Home > Archivo > 05 - 2004 > Nunca contra la soberanía de un Estado
PALACIO DE CRISTAL
Sacado del n. 05 - 2004

Nunca contra la soberanía de un Estado




Las operaciones de mantenimiento de la paz son hoy la gloria de la ONU. El 29 de mayo se celebró por segunda vez en el Palacio de Cristal la jornada internacional de las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU, que representan, como dijo Kofi Annan, «el mejor medio para asegurar una paz sostenible». Hablando el 17 de mayo del mismo tema ante el Consejo de Seguridad, Annan recordó a un auditorio pendiente de Irak que en los esfuerzos para construir la paz «no debemos nunca perder de vista el hecho de que nosotros estamos allí para ofrecer asistencia, y que es la población local la que debe asumir el control en las decisiones que atañen a su vida».
Entre los modos para mantener la paz, los redactores de la Carta de la ONU, en 1945, mencionaron la mediación, la investigación, la negociación, pero no las “operaciones de mantenimiento de la paz”. Estas surgieron después como “fuerzas de emergencia”, con los famosos cascos azules que debutaron en 1956 en Egipto, a raíz de la crisis del Canal de Suez. Aunque no estaban en la Carta de la ONU, fueron la respuesta a la necesidad de dar eficacia al espíritu de esta Carta en las circunstancias nuevas y mutables de las relaciones internacionales. Se incluyeron en el capítulo VI de la Carta, el que habla de la solución de las disputas internacionales con métodos pacíficos, y no en el VII, relativo a los casos en que es legítimo recurrir a la fuerza. Esta ubicación constituye su grandeza ideal, pero también su lado débil, que las expone y a veces las hace ceder a la mala voluntad de quien, con una violencia no contrarrestada, determina su abandono del campo o de todos modos mina su eficacia.

En los casi cincuenta años de historia de las fuerzas de mantenimiento de la paz se destaca la confluencia de muchas circunstancias nuevas que han provocado una notable evolución de su naturaleza, misión y organización. El acontecimiento decisivo fue la caída del Muro de Berlín en 1989. Hasta entonces se tenían que resolver, sobre todo, conflictos entre Estados, y, por tanto, las operaciones de mantenimiento de la paz tenían como tarea controlar el cese del fuego entre las partes en guerra y el respeto de los compromisos asumidos previamente para llegar a la paz en los plazos establecidos. Después del 89 se comenzó a presentar cada vez con más frecuencia la tipología del conflicto intraestatal, entre distintas facciones y oposiciones armadas. Ahora bien, la Carta de la ONU no prevé la posibilidad de intervenir contra la soberanía de un Estado miembro sin la aprobación expresa de su gobierno. Además, en estos conflictos intraestatales, las fuerzas de mantenimiento de la paz reciben el encargo de proteger a los desplazados y de asegurar la distribución humanitaria de bienes fundamentales, lo que a menudo requiere el uso de la fuerza, mientras que los soldados destinados al mantenimiento de la paz carecían de un mandato preciso en este sentido. El mantenimiento de la paz pronto asumió un carácter multiforme, englobando el control y la implementación de acuerdos de paz, la asistencia en la transición política, en la reconstrucción democrática y económica, la organización de las ayudas humanitarias y del regreso de los refugiados, la supervisión o incluso la organización de las elecciones, el control del respeto de los derechos del hombre, el desminamiento, el desarme de las milicias y la recogida de las armas.

La complejidad y el carácter multiforme de las operaciones de mantenimiento de la paz siguen aumentando frente a los nuevos desafíos lanzados por los mutables escenarios internacionales. Pero al mismo tiempo parecen aumentar también la confianza en la bondad de este instrumento de paz y la determinación de dar una respuesta adecuada a los nuevos retos, en términos de derecho internacional, de disponibilidad de tropas y de recursos. Actualmente, 53.000 personas sirven en 16 misiones de paz (Afganistán, Bosnia y Herzegovina, Burundi, Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Eritrea y Etiopía, Georgia, Haití, Irak, Liberia, Libia, Oriente Próximo, Sierra Leona, Somalia, Timor Oriental, Sahara Occidental). El Consejo de Seguridad está preparando otra para Sudán.
Aumentan también los costes. Hoy se necesitan casi tres mil millones de dólares al año. Sin embargo, tres mil millones de dólares para mantener la paz representan el 0,5% de los gastos militares a nivel mundial (que en gran parte no están destinados a mantener la paz), y están bien gastados si tenemos en cuenta que, según cálculos fiables, las guerras civiles comportan anualmente pérdidas económicas por un valor de 128 mil millones de dólares.

La última misión de paz es la que comenzó en Burundi el pasado 1 de junio. Hay que señalar una iniciativa de la Iglesia local. Los obispos del país han querido sabiamente adelantarse a dicha misión ONU, para luego acompañarla con una acción en ámbito cultural, social y espiritual, que mira a la reconciliación nacional. Con este objetivo instituyeron el pasado febrero la Comisión para la paz y la reconciliación de la Iglesia católica en Burundi. Con el apoyo de fundaciones, amigos de la paz, y de la Conferencia episcopal americana, una delegación de burundeses estuvo recientemente en Washington para participar en un mes de formación e información específica sobre el tema. Al final, obispos y laicos, miembros de la Comisión, mantuvieron contactos con varias oficinas y personalidades de la ONU en Nueva York, estableciendo una provechosa relación con los responsables de la misión de paz y mostrando, con claridad y determinación, sus propósitos de paz para el país. Gracias también a este buen ejemplo el secretario Annan pudo concluir así su discurso oficial del 29 de mayo: «La más costosa operación de mantenimiento de la paz cuesta mucho menos que la guerra más económica».


Italiano English Français Deutsch Português