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CHINA
Sacado del n. 01 - 2004

ESCENARIOS. La cuestión católica vista desde Taipei

Simplemente chinos, ciudadanos y cristianos


«Es el momento de reconciliarnos. Porque el prestigio internacional de Pekín coincide con el bien de la Iglesia. Y el Papa lleva a China en su corazón». Entrevista al cardenal Paul Shan


por Giovanni Cubeddu


Aquí arriba, una procesión por las calles de Taipei en Taiwán

Aquí arriba, una procesión por las calles de Taipei en Taiwán

El pasado 3 de diciembre Paul Shan, cardenal y arzobispo de Taiwán, cumplió 80 años. El Papa, que lo creó cardenal en 1998 y con el que Shan se entrevistó en Roma después de las celebraciones por el 25 aniversario de pontificado, ha querido confirmar a este apacible e inteligente jesuita presidente de la Conferencia episcopal de Taiwán, pequeña y simbólica Iglesia puente con los fieles de la gran China continental. Además, por lo menos públicamente, Shan es el único cardenal chino. Todos los que sienten interés por la Iglesia católica china se quedaron sorprendidos en septiembre ante la carta abierta del obispo “no oficial” de la diócesis de Lanzhou, Joseph Han Zhi-hai, que afirmaba su unidad con los obispos de la Iglesia “oficial” que están en comunión con el Papa. Comenzamos nuestra charla con el cardenal Shan hablando de este tema.
«La carta del obispo de Lanzhou es muy importante, porque necesitamos de verdad reconciliación. Nosotros, la Iglesia no oficial y la patriótica… tenemos la misma fe, tenemos los mismos sacramentos. La división la impone el Gobierno de Pekín, no surge dentro de nosotros. Por eso, en el futuro, por nuestro bien, por el bien de los cristianos, necesitamos la reconciliación. Y en este camino lo primero que necesitamos es diálogo, disponibilidad recíproca y aclarar las incomprensiones entre nosotros. Lo hemos intentado, hemos cooperado en el trabajo pastoral, en el misionero y llevando el Evangelio, y ahora creo que ha llegado el momento de reconciliarnos. Creo también que es la voluntad de Dios, porque Jesús en la última cena rezó por la unidad, por la reconciliación, para que estemos unidos como él está unido al Padre. También nosotros debemos rezar por esto. Sabemos que la oración de la mayoría de los fieles, de los sacerdotes, religiosos y obispos es por la unidad, quieren estar unidos, reconciliados, porque la división viene de errores externos. Tenemos que rezar mucho».

¿En qué se basa usted para afirmar que ha llegado el momento?
PAUL SHAN: Considero que los nuevos líderes de Pekín son muy abiertos. Mucho más que antes. Pienso que, por el bien común del país, el Gobierno quiere que el pueblo esté unido y no dividido. Solamente algunos funcionarios de nivel inferior son los que quieren, por intereses propios, que la Iglesia siga dividida. Mientras que el Gobierno comprende lo útil que es la unidad para la reconstrucción de China, saben la fuerza que da la unidad y la debilidad que viene de la división. Cuando digo que ha llegado el momento, es porque veo la voluntad de los nuevos líderes de construir una China económicamente fuerte. Los cristianos, unidos entre ellos, pueden dar más para el desarrollo de la economía, de la agricultura, del consumo, de las infraestructuras, etc.
¿Sacaría beneficio la Iglesia de las aperturas de los nuevos líderes?
SHAN: Diría mejor que se beneficia la Iglesia, el Gobierno y el país. Si la apertura tiene lugar, el beneficio será para todos. Si el Gobierno permite que la Iglesia esté unida, aumentará razonablemente su prestigio internacional. En 2008 se celebrarán en China los Juegos Olímpicos, vendrá mucha gente y podrá ver con sus ojos si en ese momento los cristianos gozan de libertad religiosa. El hecho de que venga tanta gente será lo que haga presión sobre el Gobierno. Pekín está aumentando sus contactos con el exterior y desempeñando un papel cada vez más importante en el teatro mundial. Si permite que los cristianos estén unidos, lo hará por su prestigio, que coincidirá con el bien de la Iglesia, con la posibilidad de que también los ciudadanos cristianos tengan una vida normal.
La carta del obispo de Lanzhou hace referencia a la necesidad de atenuar algunas rigideces contenidas en las Directrices de la Santa Sede sobre algunos problemas de la Iglesia en la China continental, promulgadas por Propaganda Fide. En fin, que hay que ponerlas al día. ¿Está usted de acuerdo?
SHAN: Sí. La situación está cambiando y también las directrices de la Santa Sede deben adaptarse a la realidad. Si el Gobierno permite que los cristianos se unan y tengan libertad, entonces caerán muchos obstáculos que hoy impiden que se establezcan relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Pekín. Por eso vuelvo a repetir que el problema fundamental es dejar que los cristianos gocen de la libertad de religión. La cuestión de las relaciones diplomáticas no es un problema.
Pero será difícil establecer relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la China continental manteniendo al mismo tiempo relaciones con Taiwán.
SHAN: Naturalmente, si la Santa Sede pudiera mantener relaciones con los dos países sería mucho mejor. Pero si esto fuera imposible, y las relaciones con Taiwán cambiasen, como por ejemplo manteniendo las relaciones a nivel de delegación apostólica, en Taiwán lo entenderíamos. Sabemos que el carácter de la diplomacia de la Santa Sede es puramente religioso, no político, y hemos explicado a toda nuestra Iglesia local que la diplomacia vaticana no se ocupa de intereses mundanos. Por eso si sucediera algo en el aspecto diplomático, lo comprenderíamos.
¿Cómo son actualmente las relaciones entre la Iglesia de la China continental y la de Taiwán?
SHAN: Desde el momento que todos somos “el” pueblo chino, formamos la misma Iglesia y nos conocemos los unos a los otros, tratamos de ayudarnos recíprocamente con nuestras oraciones, la caridad, la amistad, la solicitud y a veces con ayudas materiales.
¿Qué aconsejaría usted hoy para facilitar la relación entre la Santa Sede y el Gobierno de Pekín? ¿Qué pasos debería dar Roma?
SHAN: En primer lugar, para hablarse hace falta un diálogo, coloquios, contactos, ir poco a poco buscando un modo que sea aceptable para los dos. Por lo que respecta a la Iglesia y a los aspectos doctrinales, debemos seguir con nuestra tradición auténtica, no abandonar la fe, de lo contrario dejaríamos de ser católicos. Pero respecto a lo demás la Iglesia puede adaptarse a todas las formas de régimen político y, como ha dicho el Santo Padre, podemos coexistir con cualquier sistema político.
El cardenal Paul Shan

