Primero la tragedia de Alejandría, con las decenas de muertos del atentado a la iglesia copta ortodoxa de los Santos, la noche del 31 de diciembre. Luego, la revuelta que estalló en las plazas egipcias, los enfrentamientos, los muertos, el final del régimen de Mubarak y el comienzo de una transición aún incierta. Para los cristianos de Egipto, como para todos los demás egipcios, esta es realmente una época llena de preguntas. Un tiempo en el que se entrecruzan ansias, trepidaciones y esperanzas desarmadas. Y donde el máximo del realismo coincide con la oración de gracias y consagración a la misericordia de Dios. Como atestigua en la entrevista que sigue también Antonios Naguib, patriarca de Alejandría de los Coptos católicos.
Antonios Naguib
Beatitud, ¿qué ha pasado en Egipto? ¿Cómo ha vivido usted los últimos acontecimientos?
ANTONIOS NAGUIB: Hemos vivido días de angustia, que el mundo entero ha podido seguir por los medios de comunicación. Los partidos y los grupos de oposición al régimen y al gobierno comenzaron a organizar manifestaciones enormes, que empezaron el martes 25 de enero. Pedían el “cambio”, un cambio radical e inmediato del régimen, de la Constitución, del gobierno y del presidente. El presidente Mubarak trató de satisfacer a los manifestantes y a la opinión pública con concesiones parciales, que fueron consideradas insuficientes. El final es conocido, la dimisión de Mubarak.
¿Cómo ha sido posible una explosión tan imprevista?
En realidad no se puede decir que haya sido imprevista. Muchos analistas hacía tiempo que venían señalando elementos que preparaban esta explosión, que tuvo lugar como la erupción de un volcán. Lo que empujó al pueblo a la insurrección fue una suma de distintos factores: el abuso de poder, la corrupción, el monopolio de la industria y los terrenos por parte de algunos hombres de negocios. Luego todos los problemas sociales: desempleo juvenil, imposibilidad de encontrar casa a precio razonable y, por consiguiente, dificultad para crear una familia; y, además, el aumento continuo de los precios de los alimentos y los servicios.
Ha habido muchos muertos. Pero en algunos momentos se temió una guerra civil mucho más sangrienta.
En todas las Iglesias de todas las denominaciones se ofrecieron plegarias cotidianas por la paz en este país. Y ahora damos gracias a Dios omnipotente por cómo ha sucedido todo, y rezamos por la paz y el bien del amado Egipto, para que pueda tener un futuro mejor y más luminoso.
¿Quiénes han sido los autores reales de la revuelta? ¿Cómo contempla el papel de los Hermanos Musulmanes en la fase actual, y en el futuro? ¿Y el del ejército?
Los primeros a los que hay que darles las gracias son a los jóvenes patriotas que han guiado a todos al rechazo de una situación equivocada que reinaba en el país desde hacía demasiado tiempo. En cuanto a los Hermanos Musulmanes, no escondían su oposición radical. Pero no eran ellos quienes estaban al frente de la sublevación. El ejército ha querido evitar enfrentarse a la población con las armas, y pienso que ha tenido un papel decisivo a la hora de empujar a Mubarak a presentar la dimisión.
¿Se ha tratado de una revuelta espontánea, o ha habido interferencias exteriores para desestabilizar Egipto?
El comienzo de las manifestaciones de los jóvenes, el 25 de enero, era pacífico y muy correcto. Luego se infiltraron otros elementos, y comenzaron los actos de vandalismo. El retiro de las fuerzas de policía abrió las puertas a todos los malhechores. Pero entonces fue cuando se vio una cosa interesante: en cada calle los jóvenes y los hombres, cristianos y musulmanes, en una solidaridad maravillosa, se organizaron espontáneamente en “comités populares” para defender a los habitantes y los bienes, y pudo haber seguridad y tranquilidad.
Pero en la dimisión de Mubarak, ¿cuánto pesó las presiones occidentales –especialmente las de Estados Unidos– y del ejército? ¿Y qué opina el pueblo egipcio de esas presiones?
