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GUATEMALA
Sacado del n. 01 - 2004

CASOS. En diciembre fue asesinado el padre José María Ruiz Furlán

En memoria del padre Chemita


La gente le quería por su obra a favor de los pobres, sus denuncias públicas contra la impunidad y contra los atropellos hacialos débiles. En 2002 había participado en la Comisión encargada de organizar el viaje del Papa al país


por Davide Malacaria


Acababa de decir misa, la última del domingo. Había salido, se dirigía hacia casa, a dos pasos de su parroquia, dedicada al Santo Cura de Ars, que él mismo fundó unos treinta años antes en la zona 5, uno de los barrios más pobres de Guatemala. Era ya de noche, quién sabe lo que iría pensando por el camino. Quizá, por un momento, pensaría de nuevo en las oscuras amenazas de muerte que últimamente, cada vez con más insistencia, le habían llegado. Llega a la puerta de su casa e introduce la llave en la cerradura. Alguien lo llama. Se da media vuelta y le alcanzan varios disparos. Herido en la cabeza y la cara, cae al suelo, donde los asesinos le rematan. Siete disparos en total. Es el 14 de diciembre cuando José María Ruiz Furlán, de 69 años, más conocido como el padre Chemita, es asesinado.
Miles de personas acudieron al funeral de José María Ruiz Furlán,el párroco de la zona 5 de Ciudad de Guatemala

Miles de personas acudieron al funeral de José María Ruiz Furlán,el párroco de la zona 5 de Ciudad de Guatemala

La violencia en Guatemala está a la orden del día. El pequeño país de América Central la conoció muy bien en el pasado, cuando un sanguinario régimen militar se ensañaba con la población civil, torturando, asesinando y aterrorizando. Una violencia que a finales de los años setenta llegaría al paroxismo, y que se cerró, oficialmente, en 1996, tras el acuerdo de paz entre el gobierno y las distintas formaciones guerrilleras. Pero los fantasmas del pasado vuelven de vez en cuando a atormentar al pequeño país, donde todavía campan en la mayor impunidad los autores de aquellos crímenes, y los carniceros de entonces viven al lado de sus víctimas. En 1998 era asesinado de una paliza en su casa monseñor Juan José Gerardi Conedera, el obispo que había coordinado el proyecto Remhi (Recuperación de la memoria histórica), una monumental investigación para reconstruir lo que había ocurrido durante la dictadura militar. Un delito ocurrido a sólo dos días de la publicación del documento Nunca más, en el que se detallaban los horrores que habían aterrorizado al país: de hecho era un documento de acusación contra quienes habían planeado y dirigido la represión militar. El de monseñor Gerardi fue un delito odioso. Un martirio, para el pueblo guatemalteco; un crimen que la justicia civil todavía no ha aclarado. Por esto también la muerte del padre Chemita tuvo gran eco en todo el país. Sergio Morales, que dirige la Procuraduría de los Derechos Humanos, considera que también la muerte del padre Chemita puede obedecer a intereses políticos. Lo dijo inmediatamente después del crimen. Y lo sigue repitiendo: «En nuestro país se suceden las oleadas de terrorismo que tienen como blanco a categorías bien definidas, con el objetivo de intimidar a quienes desean que en el país se instale la plena legalidad», afirma. «A principios del año pasado el blanco lo fueron algunos representantes de la magistratura. Después les tocó a las personas ligadas a organismos que se movían en el campo de los derechos humanos, también en este caso con amenazas y asesinatos. La muerte del padre Chemita podría ser una especie de señal para la Iglesia, que por tradición siempre ha estado con los pobres en nuestro país, denunciado y luchando contra las violaciones de los derechos humanos. Claro que hay que esperar el resultado de las investigaciones, pero la hipótesis más probable sigue siendo la de un homicidio de tintes políticos, que podría dar paso a una nueva fase de intimidación para la Iglesia».
Las autoridades eclesiásticas son más cautas. En el arzobispado hay una Oficina para los derechos humanos, nacida por iniciativa del propio monseñor Gerardi. Nery Ródenas, el responsable, explica que la pista del homicidio político es, por el momento, sólo una de las muchas hipótesis. El problema es que el padre Chemita era un hombre polifacético y muy extrovertido. En su vida había hecho casi de todo para ayudar a los necesitados. También había intentado varias veces entrar en política, y se había presentado como candidato a la alcaldía de la ciudad de Guatemala en 1974, 1978 y 1982. Esta actividad le había valido el curioso apodo que le daban cuando, en 1974, se presentó como candidato en la lista del “Comité de habitantes electores del municipio integrado trabajo y acción”, cuyas iniciales forman la palabra “Chemita”. Esto, junto a la decisión de fundar algunas actividades turísticas (algunos hoteles en Ciudad de Guatemala y en la costa, además de una agencia de viajes que operaba sobre todo en el sector turístico religioso hacia Roma y Tierra Santa), le había valido la desconfianza de la jerarquía eclesiástica. En 1991 fue suspendido a divinis. Pero esto pertenece al pasado, porque en 1999 el decreto de suspensión fue retirado. Uno de sus vicepárrocos, el padre Basilio Vásquez, recuerda que el padre Chemita, tras la reconciliación con la Iglesia, abandonó sus compromisos políticos para someterse mansamente a la autoridad eclesiástica, e incluso fue elegido en 2002 coordinador de la comisión que había de preparar la visita del Papa a Guatemala. De todos modos, a pesar de la cautela, Ródenas dice que el arzobispo de Ciudad de Guatemala, el cardenal Rodolfo Quezada Toruño, ha autorizado a la Oficina para los derechos humanos del arzobispado «a asistir legalmente a los familiares del padre Chemita, que se presentan como acusación particular». También el cardenal, que inmediatamente se acercó al lugar del asesinato, quiso hacer oír su voz, declarando: «Lamento y condeno de la forma más enérgica este crimen tan absurdo. Es un hecho violento más que golpea a todos. Espero que no quede en la impunidad». En definitiva, la Iglesia pide y busca justicia. Como también la gente que abarrotaba la parroquia y que, inmediatamente después del atentado contra el padre Chemita, se manifestó espontáneamente. «Era una persona muy querida», sigue diciendo Ródenas: «Muchos le buscaban, le pedían ayuda». En cuanto la gente se enteró de su muerte, muchos se echaron a la calle pidiendo justicia. Veremos cómo se desarrollan las investigaciones, y esperemos que pronto se aclaren los hechos. Una cosa es segura: el homicidio del padre Chemita fue un crimen premeditado».
De que fuera un sacerdote muy querido no cabe la menor duda. El padre Ramiro Obando, uno de su colaboradores en la parroquia del Santo Cura de Ars, recuerda que el padre Chemita había hecho mucho por la zona 5, comprando fincas, construyendo casas y dotándolas de agua y energía eléctrica. También recuerda que a menudo se mezclaba con su gente durante las manifestaciones para pedir luz y agua para los pobres del barrio. Algo que puede parecer extraño, pero que en barrios donde se muere por una simple infección, tiene mucho que ver con el derecho a la vida. Pero su obra, como atestigua también su aventura política, no se detenía en los límites de la zona 5. El padre Chemita era conocido en toda Guatemala. Lo demuestra el que en su funeral, celebrado por el cardenal Rodolfo Quezada Toruño, participaran miles de personas.
Fieles mayas asisten a la santa misa al terminar el Congreso misionero americano en Guatemala, el 30 de noviembre de 2003

