Home > Archivo > 09 - 2004 > Rusia después de Beslán
PORTADA
Sacado del n. 09 - 2004

Habla el vicesecretario del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa

Rusia después de Beslán


La matanza de Osetia, el terrorismo internacional, Irak, el desarme nuclear, las actuales relaciones de Rusia con los Estados Unidos y Europa. Amplia entrevista con Nicolai Spasski, partiendo de su nueva novela, Las reliquias de San Cirilo, una historia de espías ambientada en 1991 entre Roma y Moscú durante los años del desmoronamiento de la URSS


por Roberto Rotondo


Nikolai Spasski en el claustro de la Basílica de los Santos Apóstoles, Roma. El exembajador ruso ante el Estado italiano acaba de publicar su segunda novela histórica, esta vez dedicada a las relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa

Nikolai Spasski en el claustro de la Basílica de los Santos Apóstoles, Roma. El exembajador ruso ante el Estado italiano acaba de publicar su segunda novela histórica, esta vez dedicada a las relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa

Roma, otoño de 1991. El embajador soviético en Italia, Fëdor Tregubin, ha de afrontar la disolución de la URSS. Su país está al borde del abismo y decide suicidarse. Pero antes quiere llevar a cabo un proyecto acariciado durante mucho tiempo: acabar con el cisma entre la Iglesia católica y la ortodoxa, organizando un viaje del papa a Moscú y sobre todo recuperando las reliquias de san Cirilo, el evangelizador del mundo eslavo. Pero mientras sus planes van cobrando consistencia, Tregubin se da cuenta de que es sólo el peón de un juego mucho más grande que él y que tiene finalidades bien distintas…
Esta es, a grandes rasgos, la trama de la nueva novela histórica de Nicolai Spasski, Las reliquias de san Cirilo, una verdadera historia de espías en la que la verdad y lo verosímil se entrelazan, así como también los caminos del poder mundano y los del altar. Spasski, pese a que esta no es su primera creación, no es un escritor profesional: a sus 43 años cuenta con una larga carrera diplomática, estuvo en Roma más de seis años como embajador de la Federación Rusa ante el Estado italiano, y hoy es el vicesecretario del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa. Es el número dos de Igor Ivánov (que, a su vez, es en Rusia como Condoleeza Rice en EE UU, para entendernos), y aunque está en primera línea para afrontar el shock del terrible atentado terrorista en la escuela de Beslán, acepta responder a nuestras preguntas sobre el papel actual de Rusia en el mundo, porque, como hizo notar el expresidente de la URSS, Gorbachov, lo de Osetia «ha sido un ataque a Putin, que está tratando de levantar al país». Comenta Spasski: «Lo que estamos afrontando es una guerra larga y dura, real y auténtica. Seremos capaces de ganarla si la afrontamos como tal. Sería un trágico error pensar que el terrorismo es un enfrentamiento de civilizaciones o creer que se trata de un fenómeno aislado».

¿Podemos considerar la tragedia de Beslán como el 11 de septiembre ruso?
NIKOLAI SPASSKI: Pienso que la comparación entre la tragedia de Beslán y el 11 de septiembre es totalmente legítima. Se trata de una tragedia nacional, que sacudió a todo el país, a todo el pueblo. En su llamamiento televisado el presidente Putin expresó muy bien este sentimiento de rabia y luto. No hay ninguna duda, Rusia saldrá cambiada de esta trágica experiencia. Esperemos encontrar el civismo resumido hace cuarenta años por el presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy cuando pronunció esta famosa frase: «Pregúntate lo que tú puedes hacer por tu país, no lo que tu país puede hacer por ti».
San Cirilo en un fresco del siglo IX conservado en la Basílica de San Clemente, Roma

San Cirilo en un fresco del siglo IX conservado en la Basílica de San Clemente, Roma