No puedo decir si las presiones occidentales, especialmente de Estados Unidos, tuvieron realmente un peso efectivo en la decisión definitiva de Mubarak de dimitir. Porque si las manifestaciones se hubieran parado con sus primeras concesiones, no se hubiera retirado hasta el final de su mandato. Fueron los jóvenes y los otros manifestantes, decididos a no aceptar menos que la dimisión total y definitiva, lo que le obligó a tomar la última decisión. Si no lo hubiera hecho, creo que el ejército habría decretado y declarado su expulsión del poder.
¿Y ahora? ¿Cómo acabará todo, según usted?
En mi opinión existe realmente la posibilidad de dar inicio a un proceso que paulatinamente lleve a Egipto a colocarse entre los países modernos. Un país civil y democrático basado en las leyes, donde la libertad de cada cual se respete y donde las relaciones entre las personas estén reguladas por la ciudadanía compartida y común, con iguales derechos y deberes para todos. Las manifestaciones expresaban este tipo de peticiones políticas. Este puede ser realmente por fin el camino para evitar divisiones y enfrentamientos entre los grupos sociales y religiosos, garantizando a todo el mundo la posibilidad de expresarse y de contribuir al bien común. Sin que haya categorías y grupos discriminados en la sociedad y en la política. Egipto se encuentra en una encrucijada importante desde el punto de vista político, económico y social. La reconstrucción del país podrá reavivar realmente las raíces de una civilización que marcó al mundo durante siglos.
¿Cómo han vivido los cristianos estos momentos?
Con todos y como todos nuestros conciudadanos, hemos vivido estos acontecimientos dramáticos con el profundo sentimiento de aprensión. Como ya he dicho, todas las Iglesias se dirigen a nuestro único socorro: la Misericordia divina. Ponemos toda nuestra confianza en Dios, y ahora le imploramos para que dé luz y valor a los líderes de los grupos y las organizaciones para caminar juntos por el camino de la reconstrucción.
La plaza Tahrir, en El Cairo, donde durante dieciocho días cientos de miles de manifestantes antigubernamentales dieron comienzo a la revuelta contra el presidente Hosni Mubarak
[© Corbis]
Al principio de las propuestas, los líderes cristianos eran prudentes. Había quienes invitaban a los cristianos a no participar en las manifestaciones. ¿Se teme acaso que la desestabilización del régimen pueda andando el tiempo acarrearles nuevas desgracias, como ocurrió en Irak?
Me tranquiliza el haber vuelto a ver estos días algo que desde hacía tiempo no se veía: una unidad concreta entre los ciudadanos, viejos y jóvenes, cristianos y musulmanes sin distinción ni discriminación, con el propósito común de actuar por el bien de Egipto, por la salvación y la seguridad del país. Espero que estos sentimientos puedan permanecer y arraigar en los corazones. Esta experiencia ha aclarado la mirada de muchos. Ahora todos ven que quienes fomentan las divisiones y los enfrentamientos hacia los otros egipcios por las diversidades religiosas en realidad lo que pretenden es destruir esta unidad y desestabilizar Egipto.
Lo cierto es que el régimen autoritario de Mubarak en sus expresiones oficiales se oponía a los conflictos religiosos y, pese a todo, era considerado por muchos observadores un factor de “protección” de los cristianos, objetos de violencias repetidas en los últimos decenios. ¿No existe realmente el riesgo de echar de menos, dentro de algún tiempo, la rígida omnipresencia de las fuerzas de seguridad?
Es cierto que muchos cristianos pensaban que el régimen de Mubarak les garantizaba cierta protección, y temían que el cambio de régimen pudiera llevar a los Hermanos Musulmanes al poder. Hasta ahora este peligro sigue estando algo lejos, aunque no ha sido eliminado completamente. Por otra parte las fuerzas armadas han declarado claramente que su tarea es provisional para preparar el pleno restablecimiento del gobierno civil.
Poco antes de la revuelta general, Egipto había sido el centro de atención y polémicas internacionales precisamente por la matanza de los cristianos coptos en Alejandría, el pasado 31 de diciembre. ¿Hay una conexión, según usted, entre ambos hechos?
