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RUSIA
Sacado del n. 05 - 2004

DIPLOMACIA. Entrevista con Anatoli Torkunov

La nueva primacía de la política exterior


Entrevista al rector de la Universidad estatal de Relaciones internacionales de Moscú (Mgimo) y miembro del Consejo directivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa


por Pierluca Azzaro


Por iniciativa de la “Asociación Sofía Idea rusa Idea de Europa” y de la Universidad estatal de Relaciones internacionales-Ministerio de Asuntos Exteriores de Moscú (Mgimo), se celebró del 15 al 17 de abril en la Embajada de la Federación Rusa en Roma la conferencia “Sapientia y Scientia. La persona y los derechos humanos”. «Esta conferencia», declaró el embajador Alexéi Meshkov, «es también una antelación del Foro internacional “Ad Fontes. En las Fuentes de la unidad de Europa. Atenas, Jerusalén, Roma, Bizancio” que se celebrará en Moscú el próximo noviembre con motivo del 60 aniversario de la fundación de la Universidad Mgimo». Estaba presente en la Conferencia de Roma el profesor Anatoli Torkunov, rector de la Mgimo y miembro del Consejo directivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa. Tras concluir una misión en China y antes de emprender otra ante la ONU, el rector Torkunov responde a las preguntas de 30Días sobre esta iniciativa y las razones de su actualidad.
Anatoli Torkunov, a la derecha, estrecha la mano al presidente egipcio Hosni Mubarak, que recibe el título de doctor honoris causa, 29 de mayo de 2004

Anatoli Torkunov, a la derecha, estrecha la mano al presidente egipcio Hosni Mubarak, que recibe el título de doctor honoris causa, 29 de mayo de 2004

Hoy ha recibido usted el aplauso de todos hablando de la necesidad de una “nueva diplomacia” para el siglo XXI.
ANATOLI TORKUNOV: Imaginar jefes de la diplomacia contrarios al principio tradicional de la defensa de los intereses nacionales o afirmar que lo deben ser por principio sería equivocado. Y, sin embargo, los Estados son cada vez más conscientes de que, más allá del puro pragmatismo y de la lógica del poder, en la sociedad postmoderna la dirección principal de la acción diplomática es la defensa de la persona. Esto es un dato real que está a la vista de todo el mundo. Dos factores que hoy se encuentran y se influyen recíprocamente determinan la sociedad postmoderna. El primero, a nivel nacional, es el grado de madurez alcanzado por la sociedad civil. Se trata de la culminación de ese proceso que comenzó a principios del siglo XX y que un agudo diplomático italiano reconoció cuando, escribiendo a su ministro de Exteriores, el marqués de San Giuliano, decía que la democracia estaba transformando la opinión pública en un fundamento indispensable de la política exterior. El segundo factor es la existencia, a nivel internacional, de problemas que conciernen a la comunidad mundial en su conjunto: la diferencia creciente entre países ricos y países pobres, la salvaguardia del medio ambiente, el problema del agua potable para millones de personas y la cuestión de la desertificación de la selva amazónica la proliferación de las armas de destrucción masiva y los muchos conflictos que llegan a la fase armada. Se trata de cuestiones que, en sí mismas, son de política interior, pero que justamente alarman a la comunidad mundial en su conjunto. Quiero decir que el concepto de la primacía de la política exterior, respecto a la época de Bismarck, tiene hoy características profundamente distintas. El espacio internacional está lleno de relaciones horizontales y verticales que superan las fronteras existentes. Esta situación altera las características de fondo de la diplomacia. Hoy la diplomacia no puede por menos que ser, en cierto sentido, “democrática”, es decir, cada vez más sensible a las instancias planteadas por la sociedad civil y por las asambleas parlamentarias, y ser “humanitaria”, es decir, capaz de considerar los intereses de toda la comunidad mundial tomada en su integridad y, de modo especial, capaz de trabajar principalmente por la defensa de la paz y de la persona, salvaguardando esos bienes que son esenciales para cada uno de nosotros.
¿Es posible afirmar que las directrices enunciadas por usted tienen un valor primordial en la acción diplomática de su país?
TORKUNOV: Sí, y es lo que ha querido reafirmar hoy nuestro embajador en Italia, Alexéi Meshkov. En este ámbito quisiera resaltar lo que afirma el presidente Vladímir Putin sobre «la irreversibilidad de la opción que ha hecho Rusia en favor de la libertad» y sobre su intención de consolidar los cimientos de la democracia y de la sociedad civil. En el marco de esta diplomacia, que llamaría humanitaria o de la persona, hay que leer la alta consideración de mi país por los objetivos que se ha fijado la ONU; es en este marco donde Rusia y Estados Unidos son aliados contra el terrorismo internacional; y en este ámbito se da la mejoría cualitativa de las relaciones entre Rusia y la OTAN, en este contexto se coloca nuestra asociación estratégica con la Unión Europea, y desde este punto de vista hay que considerar las relaciones de amistad que existen hoy entre Italia y la Federación Rusa.
El presidente ruso Vladímir Putin con el patriarca de Moscú, Alexis II,  y el patriarca de Antioquía, Ignatius IV

