Home > Archivo > 10 - 2004 > Hechos para tocar el corazón de los fieles sencillos
SANTUARIOS
Sacado del n. 10 - 2004

Varallo Sesia - Vercelli

Hechos para tocar el corazón de los fieles sencillos



por Giuseppe Frangi


Varallo en una estampa de 1830 tomada 
de <i>Storia del Sacro monte di Varallo</i> de G. Bordiga

Varallo en una estampa de 1830 tomada de Storia del Sacro monte di Varallo de G. Bordiga

Viéndolo hoy, lo de Bernardino Caimi parece una genial cruzada al revés. En vez de llevar a los cristianos a matar y hacerse matar, los hacía partícipes de beneficios semejantes y substitutivos, en espera de que el Señor les diera a los hombres tiempos mejores. Su idea tuvo un éxito inmediato y arrollador, y ese pequeño escenario de pocas capillas en la cima del monte muy pronto resultó insuficiente. Pero Caimi murió en 1499 y parecía que nadie sería capaz de continuar la iniciativa en un lugar que no caía tan a mano. Hacía falta un hombre de allí. Y este hombre llegó: se llamaba Gaudenzio Ferrari («Gaudentius noster», lo llaman los documentos de la época), había nacido a pocos kilómetros de Varallo y poseía todos los requisitos que esa empresa requería. Era pintor, escultor, arquitecto. Su idea fue la de pasar de las capillas con los simples recuerdos de Jerusalén, a capillas con representaciones, lo más verosímiles posible, de los hechos de la vida de Jesús.
Se trató de una intuición genial. Gaudenzio, hombre culto, pero lejano de las artificiosidades renacentistas, esculpía figuras de madera o barro cocido de tamaño natural, que vestía con vestidos reales y remataba con cabelleras muy cuidadas, hechas con crines de caballo; pintaba en las paredes caras de testigos que bien podían ser la gente del Varallo de su época; sobre todo concibió lugares donde quien llegaba no asistía solamente, no se limitaba a mirar, sino que era llamado a formar parte de la escena. En las capillas de la Natividad, bajas y angostas, como debía ser la cueva de Belén, el peregrino se hallaba (y sigue hallándose) en medio, entre el pesebre y el séquito de los Reyes Magos que llega a su espalda. En la de la Crucifixión (hoy por desgracia cerrada por vidrieras para su conservación) se entraba y se hallaba uno, junto con todas las estatuas de los protagonistas, a los pies de la Cruz. Testigos y participantes en un hecho real.
Gaudenzio, en fin, había inventado el mecanismo de los Sacromontes. Eran los primeros decenios del siglo XVI; algún tiempo después la idea se extendió a otros lugares de los Alpes lombardos y piamonteses, sobre todo gracias al impulso de san Carlos Borromeo y luego de su primo Federico. Casi siempre las gigantescas obras comenzaban por iniciativa de un fraile franciscano. Variaban los contenidos de los proyectos: en Orta las capillas narran la historia de san Francisco, en Oropa, donde se encuentra la venerada imagen de la Virgen negra llevada allí por el obispo Eusebio, se narra la historia de María.
Hoy los Sacromontes siguen viviendo, algo olvidados, casi apartados respecto a los dictámenes de la burocracia eclesiástica. Viven combatiendo batallas ímprobas por la conservación debido a la complejidad de sus estructuras. Reciben pocos reconocimientos de los intelectuales, católicos y no católicos (aunque la Unesco ha puesto a Varallo en la lista de los grandes monumentos mundiales que hay que proteger). Y, sin embargo, esta endémica pobreza es el primer motivo de su riqueza. Porque su pobreza es lo que conmueve a los peregrinos o a los curiosos que poco a poco siguen visitándolos incesantemente.
Los Sacromontes (el del Varallo, especialmente, merece una visita, por lo menos una vez en la vida. No hay palabras para describir la emoción que comunica) son como monumentos “desnudos”. No tienen ninguna retórica que los cubra y proteja. No tienen ninguna barrera física que los conserve. Están expuestos a la intemperie, igual que la vida real. Padecen el frio cuando hace frío; la humedad cuando la lluvia no da tregua. Son pobres como, en su realidad, es pobre la vida de cada hombre. Por esto los Sacromontes tocan el corazón de los fieles sencillos, porque están hechos para ellos.


Italiano English Français Deutsch Português