El cardenal Paul Shan

¿Qué piensa de las presiones sobre el tema de los derechos humanos que instituciones internacionales hacen a menudo a Pekín? ¿Y de las peticiones que a veces los Estados Unidos han hecho a la China continental sobre el tema de las relaciones con la Santa Sede?
SHAN: La Santa Sede ni piensa ni se propone hacer presiones a los gobiernos. Si a veces le resulta imposible tener contactos directos, la Santa Sede trata de tenerlos indirectos, mediante otros gobiernos. Pero esto no significa “hacer presiones”. Si no puedo hablar con alguien, iré a ver a su amigo para que le hable él. Pero no hago presiones… porque si las hiciera la reacción sería negativa.
Recientemente el cardenal Danneels puso en guardia sobre el peligro de que la Iglesia católica «se presente como una organización centralizada que manda sus agentes por el mundo, porque esto puede provocar resistencia en China más que en otras partes».
SHAN: El diálogo sirve para que en China comprendan la naturaleza de la Santa Sede. No es un gobierno mundano ordinario, un poder mundano, sino una religión. Hasta ahora Pekín no lo ha comprendido y sigue interpretando las actividades de la Santa Sede como gestos políticos y no religiosos. Este es el punto. Si en cambio Pekín se diera cuenta de que la naturaleza de la Santa Sede es otra, sabría que no tiene que temer nada. Los cristianos chinos no buscan ningún fin político, sino obtener que se les deje vivir como simples ciudadanos y dar gracias a Dios con más libertad, normalmente.
Cuando en octubre se celebró el 25 aniversario del pontificado, ¿se le ocurrió a usted pensar en cómo Juan Pablo II se ha referido en estos años a la cuestión china?
SHAN: Este Papa desde luego ama mucho a la Iglesia de China. Siempre que nos hemos visto me ha dicho que todas las mañanas reza por China, por todo el pueblo chino, y no sólo últimamente, sino también recién elegido Papa. Me acuerdo cuando fue a Corea en 1984. En el avión con él no había ningún chino, sólo algún periodista europeo. Leí en un periódico coreano en inglés que lo habían entrevistado durante el vuelo, y el Papa había dicho: «La Iglesia se difundió en Corea viniendo de Pekín. Rezo todos los días por China». Y me acuerdo muy bien que el día de la apertura del último Sínodo de Asia, quien presidía la asamblea contó que había sido invitado a una comida con el Papa y que durante el almuerzo el cardenal coreano Kim le había preguntado bromeando al Papa «Santo Padre, ha estado usted dos veces en Corea, ¿por qué no va a Taiwán? Yo he ido…». El Papa respondió: «Lo deseo mucho. Puedo ir a Seúl, Pekín, Shanghai, Hong Kong, Taiwán, Hanoi…» y enumeró todos los lugares que aún no había visitado. «Santidad, le harán falta tres meses para un viaje semejante», dijo el cardenal Kim. Y el Papa replicó: «No me hacen falta tres meses, en mis oraciones hago este viaje todos los días». Esto significa que el Papa lleva a China en su corazón, que se acuerda todos los días de la Iglesia de China, de China y de su pueblo. Por eso puedo decir, después de 25 años de pontificado, que la Iglesia en China es una de sus “preocupaciones”.
Es el Papa de la Iglesia universal, el pastor de todos los fieles, pero cuando hay cristianos que están especialmente necesitados y en dificultad, creo que les dedica una atención y cariño especiales, una oración especial. Un buen padre, aunque tiene muchos hijos, da todo su corazón y atención al hijo enfermo y extraviado. Así es este papa para la Iglesia en China.
Ha habido momentos de tensión entre Taipei y Pekín porque el Parlamento de Taiwán aprobó un ley que hace posible un referéndum sobre la declaración de independencia de la China continental. También el presidente Bush se ha declarado contrario a acciones que modifiquen el status quo entre Taipei y Pekín. ¿Qué opina usted? ¿De qué modo puede influir todo esto en la vida de la Iglesia china?
SHAN: En lo tocante a la situación entre Taipei y Pekín diría que habría que dejarlo todo como está. Ahora, en general, mejor el status quo. De cambios hablaremos el día en que las cosas sean más sencillas y en Pekín haya mayor consideración por los derechos humanos, la democracia, la libertad de religión.


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