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AFRICA
Sacado del n. 11 - 2004

Annalena Tonelli: una cristiana entre los somalíes



por Davide Malacaria


Annalena Tonelli

Annalena Tonelli

«Decidí dedicarme a los demás: los pobres, los que sufren, los abandonados, los no queridos, cuando era niña, y así lo he hecho y espero seguir hasta el final de mi vida. Quería seguir sólo a Jesucristo. Nada me interesaba tan intensamente: Él y los pobres en Él. Por Él tomé una decisión de pobreza radical […] Estoy a servicio sin un nombre, sin la seguridad de una orden religiosa, sin pertenecer a ninguna organización, sin un sueldo, sin pagar un seguro para cuando sea vieja. No estoy casada porque así decidí felizmente cuando era joven. Quería ser toda para Dios. Era una exigencia de mi ser la de no tener una familia mía. Y así ha sido por gracia de Dios». Con estas palabras Annalena Tonelli, nacida en Forlì en 1943, contó su vida durante un congreso sobre el voluntariado que se celebró en el Vaticano en 2001. No le gustaba hablar de sí misma, pero esa vez tuvo que hacerlo. Habla de sus años juveniles, pasados al servicio de los últimos de su ciudad y de los pobres del Tercer mundo gracias al Comité para la lucha contra el hambre en el mundo que contribuyó a crear. Pero, añade, las fronteras de su acción le parecían limitados. Así que en 1969 va a África. Allí comprende pronto que se puede servir al Señor en todas partes. «Pero ya estaba en África –cuenta– y sentí que era Dios quien me había llevado y allí me quedé, con alegría y gratitud». Comienza así su obra en favor de las poblaciones somalíes, diseminadas entre Somalia y los países limítrofes. Jirones de humanidad herida que asiste «sobre sus rodillas», como repite a menudo. En el norte de Kenia comienza a enseñar inglés porque, explica, era el único trabajo que podía hacer «sin acarrear daño a nadie». Pronto comienza a dedicarse a los enfermos de tuberculosis, primero llevándoles el alivio de un poco de agua y luego asistiéndoles en el desierto. Llegan las noticias de su acción y en 1976 la Organización mundial de la salud le pide que realice una nuevo tipo de intervención, que resultará tan eficaz que se convierte en un modelo aplicado en todo el mundo. Así los enfermos de tuberculosis comienzan a llegar al centro de rehabilitación para poliomielíticos, ciegos y mutilados que mientras tanto había fundado con unas compañeras en el desierto. Sus musulmanes la quieren, pero están angustiados porque ella, cristiana, no puede ir al Paraíso. Pero, poco a poco, se convencen. No podía ser de otra manera. Con ellos mantiene una relación delicada de estima y amistad.
Pero no sólo se trata de asistencia a los últimos. En 1984 las autoridades de Kenia intentan exterminar una tribu del desierto. Sus denuncias públicas impiden el genocidio. Es arrestada y llevada ante una corte marcial, donde las autoridades, todas cristianas, le revelan que se ha librado de dos emboscadas, pero que la próxima… «Luego, uno de ellos, un cristiano practicante, me pregunta qué es lo que me lleva a actuar así. Le dije que lo hacía por Jesucristo que nos pide que demos la vida por nuestros amigos».
Es difícil dar cuenta de las obras buenas que brotaron en torno a ella, fuera y dentro de Somalia, gracias también a los muchos ocasionales compañeros de camino que el Señor puso a su lado. Como la escuela especial de Borama, que nace de la visita de un antiguo alumno suyo que desde Kenia va a Somalia para confesarle sus penas de amor y que se pone a su lado para crear una escuela para sordomudos que, luego, acogerá también a niños nacidos con minusvalías. Un centro formativo tan apreciado que, dcie, «algunos intelectuales y luego algunos ricos han venido a suplicarme que acepte a sus hijos». Y también las campañas para la operación de cataratas que entre estas poblaciones, son causa de ceguera. Pero sobre todo el Tb Center de Borama, en Somaliland, que asiste y cura a miles de enfermos. Un centro en torno al cual florece de todo, incluida una escuela coránica para sus musulmanes. Decía Annalena Tonelli durante el mencionado congreso en el Vaticano: «Los pequeños, los que no tienen voz, los que no valen nada para el mundo, pero tanto para Dios, sus predilectos, nos necesitan, y nosotros debemos ser para ellos y estar con ellos, y nada importa si nuestra acción es como una gota de agua en el océano. Jesucristo no habló de resultados. Habló sólo de amarnos, de lavarnos los pies los unos a los otros, de perdonarnos siempre». El 5 de octubre de 2003 fue asesinada en Borama. Por la tarde, regresando a su casa, le pegaron un tiro en la cabeza. Una ejecución con aspectos misteriosos. En Somalia no había sacerdotes y por tanto tenía pocas ocasiones de participar en una misa. Así que de noche se ponía en adoración de la Hostia consagrada. «La última vez la consagré yo», nos dice el obispo de Yibuti, Giorgio Bertin, que de vez en cuando celebraba misa para Tonelli: «Un mes y medio antes de su muerte». Decía Tonelli en su testimonio: «La Eucaristía nos dice que nuestra religión es inútil sin el sacramento de la misericordia, que es en la misericordia donde el cielo se encuentra con la tierra».


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