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AFRICA
Sacado del n. 06/07 - 2004

El arzobispo de Abiyán, Costa de Marfil, en el convenio de Iustitia et Pax

No seremos el caballo de los jinetes de Occidente


Los empresarios africanos se enfrentan muy a menudo contra un sistema bancario que representa un obstáculo insuperable. ¿Quién puede hacer frente a tipos de interés que hacen que el capital prestado se duplique cada cinco años?


por el cardenal Bernard Agré


El cardenal Bernard Agré

El cardenal Bernard Agré

Incrementar el desarrollo de África, continente olvidado, continente saturado de malas noticias, como se suele decir, representa un problema de gran complejidad. Y sin embargo, los recursos naturales no faltan: abundantes productos del suelo y del subsuelo, presencia de una élite muy apreciable desde el punto de vista intelectual y de la capacidad de gestión económica.
Una élite que se ha formado en las universidades y en las escuelas locales más prestigiosas, pero también en las universidades y escuelas más insignes de Occidente. Sin considerar que muchos representantes de esta élite son famosos en Europa y en América por su competencia y creatividad.
Estos africanos competentes y motivados son capaces, muy a menudo, de emprender obras para el desarrollo del continente. Pero, además de los problemas de mercado que a menudo frenan sus iniciativas debido a una competencia extranjera muy fuerte, agravada por las leyes sacrosantas de la globalización, los empresarios africanos chocan muy a menudo con un sistema bancario que representa un obstáculo insuperable. Se suele acusar a los africanos de mala gestión financiera. Pero hay, como en todos los continentes, excepciones esperanzadoras. Hoy en África hay administradores capaces y buenos empresarios. Pero ¿cómo pueden acceder al crédito que es en todo el mundo el punto fundamental para la empresa y el desarrollo? Los bancos, generalmente, tienen sus sedes en Europa y cada uno sigue la política de su nación. E incluso cuando los empresarios africanos presentan proyectos factibles a las sucursales de estos bancos en nuestros países, pueden recibir una negativa, categórica o cortés, debido a los intereses nacionales prioritarios.
También hay que hacer notar que los tipos de interés practicados en Costa de Marfil, por ejemplo, sólo por citar a este país, que conozco bien, son muy altos. Los intereses aplicados no son nunca inferiores al 17-20%. ¿Quién puede afrontar estos tipos de interés que hacen que el capital prestado se duplique cada cinco años? Esto es un impedimento para acceder a estos créditos. Hay que decir, además, que los bancos no asumen con frecuencia ningún riesgo porque, antes de conceder un préstamo, exigen garantías que ya de por sí cubran el capital prestado. Este sistema ha de ser retocado si queremos dar oportunidades a personas de valía que desean transformar en el sitio las materias primas –África es orgullosamente la primera o la segunda productora del mundo– y asegurarles una plusvalía. África da señales de estar cansada de ser sólo productora de materias primas. Invito a todos los que pueden contribuir a dar con una solución más humana, más provechosa que la actual, a trabajar juntos para ayudar a África a hacerse cargo de su desarrollo.
Hablando de África, sería un bien superar los discursos ideológicos para pasar al compromiso concreto. Los discursos mantienen a África en su subdesarrollo, e incluso la hacen retroceder. El compromiso efectivo la libera y la convierte en verdadero socio. De este modo Occidente y África no tendrán ya una relación de caballo y jinete –África es siempre el caballo–, sino de mutuo respeto y admistad efectiva.

Esta es la ponencia del cardenal Bernard Agré, leída el 21 de mayo durante la jornada de estudio y reflexión sobre “Desarrollo económico y social de África en la era de la globalización”, organizada en el Vaticano
por el Pontificio Consejo de Justicia y Paz


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