El presidente ruso Vladímir Putin con el patriarca de Moscú, Alexis II, y el patriarca de Antioquía, Ignatius IV

Dentro del proceso de “democratización” de la diplomacia parece que usted propugna una cooperación cada vez mayor de las organizaciones no gubernamentales.
TORKUNOV: Se está perfilando la tendencia a formar comunidades de investigación cultural y científica y redes de expertos de varios ámbitos del saber que cooperan con bases transnacionales. Se está creando en la diplomacia un conjunto de actividades independientes que crecen gracias al trabajo común de actores públicos y privados. La especial complejidad del orden del día en el ámbito de las negociaciones multilaterales, por ejemplo respecto a la salvaguardia del medio ambiente, a la cuestión de la ingeniería transgenética, es decir, al problema del desarrollo estable y sostenible, requiere la entrada en el proceso de las negociaciones de los representantes del mundo de la cultura, de la ciencia, de la industria, de los negocios, además de exponentes de prestigiosas organizaciones no gubernamentales.
¿En este ámbito se encuadra su llamamiento a una coope­ración cada vez mas estrecha entre Iglesias cristianas y Estados?
TORKUNOV: También en las recientes cuestiones de política internacional, las diplomacias de la Iglesia cristiano-ortodoxa y de la Iglesia católica desempeñaron un papel extraordinario. En Rusia, un vínculo fuerte une a la Iglesia cristiano-ortodoxa y a la diplomacia gubernamental, y este vínculo le da a la acción diplomática mayor moralidad, más allá del pragmatismo y la lógica del poder. Es una práctica común que los líderes de la diplomacia de la Federación Rusa tengan contactos frecuentes con el patriarcado. Esta es la clave de lectura de la reciente visita del patriarca Alexis II a nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores. El patriarca nos puso en guardia frente al peligro especialmente insidioso presente en las teorías sobre el presunto choque global de civilizaciones, el choque entre mundo musulmán y mundo cristiano.
En realidad, se trata de un conflicto que interesa únicamente a círculos restringidos de radicales, por un lado, y fuerzas que tratan de especular, por el otro. La Iglesia ruso-ortodoxa, con su experiencia secular de colaboración entre cristianos ortodoxos y mundo musulmán, quiere dar su aportación, grande y preciosa, para conjurar ese choque de civilizaciones, predicando la tolerancia y asumiendo el compromiso de educar a las jóvenes generaciones en el respeto de la persona y en el valor supremo de la vida humana. Al respecto quisiera decir algo sobre las relaciones entre la Iglesia ruso-ortodoxa y la Iglesia católica.
Diga usted…
TORKUNOV: Pese a las divisiones confesionales, a nivel de la diplomacia multilateral humanitaria global, las posibilidades de colaboración entre la Iglesia católica y la Iglesia ruso-ortodoxa son enormes. Hoy puede resultar decisiva la acción común que las dos Iglesias son capaces de llevar a cabo en la elaboración de una diplomacia dirigida a la defensa de la persona, de la paz, de la solidaridad, de la salvaguardia de los derechos, de bienes esenciales para todos, de una diplomacia que se basa en esos ideales y principios comunes que constituyen los orígenes cristianos del todo el continente europeo, incluso en esos aspectos que pueden parecernos seculares, es decir, neutrales respecto a la fe en cuanto tal. Al respecto deseo recordar que el foro “Ad Fontes. En las Fuentes de la unidad de Europa: Atenas, Jerusalén, Roma, Bizancio” que estamos organizando para el próximo noviembre en la Mgimo junto con la “Asociación Sofía Idea rusa Idea de Europa”, se basa en las ideas del fallecido Serguéi Averintsev: es decir, en la reafirmación de la idea de persona como elemento que funda la unidad cultural de los dos hemisferios de Europa. Son evidentes los beneficios a nivel de organización social concreta que puede dar una investigación multidisciplinal que tenga por objetivo las fuentes de la cultura europea, enmarcadas en las ciudades símbolo de Atenas, Jerusalén, Roma y Bizancio y que luego alcanzan su síntesis en el concepto cristiano de persona. Salir de este modo de la crisis de identidad cultural que vive Europa es una gran ayuda para una acción diplomática que se inspire cada vez más en la sabiduría revelada y en la sabiduría humana. La diplomacia es un arte, como lo es la poesía, la pintura, etc. ¿Qué valores, qué principios inspiran al artista en su producción? Si la diplomacia, como arte, se deja inspirar por los valores más altos del humanismo, este paso puede resultar decisivo para resolver las grandes cuestiones de las que hablaba antes.
La última pregunta: ¿qué les responde a los que ven en esta estrecha colaboración entre Iglesias y Estados la voluntad de proponer el antiguo vínculo entre trono y altar?
TORKUNOV: Respondo que se trata exactamente de lo contrario. La idea no es que la política haga religión, o que la religión haga política. Se trata, al contrario, de trabajar juntos para que ningún conflicto adquiera tonos religiosos y dirigir el trabajo diplomático diario hacia una política que no se base primordialmente en el puro pragmatismo y en la lógica del poder, sino en el diálogo y en el respeto de la persona, una política que les ahorre a todos los pueblos sufrimientos y pobreza.


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