Putin dijo: «Nos han declarado la guerra», dando a entender claramente que la cuestión chechena no explica por sí sola el atentado. ¿Cuál era el objetivo y el porqué de los terroristas?
SPASSKI: La guerra la han declarado contra todos nosotros, contra América, Rusia, Europa, contra las fuerzas moderadas del mundo islámico. Sí, es cierto que Rusia está en el punto de mira del terrorismo. Pero no hay nada extraño en ello. Mi país no trata con terroristas, no cede ante ellos, sino que combate. A menudo nuestros interlocutores occidentales nos preguntan qué tiene que ver el separatismo chechenio con todo esto. El separatismo como fenómeno de masa no existe en la Chechenia de hoy. Existen problemas socioeconómicos ligados a la posguerra, a la reconstrucción pacífica. Y como en las demás partes del mundo estos problemas son instrumentalizados por el terrorismo. Tras fracasar en su proyecto de crear en el Cáucaso un enclave terrorista, Al-Qaeda ha desencadenado su furia contra Rusia. En esta situación lo primero que hay que hacer es destruir esta amenaza con todos los medios posibles. Pero es importante que la respuesta militar y el refuerzo de la seguridad pública estén enmarcadas en la estrategia global de la lucha contra el terrorismo, que incluye aspectos políticos, diplomáticos, económicos, mediáticos.
Volvamos a su nueva novela, a su interés por la historia de las relaciones entre la Iglesia ortodoxa y la católica y a las consecuencias políticas del desarrollo de esta relación. No es la primera vez que se ocupa usted de este tema, pero esta vez todo hace pensar que el protagonista de la novela que trata de recuperar las reliquias de san Cirilo es usted. ¿Estoy simplificando demasiado?
SPASSKI: Sí, porque en realidad el verdadero protagonista del libro es el desmoronamiento de la URSS, el año 1991, una época de grandísimo caos en que mi país corrió el riesgo de precipitarse en el abismo. Toda la trama del libro es inventada, pero teniendo presente a mi país, a nuestra historia, el conocimiento directo de ciertos ambientes y ciertos personajes nuestros. El resultado es una historia verosímil, en cierto sentido real, del hallazgo y la devolución a Rusia de las reliquias de san Cirilo. Una intriga inventada, desde luego, pero también la verdadera historia de la desaparición de las reliquias del evangelizador de los eslavos es una auténtica y bella historia de espionaje que atraviesa todo un milenio. No le escondo mi deseo de ver en vida la reconciliación de las dos Iglesias. Por consiguiente, también me interesa muchísimo que las cosas de la política no se utilicen para impedir la realización de este gran sueño. Pero preferiría dejarlo aquí.
La Plaza Roja ocupada por los carros armados de los golpistas durante uno de los momentos de mayor caos del terrible 1991 ruso

La Plaza Roja ocupada por los carros armados de los golpistas durante uno de los momentos de mayor caos del terrible 1991 ruso

