Un acontecimiento que anticipaba su pensamiento y su voluntad
La Introducción del prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe a la nueva edición del pequeño libro de Heinrich Schlier sobre la resurrección de Jesucristo, que 30Días publicará en Italia en colaboración con la editorial Morcelliana
por el cardenal Joseph Ratzinger
Jesús resucitado y María Magdalena, Giotto, Capilla de los Scrovegni, Padua
Puede ser útil para el lector actual comenzar la lectura del libro por las dos últimas páginas en las que la conciencia metódica del autor emerge de modo muy conciso, pero justamente por eso de modo muy preciso. Schlier se daba cuenta perfectamente de que la resurrección de Jesús de entre los muertos representa un problema-límite para la exégesis; pero esto hacer ver con claridad que la interpretación del Nuevo Testamento, si quiere llegar al núcleo de la cuestión, tiene siempre que vérselas con problemas-límite. La fe en la resurrección de los Escritos neotestamentarios pone al exégeta frente a una alternativa que le exige una decisión. El exégeta, por supuesto, puede compartir la opinión (que se ha convertido en visión del mundo en historiografía) de la homogeneidad de toda la historia, según la cual puede haber sucedido realmente sólo lo que puede suceder siempre. Pero entonces se ve obligado a negar la resurrección como acontecimiento y debe tratar de aclarar qué es lo que hay detrás, cómo pueden nacer ideas de este tipo. O también puede dejarse arrollar por la evidencia de un fenómeno que interrumpe la serie concatenada de los acontecimientos para luego tratar de comprender qué significa. El pequeño libro de Schlier al fin y al cabo muestra simplemente esto: que los discípulos se dejaron conquistar por un fenómeno que se les manifestaba, por una realidad inesperada, inicialmente incomprensible, y que la fe en la resurrección nace de esa conquista, es decir, de un acontecimiento que anticipaba su pensamiento y voluntad, es más, que los cambiaba.
Quien lea el libro de Schlier verá que el autor ha vivido la misma experiencia de los discípulos: él mismo es uno que ha sido conquistado «por la evidencia de un fenómeno que se ha manifestado por sí mismo con naturaleza», es decir, es un creyente, pero un creyente que cree razonablemente. Toda su vida consistió en dejarse conquistar por el Señor que lo guiaba. Schlier no reduce trivialmente el fenómeno de la resurrección a la normalidad de un hecho cualquiera. La originalidad de este acontecimiento, que se revela en las relaciones tan especiales instauradas por el Resucitado, emerge claramente en su libro. No es un acontecimiento como los demás, sino salirse de lo que normalmente sucede como historia. De aquí nace la dificultad de una interpretación objetiva; de ello se entiende también la tentación de anular el acontecimiento como acontecimiento para interpretarlo como hecho mental, existencial o psicológico. Pese a que Schlier deja intacto en su particularidad –como hemos dicho– lo que la resurrección tiene de singular, es decir, de incomprensible para nosotros, mantiene firme –fiel a los testimonios de los textos y a la evidencia de aquel inicio– «la irreversibilidad y la irreductibilidad de la secuencia “aparición del Resucitado” -“kerygma” - “fe”»; que con resurrección se entiende «un acontecimiento, es decir, un acontecimiento histórico concreto», o dicho de otra manera, que «la palabra de los que ven al Resucitado es la palabra de un acontecimiento que supera a los testigos».
Así como las tentaciones de 1968 no son hoy menos actuales que entonces, también hoy resulta muy útil este libro, y espero que tenga muchos lectores.