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JUAN PABLO II
Sacado del n. 05 - 2004

Autobiografía papal



Giulio Andreotti


La portada del libro <I>¡Levantaos! ¡Vamos!,</I> de Juan Pablo II. El volumen ha salido al mismo tiempo en cinco países: Alemania, España, Francia, Italia y Polonia.

La portada del libro ¡Levantaos! ¡Vamos!, de Juan Pablo II. El volumen ha salido al mismo tiempo en cinco países: Alemania, España, Francia, Italia y Polonia.

La edición simultánea de un libro en muchas lenguas es un acontecimiento extraordinario. Pero aún más raro –o mejor, sin precedentes– es, con esta difusión, la autobiografía de un papa.
Las colecciones de discursos, de acta y de encíclicas no causan sorpresa: siempre las ha habido. Yo mismo colaboré cuando era estudiante en un libro de máximas de doctrina social de la Iglesia, sacadas de documentos papales. Al acontecimiento histórico de la publicación de la vida de Juan Pablo II escrita por él mismo y lanzada Urbi et orbi en una dimensión editorial realmente sin precedentes se puede dar una explicación muy sencilla. Miremos a los últimos papas: Benedicto XV habría podido acudir a sus precedentes en el trabajo en la Secretaría de Estado y en la dirección pastoral de Bolonia. Pío XI a las preciosas búsquedas de Biblioteca (quizá con una alusión a las excursiones veraniegas a la montaña). Pío XII a los tumultuosos acontecimientos durante las nunciaturas en Múnich y en Berlín. Pablo VI al ministerio entre los universitarios y los licenciados católicos. Juan XXIII al dramático salvamento de los judíos alemanes en Turquía. Juan Pablo I a la pedagogía popular mediante Il Messaggero di Sant’Antonio.
Todas habrían sido páginas sin lugar a duda interesantes, pero en un marco formativo de vocación juvenil y de vida de seminario: un cliché, de todos modos, carente de extraordinaria originalidad.
Juan Pablo II representa una clamorosa novedad, no porque sea extranjero, sino por su itinerario personal que precedió a la vocación sacerdotal y que acompaña desde siempre al ministerio en un marco dramático de persecución, de guerra, de sutiles hostilidades por parte del poder civil. Entre tantos “notables” que se declaran cercanos a los trabajadores, Karol Wojtyla fue en persona un obrero, hizo trabajos duros y fatigosos. Los afiliados a Solidaridad sentían que era uno de ellos.
Ya en su libro Don y misterio pudimos conocer los aspectos de esta personalidad tan marcada, de múltiples vocaciones y de cualidades que le habrían permitido triunfar en campos distintos del sacerdocio, comenzando por el teatro, por el que sentía una predisposición especial. Pero en la biografía, el capítulo “La Vocación” está abierto por la cita evangélica del «No me habéis elegido vosotros a mí, sino yo os he elegido a vosotros». Esta vez la llamada no era al sacerdocio, sino al episcopado. Es una página poética la descripción de esta convocación que le llega durante las vacaciones de verano que hacía entre la montaña y la canoa. El último tramo del viaje hacia Varsovia lo realizó en un camión cargado de harina.
Karol Wojtyla a la edad de dos años en una foto de 1922 con sus padres, Karol y Emilia

Karol Wojtyla a la edad de dos años en una foto de 1922 con sus padres, Karol y Emilia

El cardenal Wyszynski le comunica el nombramiento a auxiliar de Cracovia. Trató de resistirse, aludiendo cándidamente su joven edad (treinta y ocho años), pero con sentido del humor se le respondió que de esta debilidad iba a librarse pronto.
Cracovia vivía momentos difíciles desde hacía tiempo. Cuando en 1942 su precedente arzobispo, el cardenal Sapieha, recibió del enviado de Pío XII (monseñor Quirino Paganuzzi) el texto de un mensaje de protesta del Papa por las vejaciones padecidas por todos, católicos y no católicos, adujo la inutilidad, o mejor, el efecto agravante que iba a tener tal iniciativa. El enviado pudo referir a Roma la trágica vida de los polacos en aquel terrible momento. Cuando en 1958 Wojtyla se convierte en obispo auxiliar, la situación no había mejorado, sino todo lo contrario.
En los capítulos del libro se describen las muchas actividades que el recién nombrado obispo emprendió, prestando especial atención a la maternidad y la paternidad (pastoral de la familia) y a los universitarios. Se exponen las dificultades que el régimen planteaba al magisterio católico, incluido el boicot a la construcción de nuevas iglesias. En los días pasados, en una entrevista a la televisión de Nowa Huta, un superviviente narraba el tenaz esfuerzo personal de monseñor Wojtyla para conseguir la construcción de un edificio sagrado en su pequeña ciudad obrera, subyugada por el comunismo totalizador y hasta entonces carente de edificios de culto.
En su libro el Papa le dedica una descripción conmovedora. Pero más allá de la narración de los sufrimientos del catolicismo polaco, el Papa dedica páginas iluminadoras a temas de perdurable actualidad para la Iglesia universal. Incluido el problema de la colegialidad que tanto hizo sufrir a Pablo VI. En este contexto se describen las experiencias conciliares y sinodales; con referencias también a amistades personales que se crearon con obispos de otras naciones. Una referencia especial tiene que ver con el cardenal Ratzinger, de quien se destaca su excepcional preparación teológica y del que se dice explícitamente: «Doy gracias a Dios por la presencia y la ayuda del cardenal Ratzinger; es un amigo de confianza».
El cardenal Wojtyla celebra misa al aire libre en Nowa Huta, tras consagrar la nueva iglesia

El cardenal Wojtyla celebra misa al aire libre en Nowa Huta, tras consagrar la nueva iglesia

Es conmovedora la conclusión del libro inspirada en Roma: «Hablo de esto desde un lugar al que el amor de Cristo Salvador me ha llevado, pidiéndome salir de mi tierra para dar fruto en otro sitio con su gracia, un fruto destinado a permanecer. Por eso, haciéndome eco de las palabras de nuestro Maestro y Señor, repito también yo a cada uno de vosotros, queridísimos hermanos en el episcopado: “¡Levantaos! ¡Vamos!”. Vamos confiados en Cristo. Él será quien nos acompañe en el camino hasta la meta que solo Él conoce».
Para expresar el sentimiento que se siente por Juan Pablo II quisiera referirme a un precioso librito que el rebelde don Primo Mazzolari escribió diferenciándose de biografías laudatorias y de expresiones de elogios que, aunque pertinentes y justas, podían parecer aduladoras.
Habló de la nostalgia que el Papa debía sentir entre los flabelos (que entonces se usaban) y las expresiones laudatorias en el sencillo recuerdo de su madre cuando por la noche iba a taparle bien con la manta y a desearle las buenas noches. Karol Wojtyla perdió muy pronto a su madre. De modo que la referencia es aún más patética y pertinente.



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