Pero yo insisto, dejando a un lado el final, preguntándole por qué le atribuye usted en el libro un peso político y estratégico tan relevante a un posible viaje del papa a Moscú, y, más en general, a la posibilidad de reconciliación entre la Iglesia católica y la ortodoxa rusa…
SPASSKI: Se dice que el cisma es la huella más profunda de las puertas del infierno en el cuerpo de la Iglesia de Cristo. Comparto plenamente esta afirmación, y a este tema le he dedicado mis dos últimos libros: tanto El Bizantino, donde se cuenta la historia de las intrigas diplomáticas durante el siglo XV en el triángulo Moscú-Roma-Constantinopla, como Las reliquias de san Cirilo. El cisma entre ortodoxia y catolicismo ha tenido su historia, su mitología, sus protagonistas. El precio fue horrible, incluida la caída de Bizancio. Pero hoy es el momento de acercarse, porque todos nosotros, tanto católicos como ortodoxos, somos ante todo cristianos.
Desde el punto de vista práctico, ¿qué podría significar la reconciliación de las Iglesias? Ante todo hemos de recordar que se trata de dos enormes comunidades de cristianos, presentes en una parte considerable de la tierra. De este modo, como es natural, este acercamiento contribuiría notablemente a estrechar las relaciones entre los pueblos. Porque los pueblos y las sociedades civiles se desarrollan, progresan y se integran no sólo cuando hay relaciones de tipo económico, sino también de tipo espiritual, familiar, cultural. Además está el problema del terrorismo. Para combatirlo no es bastante la colaboración entre los gobiernos. También ha de participar la sociedad civil. El acercamiento entre las dos Iglesias también contribuiría a este objetivo.
En el mundo, además, no existe sólo el terrorismo basado en el radicalismo islámico, también hay cosas que nos preocupan: actitudes de intolerancia que desembocan en la violencia; totalitarismo y xenofobia que a veces hasta afloran a nivel de política oficial; multiplicación de sectas que predican una ideología inhumana y diabólica. En estas condiciones, si la Iglesia ortodoxa rusa y la Santa Sede consiguieran unificar sus esfuerzos, podrían contribuir grandemente no sólo a la lucha contra el terrorismo, sino también a rescatar a las almas de la trampa del odio y la intolerancia.
¿No podría interpretarse el interés directo por parte de un gobierno laico en el acercamiento de las Iglesias como una injerencia? Porque además esta relación ha pasado de periodos de hielo glacial a periodos de cauto diálogo, pero nada más…
SPASSKI: Yo, en cambio, creo que, aunque no de manera vistosa, se está dando cierta comprensión entre las dos Iglesias, y esto me alegra. La cicatrización del cisma eclesiástico es tarea de las dos Iglesias, y el Estado no tiene derecho a intervenir. En la Unión Soviética se aspiraba a reglamentar totalmente la vida eclesiástica, y hoy estamos todavía pagando las consecuencias. Pero el Estado y la sociedad civil no pueden contemplar a distancia esta empresa. El Estado puede facilitar el diálogo eclesiástico, puede crear condiciones favorables, pero el entendimiento ha de ser alcanzado sólo entre el Patriarcado y la Santa Sede. Sólo así puede funcionar.
El separatismo como fenómeno de masa no existe en la Chechenia de hoy. Existen problemas socioeconómicos ligados a la posguerra, a la reconstrucción pacífica. Y como en las demás partes del mundo estos problemas son instrumentalizados por el terrorismo
El problema del radicalismo islámico. Algunos estudiosos establecen el punto de partida de este fundamentalismo agresivo en el Cáucaso, en 1988, cuando la URSS celebró de manera solemne el milenio del Bautismo de la Rus’. Fue entonces cuando se salió del rígido ateísmo estatal, pero nació también un sentimiento de frustración en una parte del islam que sintió que recibía menos reconocimientos que la religión cristiana…
SPASSKI: Siempre decimos que no hay correlación entre islam y terrorismo, y es cierto. El islam es una civilización y una de las religiones más grandes del mundo, y merece todo nuestro respeto, pero el terrorismo es otra cosa. Es un fenómeno que siempre ha acompañado al hombre en su historia. Podríamos incluso discutir si el asesinato de Julio César fue o no una acción terrorista. Rusia también conoció el fenómeno durante los años setenta y ochenta del siglo XIX, y aquella experiencia ha dejado huellas profundas en nuestra cultura. Pero volviendo a su pregunta, yo por aquellos entonces era un joven funcionario del Ministerio de Exteriores, miembro del Partido Comunista. Aunque muy dentro de mí me sentía cristiano, no podía analizar los fenómenos de que hablamos, porque por entonces no se les daba mucha publicidad. Eran cosas que existían como en la sombra. No creo que la celebración del Bautismo de la Rus’ provocara el deseo del renacimiento islámico, pero no excluyo que algunas actitudes puedan haber influido en este sentido.
Más sencillamente, cuando el Partido Comunista de la URSS dulcificó su control sobre el país, salieron a relucir y se afirmaron cosas totalmente distintas entre sí: por un lado la voluntad de democracia, de libertad, de valores humanos, de renacimiento religioso por parte del pueblo. Por otro, la presencia de un radicalismo extremista que recibía del exterior muchas ayudas. Porque es un hecho que por lo general el extremismo crece cuando se le financia e instrumentaliza desde el exterior. La ideología de Al Qaeda se inspira en la vertiente más agresiva, extremista, intolerante e inhumana del islam. No hemos de censurar esta realidad por motivos de corrección política. Hay que impedir que los terroristas puedan acreditarse como portavoces de aspiraciones populares. Hay que despojarles de la base socioeconómica. Los jóvenes han de comprender que el futuro es posible, que es posible trabajar y participar pacíficamente en la vida de su país, que existe un destino mejor que morir como hombres bomba adoctrinados por Al Qaeda.
Una mujer entre los escombros de la escuela de Beslán, tras el terrible atentado considerado por Spasski como el 11 de septiembre ruso

Una mujer entre los escombros de la escuela de Beslán, tras el terrible atentado considerado por Spasski como el 11 de septiembre ruso