He tomado en consideración esta hipótesis desde el primer momento. Porque había vivido acontecimientos similares en los ochenta y noventa, cuando era obispo de Minya. Entonces habíamos vivido casi cinco años de ataques mortales contra los cristianos. Los autores de aquellos ataques querían derrocar el régimen, pero no lo consiguieron. Así que empezaron a atacar directamente a la policía y a los representantes del gobierno, hasta asesinar al gran imán de Al-Azhar. El blanco era el régimen, los cristianos eran solo el puente de paso hacia aquel objetivo.
En los últimos acontecimientos, se ha dicho que las fuerzas de policía que se habían retirado en los primeros tres días de sublevación, y que de este modo habían abierto el paso a todos los hechos vandálicos que ya conocen, habían recibido esta orden del ministro del Interior, que de este modo quería probar que su persona era indispensable para el presidente y para el régimen. En aquellos días, pese a la ausencia total de la policía que habitualmente hacía la guardia frente a las iglesias, no hubo ni un ataque a las iglesias. Esto dio credibilidad a la hipótesis, que circuló especialmente entre los cristianos, de que el propio ministro del Interior había planeado la matanza de Alejandría, para justificar el refuerzo de los controles de policía. En todo caso, la espontaneidad de las sublevaciones juveniles y populares dio al traste con todos los eventuales cálculos criminales.
Después de la matanza de Alejandría del 31 de diciembre, también los grandes medios de comunicación internacionales se ocuparon de los cristianos coptos de Egipto. A menudo sin explicar bien quiénes son.
Los coptos son los cristianos de Egipto que según la tradición recibieron la fe cristiana del apóstol san Marcos. Después, con Diocleciano, el gran perseguidor, llegó la era de los mártires, que dio comienzo (en el año 284) al calendario copto. En el siglo IV, con la libertad religiosa, la fe cristiana se difundió en todo Egipto. La Iglesia de Alejandría en aquel tiempo tenía un papel eminente, con sus grandes teólogos: Orígenes, san Alejandro, san Cirilo y san Atanasio. Hasta que en 451 la Iglesia copta, junto a la etíope, la siria y la armenia, rechazó las decisiones del Concilio de Calcedonia.
¿Cómo se refleja en la vida y las devociones de los fieles el origen apostólico de la Iglesia de Egipto?
La devoción a san Marcos es fortísima. Lo veneran todos como el apóstol fundador. Y además Egipto fue también uno de los países donde Jesús vivió, cuando tras su nacimiento María y José se refugiaron en el país para escapar de Herodes. Todo el recorrido de la Sagrada Familia está lleno de lugares y santuarios que son meta de peregrinaciones.
Un manifestante enseña un crucifijo y un Corán durante una manifestación contra el desalojo de la plaza dos días después de la caída de Mubarak, el domingo 13 de febrero de 2011 [© Associated Press/LaPresse]
San Marcos era el discípulo de Pedro. Recibió del Príncipe de los apóstoles la orden de escribir su Evangelio. Así pues, existe desde los orígenes un vínculo entre la Iglesia copta y el obispo de Roma.
Hasta el año 451 la Iglesia era en la práctica una, luego llegaron las separaciones. A partir de la primera mitad del siglo XVIII una pequeña parte de los coptos confesó su comunión con el obispo de Roma, y en 1895 el papa León XIII creó el Patriarcado copto católico. Pero la visión del vínculo con la Iglesia de Roma sigue siendo un punto controvertido en las relaciones con nuestros hermanos de la Iglesia copta ortodoxa. Ellos dicen: unidad en la fe, sí, en la caridad, sí, pero sumisión de inferior a superior, no. Dicen que esta era la situación de los primeros siglos, que se condensó más tarde en la Pentarquía, la estructura de los cinco Patriarcas, entre ellos el de Roma, que, según ellos, tenía un primado en la caridad, pero no en la jurisdicción.
A propósito, en el reciente Sínodo sobre Oriente Medio, el cardenal Levada anunció que quería recabar sugerencias y propuestas de los líderes de las Iglesias orientales sobre el tema del primado, para tratar sobre este punto nuevos principios de diálogo con los ortodoxos. ¿Ha seguido adelante esta iniciativa? ¿Han sido contactados ustedes, los patriarcas católicos orientales, por la Congregación para la Doctrina de la fe?
