Home > Archivo > 06/07 - 2004 > Aquella vez que el rostro de Montini se iluminó de alegría
ESTADOS UNIDOS
Sacado del n. 06/07 - 2004

ESTADOS UNIDOS. Entrevista al arzobispo de Filadelfia

Aquella vez que el rostro de Montini se iluminó de alegría


El cardenal Justin Francis Rigali, que recibió el palio de manos de Juan Pablo II en presencia del patriarca Bartolomé I, recuerda la estima y el cariño de Pablo VI por Atenágoras. Interviene también sobre temas de actualidad eclesiástica y política


por Gianni Cardinale


Juan Pablo II impone el palio al arzobispo Rigali, martes 29 de junio de 2004

Juan Pablo II impone el palio al arzobispo Rigali, martes 29 de junio de 2004

El cardenal Justin Francis Rigali, arzobispo de Philadelphia, es uno de los 44 metropolitanos que recibió del Papa el palio con ocasión de la liturgia por la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, celebrada en la plaza de San Pedro la tarde del 29 de junio. La ceremonia contó con la preciosa presencia, junto a Juan Pablo II, del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, que llegó a Roma en un año denso de aniversarios importantes –faustos e infaustos– por lo que se refiere a las relaciones entre Roma y la antigua Bizancio.
30Días le ha hecho al cardenal Rigali algunas preguntas sobre el significado del palio, sobre la presencia en Roma del patriarca Bartolomé y sobre algunas cuestiones referidas a la Iglesia de los Estados Unidos en este año de elecciones presidenciales.

Eminencia, ¿qué significado tiene el gesto de recibir el palio de manos del obispo de Roma?
JUSTIN FRANCIS RIGALI: Es la segunda vez que lo recibo, hace diez años por San Luis, hoy por Filadelfia, pero el significado del palio es el mismo. Es la señal de la unidad del arzobispo metropolitano con el obispo de Roma, y además es también señal de unión dentro de una determinada provincia eclesiástica –por ello lo he recibido de nuevo– entre el arzobispo metropolitano y los obispos sufragáneos. Además, este año ha habido un elemento más, maravilloso…
Imagino que se refiere a la presencia en la solemne liturgia del patriarca ecuménico Bartolomé I, presente en Roma para celebrar los cuarenta años del histórico encuentro en Jerusalén entre Pablo VI y el patriarca Atenágoras.
RIGALI: Exactamente. Recuerdo muy bien –yo era un joven sacerdote, y estaba aquí en Roma– el día en que Pablo VI volvió de Jerusalén. Fue recibido triunfalmente por el pueblo. Posteriormente pude ser testigo de la estima y el cariño que el papa Montini sentía por Atenágoras.
Pablo VI vuelve de su viaje a Tierra Santa la tarde del 6 de enero de 1964.  En el aeropuerto de Ciampino fue recibido por el presidente de la República italiana, Antonio Segni, y por Giulio Andreotti, ministro de Defensa

Pablo VI vuelve de su viaje a Tierra Santa la tarde del 6 de enero de 1964. En el aeropuerto de Ciampino fue recibido por el presidente de la República italiana, Antonio Segni, y por Giulio Andreotti, ministro de Defensa

¿De qué manera?
RIGALI: Cuando prestaba servicio en la Secretaría de Estado hacía de intérprete para Pablo VI. Recuerdo como si fuera hoy mismo que durante una audiencia privada, cuando el interlocutor evocó la figura del gran Patriarca ecuménico, el rostro del Pontífice se iluminó de gozo.
¿Qué le ha impresionado más de la presencia del Patriarca de Constantinopla en la misa de entrega de los palios?
RIGALI: Fue una cosa hermosa que este aniversario se celebrara en un contexto de oración. Que el Papa y el Patriarca rezaran juntos el Credo y que cada uno pronunciara una homilía. Aunque por desgracia todavía no ha llegado el momento de celebrar juntos la eucaristía. Todo esto es sin lugar a dudas el fruto del Vaticano II, que ha sensibilizado al mundo católico sobre las riquezas del patrimonio espiritual de las Iglesias de Oriente, de las que están en comunión con Roma y también de las ortodoxas.
La visita de Bartolomé I coincidió también con dos aniversarios infaustos. Los 950 años del cisma de 1054 y los 800 años del saqueo de Constantinopla por obra de los participantes en la cuarta Cruzada.
RIGALI: Es importante lo que dijo el Papa a propósito de este último hecho: «¿Cómo no compartir también nosotros, a distancia de ocho siglos, la indignación y el dolor que, ante la noticia de lo que había sucedido, manifestó inmediatamente el papa Inocencio III?».
El obstáculo quizá mayor en el diálogo entre Roma y la Ortodoxia está representado por la cuestión del primado de jurisdicción del obispo de Roma. Los ortodoxos tienden a percibirlo como un intento de hegemonía frente a ellos…
REGALI: Es cierto que existe a veces esta percepción. Pero el Papa quiere que no sea así, desea que el papel del sucesor de Pedro no sea ni sea percibido como hegemonía, sino como servicio a la unidad según la voluntad de Jesucristo. El obispo de Roma es el servus servorum Dei, es el siervo de toda la Iglesia.
Antes de venir a Roma usted participó en una asamblea plenaria de la Conferencia episcopal de EE UU, en la que se discutió principalmente sobre la actitud que hay que adoptar frente a los políticos católicos que promueven políticas contrarias a las enseñanzas de la Iglesia…
RIGALI: En la reunión no se habló sólo de los políticos, sino de las condiciones necesarias para que cualquier fiel pueda acceder a la santa comunión. Los obispos reafirmaron la doctrina de la Iglesia, que es además la expresada por san Pablo en la primera Carta a los Corintios, sobre las disposiciones necesarias para todos. Para acceder a la eucaristía hay que estar en gracia de Dios y creer en lo que enseña la Iglesia. Y los políticos no son ninguna excepción.
Juan Pablo II concelebra la solemne liturgia de san Pedro y san Pablo con los 44 arzobispos metropolitanos en presencia del patriarca Bartolomé I, el pasado 29 de junio