Fieles mayas asisten a la santa misa al terminar el Congreso misionero americano en Guatemala, el 30 de noviembre de 2003

Quien no tiene ninguna duda sobre las implicaciones políticas del asesinato del padre Chemita es el padre Basilio: «Han asesinado a un profeta, a un sacerdote que prestaba su voz a los que no la tienen, a los que nadie escucha», grita en su móvil desde el otro lado del mundo: «Su obra por los pobres y sus denuncias públicas contra la impunidad, la corrupción, contra los atropellos y los violentos molestaba. Lo mataron sólo por eso». En los periódicos guatemaltecos han aparecido varias investigaciones: se busca y rebusca en la vida del sacerdote asesinado para encontrar otras posibles causas del homicidio, como por ejemplo ciertos enfrentamientos ocurridos durante algunos negocios inmobiliarios. «Creo que forma parte de una estrategia determinada desacreditar a las víctimas de ciertos delitos», afirma Sergio Morales: «También este es un método para garantizar la impunidad de quien ejecutó y ordenó el crimen». Alguien como el padre Basilio, que lo conoció tan bien, dice que esas insinuaciones no tienen fundamento. Sigue diciendo: «El padre Chemita era un hombre íntegro. Las actividades económicas que había creado servían para pagar la compra de fincas y para construir las casas en la zona 5. No era empresario, sino un hombre de Dios: todo lo que ganaba lo ponía al servicio del pueblo de Dios. Para hacer algunas obras de caridad, o se recurre a las ayudas internacionales, o se consigue el dinero con actividades productivas. Lo único que él hizo fue elegir este segundo camino. La gente que le conocía lo sabe y le quería. Porque además tenía un modo muy especial de ayudarles. El padre quería que quienes recibían una casa pagaran una pequeña suma simbólica: era un modo para hacer que la gente sintiera que había colaborado en la compra.
El Padre José María Ruiz Furlán sería una figura controvertida, qué duda cabe, pero para tantos desheredados de este atormentado país fue, y sigue siendo, un buen pastor. Descansa en paz, padre Chemita.
(Ha colaborado Tiziana Nardini)





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