Hasta el momento no. En el Sínodo se auspició una mayor participación de los patriarcas católicos orientales en la vida de la Iglesia católica. Se hicieron algunas propuestas prácticas, como la de admitir a los patriarcas orientales en el Sagrado Colegio que elige al Papa en virtud de su propio oficio patriarcal y sin que hayan de ser creados cardenales. Serían señales de mayor implicación, pero no representan una solución. Y desde luego no son cosas que puedan satisfacer a nuestros hermanos ortodoxos. Para ellos el criterio es el de la autocefalia, es decir, de la autonomía de cada Iglesia local. Y la cuestión del primado hay que plantearla en los términos en que era compartida en las relaciones entre los apóstoles y entre sus primeros sucesores.
A partir del rechazo del Concilio de Calcedonia en adelante, a las comunidades cristianas autóctonas de Egipto se las relaciona con el monofisismo, la doctrina condenada por aquel Concilio según la cual la naturaleza humana de Jesús quedaba absorbida por la divina. ¿Qué queda de aquellas doctrinas en la espiritualidad copta?
En realidad, desde entonces, las disputas tenían que ver con aspectos terminológicos más que sustanciales. Y como ocurre también hoy, las disputas doctrinales eran alimentadas también por cuestiones políticas. En aquel tiempo Egipto estaba bajo el dominio de los bizantinos, que habían aceptado el Concilio de Calcedonia y querían imponer en las sedes episcopales a obispos “calcedonianos” que les eran fieles, a partir de la sede patriarcal de Alejandría. Los egipcios identificaban la fe “calcedoniana” como una señal distintiva de la fe imperial, y sobre todo bajo el empuje de los monjes se organizaron en Iglesia del pueblo, dejando a los calcedonianos el control de una jerarquía filoimperial protegida por las guarniciones bizantinas. Pero desde el punto de vista doctrinal, ya en el siglo VI en Egipto se habían rechazado las doctrinas que sostenían la fusión entre la naturaleza humana y la naturaleza divina de Jesús. En 1988 los representantes de la Iglesia copta ortodoxa y de la Iglesia católica firmaron una declaración cristológica concordada para expresar su fe compartida en Jesucristo, «perfecto en Su Divinidad y perfecto en Su Humanidad», que «hizo Su Humanidad una con Su Divinidad sin mezcolanza, mezcla o confusión».
Según usted, ¿qué es lo que define en lo concreto la espiritualidad de la Iglesia copta?
Aquí hay que distinguir. Los coptos católicos nos hemos formado con la ayuda de profesores y educadores católicos. Así pues, atesorando las nuevas aportaciones teológicas y espirituales surgidas del catolicismo a lo largo de los siglos. Por su propia actitud, nuestro pensamiento se actualiza continuamente, requerido por las enseñanzas que proceden tanto del Papa como de las Congregaciones, de los Concilios, de los teólogos y de los santos.
¿Y los coptos ortodoxos, en cambio?
Para ellos es distinto. Los coptos católicos distinguimos entre patrimonio espiritual ascético-monástico y patrimonio teológico-dogmático. Para ellos la teología coincide con la Sagrada Escritura, con los Padres de la Iglesia y con la rica tradición espiritual monástica. Así pues, todo sigue igual que al principio; no existe esa diferenciación que hay en la Iglesia católica a lo largo de los siglos. Y he de decir que para los coptos católicos la cercanía con esta realidad de nuestros hermanos coptos ortodoxos es una ayuda, porque nuestra formación “a lo occidental” contiene un riesgo de intelectualismo. Mientras que para ellos todo es mucho más sencillo y esencial. El punto que nos une es la liturgia. Hemos de decir que la fe en Egipto se ha custodiado y transmitido no por la teología, por la cultura civil, por los grandes predicadores, sino por el apego visceral a la liturgia vivido por los cristianos de estos lares. La liturgia es nuestra verdadera patria espiritual.
¿Y las peregrinaciones?