Las guerras también se pueden perder. ¿Cómo podría perderse esta guerra?
SPASSKI: Lo peor sería que nos encontráramos frente a la decisión de capitular o instaurar un régimen policial.
En el durísimo discurso tras la tragedia de Osetia, Putin recordó que Rusia es una potencia nuclear. Un problema ligado en cierto sentido al terrorismo, pero más en general a la seguridad mundial, es el de las armas de destrucción masiva. No parece que se hayan dado grandes pasos desde el final de la guerra fría, e incluso hoy existen nuevos países que poseen la bomba atómica. ¿Cómo retomar el camino hacia el desarme nuclear?
SPASSKI: No existe una respuesta sencilla. Qué duda cabe que además del terrorismo, el mayor problema que amenaza a la comunidad internacional es hoy la proliferación de armas de destrucción masiva y, en cierto sentido, la situación es más complicada de lo que lo era durante la guerra fría, en la que, debido a la mutually assured destruction, bastaba un acuerdo entre las dos superpotencias para reducir el peligro de guerra nuclear a niveles más o menos aceptables. Hoy, cuando hablamos de países que poseen armas de destrucción masiva, no hablamos sólo de los que poseen armas nucleares desde hace mucho tiempo, sino de los que hace poco entraron a formar parte de los países dotados de bomba atómica o que trabajan para conseguirla. Y es que todavía hoy la bomba atómica es considerada una póliza de seguro, tanto a nivel regional, es decir, para disuadir o amenazar a los vecinos, como a nivel global, para evitar posibles ataques si se está en la lista de países peligrosos elaborada por los Estados Unidos. De modo que no es realista pensar en sentarnos todos alrededor de la misma mesa de negociaciones y resolver de común acuerdo el problema de las armas de destrucción masiva. Según la doctrina militar de la Federación Rusa, nosotros podríamos usar armas nucleares sólo si se nos ataca con armas de destrucción masiva o en una situación crítica para nuestra seguridad nacional, como resultado de una agresión masiva con armas convencionales. La doctrina militar de EE UU sobre el tema, pese a ser más elástica, está más o menos en sintonía con la nuestra. En Rusia hemos eliminado la mitad de nuestro arsenal en pocos años, pero el fenómeno es más complejo. Si hubiera un país del Tercer Mundo que tratara de llegar a la construcción de la bomba atómica, podríamos intervenir, pero con mucha atención, y contribuir a dar con una solución pacífica para los motivos de la crisis regional. Además, podemos tratar de atenuar la preocupación frente a Estados Unidos, aunque son ellos los que tienen que demostrar que tras Irak no habrá una cadena de intervenciones militares en otros países, porque si no, en dos o tres años conoceremos un notable incremento en la carrera hacia el arma atómica. En definitiva, debemos eliminar los motivos que hacen que un país sienta la necesidad de armarse. Es un camino largo y complejo, pero, si los países que tienen cierta influencia y que gozan de cierto respeto en las relaciones internacionales se movieran, se podría empezar a ver la luz al final del túnel.
No le escondo mi deseo de ver en vida la reconciliación de las dos Iglesias. Por consiguiente, también me interesa muchísimo que las cosas de la política no se utilicen para impedir la realización de este gran sueño
¿A pesar de todo podemos ser optimistas?
SPASSKI: No completamente, porque si es verdad que ya no existe el peligro de una guerra nuclear, sin embargo sigue existiendo el peligro de que se produzca un accidente en la gestión de los arsenales militares o de las centrales nucleares. Además, el peligro de la utilización de armas nucleares en los conflictos regionales no ha sido totalmente ahuyentado, y hemos de afrontar el riesgo –inexistente hace un decenio– de que se produzca un atentado terrorista con armas de destrucción masiva, no necesariamente nucleares. Este es un peligro real. Hacerse con bombas químicas o biológicas es más fácil, y son tan letales como las bombas atómicas. El escenario de un posible atentado podría ser extremadamente simple, casi banal. En la literatura sobre el tema se cita siempre un ejemplo alucinante: el caso de un hombre-bomba que se infecta con ántrax y se pasa todo un día viajando en el metro de Nueva York causando una epidemia con decenas de miles de infectados. En los próximos años es posible que la humanidad haya de afrontar un atentado terrorista de este tipo.
De modo que son problemas distintos. Está claro que hay que seguir con el proceso de reducción de los arsenales nucleares implicando también a las otras potencias tradicionales, como Inglaterra, Francia, China, y hemos de trabajar con los países que hayan hecho explosionar aunque sólo sea una bomba para que entren en el régimen de no proliferación. Hay que reforzar las garantías de la IAEA [International Atomic Energy Agency, Organismo Internacional para la Energía Atómica, n. de la r.], ante todo a propósito de threshold countries. El director general de la Agencia, Mohammed el Baradei, sostiene ideas interesantes al respecto. Hay que reforzar la seguridad técnica del desarrollo del sector de la energía nuclear. Y, como es obvio, es necesario tomar todas las medidas necesarias para prevenir un atentado terrorista con armas de destrucción masiva y, en caso de que esto desgraciadamente ocurriera, tomar todas las medidas posibles para limitar sus efectos.
Citábamos antes a EE UU. ¿Cuál es el estado actual de sus relaciones?
SPASSKI: Por su peso real en la política y la economía mundial, los Estados Unidos ocupan un lugar muy importante entre los socios de Rusia. Pero no hay nada raro en ello, hoy todos los países atribuyen una importancia especial a sus relaciones con los EE UU. Nuestras relaciones mutuas inciden en la estabilidad estratégica del mundo. Sin una colaboración estrecha entre nuestros países es imposible hallar respuesta a desafíos como el terrorismo, la proliferación de armas de destrucción masiva, las crisis regionales. Rusia está interesada en colaborar más y más dinámicamente con EE UU no sólo en el campo estratégico, sino también en campo económico y cultural. Pese a nuestras divergencias en ciertas cuestiones, seguimos trabajando muy intensamente.
El presidente ruso Vladimir Putin con el patriarca de Moscú, Alexis II

