Home > Archivo > 09 - 2004 > Un cristianismo que asombra
DOCUMENTOS
Sacado del n. 09 - 2004

Un cristianismo que asombra


La introducción del arzobispo emérito de Florencia al libro de Marco Politi Il ritorno di Dio, viaggio tra i cattolici d’Italia


por el cardenal Silvano Piovanelli


La portada del libro <I>Il ritorno di Dio. Viaggio tra i cattolici d'Italia</I> de Marco Politi, editado por Mondadori, Milán, 2004, 455 pp., euro 20,00

La portada del libro Il ritorno di Dio. Viaggio tra i cattolici d'Italia de Marco Politi, editado por Mondadori, Milán, 2004, 455 pp., euro 20,00

No tengo por costumbre presentar libros. Ni siquiera libros nacidos dentro de la Iglesia. Aunque estimo mucho a quienes los hacen nacer y yo mismo gozo del fruto de su trabajo.
¿Por qué he cedido entonces a la amable insistencia del autor?
El primer motivo es estrictamente personal. Llevo muy vivo en mi corazón el recuerdo del obispo Vincenzo Savio, que nos ha dejado recientemente con un testimonio conmovedor de amor a Cristo y a la vida. Escribía una semana antes de morir, agotado por la enfermedad y la quimioterapia: «Lo más importante es decir a todos que estoy inmensamente contento de Dios. ¡Una maravilla! Una sorpesa continua que me hace decir con convicción que en cada instante su medida estaba llena y cumplida». Monseñor Savio siempre estuvo atento al mundo de la comunicación social y mantuvo relaciones amistosas con periodistas y escritores. Estoy seguro de que me diría: «Haz la presentación».
El segundo motivo es la seriedad y valentía de este trabajo. Un trabajo incluso fatigoso, porque ha sido hecho de tú a tú a través de entrevistas y encuentros desde el norte al sur de Italia, entrando en contacto con sacerdotes y obispos, con parroquias y movimientos, con monjas y teólogas, con los que se desviven por los últimos de la sociedad y con los que viven un compromiso cultural de amplios horizontes, con quien se dedica a las comunicaciones sociales y con quien del mil maneras promueve la justicia y la paz, con quien vive el bien de la familia y con quien está en contacto con las situaciones desesperadas del hombre y de la mujer, con quien está comprometido en política y trabaja con esperanza por los jóvenes.
A menudo incluso historiadores excelentes dejan el cristianismo totalmente fuera de sus investigaciones y reflexiones. Como si no se dieran cuenta de su presencia ni de su influjo en la historia de Europa y, señaladamente, de nuestra Italia. Henri Fesquet, que formó parte del grupo que fundó Le Monde, decía: «Esta Iglesia católica que yo mismo he criticado a menudo, aunque siempre con la verdad que nace del amor, sigue siendo extraordinariamente interesante si la comparamos con la triste desolación del mundo político o de tanto mundo intelectual. Este cristianismo es el más raro y vasto jardín zoológico del mundo, con toda especie de animales: unos mediocres y apoltronados, pero otros excepcionales, llenos de creatividad y de caridad. Un zoo donde el amor ha estimulado en cada siglo y aún sigue estimulando la fantasía, para intentar siempre nuevas sendas y ponerse así al servicio de los necesitados que continuamente surgen en la sociedad».
«Pero», dice el padre Peter H. Kolvenbach, general de los jesuitas, «somos hombres y en la búsqueda son posibles crisis tensiones, dificultades. Veo toda esta efervescencia como el aspecto exterior de un organismo muy vital que tiende a un equilibrio en muchos campos: en las relaciones entre obispos y teólogos, en las relaciones entre Iglesias locales y religiosos, en la colaboración entre distintas formas del apostolado laical. En este proceso de crecimiento hacia una comunión cada vez mayor hay que ver también la dialéctica entre la crítica de los teólogos o de otros componentes eclesiales y los avisos de la jerarquía. Claro que si en la crítica se usan expresiones violentas, agresivas, hay que esperarse respuestas igualmente violentas. En la Iglesia la ley de la caridad debería gobernar todos nuestros comportamientos, incluso la protesta, pero es duro cambiar nuestras costumbres y, por tanto, siempre habrá resistencias dictadas por un espíritu mundano».
Espero que este libro ayude a que el estupor florezca en el corazón de muchos. «El cristianismo sorprende siempre a quien ahonda en él» decía Pascal. Sorprende también a quien ha nacido en él. ¡Imagínese al que lo descubre por primera vez! Asombra, pero no un cristianismo en cierto modo teórico, que no se sabe como se conjuga con la vida de los hombres, sino un cristianismo que resplandece en la vida de los cristianos.
Jesús resucitado y los apóstoles en el lago Tiberíades, Duccio di Buoninsegna, predela posterior de la Maestà, Museo de la Opera del Duomo, Siena. Debajo, un detalle

Jesús resucitado y los apóstoles en el lago Tiberíades, Duccio di Buoninsegna, predela posterior de la Maestà, Museo de la Opera del Duomo, Siena. Debajo, un detalle

Don Lorenzo Milani le escribía en 1948 a un joven amigo suyo, comunista, de San Donato a Calenzano: «Pero dime, Pipetta, ¿de verdad me has comprendido? Es una casualidad, sabes, que me veas luchando contigo contra los señores… Pipetta, todo pasa. Para quien muere con llagas en la puerta de los ricos, más allá está el Pan de Dios. Esto solamente es lo que mi Señor me había dicho que te dijera. Es la historia la que se me ha echado encima… Ahora que el rico te ha vencido… me toca estar a tu lado para combatir al rico… Tienes razón, sí, tienes razón, entre tú y los ricos serás siempre tú, pobre, el que tenga razón. Pero qué pequeña es esta palabra que me has hecho decir. Pipetta, hermano, deja que te lo diga ya… El día que derribemos juntos la verja de algún parque, que instalemos juntos la casa de los pobres en el palacio del rico, acuérdate Pipetta, no te fíes de mí, ese día te traicionaré. Ese día no me quedaré contigo. Volveré a tu casucha húmeda y maloliente a rezar por ti ante mi Señor crucificado. Cuando tú ya no tengas hambre ni sed, acuérdate Pipetta, ese día te traicionaré. Ese día por fin podré cantar el único grito de victoria digno de un sacerdote de Cristo: ¡Bienaventurados… los que tienen hambre y sed de justicia!».
Espero que este libro ayude a muchos a considerar con más atención el misterio del cristianismo: «Ninguna religión», decía Pascal, «corresponde tanto a la verdadera naturaleza del hombre como la religión de Cristo, si bien ninguna parezca serle tan contraria». Y espero que con su ayuda muchos puedan reconocer que, si las catedrales y las obras de arte marcan de manera tan evidente nuestra cultura, hay otra presencia, aún más importante: la vida de personas y comunidades que son como levadura en la masa y constituyen un suplemento de alma, una reserva de esperanza para la humanidad entera en la historia agitada y atormentada de nuestro tiempo.
Sumisamente hago votos para que los cristianos, leyendo este libro, sean más conscientes del tesoro de la fe y comprendan que el único Evangelio que la gente aún acoge es el que está escrito en su vida.


Italiano English Français Deutsch Português