También las peregrinaciones tienen un lugar eminente en la vida de nuestros fieles. Ahí se encuentran todos los que proceden de todas las partes de Egipto; ahí se descubre que se es una única familia, en la fe y en la veneración de los santos. También los coptos católicos vamos en peregrinación a los santuarios ortodoxos y a los lugares por los que, según la tradición, pasó la Sagrada Familia.
¿Es cierto que van también los musulmanes?
Por supuesto. Vienen a encontrar a san Jorge y a la Virgen María, a la que se cita en el Corán como la más honrada de las mujeres, y que también para ellos dio un nacimiento milagroso a su hijo, que ellos consideran el mayor de los profetas. Así pues, la Virgen María es un puente de unidad. Y además, también santa Teresa de Lisieux. Hay en El Cairo una Basílica dedicada a Teresita a la que van muchos musulmanes.
¿De verdad? ¿Cómo es eso?
Es su santa niña preferida. El santuario está en un barrio muy popular. Ocurre que cuando alguien cae enfermo, tiene una necesidad urgente, tiene problemas de trabajo o de familia, puede que un amigo o amiga cristianos le digan: vamos a rezar a santa Teresita. Van allí, se paran delante de la estatua de la santa, encienden velas, y rezan con gran ardor. A menudo les he visto incluso llorar. Y realmente los milagros ocurren, y va de boca en boca, de amigo a amigo. Así es como se ha convertido en un santuario al que van indistintamente cristianos y musulmanes. Incluso hay libritos en árabe que cuentan su historia. Una santa tan joven, tan desarmada... les cae muy bien.
El premio Nobel Mohamed El Baradei en la plaza Tahrir el 30 de enero de 2011 [© Afp/Getty Images]
Las relaciones con los musulmanes siempre han sido prueba del carácter autóctono, “egipcio”, de la Iglesia copta. Desde su llegada.
En aquel tiempo, en el siglo séptimo, los coptos no estaban solo marginalizados, sino también perseguidos por los bizantinos, que eran los dominadores. Como ya dije, en Alejandría estaba el patriarca bizantino impuesto por el imperio. Cuando llegaron los conquistadores musulmanes, los coptos los recibieron como liberadores. Su primer gobernador, Amr ibn Al-As, aseguró que respetaría la fe de los coptos y sus lugares de culto, cosa que efectivamente fue así con él y sus primeros sucesores. De este modo los monjes y los obispos coptos pudieron retomar la dirección espiritual del pueblo y también una posición sociopolítica reconocida en el nuevo orden musulmán.
Pero luego las cosas empeoraron.
La época de los soberanos mamelucos y luego de los sultanes turcos estuvo marcada por las violencias e incluso por repetidos intentos de eliminar a los coptos. Estos se trasladaron en buena parte hacia el sur, donde podían vivir una vida más tranquila.
¿Y ahora? ¿Sigue habiendo áreas o grupos sociales donde se concentran los cristianos?
Ahora los cristianos viven en todo el país, desde las costas del norte hasta las fronteras con Sudán. Hay también como rareza algunos pueblos donde todos son cristianos. Pero en general vivimos mezclados con el resto del pueblo egipcio. Antes había barrios de El Cairo donde los cristianos eran mayoría, pero ahora también este fenómeno está disminuyendo. No tenemos enclaves. Y tampoco estamos identificados con una clase social. Hay cristianos en todas las franjas sociales, desde los fellah, los campesinos, hasta las élites ricas. Siempre en una proporción que no supera el 10 por ciento. Hay ricos, incluso bien conocidos internacionalmente, pero son siempre pocos con respecto a los ricos musulmanes. Y entre los coptos católicos los ricos son poquísimos, casi inexistentes... [se ríe, n. de la r.].
Y sin embargo a partir del siglo XIX también entre los coptos surgió cierto nacionalismo que los identificaba como los verdaderos herederos de los antiguos egipcios y consideraba a los musulmanes como “extranjeros”. La burguesía copta bautizaba a sus hijos con los nombres de los faraones.