El presidente ruso Vladimir Putin con el patriarca de Moscú, Alexis II

Divergencias que han salido a relucir también en la campaña de Irak…
SPASSKI: Sí, es cierto. Pero hemos de tener en cuenta que en el establishment político americano conviven líneas de pensamiento y sentimientos distintos. Están los llamados neocons, que, considerando a EE UU como la única superpotencia global, prefieren que se mueva de manera unilateral. Este punto de vista se ha manifestado en la acción militar americana contra Irak, que nosotros consideramos desde un primer momento un grave error. Pero no es posible afirmar que la política exterior estadounidense es sierva de los neocons, porque es algo mucho más articulado y complejo. Además, el que en la política americana existan estas tendencias no significa que podamos permitirnos dejar que los USA las sigan de manera discriminada. Porque la estabilidad del mundo se verá perjudicada tanto por una doctrina de intervencionismo unilateral americano como por una doctrina aislacionista. Nosotros no quisiéramos que los EE UU se cerraran construyendo una “Fortress America”.
Pero sobre Irak ustedes no pusieron vetos definitivos…
SPASSKI: Nuestro punto de vista fue desde el principio negativo, pero los EE UU siguieron adelante. ¿Qué podíamos hacer? ¿Retirarnos ofendidos y esperar que se empantanaran? Si los Estados Unidos se meten en líos, será un lío para todos. Nosotros podemos emprender una política no demagógica tratando de influir en las decisiones de los EE UU. El hecho de que se aprobara la resolución 1546 de la ONU significó un paso importantísimo, fundamental para el desarrollo de la situación en Irak. Desde luego, no se pueden hacer milagros y no se puede pensar que tras la resolución de la ONU la situación se apacigüe en un santiamén. Hemos de reconstruir la estabilidad en el país porque hoy es este el verdadero problema, la estabilidad y la seguridad elemental. No podemos permitir que el territorio de Irak se convierta en el almacén del terrorismo internacional. Este sería el peor escenario que podríamos imaginar. Nosotros no estamos de acuerdo con la línea de nuestros amigos americanos, pero contemplamos sus esfuerzos con simpatía. Y reafirmamos que se ha de llegar a la plena y total soberanía de Irak, lo cual facilitaría también la intervención de la ONU.
¿Con qué actitud siguen la campaña de las presidenciales en Estados Unidos?
SPASSKI: Nosotros seguimos una rígida regla a propósito de las elecciones estadounidenses: no hacemos ningún comentario. Porque el nuestro no es un interés por las personas, con las cuales se pueden o no establecer relaciones humanas. Se trata de otra cosa. Para nosotros es importante que, a pesar de la campaña electoral, continúen desarrollándose positivamente las relaciones entre nuestros países, que no haya sorpresas, que nuestros proyectos esbozados sigan adelante. En definitiva, que sigamos por el camino por el que tras muchos años hemos encarrilado nuestras relaciones. Además no hemos de olvidar que el período de la campaña electoral estadounidense es también un período de fragilidad de su sistema político. Es un período en el que los vecinos, los socios, los amigos de los EE UU hemos de prestar atención a que la política interior estadounidense no incida en sus relaciones con los demás países del mundo. Este es el espíritu con el cual seguimos, con gran atención, esta campaña.
Arriba, Vladímir Putin, en su residencia de Sochi, entre el presidente francés, Jacques Chirac, y el canciller alemán, Gerhard Schroeder; debajo, el presidente George W. Bush durante un encuentro en la Casa Blanca con los responsables de la seguridad nacional y de la comunicación

