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IRAK
Sacado del n. 12 - 2003

ANTECEDENTES. Cómo se llegó a la elección del nuevo patriarca de Babilonia de los caldeos

Patriarca de transición, seguro defensor de la identidad caldea



por Gianni Cardinale


Al final del Sínodo extraordinario “electoral” Juan Pablo II recibió en audiencia a los 23 obispos de la Iglesia caldea, el 3 de diciembre de 2003

Al final del Sínodo extraordinario “electoral” Juan Pablo II recibió en audiencia a los 23 obispos de la Iglesia caldea, el 3 de diciembre de 2003

La elección del nuevo patriarca de Babilonia de los caldeos no ha sido fácil. Los obispos caldeos se habían reunido en Bagdad del 20 de agosto al 3 de septiembre, pero después de más de cincuenta votaciones ningún candidato había conseguido los dos tercios de los votos necesarios para la elección. Según el periódico católico francés La Croix del 4 de septiembre, en aquella ocasión los dos obispos más votados fueron el jesuita Antoine Audo, caldeo nacido en Siria y obispo de Aleppo desde 1992, y Sarhad Jammo, nacido en Bagdad, emigrado a Estados Unidos en 1977 y desde hace un año obispo de San Diego, en California. Al parecer la división del episcopado caldeo se debe sobre todo a cuestiones de carácter eclesiástico y cultural: Audo sería el líder de la parte más latinizante del episcopado, más abierta a los influjos modernizadores de la cristiandad occidental, mientras que Jammo sería, en cambio, la figura emergente de la parte más celosa de la identidad caldea, más ligada, por ejemplo, a la antigua liturgia en arameo. La cuestión se complica con cuestiones de carácter geopolítico: al “sirio” Audo se le acusa de haber escrito una complaciente tesis de licenciatura sobre el partido árabe Baaz, y del “americano” Jammo se sospecha que podría estar influenciado de alguna manera por la administración americana.
Pero ni Audo ni Jammo ni otros candidatos consiguieron el quórum de votos necesarios en las votaciones de agosto-septiembre. Entonces, según establece el derecho canónico de las Iglesias orientales, la cuestión pasó al Papa, que decidió convocar en Roma a los prelados para otro turno electoral los días 2 y 3 de diciembre.
Mientras tanto hubo una intervención de la Santa Sede que fue juzgada no oportuna por el ala más ligada a la tradición. El 27 de septiembre, en efecto, la Oficina de prensa vaticana anunció la concesión del asentimiento pontificio al nombramiento de Louis Sako como arzobispo de Kerkuk. Para los defensores de la identidad caldea más tradicional, el nombramiento de Sako era anómalo porque ocurría durante un periodo de sede vacante en el patriarcado y porque modificaba los equilibrios del cuerpo electoral en sentido “latinizante”. Sako recibió su formación eclesiástica en el seminario “latino” de los dominicos de Bagdad y después de la guerra ha aceptado formar parte en el Consejo provincial provisional de Mossul, su ciudad de origen. Además, no han gustado mucho las numerosas entrevistas en las que Sako ha manifestado opiniones consideradas demasiado “filoamericanas”.
En este clima de tensión se celebraron las elecciones del 2 y 3 de diciembre. Participaron todos los 23 obispos (14 procedentes de Irak, 6 del resto de Oriente Próximo y de América el Norte), incluidos los eméritos que según las normas de la Iglesia caldea conservan el derecho de voto. El Sínodo extraordinario “electoral” estuvo presidido en nombre del Santo Padre por el prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, el cardenal Ignace Moussa I Daoud (ex patriarca sirio-católico). La Santa Sede dio plena libertad de voto, limitándose a dar sólo dos indicaciones: que era preferible el nombramiento de un obispo residente en Irak y no en el extranjero; y que para el 3 de diciembre un candidato debía lograr los dos tercios de los votos, dando a entender que de lo contrario el Papa se vería obligado a elegir personalmente al nuevo patriarca. En las cuatro votaciones del martes 2 de diciembre la situación no se desbloqueó. El 3 por la mañana, en el último momento, fue elegido Emmanuel III Delly, que, con sus 76 años, ha sido definido un “patriarca de transición” y es considerado un seguro defensor de la identidad caldea, además no procede del extranjero y gracias a su experiencia de cuarenta años como obispo de Bagdad, conoce muy bien la historia y la situación actual iraquí.


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