A decir verdad, esto sigue existiendo en la mentalidad copta. Yo digo que esto es un hecho: los cristianos coptos estaban en Egipto antes de la llegada de los musulmanes. Pero no hay que hacer de esto un factor de oposición hacia los otros egipcios. ¿Cómo vamos a cancelar catorce siglos de convivencia? Entonces también los musulmanes podrían decir: en el fondo vosotros lleváis aquí “solo” siete siglos más que nosotros... Si acaso, este argumento hay que utilizarlo para definir un terreno común que nos una en el presente y en el futuro como nos ha unido en el gozo y el dolor durante catorce siglos hasta el presente. Hemos luchado juntos por la independencia, hemos sufrido juntos en las últimas guerras, donde la sangre de los cristianos fue derramada junto a la de los musulmanes.
Los coptos no sintieron disgusto cuando en el Egipto moderno fue desmantelada la presencia de las potencias occidentales.
Todo lo contrario. No veían en el poder de las potencias occidentales un elemento de protección de los cristianos. Para ellos era un factor de debilitamiento de la Iglesia local, con el paso de miembros de la Iglesia copta ortodoxa a la copta protestante. Es lo que dicen también con respecto a los coptos católicos. Por otra parte la libertad religiosa no se puede negar. Y en el Egipto moderno no ha habido una dominación que ha favorecido el nacimiento de la Iglesia copta católica. Incluso ahora somos solo 250.000. No se nos puede acusar de proselitismo.
En la Iglesia copta ortodoxa, incluso en los largos períodos de marginalidad, los laicos han tenido siempre una gran influencia en la guía de la vida eclesial.
Antes eran ellos quienes lo administraban todo. Los notables laicos tenían dinero y posiciones socialmente influyentes, el clero no era culto. A los monasterios iban los campesinos, se tomaba a los más píos y se les hacía obispos. Así fue hasta el patriarca Cirilo VI, el predecesor del actual patriarca Shenouda III, que era un santo varón y comenzó a atraer a los monasterios también a algunos jóvenes universitarios, y luego los consagró obispos para su misión en el pueblo. Estos obispos, junto con los laicos, dieron comienzo a las escuelas dominicales de catecismo, y de ahí surgió una corriente de renovación que ha afectado a toda la comunidad copta. Una renovación que floreció en torno a los monasterios. De este contexto proceden los obispos ordenados por el patriarca Shenouda III. Son más de cien, y ahora son ellos quienes dirigen la Iglesia. El peso de los laicos ha descendido, pero sigue siendo grande.
Muchas comunidades cristianas de Oriente se caracterizan por cierta discreción. Tienden a no ser demasiado activos socialmente. En cambio, en Egipto los coptos manifiestan cierta exuberancia incluso en su visibilidad pública. Grandes monasterios, grandes catedrales, manifestaciones públicas.
Desde luego, la Iglesia copta es visible, presente, activa. Pero no se trata de querer aparentar. El hecho es que, pese a ser minoría, son una minoría muy consistente. Son muchos, por lo menos ocho millones, no pueden esconderse, desde luego.
Volvamos a la dramática situación presente. La matanza de finales de año impresionó a todos. Pero los coptos habían sufrido ya ataques y violencias, desde los años ochenta. ¿Qué es lo que ha cambiado con respecto a la época anterior?
Existe el fenómeno general del crecimiento de las corrientes fundamentalistas e islamistas, que en el Sínodo definimos “islam político”. Este fenómeno tiene distintas formas y manifestaciones. Algunos de estos grupos se esfuerzan en lavarles el cerebro a los jóvenes para prepararles al dominio local y mundial. No lo esconde, lo dicen claramente, lo escriben. Y vistas las dificultades vividas en nuestros países, lo consiguen. Entre estos existen quienes difunden una mentalidad de rechazo y odio del otro. De este humus pueden surgir grupúsculos que deciden hacer actos mortales como el atentado de Alejandría.
Detrás de las violencias contra los cristianos, ¿están los Hermanos Musulmanes, como afirman algunos?
