los escombros del cuartel general de los carabineros en Nassiriya

-Carabineros Alberto La Rocca, de Sora, y Vittorio Marandola, de Frosinone, fusilados en Fiesole el 12 de agosto de 1944; se habían ofrecido a cambio de condenados civiles (como pasó en Palidoro).
-Carabinero Fulvio Sbarretti, de Nocera Umbra, fusilado en Fiesole un mes después por el mismo heroico motivo.
-Carabinero Filippo Bonavitacola, de Montella (Avellino), fusilado en Eslovaquia.
-Carabinero Andrea Marchini, de Massa Carrara, muerto en Monte Carchio (Toscana).
-Carabinero Domenico Bondi, de Villaminozzo (Reggio Emilia), fusilado en Ciano d’Enza (Reggio Emilia).
-Carabinero Lorenzo Gennari, de Quattro Castella (Reggio Emilia), fusilado en Bibbiano (Reggio Emilia).
-Capitán Dante Jovino, de Resina (Nápoles), fusilado en Rusia.
-Teniente Salvatore Pennisi, de Sant’Alfio (Catania), fusilado en Rusia.
Es un deber hoy, sin por ello restarle importancia a otros miembros del instituto armado que fueron distinguidos antes y después con la Medalla de Oro al valor militar, recordar a todos los que en aquel tristísimo período de la historia italiana no sólo cumplieron con su deber, sino que se erigieron en puntos de referencia para que se pudiera seguir creyendo y confiando en la resurrección de la Patria.
Esperábamos que en tiempos de paz no fueran necesarios los heroísmos. ¿Pero son éstos, realmente, tiempos de paz?


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