Arriba, Vladímir Putin, en su residencia de Sochi, entre el presidente francés, Jacques Chirac, y el canciller alemán, Gerhard Schroeder; debajo, el presidente George W. Bush durante un encuentro en la Casa Blanca con los responsables de la seguridad nacional y de la comunicación

¿Y el estado de sus relaciones con Europa? ¿No les preocupa que con la entrada de los nuevos países del Este, que antiguamente formaban parte del sistema económico de la URSS, la UE haya llegado casi a las puertas de Rusia?
SPASSKI: Nuestras relaciones con Europa son otra cosa con respecto a las que mantenemos con EE UU. Para nosotros Europa no es una tierra extraña. Mejor dicho, Rusia es parte de Europa. De manera que nos interesa que se cree una Unión Europea fuerte, que podría convertirse en socio efectivo de Rusia. Pero no escondemos que tenemos nuestros propios intereses. Así que no podemos aceptar que la UE trate de separarse de Rusia, por ejemplo, con los visados de entrada. Nos preocupa mucho cuando por intransigencia e inercia burocráticas no se promueven proyectos de colaboración importantes; cuando la ampliación de la UE crea complicaciones en nuestras relaciones con los nuevos países miembros. Consideramos que las relaciones entre Rusia y UE no han de ser inferiores a las relaciones bilaterales que Rusia mantiene con cada uno de los países miembros de la Unión, como por ejemplo Italia. Pero también estamos convencidos de que la UE y Rusia tienen idéntico interés en colaborar recíprocamente. Rusia no piensa en entrar en la UE, por lo menos en un futuro próximo. Pero sin una estrecha conexión con nuestro país, la Unión nunca conseguirá afirmarse como polo fuerte y autónomo en la política mundial.
Hemos de tener en cuenta que en el establishment político americano conviven líneas de pensamiento y sentimientos distintos. Están los llamados neocons, que, considerando a EE UU como la única superpotencia global, prefieren que se mueva de manera unilateral. Este punto de vista se ha manifestado en la acción militar americana contra Irak, que nosotros consideramos desde un primer momento un grave error. Pero no es posible afirmar que la política exterior estadounidense es sierva de los neocons, porque es algo mucho más articulado y complejo
La situación económica de la Federación Rusa mejora, pero a menudo se oyen críticas al desarrollo social del país.
SPASSKI: La refundación de la economía rusa ha resultado ser un reto mucho más arduo de lo que habíamos imaginado cuando se dio comienzo a las reformas en 1991. En los noventa la economía tomó los derroteros del mercado libre, pero el proceso estuvo acompañado por una profunda diferenciación en la renta de la población y por una considerable caída de la producción. Esta situación fue también debida a una serie de gravísimos errores cometidos por los dirigentes rusos de la época. Pero quizá sea inútil juzgar el pasado. Hoy la presidencia y el gobierno rusos consideran el crecimiento de la competitividad del país, sobre todo la economía, la principal tarea de la nación para entrar en una nueva etapa histórica. Por el momento no hemos entrado todavía en la fase decisiva, pero sí que existe una reactivación muy prometedora. No hay más que decir que el PIB y la producción industrial están creciendo en un 7 por ciento anual.
Pero muchas veces se les acusa de depender demasiado de la venta de materias primas, como el petróleo y el gas, y que esto crea poco empleo…
SPASSKI: Es cierto que en el último período han tenido cierta importancia los precios favorables del petróleo y el gas. Pero esto no quiere decir que Rusia dependa exclusivamente del petróleo. La estrategia económica de nuestro gobierno persigue el renacimiento de la base industrial del país, el crecimiento de las exportaciones de las mercancías industriales.
Este cambio de rumbo también ha sido la causa de fuertes enfrentamientos con algunos sectores líderes en la producción de materias primas…
SPASSKI: Los años noventa nos han dejado una herencia durísima, que a veces repercute en nuestra vida de hoy. Pero nuestros interlocutores occidentales han de comprender que es absurdo suponer que todo lo que pasa en Rusia obedece a un plan premeditado. Somos un país normal, democrático y de mercado, como ustedes, con la única diferencia de que, por evidentes motivos, hemos de afrontar problemas más complejos y difíciles.


Italiano English Français Deutsch Português