Los Hermanos Musulmanes partieron de una ideología que promovía la renovación del islam para volver a la pureza de los orígenes. Esto se convirtió bien pronto en una orientación política que pretendía volver al modo de vida de los tiempos del Profeta mediante la imposición íntegra de la Sharia y de la dominación islamista en la sociedad. Pero luego las cosas evolucionaron. También dentro de los Hermanos Musulmanes se han creado distintas ramificaciones, y distintos grupos que a menudo toman caminos distintos y se enfrentan. No se les puede meter a todos en el mismo saco. Toda generalización distorsiona. Hay que distinguir a un grupo del otro. Ahora, además, hay nuevos grupos salafitas que atacan a los otros, incluidos los Hermanos Musulmanes, en nombre de una presunta mayor pureza islámica.
El gran mérito histórico del Sínodo para el Oriente Medio ha sido el de haber definido con claridad esta situación, en una perspectiva de comunión dentro de la Iglesia, con los demás cristianos y luego con los demás conciudadanos, para construir sociedades basadas en el derecho, en el respeto de los valores comunes y en la igualdad de la ciudadanía.
La manifestación de protesta de la comunidad copto ortodoxa de Alejandría, el 1 de enero de 2011 [© Afp/Getty Images]
Tampoco en el pasado, ante los ataques y violencias sufridas por los coptos, la Iglesia de Egipto nunca dio la culpa a la mayoría islámica o al islam en general. ¿Y ahora?
Después de la tragedia de Alejandría, se ha dado una reafirmación aún mayor del destino común compartido en Egipto entre cristianos y musulmanes. Todas las intervenciones en televisión y los periódicos, incluso por parte de los intelectuales y los guías de la comunidad musulmana, a partir del gran imán de Al-Azhar, se han movido en esta dirección, más que antes.
Las palabras del Papa fueron seguidas por reacciones clamorosas. Hasta incluso suspender las relaciones de diálogo con la Santa Sede por parte de la Universidad de Al-Azhar, el mayor centro de enseñanza religiosa del islam sunnita. ¿Qué es lo que ocurrió?
Una televisión [Al Jazeera, n. de la r.] dio la noticia de manera distorsionada, diciendo que el Papa había llamado a los Estados y los gobiernos de Occidente a intervenir para proteger a los cristianos perseguidos en Egipto y en Oriente Medio. El Papa nunca dijo esto. Pero aquella falsa versión de sus palabras fue tomada como si fuera la versión oficial. Y se convirtió en el pretexto para que Al-Azhar suspendiera el diálogo con la Santa Sede.
En definitiva, se tergiversaron las palabras del Papa. Pero en Occidente ha habido realmente campañas organizadas, que incluso llegaron al Parlamento europeo, donde se pedía la suspensión de las ayudas a los países que no protegen a los cristianos.
Esta es una actitud equivocada, que termina confirmando las interpretaciones erróneas de las palabras del Papa. Como cristianos de Egipto –católicos, protestantes y ortodoxos, sin diferencias– vemos que cada llamamiento a presiones diplomáticas, a iniciativas de castigo o a sanciones económicas dirigidas contra Egipto por los acontecimientos que atañen contra los cristianos egipcios, es el daño mayor que se pueda hacer a los cristianos. Quería decirlo también en Bruselas, en el Parlamento europeo, donde me habían invitado a hablar de la persecución de los cristianos en Oriente Medio. Pero no he querido alejarme de mi país, en las circunstancias trágicas de estos días.
¿Cómo han interpretado estas iniciativas y los llamamientos del Papa los coptos ortodoxos?
También ellos estuvieron condicionados por la versión distorsionada que se dio. Oficialmente adoptaron el mismo criterio de juicio expresado por el imán de Al-Azhar. Nosotros, como católicos, tenemos un vínculo de fe y jerarquía con el obispo de Roma. Pero desde luego no tenemos ninguna obligación de sentirnos vinculados por las iniciativas de grupos y organismos europeos, occidentales o internacionales. Son importantes y dignas de tomar en consideración las aportaciones que puedan llegarnos de todos, pero el objetivo nuestro es favorecer un clima positivo y hallar terrenos comunes de convivencia y colaboración, y no empeorar las tensiones y los conflictos.
Para terminar les pediría ante todo que recen por la paz y la tranquilidad de Egipto, y de todos los países que sufren la inestabilidad y la violencia. Y les doy las gracias por su interés y cercanía.