Juan Pablo II concelebra la solemne liturgia de san Pedro y san Pablo con los 44 arzobispos metropolitanos en presencia del patriarca Bartolomé I, el pasado 29 de junio

El problema es que esta discusión se celebra en un año electoral, en el que uno de los candidatos a la presidencia, el demócrata John F. Kerry, es católico y tiene una posición notoriamente favorable al derecho al aborto. ¿No hay peligro de que la Iglesia católica sea acusada de bajar directamente al terreno político en la carrera a la Casa Blanca?
RIGALI: Siempre existe el peligro de que la enseñanza de la Iglesia sea malinterpretada. Los obispos de los Estados Unidos, sin embargo, siempre han hecho grandísimos esfuerzos durante la historia para evitar dar al pueblo indicaciones sobre a quién han de votar. Pero la Iglesia siempre ha reafirmado, y siempre debería reafirmar, los principios morales que todos, incluidos los políticos, deberían seguir. La Iglesia siempre ha enseñado que el aborto es intrínsecamente malo. Pero además la Iglesia enseña también que la cooperación formal al aborto es mala. Y los fieles, legisladores in primis, no pueden promover leyes que introducen, confirman y sostienen una cosa intrínsecamente mala como el aborto. No pueden hacerlo sin consecuencias.
¿Y cuáles serían estas consecuencias? Las posiciones de los obispos de EE UU son distintas. El arzobispo de Saint Louis, Raymond L. Burke, ha declarado que a los políticos católicos obstinadamente pro abortistas se les debería negar la comunión. Otros no están de acuerdo…
RIGALI: Quien practica el aborto y quien apoya el derecho al aborto está objetivamente en contra de las enseñanzas de la Iglesia y ha de ser, o habría de ser consciente de que no está en buena disposición para recibir la comunión. Con respecto a la cuestión de negar la comunión a estas personas, los obispos han dicho que esta decisión debería ser estudiada en cada caso, según la situación concreta. Los obispos, de todos modos, fueron unánimes a la hora de reafirmar el compromiso de enseñar no sólo que el aborto es intrínsecamente malo, sino que también lo es favorecerlo, incluso desde el punto de vista legislativo.
Kerry será el primer candidato católico a la Casa Blanca tras John Fitzgerald Kennedy, en 1960. ¿Qué diferencias hay con respecto a hace 44 años?
RIGALI: En aquella época había una gran discriminación para con los católicos, por lo que la elección de Kennedy parecía muy difícil. Hoy existe una nueva discriminación con respecto a los católicos, en varios sectores y por varios motivos, si bien a nivel político no existen ya los obstáculos de hace cuarenta años. El problema hoy es otro. Mucho mayor. Si un político se declara católico, ¿está dispuesto a seguir la enseñanza de la Iglesia hasta el fondo?
El vaticanista del National Catholic Reporter, John L. Allen jr., ha revelado que durante su visita al Vaticano del 4 de junio el presidente George W. Bush se quejó ante Angelo Sodano de que «no todos los obispos americanos están conmigo» sobre cuestiones como la defensa del matrimonio. El 24 de junio el presidente del episcopado de EE UU, el obispo Wilton Gregory, escribió a todos sus colegas pidiendo que hicieran presión a los senadores de su Estado para que votaran a favor de una enmienda constitucional –promovida por la mayoría republicana– que define el matrimonio como vínculo exclusivo entre un hombre y una mujer. Alguien –como el vaticanista Sandro Magister, de L’Espresso– ha visto una conexión entre estos dos hechos. ¿Existe?
RIGALI: Personalmente no veo ninguna conexión. La Iglesia está siempre a favor de todo lo que salvaguarde la institución matrimonial tal como la quiso Dios. En este momento, para salvaguardar la institución matrimonial como unión entre un hombre y una mujer es necesaria una enmienda constitucional. Es obvio, pues, que la Iglesia es favorable a esta enmienda. Esto es todo.
Una última pregunta. Usted es desde hace diez años arzobispo de importantes diócesis estadounidenses. Antes estuvo durante muchos años en Roma al servicio de la Santa Sede. ¿Qué opinión le merecen las acusaciones de antiamericanismo dirigidas a la Santa Sede por sus críticas a la guerra de Irak?
RIGALI: La Santa Sede no es ni nunca fue antiamericana. La Santa Sede tiene una posición muy coherente con respecto a la guerra –que no puede ser un instrumento para resolver posibles controversias internacionales– y la expresa libremente y en toda circunstancia. El 4 de octubre de 1965 el papa Pablo VI, durante su histórica visita al Palacio de Cristal de la ONU, en Nueva York, lo dijo claramente: «Jamais plus la guerre, jamais plus la guerre!». Nunca más la guerra, nunca más la guerra. En esto la Iglesia ha seguido siendo coherente. Esta actitud no puede tacharse de antiamericanismo.


Italiano English Français Deutsch Português