El pacto con la Serpiente. Actualidad de la antigua gnosis y de sus perversiones
La Serpiente da el conocimiento del bien y del mal
Actualidad de la antigua gnosis y de sus perversiones
por Lorenzo Bianchi
La serpiente de bronce, Anton van Dyck (1599-1641), Museo del Prado, Madrid
Conocemos la secta de “los adoradores de la Serpiente” por menciones, más o menos extensas, en las obras de apologistas cristianos: desde las descripciones de Ireneo3, Hipólito4 y las sintéticas noticias de Tertuliano5, Orígenes6, Epifanio7, Filastrio8, hasta una alusión en san Agustín9; y también la conocemos, debido a algunas fuertes semejanzas con lo que nos ha transmitido Ireneo, por un escrito original gnóstico, La hipóstasis de los Arcontes, tratado en lengua copta (el egipcio de época helenista y romana) hallado en el códice II de Nag Hammadi10.
Es sobre todo Ireneo, que vivió en el periodo de máxima difusión del pensamiento de los gnósticos ofitas, quien nos habla de ellos, ilustrando «sus cosas fantásticas»11. Por la dificultad de seguir la complicada y fantasmagórica historia de la fatal y catastrófica caída del espíritu del divino creador en la materia, que se desarrolla utilizando a manos llenas textos del Antiguo Testamento, es suficiente la simple lectura de Ireneo para evidenciar el carácter de perversión de la razón y de la realidad propio de sus teorías (cf. en el primer recuadro de la página anterior la más sintética, pero igualmente significativa, exposición atribuida a Tertuliano). Los ofitas (o naassenos, denominación con que los conoce Hipólito) toman su nombre de la Serpiente (ofis en griego) porque para ellos la Serpiente es el centro, el elemento preponderante en la historia que caracteriza su doctrina. La Serpiente es, en antagonismo con el malvado demiurgo creador de la materia, la reveladora del dualismo subyacente en la concepción gnóstica; la Serpiente es aquella que proporciona la gnosis, el conocimiento iluminado del bien y del mal; la Serpiente es el elemento positivo al que rendir culto e invocar como camino para la salvación de todo lo que se esconde en el hombre (en la materia de la carne como en una prisión) de “pneumático”, espiritual, es decir, originado por el creador del bien, para el consiguiente abandono eterno de todo lo que es “ hiloico”, material, es decir, mal, el mal que está en el mundo y que es el mundo12. Una redención que puede alcanzarse, precisamente por el desprecio de la carne, de la materia, también mediante el libertinaje más perverso (cf. al respecto el pasaje del segundo recuadro de la página 49, colocado por Ireneo a modo de conclusión al final de la descripción de las varias sectas heréticas gnósticas13).
Dos siglos después de Ireneo, en la época de Agustín, la doctrina gnóstica resuena en la maniquea, que mantiene el carácter fundamental de aquella, es decir, el dualismo que divide también la persona del hombre, efecto de una doble creación, dividido en sí entre bien y mal, entre luz y tiniebla, creación respectivamente de un dios bueno y de un malvado demiurgo.
Las mismas características se vuelven a hallar en los bogomiles de la Edad Media, que predicaban que Dios había creado o emanado el alma, mientras que el diablo había plasmado el cuerpo; y también en el movimiento de los cátaros.
Si, fuera de estos límites cronológicos, es difícil entrever, en términos puramente históricos, una derivación directa de la gnosis moderna de la gnosis antigua, podemos verla, sobre todo como especulación esotérica14, en cierta cultura moderna: las referencias a la secta de los ofitas, evidenciadas por Borghesi en el artículo citado, lo atestiguan.
Notas
1 Ireneo de Lyon, Adversus haereses II, 26,1.
2. M. Borghesi, «El pacto con la Serpiente», en 30Días, n. 2, febrero de 2003, págs. 52-58
3 Ireneo de Lyon, op. cit. I, 30. 1-15.
4 Hipólito, Refutatio: habla de los adoradores de la serpiente en tres distintos lugares: V, 7, 2-9, 9 (de un escrito de los naassenos); V, 10, 2 (el salmo de los naassenos sobre el alma); V, 24, 2-27, 5 (del Libro de Baruch del gnóstico Justino).
5 Al texto mutilado de Tertuliano, De praescriptione haereticorum, algunos códices añaden, atribuyéndola a Tertuliano, una continuación, publicada por los editores con el título de Libellus adversus omnes haereses. De los ofitas se trata en II, 1-4.
6 Orígenes, Contra Celsum VI, 24-39.
7 Epifanio, Panarion I, 37.
8 Filastrio, Liber de haeresibus I, 2, 9.
9 Agustín, De Genesi contra Manichaeos II 36-40.
10 Para este texto véase W. Förster (preparado por) Gnosis, vol. II, Zurich-Stuttgart, 1971, págs. 46-52. En las págs, 53-62 la traducción alemana. Véase también la traducción inglesa en J. Robinson (preparado por), The Nag Hammadi Library in English, 2 edición, Leiden, 1984, págs. 152-160.
11 Ireneo de Lyon, op. cit. I, 30, 1.
12 Cf U. Bianchi, Prometeo, Orfeo, Adamo. Tematiche religiose sul destino, il male, la salvezza, Edizioni dell’Ateneo, Roma, 1991, p. 29.
13 Ireneo de Lyon, op. cit. 1. 31, 2.
14 Véase al respecto el volumen de G. Filoramo, Il risveglio della gnosi ovvero diventare Dio, Roma-Bari, 1990.